Aún no me podía creer lo de mi madre, que fuera así, una auténtica puta, pero lo había visto con mis propios ojos. Pero lo que no hacía más que darme vueltas a la cabeza era la casi completa seguridad de que no era con el único que se acostaba la muy zorra y que estuviera dispuesta a cumplir la promesa de follar todos los días con Mauricio.
Tenía que averiguar ambas cosas y lo segundo era lo más fácil, aunque aún esperaba, deseaba, que hubiera sido el ardor de un momento, que se hubiera vuelto loca, por eso decidí volver a espiarla al día siguiente. Fue fácil, a la hora de siempre le di un beso y le dije que me iba para la universidad, pero lo que hice fue abrir la puerta y volver a cerrarla para esconderme en mi cuarto que estaba justo al lado de la puerta de entrada.
Permanecí un rato a oscuras y en silencio, deseando que nada pasara y me fuera satisfecho para la universidad con al menos la ilusión de que había sido todo una locura que no se iba a repetir. Pero a los cinco minutos la oí como llamaba por teléfono.
-Mauricio, ya estoy sola, ven corriendo que solo con escuchar tu voz se me ha hecho agua el coño.
Casi me desmayo, la muy puta quería más y lo quería ya. Mauricio no tardó ni dos minutos en llegar, le abrió la puerta y escuché como se besaban, el roce de sus ropas, y los besos, muchos besos.
-Vamos para la cama, me encanta cornear a los maridos en su propia cama.
-Qué malo eres, cariño, pero tienes razón, tiene su morbo.
Oí como se dirigían hacia el dormitorio, entre besos y caricias. De pronto sentí un golpe y me atreví a asomarme con mucho cuidado. El pasillo estaba a oscuras pero se se veía perfectamente que mi madre había empujado a Mauricio contra la pared y se besaban con fuerza. Mauricio le había bajado el vestido y estaba sólo con la combinación y las bragas, una de las manos sobaba el pecho mientras que la de mi madre acariciaba el ya pronunciado paquete de su amante.
-Vamos, cómetelo, lo estás deseando, puta.
-Sí, cariño, lo quiero tener dentro de mi boca.
Le quitó la camisa y empezó a bajar por su cuello, besándolo, deslizándose hasta sus pectorales y mordiéndole uno de sus pezones. Continuó descendiendo por su vientre, recorriéndolo con la lengua hasta llegar al borde del pantalón. Mauricio la contemplaba con deseo mientras jugaba con su pelo. Mi madre le quitó el cinturón y con rapidez le bajó los pantalones y el calzoncillos, cogiendo con la mano el largo y duro miembro.
-Es delicioso, cómo me gusta.
Retiró el prepucio lentamente y le dio un beso en la punta del capullo. Sacó la lengua y jugó con el glande, recorriéndolo de un lado a otro, jugando su punta con la punta de la polla, arrancando gemidos de placer hasta que se lo metió en la boca. Sus labios rojos y gruesos comenzaron a bajar lentamente por el tronco hasta que se lo tragó entero. Giró la cabeza a un lado y a otro haciendo que Mauricio se estremeciera.
-Pero qué buena eres, puta, me haces las mejores mamadas de mi vida.
Tenía que reconocerlo, mi madre era toda una experta, no me extraña que tuviera más amantes, esos labios volverían loco a cualquier hombre. Y comenzó la mamada, subiendo y bajando por la polla, mientras sus manos acariciaban sus huevos, una y otra vez, lentamente, chupando sin parar, sin cansarse.
-Sabes respirar mientras mamas, eso es todo un arte, si te dedicaras a esto te hacías rica, menuda puta serías, de las de lujo.
-No me tientes, no me tientes, que un sobresueldo para mis gastos no me vendría mal.
-Ya hablaremos, ya hablaremos, tengo contactos, pero tú sigue con la mamada, no te distraigas.
No salía de mi asombro, el muy cerdo le estaba proponiendo ser su chulo y a mi madre no le parecía mal la idea, pues empezó a aplicarse a fondo, mamándola con una auténtica profesional hasta que en una de las acometidas se corrió su amante y como la otra vez lo había hecho en su boca, tragándose toda la leche para después con la lengua terminar de limpiarle la polla hasta dejársela bien reluciente.
-Vamos, para la cama, que te quiero follar el coñito tan rico que tienes.
La alzó de golpe y se metieron dentro del dormitorio entre risas. Yo estaba ya desesperado, pero una inclinación morbosa me empujó hacia la puerta para contemplar el espectáculo, me acerqué con cuidado y cuando llegué la había puesto tumbada de espaldas en la cama, en el borde, con sus piernas en los hombros de Mauricio que de pie fuera de la cama ya se la estaba follando.
La envestía con la fuerza de un toro, haciendo que se moviera la cama mientras mi madre le acariciaba el abdomen y gemía de placer. La polla entraba y salía de su coño, brillante con los huevos golpeándole las nalgas pues se la hincaba hasta el fondo, provocando pequeños gritos de mi madre.
-Más fuerte, más fuerte, Mauricio, que eres el mejor. Tienes la polla más larga que he sentido dentro de mí.
-¿Incluso más larga que la del negro del supermercado de la esquina? Seguro que ya te lo has follado, que tiene fama en el barrio.
-Él la tiene más larga, pero menos gruesa, y tú follas mejor.
-Puta, sabía que te lo habías tirado. Ayer le comenté qué buena estaba mi vecino y el me sonrió de un modo especial.
Me quedé de piedra, todo un premio, había descubierto al segundo amante de mi madre, así nos daba las mejores carnes de la carnicería, la muy zorra de mi madre se lo pagaba con el coño. Ahora estaba seguro que la lista de amantes de la puta que tenía por madre iba a ser muy larga. Sobre todo porque mi madre lanzó una carcajada que se convirtió en un grito de placer ante la bestial envestida de Mauricio que empezó a follársela con frenesí mientras le llamaba puta una y otra vez, haciendo que se excitara aún más mi madre hasta que los dos se corrieron a la vez con un largo gemido en que Mauricio clavó la polla con fuerza varias veces hasta que se dejó caer sobre mi madre y le dio un largo beso.
Permanecieron así un rato hasta que Mauricio se incorporó y sacó la polla, que aún estaba dura, le separó las piernas y le abrió el coño con los dedos.
-Me encanta ver tu coñito lleno de mi leche.
Sonrió y le metió el dedo que lo sacó mojado en su leche, se acercó a mi madre que se lo chupó con deseo. Estaba totalmente entregada a su amante y haría lo que Mauricio quisiera, completamente enchochada. Y lo peor es que Mauricio se había dado cuenta y esa insinuación que le había hecho sobre ganar dinero con su coño temía que fuera algo más que una broma.
-Venga, que quiero follarte el culo.
Le dio media vuelta y mi madre se puso a cuatro patas sobre la cama. La polla de Mauricio golpeó varias veces las nalgas para después recorrer la raja del culo. Se lo iba a romper, era una herramienta impresionante. Pero ante mi asombro, tras embadurnárselo con saliva entró aún con más facilidad que en el coño. No lo podía creer.
-Joder, este culo ha conocido muchas pollas, es la primera vez que la mía entra sin problemas en un culo.
Y le dio una palmada en la nalga mientras comenzaba la follada de culo.
¿Cómo es que el cornudo de tu marido no se da cuenta que tienes el culo como el túnel de un tren?
-Porque no me lo folla, se daría cuenta, es cabrón, pero no tonto. El culo es sólo para mis amantes, que ya saben como soy.
-Una puta de primera. Qué mala eres, que no dejas catar a tu marido esta delicia.
Y soltó una carcajada mientras se lo follaba con fuerza. Mi madre también se rió de la triste condición de mi padre, pero rápidamente se convirtieron las risas en gemidos pues Mauricio la estaba enculando con todas sus fuerzas mientras palmeaba sus nalgas. Varias veces sacó la polla por completo del culo de mi madre para volver a entrar de un tirón, salvajemente, arrancando gritos de placer de mi madre que le decía que más fuerte. Y eso es lo que hacía Mauricio, follándosela cada vez más y más, tanto que las gotas de sudor de su cara caían en la espalda de mi madre hasta que con un gemido se volvió a correr.
-Joder, vaya reserva que tienes de leche, bien que me estás llenando el culo.
Mi madre lo dijo entre gemidos al tiempo que Mauricio se dejaba caer sobre la espalda de mi madre, rendido.
Decidí largarme, había terminado el espectáculo, pero a mitad del pasillo escuché como la muy zorra le decía que mañana le llamaría a la misma hora. No había duda sobre mi madre, era una puta de primera y estaba en vías de que su amante se convirtiera en su chulo. Eso sí, ya sabría yo sacarle parte del dinero que se ganara con el coño, al fin y al cabo, si iba a ser el hijo de una puta, al menos que sacara algún beneficio.
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Mi madre es una puta 2
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Nos habíamos odiado tanto
NOTA PREVIA
Esta historia no es más que una personalísima interpretación del relato que bajo el mismo título publicara “Susana”, autora de T.R, en 17-08-2008. El relato me gustó más que mucho y lo he releído varias veces, pues soy de los que se gustan recordando, releyendo, lo que me dejó buen sabor… Y, este verano, pensé que por qué no hacerle una versión personal, pero que conserve la esencia del relato de “Susana”.
Hace ya cinco años desde que la autora lo publicara y creo que merece la pena reeditar la historia, claro, bajo forma muy “mihi géneris”, a fin de que quienes no la leyeran en su momento la conozcan ahora, y, quienes ya la leyeran la recuerden.
Hago constar que intenté consultar mi iniciativa con la propietaria del relato, “Susana”, insertando mensajes en la página del relato, (no adjunta correo electrónico alguno), pero todo ha sido baldío… La autora, paréceme, hace años que no entra en estas páginas… A disposición del lector que me lo solicite está el mensaje insertado en tal página, sin respuesta…
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NOS HABÍAMOS ODIADO TANTO
Hacía tres días desde que la “Victoria” atracara en Rota y yo pedí permiso al comandante para ir a Valdepeñas, ciudad donde naciera treinta y siete años antes, a visitar la tumba de mi abuela, fallecida un mes antes, mientras estábamos de maniobras con la OTAN en aguas de Islandia. Ella había sido mi segunda madre pues a los siete años quedé huérfano de mis dos progenitores, trabajadores del campo manchego, que se contrataban con terratenientes del área para la siega, vendimia, aceituna… En una de esas, saliendo de madrugada al tajo, por un carretera secundaria y en un remolque con tractor, un camión, cuyo chofer llevaba demasiadas horas al volante, se durmió y en un cambio de rasante se llevó por delante tractor y remolque
Llegué poco antes del mediodía y en un taxi marché al cementerio… Horas estuve ante la tumba, llorando a lágrima viva a la única persona que, de verdad, yo quería… Y, junto a mis padres, la única que me había querido en la vida… Al taxi lo había despedido, pues deseaba sentarme junto a ella, mi pobre abuela…para llorarla… Deshecho, a pie para que me diera el aire y me despejara un poco, empecé a desandar el camino hacia la población; como suelo hacer en tantas ocasiones, llevaba en mis oídos los auriculares del walkman; sielo poner, habitualmente las cintas, pero sabía que esa tarde, una emisora de radio local, emitiría un concierto desde el Concertgebow de Ámsterdam, con las sinfonías 8ª y 9ª de Franz Schubert, las famosas “Incompleta” o “Inacabada”, y la “Grande”(1), por lo que iba escuchando la radio, según andaba, cuando el concierto se suspende para lanzar la emisora una llamada de auxilio: La vida de una mujer dependía de donantes de sangre, con Rh un tanto raro, que llegara a tiempo de que se la interviniera… Y, resultaba, que ese Rh tan especial, lo portaba yo…
Ni sé por qué hice aquello… Puede que me venciera la melancolía del momento… Puede que quisiera hacer una buena acción por el alma de mi tan querida difunta… No lo sé…ni idea de porqué tomé el camino del hospital que lazó la petición de socorro… Yo lo conocía; no quedaba lejos de la Estación de Autobuses, mi meta última en aquellos momentos; luego, como un autómata, dirigí mis pasos hacia allá
Entré en el hospital por Urgencias y me identifiqué como portador del Rh solicitado; al momento, una diligente enfermera me llevó a las interioridades de aquél mundo casi subterráneo, adentrándonos, ella delante, por un largo corredor a cuyos costados se abrían habitaciones numeradas, pero también esos famosos “boxes”, espacios corridos compartimentados en habitáculos separados entre sí por cortinas… “Habitaciones” de emergencia, podríamos decir… Íbamos ya más allá del meridiano del ancho pasillo cuando la divisé; me paré en el acto, más que frío, helado… Ella también me divisó e, instantáneamente, se le demudó el semblante… Estábamos a no más de veinte, treinta metros, y tanto los rostros como las voces eran, respectivamente, visibles y audibles a la perfección
¡Dios mío!… ¡¡¡Sergio!!!…
Hola Rosa… ¿Tienes algo que ver con lo de la petición de sangre?
Es… Es Carmen… Está… Está muy mal… Tuvo un accidente… Menos mal que la niña no iba con ella… Se le metió una avispa en el coche, se asustó… Y volcó… Se le encajó el volante… Parece que perderá un riñón y puede que parte del hígado… ¡¡Gracias por venir, Sergio!!… ¡¡Muchas…muchas gracias!! La sangre es necesaria… Muy…muy necesaria… Hay que operarla… Urgente…muy urgentemente… Pero no hay sangre de su tipo…
¡Qué ironías tiene a veces el Destino! Resulta que iba a dar mi sangre a la mujer que más había odiado en mi vida… Que más odiaba, aún entonces… Pero también, a la que más había amado… A la única que en mi vida había amado… La única que me había importado… Quien, principalísimamente, me había amargado la vida a mis 16, 17, 18 años… Y mis 19, 20… Fui tras la enfermera hasta una especie de sala de curas donde me extrajo una muestra de sangre, yéndose a continuación tras decirme que esperara allí unos minutos
Quedé solo en esa sala y mi mente, casi calenturienta, me decía que qué narices hacía yo allí… Que qué puñetas podía importarme a mí lo que a tal bruja pudiera ocurrirle… Y por mi mente, fue pasando la historia de, como quién dice, la mitad de mi vida, aunque, cronológicamente, no llegara ni a tres años tal media vida, pero es que me cogió los años del final de mi adolescente pubertad y el principio de mi más temprana juventud, cuando más daño pueden hacer las cosas
Fue mi abuela, con su mejor voluntad, desde luego, quién me complicó la vida. Al morir mis padres, amén de quedarme una pensión de orfandad, la mar de exigua, sí, pero que a mi abuela le venía como “pedrada en ojo de boticario”(2), también me cupo una indemnización de tres milloncetes de “pelas”, por aquellos entonces, inicios de los setenta, una fortuna… Unos ¾ de millón de euros actuales; pues bien, tal capital mi abuela lo puso en un banco a plazo fijo que debía vencer sobre mis quince-dieciséis años, en que empezaría el ciclo superior de la Enseñanza Media, el BUP, o Bachillerato
Así, en 1986, con quince años y recién terminada la EGB en un centro público, mi abuela me puso en un colegio privado, de cierta altura en Valdepeñas, más bien caro; chicos-chicas de familias tirando a bien más que a regular, para hacer el BUP y el COU, curso de acceso a la Universidad, pues mi segunda madre soñaba con que hiciera magisterio y ser maestro en cualquier pueblo del entorno
Ese primer año entre chicos-chicas bien, no fue del todo malo… Me ignoró todo quisque, claro está, pues yo, indudable, no pertenecía a su privilegiada casta, pero de no hablarme ni Dios, y ni por equivocación, además, la cosa, en general no pasó. Pero llegó el segundo curso, con mis ya dieciséis años, y ella, Carmen, apareció en escena, entrando “novata” en mi clase, con sus, también, dieciséis añitos, su carita de ángel, que luego resultó más que patudo, su pelito, negro como la noche, recogido hacia atrás en cola de caballo sostenida en lo alto por una coqueta cintita roja, y ese flequillo sobre la frente, que tan gracioso, tan adorable le quedaba… La blusa blanca, más que ceñida, pues la encantaba realzar sus femeninas “gracias”, y la faldita azul, bien corta, palmo y algo más que menos por encima de las rodillas, ambas prendas del uniforme oficial del colegio, pues hasta uniforme para alumnos-alumnas exigía tan selecto centro educativo…
Carmen, en la clase, era como una diosa en su Olimpo… Adorada, reverenciada… Y deseada hasta la intemerata por cuanto machito posaba en ella sus ojos, de nuestro propio curso o de superior edad… Al momento, a su alrededor, como sistema planetario orbitando en torno a su estrella, se formó una corte de féminas que la obedecían e imitaban en todo lo habido y por haber… Eran las “Divinas de la Muerte”, arropando hasta la exageración a la “Divina” por excelencia… A la “Divina” entre las “Divinas”… Y a qué decir, de la cohorte, la tropa, de embelesados y babeantes “machitos” que también al momento se constituyó en su derredor, integrado, principalísimamente, por lo más “in” de los “machitos” de la clase… La “crem de la crem” de los “Divinos de la Muerte” del curso, en base a la más que ostensible situación económica de sus “popós”… Vamos, sus “papás”, en la pronunciación de los “pijos”, los inútiles y, sobre todo, maleducados y súper consentidos hijitos-hijitas de tan selecta minoría del más acrisolado poder económico, aunque, casi en general, apenas si su “grandeza” superara el ámbito local…
En fin, que la Diosa de nuestro colegial Olimpo vino a ser, en nada, digamos, árbitro de arbitrariedades varias… En especial en lo referido al “negro”, el pobrecillo, el “hospiciano” de tan ilustre colectividad… Es decir, “zervió de Dió y uztedez vozotro pa lo que guztéi mandá, fartabe má”… Sí; en poquísimo tiempo Carmina, como también se la decía, se constituyó en líder de cuantas rechiflas y befas era objeto este humilde mortal en aquella especie de infierno en que el más que prestigiado centro escolar, que mi abuela escogiera para fundamentar, con mínima solidez, mi futuro, acabó por convertírseme
En casa, mi abuela y yo, con la mísera pensión que al ella enviudar le quedó y la no más brillante que a mí, en orfandad, me tocó, con un canto en los dientes nos dábamos si nos llegaba para desayunar, comer y cenar cada día, pero como no sólo de pan vive el hombre, sino que también es necesaria la ropa, reparar algún que otro estropicio de casa y demás naderías por el estilo, de vez en cuando al menos, pues las “perrillas” que mes a mes entraban por la chimenea no alcanzaban a cubrir todas esas imperiosas necesidades, “contimás”, para caprichos, como, por ejemplo, mi muy reciente vicio del “fumete”, con algún que otro cigarrillo al día, ir al cine al menos un par de domingos al mes y otras fruslerías por el estilo.
En fin, que la abuela seguía fregando escaleras o asistiendo en casas bien, no pocas veces las de mis compañeros de clase, para más “INRI” mío, y yo, desde los catorce a espabilarme para sacar algunas pesetillas, ayudando por las tardes en bares o tabernas, por las propinas mayormente… Eso determinaba que ya desde 1º de BUP, cuando los estudios apretaron cosa fina, tuviera que estudiar por las noches, quedándome normalmente hasta las tantas, pues del trabajo vespertino hasta la medianoche, cuando menos, no salía, pues bares y tabernas permanecían abiertas hasta esa hora, al menos, con lo que antes de la una era difícil que me pudiera poner ante los libros
Y qué le iba a hacer si por la mañana llegaba a clase con cuatro, cinco horas de sueño máximo, más que dormirme en clase, cuál lirón muchas veces… Y claro, como era el “tonto” del cotarro, los “listos” a tirarme pelotillas a la cabeza… O chinitas, piedrecitas pequeñas, que al acertarme en todo el “cocoliso” (el cogote) lanzadas con tirachinas, no veáis el daño que podían hacer… Y claro, cuando, enfurecido, me levantaba mentando la madre a Dios bendito, el follón que se armaba en clase, con todo Cristo gritando e insultándome, era de pronóstico, acabando la cosa, si no siempre, caso siempre, cayéndome encima el rapapolvo del “profe”, culpabilizándome como promotor del escándalo y, ¡hala!, castigado al pasillo por alborotador, entre la general risión …
Aquellos años viví arrinconado, acorralado casi por todos… Todos los que llamaba compañeros… Y un odio bestial, irracional casi, germinó en mí, contra todos…contra todo… Pueblo, Valdepeñas, incluido… Pero, sobre todo, la odiaba a ella, a Carmen, y, cómo no, a su grupito de “Divinas”… Cuánto más la/las reverenciaban los demás, tanto más las odiaba yo… Pero… ¡Qué puñetera desgracia!… Cuanto más odiaba a Carmen, mucho más la amaba… La deseaba… Era como una obsesión para mí… Aborrecerla, soñar con hacerle el mayor dalo posible, y, al propio tiempo, estar más y más “colgado” por ella… Era como una maldición… Una maldición bíblica, aquella cruel amalgama de amor y odio… Odiarla hasta la desesperación y amarla hasta dar la vida por ella, si necesario fuera…
Aquello acabó cuando, aprobado ya 3º de BUP, cumplí al fin los dieciocho años… Era ya pues, según las leyes, mayor de edad, con plena capacidad de decidir lo que me diera la gana… Yo odiaba todo aquello… Al mismísimo Valdepeñas en su conjunto… A todo Ciudad Real… Y me largué, voluntario, a la Armada… La que se lió en casa, con mi abuela, cuando llegó el pasaporte para viajar a San Fernando de Cádiz por cuenta del Estado a fin de incorporarme al CIM (Centro de Instrucción de Marinería) de Cádiz, allí, en San Fernando, dentro de la base naval de “La Carraca”, fue impresionante…
La pobre mujer, llorando a lágrima viva, porque su nieto, su hijito más bien, pues para ella yo seguía siendo un crío, se quería ir de su lado… Su hijito, pues, ya no la quería… Se me partía el alma viéndola, pero me mantuve firme… Que por ella no era, pero que no podía seguir más tiempo allí o me volvería loco… Que me era imposible ver, cada día, a esa Carmen que adiaba a muerte y amaba hasta morir… Por fin, medio entendiéndome, aunque no del todo, salí un día rumbo a San Fernando de Cádiz y a la Armada Española, donde todavía me mantengo, tras diecinueve años de servicio, siempre embarcado en buques de primera línea, corbetas y fragatas… Ascendí a cabo y cabo primero y entonces, siendo cabo primero, me dije que por qué no intentar el acceso a la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra, Galicia), y hacerme oficial, ya que tenía el Bachiller hecho y, viniendo de la Armada, aprobar el acceso es más fácil… Y aquí estoy, de teniente de navío, capitán en el Ejército
Pero dejémonos de recuerdos y regresemos a aquella sala de curas donde no sabía bien qué hacer, si quedarme o marcharme; por finales, ganó lo primero… Me quedé y, al tiempo de esperar, vinieron para sacarme sangre a mogollón… Terminaron de “desangrarme”, y sin querer ni ver a los padres de Carmen que me esperaban para agradecerme lo que por su hija hacía, salí del hospital como alma que lleva el diablo, rumbo a la Estación de Autobuses deseando dejar tras de mí ese pueblo de mis pecados, mi odiada “Patria Chica” donde naciera treinta y siete años antes… Iba desazonado; con una vivísima sensación de vacío en todo mi cuerpo… Hacía casi veinte años de todo aquello y me dije que qué más daba, que fuera ella o cualquier otra persona… Yo, lo único que había hecho, es ayudar a una persona en apuros… En peligro… ¡Qué más daba quién fuera!…
Aquella noche partí de Valdepeñas, seguro de que nunca más volvería por allí… Eso me dulcificaba un poco… Un capítulo de mi vida, que mejor no recordar, se cancelaba…se cerraba para siempre… Y eso era lo importante
Al día siguiente, hacia el mediodía, estaba ya en Rota de nuevo y a bordo de la “Victoria”, y veintitantos días más tarde, de nuevo el barco se hacía a la mar, rumbo al Mediterráneo Oriental y el Mar Negro, en maniobras con la Sexta Flota americana primero y una Fuerza de Tareas de la OTÁN después, con buques americanos, británicos, italianos, griegos y turcos. Regresamos por Italia, Nápoles exactamente, Alicante y Rota por fin, donde arribamos unos cuatro meses más tarde
Llevaba tres o cuatro días en Rota cuando, una mañana, casi ya a última hora, la una de la tarde ya casi, el cabo que atendía la centralita telefónica me dice
Mi oficial; tiene usted una llamada telefónica
¿De quién es?
No lo sé, mi oficial; simplemente pregunta por usted, D. Sergio Alpuente; es una voz de mujer, señor.
Curioso, sorprendido, tomé el auricular que el cabo me tendía
¿Dígame?
Sergio… ¿Eres tú?… Soy… Soy yo… Carmen…
Si me echan entonces un balde de agua helada por encima, más frío no me quedo… ¡Lo que menos podía yo esperarme!
Ho… Hola Carmen… ¿Cómo…cómo te encuentras?
Bien… Bien… Muy bien, vamos… Gracias… Gracias a ti, ¿sabes?… Te… Te lo agradezco mucho… Mucho… Mucho… Me salvaste la vida… Me la devolviste cuando, prácticamente, la tenía perdida… No sé… No sé cómo agradecértelo… Nunca, nunca acabaré de pagarte lo que por mí hiciste…
No hables así mujer… No saques las cosas de quicio
Carmen había empezado a llorar amargamente, y sus quejidos, sus hipidos, llegaban a mí, nítidos, a través del teléfono…
Cuando… Cuando me lo dijeron… Que habías sido tú quién me dio su sangre para que yo viviera, no podía… No podía, de verdad, creérmelo… Después de todo el daño que te hice, que me pagaras el mal con bien… Con ese gesto tuyo, tan generoso…
No tiene importancia, Carmen… De verdad… De verdad te lo digo… ¡Cómo dejar que un ser humano muera si con tan poco como una donación de sangre puede salvarse!… Cualquiera hubiera hecho lo mismo… Seguro que también tú lo hubieras hecho si yo estuviera como tú estabas…
Sí; tal vez sea así… Pero eso no quita que fuiste tú quien se apiadó de mí… Y no sé cómo agradecértelo… Nunca, Sergio; nunca te lo agradeceré bastante
Vamos, vamos mujer… Que estás haciendo un drama de lo que no llega a sainete…
Escucha, Sergio… Escucha… Yo… Yo… Bueno, de una vez… ¡Quero verte Sergio!… Sí; en serio Sergio… Quiero verte…
Yo no pude contener la risa ante su salida
¡Pues, chica, lo veo difícil!… Yo, como no cabe duda que sabes, estoy aquí, en Rota, y tú, indudable, en Valdepeñas… Tú por acá dudo que vengas y yo… Yo nunca más volveré por allí… Por nuestro pueblo…
Pero es que yo sí quiero ir allí… A Cádiz… Esta misma tarde reservaré billete y mañana estaré allí… ¿A qué hora podrás estar libre?… A qué hora podría verte, vamos…
Mira Carmen… Yo… Yo… Vamos, te agradezco lo que me dices… De verdad que te lo agradezco… Pero… Pero… No me debes nada, ¿sabes chica?… No me debes nada… Ya te lo he dicho… Es una tontería… Una locura lo que dices… ¡Venir tú aquí!… ¡A quién se le ocurre!… ¡Estamos a casi quinientos kilómetros uno de otro!
Pues ¿sabes?… ¡Me da lo mismo!… mañana estaré allí… En Rota si es necesario… En el barco, a buscarte… Puedes negarte a verme…decir a quién corresponda que me mande a hacer puñetas cuando me presente en el barco preguntando por ti… Pero te daría igual, porque me quedaría de guardia, al pie de la escala de entrada al barco, y me tendrías que oír… ¿Me oyes? Bueno claro… Si ello no te crea problemas con tu mujer… O tu novia, que seguro con alguien estarás…
¡Dios de mi vida!… Carmen estaba loca… Loca perdida…
Vale… Vale mujer… Te veré… Iré a esperarte a la estación… Es una tontería, la verdad, pero si así te empeñas… Ah, y no te preocupes, que ni esposa ni, tampoco, novia hay… La verdad… Nunca ha habido ni lo uno ni lo otro… No he sido un santo eremita estos años, pero, en fin, nada serio… Rolletes de una noche, por lo general… Andando por esos puertos del mundo, soltero y sin compromiso, es más difícil que fácil no liarte una o dos noches con alguien…
Sí, Carmen estaba más que empeñada en verme; incluso me sacó el número de mi teléfono móvil, el celular, que se dice por las latitudes americanas, pues qué más me daba que me llamara directamente o a través de la central de Rota… Y, como de otra forma no podía ser, se refirió a eso del marino con una novia en cada puerto, cosa en la que, la verdad, tan descaminada no estaba… En fin, que al día siguiente la estaba esperando en la estación de Cádiz desde antes de las cuatro de la tarde a que ella llegara en el AVE que entraría en la estación a eso de las cuatro y media de esa tarde
A hora esperada, la vi venir hacia mí, tirando de una de esas maletas tipo “troley”. Tan pronto me vió echó a correr, con una sonrisa que le abría la boca casi de oreja a oreja. Cuando nos encontramos, yo intenté darle, simplemente, la mano, pero ella, efusiva, me dio un beso en cada mejilla, y yo qué iba a hacer, sino corresponderle en la misma medida
A Carmen la encontré algo delgada; el pelo corto, un tanto varonil… Chaqueta y pantalón negros, a juego, blusa azul celeste y, casi como en nuestra más adolescencia que juventud, un pañuelo del mismo color anudado al cuello… Finalmente, botas hasta la rodilla, de alto tacón, completaban el atuendo… La verdad, estaba hermosa… bella… Muy, muy bella… Y el corazón me saltó en el pecho, sin poderlo remediar… Lo que creía tiempo pasado que nunca volvería, se tornó en un persistente presente que, sin solución de continuidad, me unía a un pasado que entendía por entero superado…
Mas… ¿A quién pretendía engañar?… ¿A mí mismo?… Sí; a mí mismo… Si sería idiota… Porque, la realidad, es que esa sensación de pervivencia del pasado estaba más que clara en mi mente desde que supe que era a Carmen a quién le iba a dar mi sangre… En fin, que, de nuevo, me veía como un ratoncillo ante un gatazo de padre y muy señor mío… O reviviendo aquella terrible época en que ella se reía de él a mandíbula batiente… Como tantas veces antes, venía a su mente el texto de Rubén Darío en su “La Eterna Aventura de Pierrot y Colombina”: “Ella gusta de los ricos trajes de seda, de las joyas de oro, de las perlas y de los diamantes. Tú, en realidad, Pierrot, eres triste; y a las mujeres no les gustan los hombres tristes” Sí, allí él era el “Pierrot” de la italiana “Comedia del Arte”… O el protagonista de la ópera de Rugiero Leoncavallo “I Pagliacci”, el payaso Canio, en la escena final del 1º Acto, la del “Vesti la Giubba”, cuando él acaba de descubrir la infidelidad de su mujer con otro miembro de la “Troupe” circense, pero en ese momento debe prepararse para salir a actuar(3)
¡Actuar!… Mientras, preso del delirio,
No sé lo que digo, ni lo que hago
¡Pero es preciso actuar!… ¡Esfuérzate!
La gente ha pagado y se quiere reír
¡Bah!… ¿Es que, acaso, eres un hombre?
¡Tú eres un payaso! (¡Tú sei Pagliaccio!)
Vístete el jubón (Vesti la giubba)
Enharínate la cara (e la faccia infarina)
Y si Arlequín te robó a Colombina
¡Ríe, payaso, y todos te aplaudirán!
¡Torna en bromas la congoja y el llanto
Y en muecas los sollozos y el dolor!
¡Ríe payaso (Ridi, Pagliaccio)
De tu amor destrozado! (sul tuo amore infranto!)
¡Ríe del dolor que te envenena el corazón (Ridi del duolche t’avvelena il cor!)
Te iba a preguntar que cómo estabas, pero ya te veo… ¡Estás estupendo, Sergio!
¡Bah!… Normalillo… Tú sí que estás bien, Carmen… Pero que muy, muy, muy bien… ¡Hay que ver cómo te conservas!… ¡Por ti no han pasado los años!… ¡Estás preciosa, Dios mío!… ¡Preciosa, preciosa, preciosa!… De verdad te lo digo…
¡Anda!… ¡Adulador!… No te conocía yo bajo este matiz… Claro; lo de “una novia en cada puerto”… Si ya tengo treinta y siete “tacos de almanaque”… ¡Tú sí!… ¡Tú sí que estás bien!…
No nos pusimos de acuerdo en cuál de los dos se conservaba mejor… Y, cosa rara, pero cada minuto que pasaba a su lado me sentía más cómodo… Más y más a gusto… Dejamos por fin tata formalidad y tanto piropo mutuo para pasar a ver qué hacíamos desde ese momento; ella, salvo un café con algo para mijar que tomó en Ciudad Real, mientras esperaba el AVE que acababa de traerla a Cádiz, y un sándwich que se tomó en el tren a eso de las 13 horas, una de la tarde, venía “in albis” de comida y yo, curiosamente, y en contra de mi habituabilidad de comer a bordo a eso de las 14 horas, dos de la tarde, ese día no había acudido al comedor de oficiales del barco…a qué engañarnos, esperaba poder comer con ella, pues decidimos que lo mejor que podíamos hacer, por lo inmediato, era tomar algo…comer algo…
La propuse pasar al mismo restaurante de la estación, pero ella declinó mi oferta, a favor de meternos en cualquier cervecería y comer en plan informal, raciones y tal, cosa que me pareció de lo más oportuno, pues soy acérrimo de esa costumbre tan española de las “tapas” por los bares, tabernas y similares. Acabamos por meternos en una de éstas últimas, taberna, quiero decir, sólo que a lo fino; es decir, un establecimiento bien, pero montado según ese estilo de taberna o mesón… A la andaluza, claro, y, para ser más puntilloso, añadiré que a la gaditana: Mucho “pescaíto”, con las inevitables “puntillitas”, (crías de calamar), el choco, (especie de sepia), pijotas, (pescadillas fritas), bienmesabe (cazón en adobo), tortillas de camarones y un sinfín de cosas más, todo ello regado con excelente manzanilla de Sanlúcar de Barrameda… Vamos, que nos pusimos “moraos” de comer
Y entre masticada y masticada, me habló de ella… Su titulación de Magisterio y sus posteriormente ganadas Oposiciones a Profesora de Instituto, ejerciendo de tal en uno de nuestro pueblo, Valdepeñas; su matrimonio, a los 22 años, con Ricardito, el “divo” o “súper divino” del colegio, la cría que tuvo con él, con catorce añitos ahora y cuya foto, claro está, me enseñó, verdadera belleza, calco fiel del bellezón de su mamá… Su divorcio del Ricardito tras ocho años de aguantarle infidelidades diarias, casi que desde el viaje de novios… Su accidente… Y por fin, el inevitable
Y de ti qué ha sido en estos diecinueve años… Que te metiste en la Armada y de que ahí prosigues, ya lo sé, luego no necesitas explicármelo… Pero, ¿cómo es que no tienes mujer…novia… Qué sé yo… Ya sabes… ¿Eres divorciado o separado, como yo?
No, no… Nada de eso… Creo que ya te lo dije… Nunca hubo nada de eso… Nada serio, en toda mi vida… No he sido, tampoco, un casto varón, un sacrificado eremita, ni mucho menos… Mis rolletes de unos días…hasta de una noche y a la mañana, si te ví, no me acuerdo, haberlos, húbolos, pero cosas serias, que mínimamente cuajaran, ni una… No sé muy bien porqué… No ha estado de Dios… No lo quiso…
¡Ah, sí!… Lo del marino, con una novia en cada puerto… ¿Tan exigente eres en lo concerniente a mujeres?
Pues no sé… Yo no creo que así sea… Es que, ¿sabes Carmen?… Enamorarse… Pero lo que es enamorarse de verdad… Desear a una mujer, pero deseándola para siempre… Para entregarte a ella en cuerpo y alma… Más en alma que en cuerpo, aunque sin despreciar lo del cuerpo, pues ya lo dijo Jesús, “No sólo de pan vive el hombre”, pues no es tan fácil… Y si alguna vez eso surge, que te enamores de verdad, para siempre jamás… Haciendo de esa mujer el objeto supremo de tu vivir… Metiéndosete en el corazón hasta dolerte de tanto como la quieres… Pues que ella, esa mujer, corresponda tu amor…tu pasión…tu sinvivir por ella, es sumamente difícil… Puede que eso haya tenido mucho que ver en lo de no encontrar en toda mi vida adecuada “media naranja”… El temor al desengaño… ¿Sabes Carmen?… Eso de enamorarte hasta dolerte el corazón…el alma, de tanto como quieres, como amas, y que ella, el objeto de tu, casi religiosa, veneración, no te corresponda…que se llegue a burlar de ti, es terrible… Te destroza la vida… Te hace añicos el alma… Creo que esas circunstancias, quieras que no, ejercen como “vacuna” contra el enamoramiento… Lo peor que en esta vida hay es perder la confianza en los individuos del sexo contrario… Temerles, hasta casi odiarlos a todos… Así, es casi imposible enamorarse uno… Volver a enamorarse, digo…
Carmen cayó, bajando los ojos, ruborizada… Y yo me sentí inquieto…desazonado… Me sentí tantico mal… Envarado… Me serví algo de más vino, para romper el helor que, inopinadamente, habíase interpuesto entre nosotros… También tratando de acallar los ahogadores latidos del corazón que, según iba hablando, subían en casi imparable “crescendo”… Entonces, muy seria, también habló ella, Carmen
Te comprendo muy bien… Por experiencia, no lo sé… No he llegado a vivirlo…Al menos por el momento… Pero sí… Me lo imagino muy… Pero que muy bien… ¿Sabes?… Yo… Yo eso no lo he vivido, personalmente, quiero decir… Pero lo he sentido, casi visceralmente, en cabeza…o corazón ajeno… Lo he visto en unos ojos, y de manera tan sentida…tan expresivamente real, que en mi propia alma llegué a sentirlo… Llegó a dolerme, como si, en verdad, entonces yo lo sufriera…
En ese momento no había risas… Ni siquiera sonrisas… Pero la mirada de ambos se quedó clavada, engarfiada, la mía en la de ella… La de Carmen en la mía… Y, lo que son las cosas… Se me hizo más tangible que otra cosa la desazón que entonces la embargaba a ella… Sentí, más que físicamente, que un álito de dolor la atenazaba la garganta… Y con la garganta el alma… Y, lo que fue ya lo más de lo más… Sentí, en forma que más vívida no podía ser, que esos ojos…esa mirada, cálida, amorosamente, me acariciaban… Acariciaban mi ser…mi corazón…el alma misma, cubriendo de bálsamo esas viejas, añejas heridas que, repentinamente, según hablaba, habían empezado a reabrirse… A sangrar de nuevo… Y más a borbotón limpio que otra cosa
Fue un momento tremendamente mágico, entre nosotros dos, de auténtica comunión, fusión, de almas en una sola, momento que yo rompí, queriendo quitar hierro, sentimentalidad al momento, pues me sentía demasiado inquieto… Demasiado inseguro… Vamos, que poco más así, y saltaba sobre ella, con aquello de “¡Y aquí murió Sansón, con todos los filisteos!”, y claro, tampoco eso hubiera estado tan bien…
Bueno; y ahora me percato de que soy un desconsiderado… Debí reservarte habitación en un hotel, y hasta este mismo momento ni lo he pensado… Y con esta maleta a cuestas, (refiriéndome al “troley” que, galante, yo había tomado, arrastrándolo tras mí desde que bajara del tren) no vamos a ir toda la tarde… Así que, lo mejor, será que salgamos en busca de esa habitación que necesitas
Sí; será lo mejor ir al hotel y dejar allí mi equipaje… Pero lo de la habitación no será necesario… Hice bien las cosas, y vengo con habitación reservada… En el… (aquí, Carmen citó el nombre de un hotel en Cádiz)… Por cierto… ¿Qué tal es el hotel?
Pues es de lo mejorcito que hay por estos andurriales… Y digo eso por no decir que es lo mejor… Si querías estar cómoda, creo que mejor no podías haber elegido…
Eso… Eso es lo que quería… Un sitio donde se pueda estar bien… Pero bien de verdad… Era— Es muy importante para mí
Pues ya te digo… Más en el clavo creo que no pudiste dar…
Marchamos al hotel que ella había reservado, claro está, en un taxi, pero ya allí, no quiso subir a la habitación a dejar su equipaje, la maleta simplemente, sino que prefirió dejarla allí mismo, en la consigna de Recepción
Salimos a dar alguna vuelta por la ciudad, haciéndole yo de “cicerone”… Estuvimos, cómo no, en el puerto, y, más inapelable aún su vista, el monumental conto de Puerta de Tierra, coronada la planta principal con su imponente torre, rematada en cuatro torreones, uno en cada esquina de su cuadrangular estructura, insertada en el pretérito amurallamiento de la ciudad, del que se conservan los lienzos que flanquean, a derecha e izquierda, la Puerta…
En el casco viejo, primero la visita al Oratorio de san Felipe Neri, en el barrio del Mentidero, cerca de su plaza de San Antonio; este templo fue la sede de las famosas Cortes de Cádiz, que en 1812 elaboró y aprobó la primera Constitución española, la famosa “Pepa”, por haberse proclamado el 19 de Marzo de tal año, 1812, día de San José; luego, a uno de los lugares más típicos de la ciudad, el barrio del Pópulo, el más antiguo de Cádiz. En la emblemática plaza de San Juan de Dios, nos sentamos en un banco, con un cucurucho de papel de estraza, zafio papel de envolver repleto de “pescaíto frito”(4) en la mano de cada uno, comiéndonos pacientemente los “pescaítos” a los amables compases de la música del ballet del gaditano Manuel de Falla, “El Amor Brujo”, sonando ininterrumpidamente desde el reloj del Ayuntamiento
Allí, sentados, Carmen comenzó a rebuscar en su bolso y sacó un I-Pod; buscó en su memoria y me pasó un auricular, diciéndome
A ver si lo recuerdas
Me ajusté el auricular al oído… ¡Ya creo que lo recordaba!… La famosa “Hijo de la Luna”, de “Mecano”… Fue ya en 3º de Bachiller… Habíamos hecho un trabajo de Literatura, toda la clase en su conjunto, y decidimos grabar un video con diversas tomas de lo que fue el trabajo, saliendo en él toda la clase… Como fondo musical de la grabación se eligió esa canción interpretada por Ana Torroja, cantante de “Mecano”… Yo la había propuesto, y el apoyo de Carmen a mi propuesta fue fundamental para que la clase lo aprobara… Fue la, tal vez, única vez que ella y yo estuvimos de acuerdo, en aquellos dos años de escolar compañerismo… Y, seguro, el único recuerdo agradable que de ella guardaba…
Y, sin saber poor qué, pero sin tampoco poderlo evitar, se formó un gran nudo en mi garganta y mis ojos me empezaron a escocer de manera más que típica y conocida. La miré a ella, y la vi con los ojos más que brillantes
Claro que lo recuerdo
Respondí al fin. Guardamos silencio, mirándonos… Una bandada de palomas alzó el vuelo al aproximarse una viejecita, llevando de su mano, por la correa, un minúsculo pequinés… Un grupito de muchachas, apenas adolescentes, se acercaba por el lado opuesto al que viniera la señora del perrito, alborotando con sus risas de casi todavía crías, vistiendo uniforme colegial que, al momento, me trajo a la mente la figura de Carmen a sus dieciséis-diecisiete años, en el uniforme de aquél colegio de nuestro pueblo, tan selecto, tan exclusivo…
Me porté muy mal contigo, ¿verdad?… (Quise negarlo, pero no me dejó hablar) Sí… Lo sé… Te hice sufrir mucho… Pero mucho… Mucho…
Carmen… Eso ya pasó… El tiempo acaba por superarlo todo… Hasta los malos recuerdos… ¿Sabes?… No me apetecía un ápice volver a verte, pero… Estoy encantado con que hayas venido… De verdad… Te lo prometo… Te lo juro
Yo… Yo también me alegro de haberme decidido a venir… No creas que fue fácil… Tenía miedo, ¿sabes?; miedo a que te negaras a verme… A que me guardaras rencor por todo aquello… Por todo lo que te hice… Pero me pensaba… “Si me dio su sangre, no puede odiarme tanto como me odiada… No puede guardarme tanto rencor…
Callamos de nuevo, repitiéndose ese silencio… Esos silencios que en los precedentes últimos minutos tanto empezaran a menudear… Silencios que, en verdad, resultaban más que elocuentes, pues hay que ver lo que con los ojos nos decíamos… Yo me pensaba… “Esto no puede estar pasando… No… Tanta belleza no puede ser real… Me he debido quedar dormido… Sí; eso debe ser… Estoy todavía dormido, aún no he despertado, desde anoche, y estoy soñando… Con los cuentos de las “Mil y Una Noches”, de “Alicia en el País de las Maravillas”… Con los cuentos de hadas de los Grim…de Perrault…de Ándersen”… Porque de lo que los ojos de Carmen me hablaban era de amor… De amor dulce… Tierno… Sentido… Y yo estaba como flotando en una nube… Ingrávido diría incluso… Puro bálsamo revitalizador, revividor, para mi pobre alma, maltrecha desde ni se sabe, pero mucho más desde que resultara ser ella la que, aquella tarde de mi vuelta a nuestro pueblo, precisara de mi sangre para poder seguir viviendo
Entre unas cosas y otras se nos había hecho tarde, pues de improviso caí en la cuenta de que, desde que el reloj del Ayuntamiento diera las diez campanadas, habían pasado ya varios minutos… ¿Cuántos?… La verdad, ni idea, pero, desde luego, unos cuántos sí, sin duda alguna
¿Tienes hambre, Carmen?… ¿Quieres que tomemos algo…aunque sea ligero?
¿Y tú?… ¿Tienes hambre tú?… ¿Quieres que tomemos algo?…
Pues… Ahora que lo dices… Un atracón, indudablemente, no, pero algo calentito… Un caldito… Una sopita… Y, como se dice que “metidos en laberinto, ya da lo mismo blanco que tinto”, pues a lo mejor algo más sólido tampoco vendría mal… Pero sin pasarse de la raya… Y, claro, metidos ya en harina, pues regarlo todo ello con manzanilla sanluqueña, pues estaría de muerte… ¡Amo, igo yo, como isen pro Zeviya lo zeviyano güeno!
Pues nada; vayamos al avío… Pero Sergio… No me apetece meterme entre las cuatro paredes de ningún sitio… ¿te parecería muy mal que nos traigamos lo que sea y nos lo tomemos aquí, en este banco, tan ricamente
Me parece perfecto, Carmen… (Me la quedé mirando y, seguro, con una cara de tonto que para qué las prisas) Todo…Todo cuanto digas, cuanto desees y apetezcas me parece estupendo… Pero estupendo de verdad…
Y si antes debía tener cara de panoli, ni pensar quiero en la que en ese otro sacrosanto momento, el de mi incondicional rendición a los deseos, designios o caprichos de la que, quién podía dudarlo ya, volvía a ser mi absoluta dueña y señora, que me río yo de las servidumbres medievales, la que ejercían sobre sus siervos aquellos señores de horca, cuchillo y “derecho de pernada”, comparadas con la servidumbre que yo le tributaba a mi Reina…a mi “Imperatrix”… A mi Carmen de mi alma… Y más en aquella ocasión, cuando alzó su rostro hacia mí, mostrándome una sonrisa henchida de dulzura… De cariño, casi incluso diría… Esa sonrisa ya antes la había visto en sus labios, pero combinada con el murar de sus ojos traidores, matadores, rientes, sí, pero en diabólica risa, eminentemente sardónica… De burla inmensamente cruel… También ahora miré, temeroso, sus enormes ojazos, reidores también pero no en risa diabólica, sino colmada de dulzura, de ternura… Hasta, diría, que de cariño, si tal suposición me atreviera a concebir, envolviéndome, sumergiéndome, en su abismal hondura de tonalidades a veces azules, a veces verdes, como aquellas de la inmensidad de la mar que tanto me gustaba contemplar, apoyado en la borda del barco, cuando, libre de servicio, el estado de la mar lo permitía…
Por fin, se levantó y, tomándome de la mano, tiró de mí para que también me levantara… Y, cuando me alcé por completo, casi que me caigo, fulminado, al suelo, cuando ella, sin esperármelo ni por lo más remoto, posó sus labios en los míos… Fue un segundo…algo tremendamente fugaz, pero que para mí se hizo una permanente eternidad de dicha inconcebible… Inmarcesible…
Gracias Sergio… Eres… Eres… Un sol… Bueno, el sol, el cielo, las estrellas… Todo… Todo lo bello… Lo hermoso, lo dulce…lo tierno que en este mundo pueda encontrarse… Gracias… Gracias… Querido Sergio…
Y el milagro, para dejarme ya pasmado “der tuitico”, se reprodujo, pues Carmen volvió a besarme, suave, dulcemente en los labios… Digamos, que, simplemente, algo así como un “flash”, un nuevo segundo que valía por toda una vida vivida sin ella… Por fin, fue ella, Carmen, quien rompió el hechizo de ese momento
¡Vamos, tontorrón!… Vamos a encargar la “cena”…
Y salió corriendo, como una cría, rumbo a la “tasca” de la que horas antes trajéramos los cucuruchos de “pescaíto”… La gente de tal sitio resultó ser de lo más amable, pues no quisieron que nosotros cargáramos con las cosas, sino que un amabilísimo mozo, o camarero, nos lo trajo todo al banco que en la plaza ocupábamos… Para empezar, dos sillas y seguidamente, en la gran bandeja de su oficio, dos cuencos colmados de sopas de ajo, exquisita, por cierto, y los cucuruchos con lo que quisimos de sólido: “Puntillitas” de cría de calamar, “pijotas” casi pequeñas, enroscadas y mordiéndose por la cola, más unos langostinos “con gabardina”, es decir, rebozados en harina y huevo y, finalmente, fritos…
Volvimos a ponernos “moraos”, hasta dar buena cuenta de las viandas, pues ni las migajas se escaparon de nuestras bocas… Cuando ni zarrapastra quedaba de lo traído, nosotros mismos “devolvimos el acero a su vaina”, tomando los cuencos en que nos sirvieran las sopas y las dos sillas que fueran mesitas auxiliares para comer… cenar o lo que fuera, llevándonos todo ello de vuelta a la tasquita(5)
Salimos de nuevo a la calle, comenzando a andar un tanto sin rumbo fijo, aunque, tal vez por inercia, nuestros pasos nos encaminaban hacia la cercana plaza de la Catedral, encaminándonos, pues, al hotel Convento de Cádiz, donde Carmen reservara habitación, en pleno centro histórico de la ciudad… Aquél día, aquella noche, parecían ser los de las grandes y divinas sorpresas, pues, hete aquí, que carmen, confianzuda, desenvuelta, se colgó de mi brazo, arrimando cosa fina su cuerpo al mío, hasta hacer ue a mí llegara, cálido hasta hacérseme candente… Apoyó su cabecita en mi hombro, diciendo
¿Sabes Sergio?… El de hoy ha sido el día más feliz desde que ya ni me acuerdo… El mejor de mi vida, diría más bien… No recuerdo otro… Otra ocasión en que, no ya mejor, sino, simplemente, lo mismo que hoy…como hoy, tan a gusto…tan dichosa haya sido… Gracias, gracias por este día tan delicioso que me has dispensado…
La miré, encontrándome con una mirada franca, reidora…hasta decididamente cariñosa… No pude evitarlo, la enlacé por la cintura, apretándola más a mí
Pues para mí, sin dudarlo, el mejor de toda mi perra vida… Pero las rosas suelen tener espinas y esta del día de hoy no es excepción… Se nos acaba… A pasos de gigante, se acerca su fin y con ese final, el momento de separarnos… De perderte… Porque, te vas mañana, ¿verdad?…
¿Te importa mucho eso de separarnos?
Carmen, al hablar, había correspondido mi acción de enlazarla haciendo lo propio conmigo, ceñirme también al pasarme su brazo por mi cintura, arrejuntándose todavía más a mí… El instante… Los instantes, eran únicos, con su aroma de mujer embriagándome, la calidez de su cuerpo abrasándome hasta el alma… Volvimos a mirarnos, hundiéndome más y más en la dulce belleza de sus inmensos ojos, entonces más bien oscuros por la semi oscuridad de una noche cerrada en calle poco iluminada…
La respuesta más atinada que ahora mismo se me ocurre a tu pregunta tiene música, ¿sabes?… Luego te la voy a cantar, no a decir… Bajito, a tu oído, para que nadie más la escuche…
Y, con mejor o peor fortuna, comencé a desgranar las estrofas de un antiguamente conocido bolero que interpretara el cubano de color Antonio Machín, allá por los años 50
Toda una vida pasaría contigo
No me importa en qué forma
Ni cómo, ni dónde, pero junto a ti
Toda una vida te estaría mimando
Te estaría cuidando como cuido mi vida
Que la vivo por ti
Carmen tenía elevados sus ojos a mí, fijos en los míos y en su mirada, en sus labios, una sonrisa que sabía a risa franca… Pero, sobre todo, un destello de arrobamiento… De cariño que me llegaba al alma… Alzó sus manos, tomando mi rostro entre ellas, al tiempo que, subiéndose ligeramente sobre las puntas de sus pies, apoyada en los dedos de los pies, me ofrecía sus labios con un
Bésame Sergio… Bésame, cariño… Querido mío… Amor mío
Yo no era entonces humano… Era una especie de zombi…O, mejor… Un ser humano dominado por una sensación enteramente onírica… De ensueño… Parecía como dormido… Como si estuviera en un sueño maravilloso del que no quería despertar bajo ningún concepto… Más que nada, parecía revivir… O, mejor dicho, revivía en mí mismo aquellas estrofas de un soneto de Francisco de Quevedo y Villegas
Y dije: “Quiera Amor, quiera mi suerte
Que nunca duerma yo, si estoy despierto
Y si dormido estoy, jamás despierte”
La besé, pues otra cosa no podía hacer, y supe que estaba despierto y que ese tener a Carmen… A mi amor imposible, entre mis brazos no era un delirio sino una más que gozosa realidad, pues mi dulce tormento, mi Infierno y mi Gloria Divina, me había abierto el néctar sublime de su boca, dándome a degustar los dulzores de su lengua…de su saliva… Nos besamos con pasión, con abrasador ardor, pero también con infinita dulzura, rendida ternura… Al fin nuestras bocas se separaron
¡Dios mío Carmen…mi amor!… ¡Cómo…cómo es esto posible!… Que me quieras… Que correspondas a mi amor… A mis anhelos de toda la vida…. Me parece milagroso… Todo un portento… Me da miedo, queridita mía…amor mío…razón y motivo único de mi vivir…y mi sinvivir… Me da miedo; sí, un miedo espantoso de que esta dicha…esta inconmensurable felicidad sea como azucarillo que café caliente diluyéndose, pues, en breves minutos, por no decir segundos…
No, mi amor, no mi vida… Esto, nuestro amor, es una verdad inconmovible, que se prolongará en eterno presente estático…hasta el fin de nuestros… Amándome tú…amándote yo, “por los siglos de los siglos; amén”… Tú, mi amor, estás loquito por mí, mi vida; y yo, amormío…¡Ay!…querido mío, estoy “colgadita” por ti hasta las trancas… No me preguntes cómo…por qué esto, mi amor, mi adoración por ti ha surgido…se ha hecho realidad, porque no lo sé… Sólo sé que un día lo supe… Supe que tú y sólo tú eras, fuiste siempre, el único HOMBRE de mi vida… Y que, o soy tuya…o no soy de nadie…
Carmen, mientras hablaba, con sus manos, sus manitas de terciopelo, me acariciaba el rostro, toda ella cariñosa, sensible… No; de aquella Carmen acida, cruel hasta el más refinado sadismo, nada…pero nada en absoluto quedaba, sustituida toda aquella malignidad por la más dulce ternura… El cariño más tierno… Volvió a besarme, volvimos a besarnos, con incontenida pasión entreverada de sublime, dulcísimo, amor…
Bueno; sí sé una cosa… Cuando, saliendo de la anestesia, entre dolores tremendos, pero animada con la esperanza de que tenía futuro… Que la vida, que a chorros sentía írseme, ya no me abandonaría, supe que tú habías sido el donante…quien me había librado de las garras de la Señora de la Gran Guadaña… No podía creérmelo… Me parecía imposible que hubieras sido tan generoso conmigo… Conmigo que tanto daño te hiciera… Que tanto…tantísimo, te amargara la vida… Me sentí mezquina, miserable… A mi mente venía, continuamente, tu rostro con esa mueca de enorme dolor, de inmensa frustración que tan bien conocía…que tantas veces había visto, recreándome hasta la saciedad en ese tremendo dolor que padecías… El alma se me partía, cariño mío… Se me desgarraba, sintiendo en lo más profundo de mi ser ese mismo dolor que en ti veía
Nueva pausa… Nuevas caricias… Nuevos besos… Nuevas muestras de compartida, recíproca, pasión traducidas en satisfechos anhelos de caricias, de mutuas muestras de amor…de cariño inmenso
¡Ay, amor!… Pero, ¿sabes?… Esas visiones de tu doliente rostro pronto se trocaron en la de tus miraditas… Esas caritas de carnerito degollado que me ponías cuando creías que no te miraba… Pero sí que lo hacía, ¿sabes?… No sé por qué, pero esas miraditas, esas caritas que me ponías, me subyugaban… Me gustaban… Y mucho, ¿sabes amor?… Y así, sin darme cuenta…sin pensarlo ni quererlo, un día supe que sin ti ya no podía vivir… Que te necesitaba como el aire para respirar… Y aquí estoy, mi amor…mi vida…mi bien… Vine con una disyuntiva: O esta noche tomaba el tren, de regreso a casa, porque ni verme hubieras querido o dormía contigo… Esta noche todas los demás hasta el fin de nuestros días… Porque he venido para ser tuya y para que tú seas mío… Te quiero, mi vida; te amo, mi bien… No me preguntes cómo, ni por qué, porque no lo sé… Sólo sé que te quiero… Que te quiero con toda mi alma, bien mío… Vidita…vidita mía
Yo…yo no sabía si lo vivía o lo soñaba ese momento… ¡Carmen…mi Carmen!… ¡Mi Infierno y mi Gloria; mi Mal y mi Bien, ya sólo era mi Gloria, mi Bien, mi Dicha…mi Ventura Bienaventurada!… Si antes la había besado con pasión, entonces me la comía, mordisqueando sus labios, su cuello, el lóbulo de sus orejitas, tan pequeñitas…tan bonitas…tan certeramente divinas… Pero ella, Carmen, no se quedaba atrás en su ardoroso frenesí de tórrido amor… Pues eso es lo que, en nada de tiempo, descubriría: Que el amor de mis amores, en su total y amorosa entrega a mí, era una tea ardiendo que provocaba mi amorosa combustión
Vale, mi amor… Vale… Déjame cariño… No…no me hagas más cariñitos so pena que te la saque y, aquí mismo, me la meta… Estoy mojadita del todo, amor mío… Cachondita…cachondita a más no poder… Vamos, mi amor… El hotel lo tenemos a un paso; en una carrera estaremos allí… En la habitación… En la cama… Anda, cariño… ¡¡¡Corramos, mi amor…corramos!!!
Y echamos los dos a correr, cogiditos de la mano, riendo, besándonos por el camino, como dos chiquillos; como dos adolescentes que se dirigieran a mantener su primera cita de amor. Llegamos al hotel, y entonces Carmen no olvidó tomar su maleta y subir con ella a la habitación; entramos y, tras cerrar la puerta a nuestra espalda, la volví a estrechar entre mis brazos, intentando empezar a desnudarla, pero ella no me dejó
Espera…espera amor… Enseguida seré tuya… Pero ahora déjame… Quiero hacer bien las cosas… Te reservo una sorpresa… No me la estropees, por favor…
La dejé, la solté, y ella corrió a la maleta; la puso sobre una silla y la abrió, extrayendo un envoltorio, un pequeño paquete; con él en la mano, se dirigió al cuarto de baño, diciéndome al tiempo
Desnúdate, mi amor, y métete en la cama… Enseguida estoy contigo
Llegó a la puerta del baño y, con el pomo en la mano, volvió a girarse a mí
Desnúdate, pero conserva el calzoncillo, cariñito mío… Eso, quero quitártelo yo…
Carmen se metió al baño y yo me quedé, de momento, allí; quieto…como un pasmarote… Se ve que esa era mi especialidad en los momentos más preciosos… Salí de mi “pasmarotismo” para empezar a desnudarme, hasta quedar sólo con el calzoncillo, cual se me demandara, procediendo entonces a abrir la cama, echando hacia los pies sábana, manta y colcha que la cubría… Era mediados de Mayo, y la sábana superior empezaba a ser prescindible… Si luego hacía fresco de más, ya se vería… Tomar la sábana, la colcha incluso, para echárnosla por encima siempre podría ser… Me senté, cachazudo, en la cama y al momento Carmen salió del cuarto de baño.
Si entonces no caí, fulminado, por infarto de miocardio, es porque de ese mal nunca moriría, pues… ¡Dios mío y cómo estaba mi Carmen!… ¡De muerte, Señor, de muerte!… Descalza, con sus piececitos desnudos sobre el piso de moqueta; en su cuerpo, un conjunto de lencería…negro; una especie de camisoncito corto, muy cortito, pues sobrepasaba, que no ocultaba, el tanga en no más allá de tres, cuatro dedos, combinando la red de hilo de seda, de diverso calibre, desde muy tupida hasta clareada en dos y tres centímetros, con profusión de encajes; venía abierta de arriba abajo, con cabos de cinta de seda anudados en lazada en mitad del “canalillo”, justo hasta donde llegan los senos, a la altura del esternón, más o menos… La prenda más translúcida no podía ser, aunque sin acabar de desvelar todo ese escultural cuerpo femenino… Así, mientras el famoso “canalillo” con la mitad de cada seno y todo el vientre, enteramente liso, junto con el ombliguito, quedaban abiertamente al aire, la otra mitad de los pechos, sus caderas y la parte alta de sus muslos, estaban entre velados y ostensibles, más o menos cubiertos por el punto en red y la maraña de los encajes, muy diáfanos en unas zonas muy tupidos en otras, con lo que, si de la mitad medio velada de sus senos esa perfectamente apreciable y visible a través del encaje, los pezones quedaban casi ocultos tras lo más tupido del adorno, aunque perfectamente insinuados
Pero de notar es que, si bien el conjunto resultaba de lo más erótico, en él ni adarme había de chabacanería…de zafiedad, pies al propio tiempo era de alta elegancia; de esa particular elegancia de las colecciones de lencería de altos diseñadores…del diseño de la típica Alta Costura
Carmen estuvo evolucionando an temí, en simulacro de pase de pasarela varios minutos, tal vez seis u ocho…tal vez diez o más, adoptando posturas bastante más que insinuantes, impregnadas de candente erotismo capaces de poner no a cien, sino a mil, hasta a un muerto… Y yo que, desde luego, muerto no estaba, pues ni se sabe cómo estaba… Por de pronto, embobado, con la boca abierta, que ni me explico cómo no hasta babeaba
Por fin Carmen puso punto y final a su “show” y se dirigió resueltamente a mí, para echarme los brazos al cuello al estar, de frente, junto a mí.
Cariño mío; ¿te ha gustado la sorpresa que te tenía reservada?
Me ha encantado… ¡Dios mío, Carmen!… ¡Eres divina…incomparable…inconmensurable!… Te sabía bella, hermosa, escultural… ¡Pero, Señor!… ¡Eres mucho más, muchísimo más de todo…de todo, de lo que me parecías! ¡Dios mío, qué sinuosidades, qué líneas tan perfectas las de tu cuerpo!…
Carmen se rió, lanzando al aire esa su risa tan característica… Tan embrujadora… Franca, fresca, espontánea… Hechizante… Con esa sonrisa que tantas, tantas veces antes le viera, tantas veces le llevaba viendo ese día inmortal…irrepetible en mi vida… De niña traviesa, sorprendida en plena travesura… Claro, que antes esa sonrisa estaba envenenada por ese sosias de niña diabólica que en su alma llevaba, niña esta que, por ventura, había desaparecido para no quedar de ella, como quién dice, ni el recuerdo, pues la sencilla niña traviesa que, por finales venció y enterró a la diabólica, borró y enterró también su recuerdo de mi mente… De mi corazón… De mi alma… Y en sólo las no tantas horas que llevábamos juntos desde que se apeara del tren
Y ahora qué prefiere mi dueño y señor… ¿Seguir disfrutando del pase del modelito…o quitármelo, para disfrutar de lo que es suyo, en vivo y en directo?… De mi cuerpo… De mis tetitas… De mis nalguitas… ¿Qué prefieres, amor…amorcito…queridito mío?
No respondí; simplemente, desanudé la lazada y, con toda parsimonia, recreándome en lo que hacía…besando cada centímetro de piel que descubría, la fui desembarazando de la “negligé” hasta que quedó con sólo la tanguita sobre su piel… Al instante, sus senos desnudos me fascinaron… Sin yo decidirlo, mis manos fueron a esos odres de azúcar y miel que me atraían como el imán al hierro y empecé a acariciarlos… A manosearlos… A amasarlos… Pero suavemente, delicadamente…
Carmen mantenía su abrazo a mi cuello, y su mano derecha comenzó a acariciarme el pelo por detrás de mi cabeza, por el cogote para enseguida bajar a mi nuca… Yo me encontraba en el Cielo… En la Gloria… Mis labios, por fin, se sumaron a mis manos, agasajando los femeninos pechos, besándolos, lamiéndolos… Y mis manos abandonaron esos senos para posarse en las divinas nalguitas de mi Diosa… Las acaricié al tiempo que mis labios besaban los pezoncitos de mi querida Carmen… Los lamían luego para, finalmente, chuparlos…succionarlos con arrobo…con devoción…con rendida pleitesía… Carmen se estremecía de puro gusto, gimiendo…jadeando
Amor…amor… Qué bien que me acaricias… Sí, mi vida… Sí… Chúpame los pezoncitos… Así…¡Ay!… ¡Ay!… Así…así, mi vida… Vidita mía… ¡Ay!… ¡Ay!… ¡Asííí…ay…ay…asííí!… ¡Ay, ay, ay!… ¡Espera…espera, mi amor!… ¡Ay, Dios mío!… ¡Qué gustito taaan riiicooo!… Espera…espera, mi amor…¡Ay, ay!… Espera… Me correré si siiguees asííí… Me correré, cielito mío…si sigues dándome tanto gustito…
Suavemente me apartó de ella para, casi de inmediato, agacharse ante mí, puesta en cuclillas… Así, tomó con sus manos el elástico del calzoncillo, por ambos extremos, y, cuidadosamente, me los bajó hasta los tobillos; yo saqué los pies y allí se quedó la prenda, en el suelo, cerquita de la cama… carmen me tomó de la mano
Ven mi vida… Cielo mío…queridito mío… Ven a la cama, amor… Hazme dichosa… Haz que yo te haga a ti dichoso…
Nos subimos a la cama y ella gateó hasta ganar la almohada, tendiéndose boca arriba
Quítame la braguita…la tanguita, cariñito mío…
Se la bajé hasta sacársela por los pies, sus bellísimos…sus divinos pies y, al momento, me retiré hacia atrás, hasta los mismísimos pies de la cama… Quería contemplarla, admirarla desde tal perspectiva… ¡Santo Dios, y qué bellísima me parecía!… ¡Divina, divina, divina!… ¡Qué belleza de líneas, qué esculturalidad!… ¡Qué maravilla de sinuosidades las de su maravilloso cuerpo!… Sí; era la Diosa… La Diosa por excelencia… Y yo, pobre mortal, paupérrimo gusano humano, la tenía… La poseía… Indigno de mí, de tanta ventura como ser el dueño de semejante Beldad
¿Te gusto, mi amor?
Me fascinas, cariño mío… Vida…vidita mía… ¡Qué bella…qué escultural, que eres!… Qué… Qué… Qué…
¿Qué, que?
Me atraganté ante su pregunta, pero le respondí con casi feroz contundencia
¡Pues que qué riquísima…qué “buenaza”…qué “buenorra” que estás, madre mía!… ¡Que me traes a mal traer!… ¡Turulato…turulato me tienes…loquito; loquito perdido nena!…
Carmen abrió la espita de su risa, jacarandosa como ninguna, y yo enrojecí hasta las orejas, pues lo de “buenaza” y “buenorra” me pareció de una grosería, una zafiedad que clamaba al cielo
¡Perdona; perdona, por favor, mi atrevimiento!… Lo siento…de verdad que lo siento haberte dicho eso… Lo de “buenaza”…lo de “buenorra”… De verdad, que no he querido ser desconsiderado contigo, mi amor… Pero… ¡Se me calentó la boca y lo solté, sin pensarlo… Perdona, cariño; perdona…
No hay nada que perdonar, mi amor… Si viniera de boca que en mí sólo viera un sexo femenino con piernas, le abofetearía… Pero viniendo de ti, que me quieres tantísimo, mi amor…mi dicha… entonces es el mejor piropo que me puedes dedicar…
Me envolvió con esa mirada, plena de fuego en las pestañas, que cuando me mira me abrasa y con voz cálida, dulzona, sensual, me dice majito, musitando las palabras mucho más que hablándolas
Ven amor; ven a mí…
Yo empecé a gatear hacia ella y, cuando estaba ya más en sus dominios que cerca de ellos, me abre el dulce arco de sus piernecitas…sus muslitos… Y ante mí surgió aquél prodigio de sensualidad que era, es, su pelambra púbica… Aunque, de pelambre nada de nada, pues más cuidadita la zona no se puede tener… No se la rasuraba hasta sus últimas consecuencias, pero sí se la recortaba hasta lo más mínimo posible, presentando pues un casi perfecto, como trazado a tiralíneas, triángulo isósceles invertido, la base arriba, el vértice agudo abajo
Y en el centro de ese dechado de perfecciones, los labios vaginales, los mayores exactamente, más entreabiertos de lo normal, más engrosados de lo que es corriente… Carmen, por su parte, había bajado las manos y, tomando con sus dedos cada uno de esos labios, portadas de los deliciosos placeres de la Mil y Una Noches, las abrió de par en par, desvelando así su gloriosa “flor de pasión”… ¡Dios y Señor mío, qué esplendidez de visión!… ¡Qué maravilla entre las maravillas!
Imagino que rostro y ojos de mi adorada debían ostentar esa tan característica expresión de niña traviesa, intentando aparentar no haber “roto un plato” en toda su vida, pues no tenía ni tiempo ni ganas de alzar la vista de tan increíblemente maravillosa visión, cuando escuché su voz
Mira, dueño mío… Mira mi “cosita”… ¿Te gusta, mi amor?… ¿Te gusta cariño mío?
Que si me gustaba, me decía… Y me tenía fascinado… No pude responderle; tampoco quise… ¡Para qué, si una acción, como una imagen, vale más que mil palabras!… Y actué, posando mis labios en el centro mismo de aquella flor que con solo mirarla me idiotizaba… Deposité en ella un largo beso, pero al momento mi lengua sustituyó a mis labios… Lamí los pétalos que la circundaban, por el exterior, para enseguida pasar a los petalitos de su dulce interior, libando, entontecido de gozo y placer, los liquiditos reunidos en el núcleo de esa suntuosa flor, el elixir de ambrosía de los fluidos íntimos de mujer de mi adorada Carmen
Me coloqué en la idónea posición, entre las abiertas piernas de ella en aquel arco de locura y, obligando hacia atrás los pliegues de piel, surgió ardorosa, presta al envite cuerpo a cuerpo, la punta de mi cuerpo penetrante… La coloqué donde tanto mi Carmen como yo la deseábamos y me tendí encima de ella, que me recibió entre sus amorosos brazos, rodeándome el cuello en prieto abrazo; la besé en sus dulcísimos labios, me besó ella a mí y, a un tiempo, coordinados los dos desde un primer momento, ambos dos empujamos con todas nuestras veras, ella buscando fundirse conmigo, yo en demanda de fundirme, más que íntimamente, con ella
Quedamos unidos en una sola carne, en un solo cuerpo, en una sola alma, penetrándola hasta lo más hondo de sus entrañas… Carmen emitió un sentido suspiro de alivio…de anhelo satisfecho
¡Al fin te tengo, mi amor…mi cielo…mi vida!… ¡Ah!… ¡Ah!… ¡Ah!…. ¡Al fin, mi bien…al fin te tengo, cielo mío!… ¡Deentroo…muy deentrooo de mííí!… ¡Ay…ay…ay…ay!… ¡Venga, amor…veengaaa…vamos a movernos!… Los dos a la vez…
Lo hicimos… Carmen siguió empujando hacia mí y yo hacia ella… El ritmo, sostenido y al unísono los dos, compenetrados casi se diría que en una sola mente, en una sola voluntad, era lento, despacioso… Saboreábamos el momento… Nos saboreábamos mutuamente… Y nos decíamos cuánto…Cuantísimo nos queríamos… Cuantísimo nos deseábamos… Carmen me decía
Así, mi amor… Así… Despacito… Suavecito… ¡Ay!… ¡Ay!… Dulcecito, mi amor… Muy… Muy dulcecito… Saboréame, amor…. Atrácate de mujer… Sí, mi amor… Mi viidaaa… Vidiítaa… Vidiítaa mía… Así…así… ¡Ay!… ¡Ay!… ¡Aayy!… ¡Qué bien…qué bien que me lo haacees!… ¡Dios, Dios!… ¡Y cóomoo disfruutooo!… ¿Disfrutas tú, cielo mío?… ¿Te lo hago bien?… ¿Me muevo bien?…
¡Dios mío, Carmen…Carmencita mía!… ¡Qué…qué dichoso que me haces!… ¡Y cómo te mueves, Señor!… ¡Cómo te mueves!… ¡Me enloqueces, mi amor…me vuelves loco de placer…de gusto…de puro gustito!
Y Carmen…mi Carmen, sonreía feliz… Dichosa de verme así… Entregado a ella sin reserva que valiera… Y gozando, gozándola a ella, también rendida a mí en cuerpo y alma… Así seguimos, minutos y minutos; cambiábamos el ritmo de vez en cuando para hacerlo más rápido…más sensual, para al rato volver a hacerlo lento otra vez, prolongando los divinos instantes que los dos vivíamos. Llevábamos ya un rato, cuando mi amor me dice, como me decía todo en esa noche de ensueño
Ahora sí que sí… De verdad… Soy tu mujer… Y tú mi marido… De verdad… No te das cuenta, cielo mío, que nos estamos casando, en verdad, ahora… ¡Ay, Dios; Ay, ay!… Sí mi vida… ¡Ay, ay, ay!… Sí…ahora, ahora mismo…haciéndolo nos estamos casando… Nos estamos uniendo… Uniendo de por vida, mi amor…
Miré sus ojos…su rostro… Y, ¡Dios de mi vida!… ¡Cuánto amor, cuánto cariño, cuánta entrega había en esos ojos, en esa sonrisa de su cara… La besé con la mayor dulzura, la mayor ternura, que me fue dado y no pude evitar soltarlo
Yo, Sergio, te tomo a ti, Carmen, por esposa y mujer y a ti me otorgo…me doy, por esposo y marido. Para amarte, honrarte y respetarte; en lo bueno y en lo malo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza… Y juro serte fiel hasta el fin de mis días…
El gesto de amor, de entrega en Carmen se agudizó, o, al menos, así a mí me pareció aunque, bien visto, no sé yo, muy bien, si tal pudiera ser, agudizarse ese amoroso gesto, que bien pensado ahora, cuando escribo estos recuerdos, más bien creo que no es posible… No podía superarse tal gesto, porque tampoco era, es, posible amar más que mi Carmen me amaba…me ama y quiere a mí, tal y como yo la amo y quiero a ella… De lo que no me cabe duda es que mi Carmen me besó, con tanto o más cariño que yo antes a ella, para, de seguido, decirme
Y yo, Carmen, me doy y otorgo a ti, Sergio, por tu esposa y mujer, y te acepto y recibo por mi esposo y marido… Para amarte, honrarte y respetarte… En lo bueno y en lo malo… En la salud y en la enfermedad… En la riqueza y en la pobreza… Y juro serte fiel hasta que mi vida termine…
Te quiero… Te quero, Carmen… Mujercita…mujercita mía
Y yo a ti, mi vida… Te quiero… Te quiero, te quero… Te quiero Sergio… Maridito… Maridito mío…
FIN DEL RELATO
NOTAS AL TEXTO
Se denomina “Inacabada” a esta 8ª Sinfonía pues sólo se compone de dos movimientos, en ligar de los normalizados cuatro, y la “Grande”, a la 9ª, simplemente, por su extensión, algún minuto más delos 60, en lugar de los habituales 45… El por qué dejó el músico vienés su 8ª Sinfonía sin acabar, es un misterio… Comúnmente, se alude a sus típicas indecisiones, depresiones etc… Sólo vivió 31 años, pero dejó una obra casi inmensa, más de 600 “lied” o canciones para voz y piano, nueve sinfonías y un sinnúmero de obras para piano; y, en vida, no logró que se le estrenara nada… Pero nada de nada… Tan sólo algún “lied”, alguna composición para piano, que se interpretó en reuniones con un muy afecto grupo de amigos personales, intelectuales, literatos…amantes de la música
Este es un antiguo dicho español que no sé si hoy sigue vigente… Pero qué queréis amigos, soy una especie de fósil “de un tiempo que no volverá”, con lo que, para mí, sigue en plena vigencia… Se refiere a las cabezas de críos descalabradas a pedradas que para los boticarios o farmacéuticos eran una fuente de ingresos, pues claro, las mamás, después de haber puesto en “cuarentena” el culete del chaval, por aquello de haberse liado a pedrada limpia con la banda “enemiga”, le llevaba a la botica, o farmacia, para que le arreglaran el “cápito” descalabrado
2.1. Los chavales de antaño eran, éramos, la mar de brutos… Y orgullosos…más que puntillosos de nuestro honor. De modo que las ofensas recibidas de enemigos irreconciliables, grupos de chicos enfrentados a nosotros, más que nada por vecindad, proximidad de barrios, calles, o pueblos, tenían que lavarse a pedrada límpia con el “enemigo”; así, que se le retaba, muy formalmente, a “batirnos el cobre” a cantazos, “e sin non, sei tú “maricona”… Así, que se señalaba día, hora y lugar y, llegado éste, “apedréame que te apedrearé”… Por finales, cabezas varias manando sangre pero el orgullo, el honor, bien alto, tanto más, cuanta más sangre se derrame… Esforzados y bravos guerreros que éramos… Más brutos que un arado también, pero eso es otra cosa…
4. Esta traducción, muy libre, la he interpretado del original italiano del libreto, que traduje con un traductor “On Line”… Y ya se sabe cómo son estas traducciones… Pero, el sentido es muy entendible, con lo que hacer una traducción “fetén” es muy posible. La historia de Pierrot, Arlequín y Colombina es, efectivamente, de la “Comedia del Arte” italiana, del siglo XVI, al parecer. Colombina es la mujer de Pierrot, encarnación del hombre sensible, soñador, tímido y triste, y ella, coqueta y frívola, se aburre con su marido, pero pone buenos ojos a Arlequín, un golfo más que simpático, mujeriego y falso. La tradición, las múltiples versiones que de la historia se han hecho desde su creación, suelen mostrar a Pierrot y Arlequín como payasos, pero eso no es así; en la Comedia del Arte, son “Zanni”, criados
4.1. Hablando de este pasaje de la ópera “I Pagliacci”, al escuchar ese final del “Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto!. Ridi del duol, che t’avvelena il cor!”, cuando, al acabar de cantar, el tenor cae de rodillas, llorando a lágrima viva y la orquesta sigue con el tema, atacando por todo lo alto, se me ponen los pelos de punta, por la dramática emotividad de tal final… ¡Qué queréis, amigas, amigos… Que lo siento por aquellos a los que la ópera non les gusta… ¡No saben lo que se pierde
5. Esto es una de las cosas que más me sorprendieron la primera vez que estuve en Cádiz: Que muy habitualmente, te sirvieran el “pescaíto”, mayormente en adobo, en un cucurucho de papel de envolver. La costumbre viene de que, al parecer, los actuales bares y mesones de las cercanías portuarias son herederos de tiendas de “ultramarinos”, que se decía, comestibles en general que decimos hoy; estas tiendas también eran tascas, tabernas; freían el “pescaíto” y el cliente podía elegir: Tomarlo allí, bien regado o, llevarse a casa “pescaíto y vino.
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Lo que no se puede decir – Capítulo 1
La respiración era agitada y un ligero sudor frío recorrió el cuerpo de Alex. Aquí era donde empezaba su tortura diaria personal. En la misma puerta de su casa.
Se devanaba los sesos en busca de una buena idea, una solución o una salida factible a su problema diario. ¡Ah, malditas hormonas masculinas!
En frente de esta puerta se encontraba otra exactamente idéntica, la casa de sus padres. Ya ahora se disponía a dar la espalda a esa salida fácil que pensó durante tantos días antes de tocar el pomo de la puerta de su casa. Y la de su hermana y hermano.
El contacto con el frío hierro le mantuvo las ideas fijas. Empujó con firmeza, y su carácter pasó de temeroso a confiado y valiente. Aquí no se podía permitir ningún fallo.
Parecía que no había ningún tipo de vida, pero si te fijabas bien al final del pasillo relucía una luz blanca y cambiante. Allí estaba “ella”.
No tuvo ni que dar cuatro pasos para adentrarse en su habitación. Más de una vez había sido su refugio de pequeño. Hasta que “ella” descubrió el truco perfecto para fastidiarle sus planes. La ventana estaba abierta de par en par, dejando entrar la ligera brisa de la primavera. Había unas vistas espléndidas de una taciturna ciudad, con unos edificios que no llegaban a ser tan altos como el suyo.
`Ningún árbol osará ser más alto que el primero`, se decía Alex cada vez que veía el paisaje.
Dejó la mochila del gimnasio encima de la cama, y desempaquetó las ropas sudadas, la pequeña toalla y la botella de agua prácticamente vacía. Era pura monotonía.
Sus pensamientos iban vagamente dirigidos al pequeño ordenador encendido. Nadie le había recibido a la entrada de casa, pero “ella” sabía que estaba aquí, dónde había estado y qué había estado haciendo, aunque suponía que no con toda la precisión que quisiera.
Al lado de la ventana había una barra metálica y un cubo de mimbre para la ropa sucia, y se dispuso a colgar la toalla y a dejar la ropa en el cubo para lavar al final de la semana.
Estaba oscureciendo, y el gimnasio sólo podía relajar su cuerpo y aliviar su tensión. Para conseguir su mente en blanco, sacó de la mesita de al lado de la cama una cajetilla y un mechero. Antes de encenderlo, cerró la puerta y dejó que las luces de la ciudad fueran la única iluminación en su habitación. Se dirigió a la ventana y se apoyó cuidadosamente en el borde.
La llama prendió a la segunda vez el cigarro, y dejó que el humo tóxico inundara sus pulmones. Aquí es donde surgía su plan que podía hacer siempre que podía.
Su agudizado oído podía oír una silla moviéndose. Unas zapatillas de `andar por casa` se arrastraban lentamente hasta cierta distancia de la puerta cerrada de su habitación. Alex a veces se preguntaba si “ella” a veces pensaba que no debía hacer nada y que debía dedicarse a sus cosas y esperar a que la puerta se abriera sola. Ella esperaba no tener que abrir la puerta.
`Puñetera puerta, ojalá fuera automática`, maldijo Alex. Pero sabía lo que estaba a punto de ocurrir.
“Ella” dió dos pasos firmes después de unos segundos de deliberación interna, y en ese mismo momento Alex volvió su vista, como un halcón que vigila algo con mucha ansiedad. En realidad, le hacía mucha gracia ver cómo el proceso era prácticamente igual y no cambiaba.
El pomo de la puerta bajó un poco, pero no lo suficiente para permitir que se abriera. Es como si sólo hubiera colocado ligeramente la mano ahí y únicamente fuera perceptible para Alex. Pasaron los segundos, y el pomo finalmente cayó.
La puerta se abrió con timidez, y el rostro que Alex tenía grabado a fuego hasta en sus más profundos deseos fue iluminado por alguna, ¡oh bendita!, luz de la calle.
Lucy.
El truco de la “puerta cerrada” había funcionado otra vez. Ella siempre venía cuando su puerta estaba cerrada.
(Flashback)
Todo era puro caos. Ni Alejandro ni Jacobo podían soportar ni un minuto más la tensión. No paraban de correr y provocar más destrucción en su propio hogar. Corre que te corre, de un lado para otro, gritando por cualquier tontería y tirando cojines, mantas y juguetes por cualquier lugar. ¿Cuánto más iban a tener que esperar?
¡Una nueva hermanita! Papá y mamá iban a traer a su nueva hermana.
Jacobo había empezado una pelea de almohadas con la más grande que había en la casa, la de la cama de sus padres, y Alex resistía su ataque saltando de sofá en sofá, ágilmente y con mucha precisión. Se había librado de todos sus ataques, pero Jacobo estaba dispuesto a dar el golpe final. Alex correteó hasta la entrada principal, y pensaba entrar en su habitación y encerrarse para ponerse a salvo. Pero todo ocurrió en menos de un segundo.
Al mismo tiempo que Alex escuchó que alguien estaba abriendo la puerta con una llave, Jacobo, con toda la fuerza que pudo, lanzó la almohada contra su hermano, haciendo que este se cayera de culo y quedara contra la pared de atrás de la puerta, aplastado cómodamente con la almohada. En cuanto la puerta se abrió, estaba escondido tras ella, sin pretenderlo siquiera.
Alex intentó zafarse de su encierro ultra suave y cómodo, pero la almohada, con la presión de una puerta plenamente abierta, hizo sus esfuerzos en vano. Se notaba que sus padres querían hacer una entrada espectacular, a lo tipo familia de película de Hollywood.
Salvo por un pequeño error de último segundo.
No pudo ver nada, pero escuchó a sus padres.
- Bienvenida a tu nuevo hogar. –dijo su madre, totalmente eufórica.- Pasa, pasa. No tengas miedo, cariño.
- Este chavalín de aquí es Jacobo, tu hermano pequeño.-comentó su padre, con un tono cariñoso.
¿Pequeño? ¿Ha dicho en serio que su hermana será más mayor que ellos? Jacobo tenía 6 años, y yo tengo 8 años. Eso quiere decir… ¿¿que ella va a ser la hermana mayor??, pensó con amargura y frustración Alex.
- Y… ¿dónde está tu otro hermano?-. preguntó su padre, mirando a su alrededor esperando seguramente que su hijo viniera corriendo hacia la puerta.
Al oír una mención a su persona, Alex gritó un “eeeeoooo” para que le sacasen de su escondite no improvisado.
Al verle ahí tirado, de una manera un tanto cómica, sus parientes se rieron con ganas. Menos la pequeña niñita que lo observaba con la mayor de las curiosidades, atenta a todo lo que la rodeaba.
Alex se incorporó torpemente y se colocó su camiseta de una serie de dibujos animados. Se acercó a la niña, y observó con orgullo que ella era más pequeña que él, y también que su hermano. Llevaba unas trenzas que caían sobre su vestido azul. Sus facciones resaltaban unas mejillas sonrosadas, y una nariz pequeña y fina. Sus ojos color chocolate seguían mirándolo con curiosidad.
- Y este de aquí, será tu hermano mayor a partir de hoy. Se llama Alejandro. –dijo padre.
- Alex.-recalcó él mismo.
Pudo observar como sus padres se miraron entre ellos, se encogieron de hombros y murmuraron algo de `época rebelde` o algo parecido. Pasó de ese asunto y centró toda su atención en la niña que tenía frente a él, y toda su energía volvió al momento.
- ¿Y cuál es tu nombre?-preguntó de seguido, ávido de saber cosas de ella.- ¿Cuántos años tienes? ¿Te gusta la casa? …
Empezó una larga lista de preguntas, y sus padres le frenaron en seco. La niña que tenía delante de él se puso tensa y empezaba a respirar agitadamente. Es como si la hubiese sometido al tercer grado o preguntado cosas indecentes. Empezó a mirar angustiada a todo lo que tenía a su alrededor, y finalmente miró al suelo. Parecía que estaba a punto de llorar.
O como si tuviese un miedo atroz… Miedo.
- Alejandro, Jacobo. Se llama Lucy, y tiene siete años. – dijo su padre, y su tono fue firme y autoritario.- Tenemos que deciros una cosa, y espero que me prestéis la máxima atención y seáis comprensivos con lo que os vamos a decir.- inspiró fuertemente y echó el aire de una sola tacada.- Esta niña tiene algo especial, pero no por ello es diferente a nosotros. La hemos elegido del centro de acogida porque sabemos que vosotros dos vais a cuidar de ella y la vais a tratar como de la familia. Pero no va a ser sencillo porque ella tiene problemas para comunicarse con los demás. No puede hablar. No es capaz.
En ese momento algo conectó en alguna parte de la cabeza de Alex. Miró a Lucy, no como a una hermana, sino que en lo más profundo de él sintió una tristeza enorme que no pudo llegar a comprender. Pero al mismo tiempo, con esa tristeza, vinieron más sentimiento ligados a esa niñita que tenía a menos de un paso de distancia.
Alguien a quien cuidar. Alguien a quien proteger. Alguien a quien querer.
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Lo que no se puede decir – Capítulo 2
Lucy estaba en la entrada de la puerta, y en cuanto vio a Alex se acercó para ponerse a su lado. Él no dijo nada, pero con un pequeño asentimiento de cabeza fue como darle permiso a estar ahí con él. Llevaba un pequeño pijama conjuntado de pantalón corto y camiseta de tirantes.
Lucy extendió su mano para arrebatar el cigarro encendido de su mano. Estaba a la mitad de consumir, y ella dio una pequeña y suave calada al cigarro, y expulsó el humo por la ventana.
- No deberías fumar.- la reprendió con un suspiro.
Levantó el cigarro y arqueó una ceja, como si le estuviese diciendo exactamente lo mismo. Estaba divertida y contraatacaba con sus mismas armas.
La quitó el cigarro a Lucy y dio una calada. Mientras él ahora expulsaba el humo, pudo observar por el rabillo del ojo que ella estaba expectante de algo.
De todo este embrollo que surgió desde el primer día hasta este mismo momento es lo que le fastidiaba (y alegraba como a nadie) era la capacidad que tenía para entender lo que quería decir Lucy sin que mediara palabra entre ellos.
Sus gestos, su mirada… había sido casi innato para él saber qué quería o qué necesitaba Lucy con sólo mirarle.
Lucy levantó las cejas y puso las manos sobre sus rodillas, como un acto de sumisión.
- Ahora no me apetece cenar, Lucy, pero gracias.
En cuanto escuchó su respuesta, volvió a su postura inicial y ni hizo ningún gesto más. Se quedó con él mientras encendía un segundo cigarro. Necesitaba fumar un poco más si ella estaba cerca, pues fuera de casa no precisaba de ello.
Lucy cogió el cigarro y le dio una única calada a éste. Era sin duda una mala manía. Sólo fumaba de lo que él tenía, y tenía que estar empezado. Ella siempre rechazaba los cigarros intactos. Alex suponía que era por no fumar más de lo que se podía permitir, o por no quitarle el poco tabaco que podía conseguir al ser menor de edad aún.
Le devolvió el cigarro, y pensó en lo afortunado que era este condenado cigarro por haber tocado el designio de sus deseos. Maldijo internamente.
Tuvo que respirar hondo para relajarse, pues empezaba a no controlar sus pensamientos.
Lucy buscó la mirada de Alex mientras se levantaba, y con un asentimiento se fue de su habitación y encendió la luz de la cocina, y oyó los platos y cachivaches. Lucy se estaba haciendo la cena.
Sin ella cerca, sus pensamientos volvieron a un cauce normal, pero su agonía volvió. ¿Cómo poder estar cerca de ella sin estar deseándola a cada minuto? Se tumbó en la cama y esperó a que la luz de la cocina se apagase.
Ahora era su turno. Podía cenar tranquilamente si ella estaba en otra habitación, y podía evitar cortarse un dedo con un cuchillo si estaba cerca. Ya había pasado más de una vez, y otras tantas cosas que pasaban cuando estaban juntos en la cocina. Su familia pensaba que era un cocinero espantoso y que tenía que alejarse de los fogones, pero no era así. Lo que pasa es que tanta distracción le estaba costando quemaduras de tercer grado y posibles heridas de guerra.
Abrió la nevera de la cocina y cogió el jamón en lonchas, el queso y tomate para hacerse un sándwich rápido y volver a su escondrijo lo antes posible.
En cuanto cerró la nevera observó la cara de su “hermana” en la puerta de la cocina. Le estaba mirando fijamente y tenía las mejillas hinchadas a propósito y los labios apretados para que no se escapara el aire. Le miraba con enfado.
Parecía un adorable pez globo hinchado. Alex no pudo reprimir una sonrisa por lo gracioso de la situación.
- ¿Sabes que eso que haces es de mala educación?- preguntó entre risas.
Lucy se acercó, y señaló los productos que había sacado de la nevera, con enfado.
- Ya te dije que no tenía hambre antes, pero ahora sí tengo.- intentó disculparse, pero eso sólo hizo que ella hinchara más todavía las mejillas y pareciera más enfadada.- Sólo voy a hacerme un pequeño bocadito para matar el gusanillo, nada más…
Lucy se acercó lentamente a un armario superior de la cocina y sacó de él un sándwich ya hecho con los mismos productos que él había sacado de la nevera. Lo había escondido para dárselo a él.
Obviamente, le había pillado de pleno.
Lo puso a su lado y le miró con una cara ofendida, pero al mismo tiempo esperaba su aceptación para ver si era de su agrado. Alex suspiró, indicando rendición.
- Gracias…
En ese momento Lucy cambió su expresión. Le miraba con desaprobación, como si la hubiera rechazado descaradamente aun sabiendo que los dos tenían hambre y que él había dicho que no cuando le preguntó de cenar juntos. Sin palabras, claro.
Alex tragó saliva de un modo audible. Estaba claramente arrepentido. Por nada del mundo quería hacer sentir mal a Lucy, pero si no escapaba de ella…
Lucy guardó el jamón, el queso y el tomate en la nevera, y cogió de la mano a Alex, mientras éste cogía con la mano libre el plato con su cena.
Le llevó a su habitación, y allí Lucy le enseñó una lista de películas que había en su ordenador. Quería que vieran alguna de ellas juntos. Eligió una al azar, sabiendo que la película no iba a ser su centro de atención. Se acomodó en la cama de Lucy, dejando algo de espacio, mientras ella giraba la pantalla para que pudieran verla desde la cama.
Ella cogió su propio sándwich y se acurrucó al lado de Alex. Éste se puso rígido, como un gato al que estaban salpicando con agua. Estaba rozándolo hombro con hombro.
`Dios, ¿cómo una personita tan pequeña puede alterarme tanto?`, pensó Alex.
Agónicamente también pensó en cómo iba a soportar dos horas de película, en la que una hora Lucy estaría despierta y a la mitad de la peli ella estaría dormida plácidamente sobre su hombro.
Miró al techo como esperando una respuesta a todo esto.
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Lo que no se puede decir – Capítulo 3
La situación era de lo más ridícula. En la parte de la película que se suponía que era más emocionante, Lucy ya empezaba a cerrar sus ojos… parpadeaba muy lentamente. Alex estaba tratando de poner su atención en los actores de la pantalla, pero si en la parte de los créditos le hubieran preguntado algo de la trama, quizás habría acertado dos preguntas de cinco.
Y ahora es cuando descubrió que en otra vida él tenía que haber sido alguna cómoda o mueble de la habitación de alguna mujer. Lucy estaba situada entre la almohada y él, y sería lógico que, si estaba a punto de dormirse, girase su pequeño cuerpo hacia la derecha, hacia la parte blandita y mullida de la cama, la almohada. Pero en su lugar ya hacía rato que las pestañas de Lucy hacían leves cosquillas en la piel de Alex. Tenía la mitad de su rostro enterrado en la parte baja de su hombro, y su pequeña boquita expulsaba el aire de manera acompasada, la cual le había puesto la piel de gallina, los pelos totalmente hacia arriba.
`Dios… Era imposible que esta nimiedad me estuviera alterando tanto`, maldijo.
Alex no estaba esperando a que acabase de una vez la maldita película, sino a que Lucy se durmiera de una vez y tuviese una excusa totalmente viable para no permanecer más en esa habitación, en la que había soñado tantas veces que…
`¡No, no! Mantén la calma, estúpido. `
Se intentó centrar en cualquier otra cosa, y movió sus ojos a cualquier cosa que no estuviera a su derecha. Vio las fotos de Lucy, y todas ellas incluían a personas de la familia. Ella con todos, en viajes o en situaciones totalmente normales. Agudizó un poco más la vista, y vio que encima de la estantería de las figuritas de hadas y brujitas que tanto le gustaban a Lucy había en medio una foto de ellos dos, sentados en la habitación de Alex, en el suelo con un montón de libros, estudiando, y parecía que lo estaban pasando en grande. Los dos parecían disfrutar de ese momento con el otro… Eran los momentos que más apreciaba Alex sobre otra cualquier cosa, el estar a solas con Lucy en su habitación… y como se suponía que estaban estudiando se mandaban notitas en trozos arrugados de papel con chistes y observaciones cómicas de las lecciones. Ella siempre encontraba algo gracioso hasta en la nariz de algún personaje histórico.
Era algo que atesoraba, un recuerdo valioso.
Sus pensamientos fueron cortados por un cambio en su hombro. Ahora el cuerpo de Lucy marcaba más resistencia y parecía que por fin ella se había rendido y estaba dormida finalmente. Esperó unos minutos hasta que se aseguró de que su respiración era acompasada, y luego procedió a moverse lentamente mientras dejaba que el cuerpo de Lucy se apoyara suavemente sobre el lugar que él había usurpado antes. Antes de que su cabeza tocara el colchón, ágilmente cogió la almohada y la colocó debajo de ella.
Estaba inclinado sobre ella, encima de su cama, y los pensamientos impropios habían aflorado otra vez, y lo único que podía pensar era en ella.
La pequeña camiseta de tirantes dejaba ver algo más que sus brazos y su cuello, sino que había bajado hasta ver la parte superior de su sujetador. Tragó saliva. Ya no controlaba más sus instintos.
Su mano se acercó al brazo para acariciarlo con el dorso de los dedos, de arriba abajo, despacio. Parecía responder a sus caricias, pero quizás no del modo que él esperada, pues todo el cuerpo de Lucy se puso bocarriba en la cama. Alex se detuvo al momento, y un ligero sudor frío le recorrió el cuerpo, temiendo que le pillaran en esta situación que no podría explicar de manera racional.
Un minuto pasó hasta que volvió a escuchar la respiración acompasada y tranquila de Lucy. Seguía durmiendo. Alex suspiró tranquilamente de alivio. No le habían pillado.
Pero ya había sobrepasado la línea, y tenía ganas de más. Si ella estaba dormida…
Se acercó a su rostro, esa carita que tenía grabado a puro fuego en sus deseos. Los labios de Lucy estaban entreabiertos, y en algún lugar lascivo de su mente a Alex se le ocurrió pensar que esos labios estaban pensados para ser besados, de una manera suave y delicada. Su cara estaba frente a la suya, y el aliento de Lucy le deslizada por sus mejillas. Estaba a punto de…
Las llaves de una puerta resonaron en el oído de Alex, y su pepito grillo particular le estaba reprendiendo de mil maneras distintas al recuperar la cordura. Por segunda vez, Alex se paralizó por lo que estaba haciendo, y esperó unos segundos. No eran las llaves de su casa, sino la de sus padres, en frente de la suya. Aquí no iban a entrar… de momento.
`Vale, hasta aquí hemos llegado. Lárgate de aquí, idiota. `
No se había movido, pero estaba reprimiéndose de las ganas que tenía… Después de todo, era un hombre. Podría… pero al menos sí podría llevarse algo que también había hecho alguna vez, para aguantar la tentación un poco más.
Pasó de largo los labios de Lucy, su nariz y sus ojos, y se paró en su frente, donde apoyó levemente sus labios y dio un ligero beso, como queriendo decir “Buenas Noches, Princesa.”.
Esto era pura droga, siempre te hacía desear un poquito más la siguiente vez.
`Y hasta aquí las estupideces por hoy, chaval. `, se dijo.
Se incorporó de esa maldita y afortunada cama, colocó y apagó el ordenador de Lucy y salió por la puerta de su habitación.
Alex sonreía con amargura. Mantenerse en este límite era lo único que podía hacer. Lucy era su querida “hermanita”. Se adentró en su habitación y cerró la puerta.
En ese momento, cuando escuchó la puerta cerrarse, el corazón de Lucy iba a cien por hora, su respiración era agitada y tenía los ojos muy abiertos.
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Lo que no se puede decir – Capítulos 4 y 5
Capítulo 4
Alex no podía conciliar el sueño de ninguna manera. Daba vueltas de un lado a otro de su amplia cama, buscando un lado fresquito para poder enfriar sus ánimos y pensamientos lascivos. Pero era algo más bien difícil. Hoy, por primera vez en años, estuvo a punto de satisfacer su más impuro deseo. Apenas un centímetro de distancia… uno sólo…
“¡Agh, deja de recordar esas cosas, maldito idiota, y duérmete de una santa vez!”
Miró el despertador vagamente. Eran las 5 de la mañana. Se aproximaba un fin de semana para descansar de las clases y del gimnasio… pero no de Lucy. ¿Qué podría hacer?
Lucy apenas salía de casa, pero cuando lo hacía siempre iba su lado o al lado de Jacobo, apenas había tenido relación con nadie del exterior, excepto los compañeros de clase. Ningún chico, al menos que él supiera, la había rondado todavía. Eso era un alivio para Alex, al menos no tenía que experimentar los celos o ver como un buitre se llevaba de su lado a su preciada “hermanita”.
Suspiró fuertemente. Era como el perro del hortelano, ni come ni deja comer…
Ni come… Alex siempre tenía la suerte de que destacaba frente a sus demás colegas cuando iban de fiesta. Todas se presentaban a él antes cuando le veían, pero después de darlas puerta siempre dejaba la pieza intacta para que alguno de su pandilla recogiera la pelota en un rebote. Todos decían que era un buen amigo por no quitarles las chicas siempre y que era legal. Si ellos supieran a quién quería él… Pero también les resultaba raro que nunca le hubieran visto con una chica. Hubo rumores… Pero a eso sólo pudo evitarlos diciendo que no le gustaba eso de ligar en las discotecas y tener un rollo de una noche. Pero más de una vez…
El sonido de unas llaves y una puerta abierta hicieron salir a Alex de sus pensamientos. Jacobo había regresado a casa… o mejor dicho, de la juerga que se hubiera metido. Abrió la puerta de su habitación, y observó a un Jacobo bastante borracho, el cual dio un portazo que seguro despertó a medio edificio.
- ¿Queeeeeeè tallll hermaniiiito?- preguntó Jacobo arrastrando las palabras.
Alex no estaba para darle ningún discurso a su hermano pequeño. Él también había vuelto a casa en alguna ocasión de esa guisa, vomitando y dejando todo perdido. La voz de la experiencia ya le estaba indicando lo que tenía que hacer.
Enganchó a Jacobo para que se estabilizara al caminar, y lo llevó a su habitación. Parecía que estaba lo suficientemente consciente de la situación como para saber que no debía hacer ruido. Había caído redondo en la cama. Le quitó los playeros y le intentó tapar con el nórdico. Para nada le iba a intentar quitar la ropa sucia de alcohol e intentar ponerle el pijama.
- Hoy había unas nenitas más guapas… Pero la más guapa era Sonia… Oh… Qué pedazo de… – y no pudo acabar la frase.
Alex se dirigió al baño, cogió un ibuprofeno, un vaso de agua y lo dejó en la mesita de noche de Jacobo. Cuando volvía a salir de su habitación y estaba cerrando la puerta, oyó la voz de Jacobo, como si estuviera hablando en sueños.
- Gracias por no gritarme.
- Ya me darás las gracias cuando te levantes con la resaca.-reprendió Alex, y cerró la puerta.
Suspiró y se quedó quieto unos minutos. Al menos sus padres no parecía que se hubieran dado cuenta de que Jacobo había llegado a esas horas a casa de una fiesta en no se sabe dónde. Pero con ese portazo de antes…
Giró la cabeza a la puerta de Lucy. Estaba igual de cerrada que hace unas horas. No parecía que se hubiera despertado por el portazo.
Al otro lado de esa puerta, Lucy tampoco había podido conciliar el sueño. También había oído todo el alboroto que montó Jacobo al entrar. Si no podía dormir, escribiría. Sacó un pequeño diario con candado que tenía escondido detrás del armario, y se puso a escribir.
Había pasado del mediodía, y nadie tenía intención de salir de su habitación, a no ser que fuera muy urgente. Jacobo compartía su baño con su hermano, el cual no parecía haber despertado aún. Mejor que no lo hiciera, porque el dolor de cabeza iba a ser más que peor. Debía salir, al menos a la calle, huir, no sabía cómo mirar a Lucy.
Después de una larga ducha y vestirse, se quedó parado frente a su ventana abierta, y sacó uno de los pocos cigarros que le quedaban. Encendió el mechero.
El pequeño manillar de la puerta bajó un poco.
¡Joder, Lucy estaba al otro lado e iba a entrar! No, por el amor de todos los santos, ahora no.
Asomó su cabecita por la puerta, pidiendo permiso.
Se había puesto maquillaje, con un brillo rosa suave para remarcan sus finos labios.
- ¿Vas a salir a algún sitio?- preguntó Alex sin poder ocultar su curiosidad.
Lucy negó con la cabeza, y se puso a su lado, en la misma posición que ayer. Ella también empezó a echar algunas caladas de su cigarro, y se mantuvo a su lado en silencio, mirándole poco.
- ¿Querías algo?
Ella no lo miró. Seguía mirando cómo el humo salía por la ventana. Cambió de posición sus manos, y enseñó a través de ellas un folleto de una película que estaba siendo emitida en los cines.
- A sí que quieres ir al cine… – Lucy asintió una sola vez, pero firmemente. Alex tenía que buscarse una excusa rápidamente, no podía quedarse a solas con ella, no después de lo de ayer. Era un cobarde.- Lo siento, pero esta tarde ya he quedado con mis amigos para ir a cenar y luego tomar algo.
El rostro de Lucy se vislumbró apenado, pero aún no le miraba, por ningún momento. Se levantó rápidamente y estaba saliendo cuando Alex alzó la voz.
- ¿Por qué no le pides a Jacobo que te acompañe?
Y en ese momento, Lucy se giró, le miró fijamente a los ojos, y le hizo una burla poniéndolos en blanco. Él entendió rápidamente que esa burla hacía referencia a que su hermano aún dormía en su habitación y que seguramente tendría una resaca monumental al despertarse. Ir al cine sería una tortura para su cabeza resacosa.
Ahora lo importante era localizar a algún amigo que quisiera salir de fiesta con él para así tener coartada.
A su vez, Lucy estaba quitándose el maquillaje con una toallita frente al cristal de su baño. Lo que le mostraba su reflejo era a una chica que había pasado una noche en vela y unas ojeras bastante marcadas. Alex no se había dado cuenta de que ella había estado despierta todo el tiempo.
Capítulo 5
- ¡Venga, tú no te vas ahora, cabrón! ¡Tú te tomas aquí conmigo la penúltima y en otro garito te tomas también otra penúltima!
Ya habían perdido la cuenta de los chupitos que habían tomado, y lo que era peor, no sabían ni de qué eran los chupitos que pedían y que no paraban de venir una y otra vez.
“Para eso que dejen la botella en la barra, ¿no? “, se preguntó Alex estúpidamente.
Evan era un gran conversador, tanto que podía hablarte en un idioma que no existía a partir del décimo chupito, y hablaba sordomudo cuando ya no se llevaba la cuenta. Era un tipo de mundo.
Alex no sabía cómo había llegado a esta situación, ni a ese lugar. Apenas se preguntaba si le quedaba dinero para un taxi, o de si estaba cerca o lejos de su casa como para ir caminando… o por lo menos a rastras… Ya nada le importaba… No pensaba en que había tres puertas de dormitorio en su casa… No pensaba en ella…
- Hola, guapo.- una chica que no tenía reparo en demostrar con su ropa que tenía unos atributos femeninos bien definidos se estaba dirigiendo a él… o al de atrás, no lo sabía.
Pero detrás de él sólo había una pared.
Alex intentó parecer diplomático, pero los chistes surgieron, una caricia por aquí, un susurro por allá, más cerca, más cerca… No sabía ni cómo se llamaba pero la estaba hablando como si fuera una persona muy cercana a él.
Ella estaba de lo más encantadora, pero Alex intentaba escuchar las palabras que salían de esos labios tan marcados de carmín rojo fuego. Él se arrinconó más a la pared. Le tenía pillado, pero se podía ir de allí en cualquier momento. Pero no se fue. Él había venido para no estar cerca de alguien… para olvidar a alguien… ¿a quién? No lo recordaba.
Una mano cogió la suya para colocarla en la cintura de una chica. ¿Qué chica? Ah, la de los labios de fuego. ¿Serían de fuego de verdad? Quería comprobarlo. ¿Quemarían? Él quería quemarse.
Apretó esa cintura que tenía agarrada contra la suya propia, y un aliento de fuego rozó su mejilla. Tenía muy cerca ese fuego. Se quemaría. La quemaría a ella. Todo quemaba. Y sus labios empezaron crear una hoguera en algún lugar de quién sabe dónde.
Fuego. Ese fuego era húmedo, mordía a veces, no paraba de moverse. Y esas llamas marcaron al mismo tiempo sus propios labios.
Lucy intentó hacer pasar las horas con películas, vídeos, cualquier cosa. Alex se había ido y Jacobo parecía que había iniciado su época de hibernación. Se sentía sola.
Eran las tres de la mañana, cuando la puerta de casa se abrió. Salió del dormitorio y encendió las luces del pasillo.
Era Alex.
Aún estaba un poco tocado del alcohol, pero estaba sereno… más o menos, pues le estaba costando cerrar la puerta con la llave de casa. Lucy se acercó a ayudarle, cogiendo la llave y sellando la puerta. Alex estaba mirando en dirección contraria a ella, que se había vuelto a mirarle. Su respiración era agitada, y tenía la cabeza gacha.
Lucy intuía que Alex estaba ocultándole algo.
Con su mano, giró el rostro para que la mirara. Pero apretaba los ojos fuertemente. Alex ya sabía lo que acababa de ver Lucy.
Ella acercó sus dedos a los labios de Alex, y observó la marca de carmín que dejaba en ellos. Era difícil no darse cuenta, era un color muy fuerte.
Se atrevió a abrir los ojos para ver la reacción de Lucy, y ésta parecía estar conmocionada. No se movía, sólo observaba la marca de carmín de sus dedos. Sus ojos, irracionalmente, se empezaron a empañar. Se giró bruscamente intentando evitar las lágrimas, para encerrarse en su habitación.
Pero un agarre firme y brusco la detuvo en su puerta. Alex la estaba abrazando desde su espalda, temiendo que si la soltaba no iba a recuperarla nunca más. Lucy forcejeó con las pocas fuerzas que tenía. No gritaba, no discutía. Pero la agitada respiración de ella le bastaba a Alex para saber el dolor que la estaba causando.
La levantó en volandas y la llevó a su habitación, a su terreno. Las luces estaban apagadas y sólo estaba la luz de la luna a través de la ventana.
- Lo siento. Perdóname. No sabía lo que hacía, estaba borracho, había bebido mucho. Perdóname, Lucy.
Él aún mantenía su abrazo, pero esta vez estaban cara a cara. Ella estaba temblando, agarrada a su camiseta con fuerza, y él no paraba de murmurar disculpas hasta tal punto que dejaron de tener un significado.
- Ella no significa nada para mí.
No sabía por qué la estaba dando tantas explicaciones. Pero él sentía como que le había sido infiel. A ella. A sus sentimientos.
Este era el precio que tenía que pagar: estaba llorando y era por su culpa.
Le miraba a través de las pocas lágrimas que brotaban, con furia, reproches, dolor…
El no paraba de abrazarla todo lo que podía.
Lucy por fin había dejado de temblar y sollozar. Se separó se él, pero no salió de la habitación. Rebuscó en sus cajones y encontró un paquete de toallitas. Se encaró a Alex, tan seria que con un simple golpecito en el pecho le hizo sentarse en la cama.
Con la mano izquierda obligó a levantar el rostro hacia el suyo, y con la mano derecha y con suma delicadeza empezó a limpiar el carmín de los labios y mejillas de Alex.
No se movió en ningún momento, observaba encandilado los ojos de Lucy, que ahora observaba que lucían unas ojeras bastante marcadas para su blanca piel. Se preguntaba vagamente si ella había estado despierta esperándole o si estuvo durmiendo mal…
Lucy bajó el pañuelo, dando por finalizado su trabajo. Agarraba con furia esa toallita, pero las manos de Alex acogieron a las suyas para darlas algo de calor. En ese momento se sentía profundamente avergonzado y no sabía que decirla. No había excusa, el daño ya estaba hecho.
Pero fue Lucy quien dio el siguiente paso.
Con un poco de fuerza, empujó a Alex para que se tumbara en la cama. Él no opuso resistencia. Con la palma de su mano puso la mano en su frente y la deslizó hasta su barbilla, para que cerrara los ojos. Supuso que le estaba indicando que debía dormir.
Esperaba oír la puerta de su habitación cerrarse, pero todo estaba en silencio, no había ningún ruido. Y todo fue inesperado.
Una mano delicada acariciaba su brazo de arriba abajo, de manera acompasada. Duró menos de un minuto. Al momento notó una pequeña presión en la cama, de alguien que había apoyado su peso para obtener equilibrio. Y un ligero aliento le rozaba los labios.
Estaban muy cerca, apenas a un centímetro. Todo el ser interno de Alex puso alerta, estaba más despierto que nunca. Intentó controlar su respiración, pero le resultaba muy difícil.
Lucy se mantuvo en esa posición un rato más, torturando los sentidos de Alex. Cuando parecía que por fin iba a besarle, hubo un repentino repiqueteo de unas llaves. Las llaves no eran de fuera, las tenía Lucy en la mano, o al menos eso creía, porque aún mantenía los ojos cerrados.
Ella se separó de nuevo, y parecía que todo había acabado. Pero sin precio aviso unos suaves labios se posaron delicadamente en su frente. Como deseándole buenas noches.
Finalmente, Lucy se fue de la habitación, con una sonrisa triunfante y en corazón latiéndole a mil.
Al mismo tiempo, Alex tardó en reaccionar a todo lo que había pasado. Una caricia en el brazo, un “casi” beso en los labios, el sonido de unas llaves, un beso en la frente de buenas noches… Y todo cobró sentido para él en cuanto asoció las ojeras de Lucy a todo eso. Ella había estado despierta todo el rato aquella noche. Se había hecho la dormida. Y lo que es peor: le había pagado con la misma moneda. Sabía lo que casi había estado a punto de hacer esa noche.
“Vale, ahora sí que me quiero morir”.
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¿Prefieres a un canalla?
Pensaba que me querías
con todo tu fervor.
Me equivoqué y no intuía
que con otro me causarías dolor.
Durante meses me decías
que era yo tu dulce amor.
Cruelmente me mentías
dañando, cual puñal, mi interior.
Me engañabas con caricias
y falsos besos llenos de ardor.
Me dedicabas mil sonrisas
envenenadas de ruin fulgor.
Tu voz melosa y sensual,
susurrada tantas veces a mi oído,
me decía:”eres especial”
y yo caía ante ti rendido.
¿Por qué te fijaste en mí
cuando ese canalla te dejó?
¿Por qué me dejé llevar por ti
sin reconocer tu intención?
El canalla ha vuelto de nuevo
y tú has atendido su petición,
ignorando por completo
que todo es pura traición.
Sé que ahora él te toca,
te hace disfrutar de placer;
y tú le regalas tu boca
para que te la pueda comer.
Y le ofreces tus pechos,
que tanto me volvían loco;
él con todos sus dedos
los recorre poco a poco.
Te excitas con sus roces,
se endurecen tus pezones,
esos que yo tantas veces
he soñado en mis noches.
Va bajando con su mano,
la desliza por tu cuerpo
hasta alcanzar, cual villano,
el trofeo de tu sexo.
Te lo frota extasiado,
lo hace con todo su esmero
y consigue que, ya mojado,
tu coño suspire por su miembro.
Tras los múltiples vaivenes
él te deja colmada;
pero colmada de placeres:
pronto volverá a herir tu alma.
Y cuando eso suceda,
cuando otra vez te reviente el corazón,
búscate a otro que pueda
subsanar tu nuevo error.
No me vengas llorando
ni pidiéndome perdón;
no me vengas implorando
que tenga por ti compasión.
Yo ya no estaré ahí
para decirte tiernas palabras,
esas que malgasté por ti
en oscuras noches robadas.
A ese chico especial,
a ese ser encantador,
le habrás quitado su ternura
destrozado por tu dolor.
Lo habrás dejado roto,
hundido y sin ilusión;
sin ilusión por la vida
que él por ti perdió.
Escrito en una triste y lluviosa mañana de otoño. BlodingGirl, no te preocupes, mi vida, que es pura ficción. TE AMO.
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Una comida formal
Era una comida formal. Una de esas comidas aburridas de trabajo, ¿importa el motivo que en aquella ocasión reuniera a clientes, proveedores y compañeros en una supuesta celebración?, quizá, pero, por mucho que quisiera, sería completamente incapaz de recordarlo; solo la recuerdo a ella.
Estaba abstraído, el hastío me había hecho refugiarme en el cuarteto de cámara que amenizaba la comida hasta tal punto que no había sido consciente de que el sitio, antes vacío, sito a mi frente había sido ocupado hasta que la rodilla de su ocupante rozó la mía.
Ese contacto fortuito hizo que mi mirada, de forma automática, se dirigiera hacia el ocupante que se encontraba a mi frente, mi mente, aun atrapada por los compases del Cascanueces, se vio impelida a tomar consciencia del mensaje que enviaban mis ojos de forma imperativa; ante mi encontré unas pupilas azul profundo que también me miraban, me zambullí en esa mirada, oscura e intensa, no había escapatoria, me hallaba completamente perdido en mitad de aquel océano, la propietaria me sonrió, una sonrisa abierta y pícara que iluminó ligeramente sus iris.
- Bienvenido al mundo de los vivos, ¿tenía Morfeo noticias interesantes?
Mi boca se mantuvo cerrada, si mente imaginó algún tipo de comentario ingenioso comparando a mi interlocutora con Aglaea, pero toda mi mente estaba demasiado ocupada con esos ojos y la cálida presión que su pierna producía sobre la mía. La mesa era estrecha, maravillosamente estrecha, poco más de medio metro; y ese primer roce que había captado mi atención se había transformado en mi pierna izquierda atrapada entre sus muslos.
Mi estúpido silencio le hizo sonreír de nuevo y siguió hablando, como si nos encontráramos a mitad de una larga conversación, sobre el fascinante mundo de los materiales, su elasticidad, ductilidad, rigidez, resistencia, textura … sus frases, entonadas desde la más seria profesionalidad eran acompañadas, bajo la mesa, por demostraciones prácticas muy didácticas, presiones, roces, caricias que su pie, enfundado en una media casi inexistente y sus muslos, prodigaban por mis sorprendidas y encantadas piernas.
Cuando abordó el tema de la dilatación, ya entrados en los postres, yo hacía rato había experimentado el fenómeno (una descortesía por mi parte adelantarme a la explicación) al fin mis labios pudieron despegarse, y aportar mi granito de arena, declarando mi fascinación por el fenómeno y como influyen sobre el mismo el calor y la humedad.
- No se si lo sabrás, pero este edificio cuenta con unas juntas únicas.
Esta última observación volvió a arrancar de su boca esa sonrisa pícara que durante toda la conversación había permanecido ausente, mostrando durante la misma un rostro marmóreo de fría eficiencia, y me pidió que se las mostrara.
Nos disculpamos ante los comensales (los cuales parecieron francamente aliviados, pues la conversación parecía aburrirles mortalmente) y nos dirigimos a los ascensores.
Cuando la puerta del ascensor se cerró nos quedamos mirándonos, supongo que ella esperaba que sin perder un instante, una vez ganada la intimidad, me abalanzara sobre ella, pero en lugar de eso, pulsé el botón del último piso, apenas rozando sus senos al hacerlo.
Al retirar la mano del pulsador no la aleje de ella, rozando su nalga con el dorso y sin apartar la mirada de sus ojos.
Cuando llegamos a la planta seleccionada, la conduje por unas escaleras estrechas que se ocultaban tras una puerta cerrada con llave, y salimos a la azotea.
Tras asegurar la puerta que nos protegería de interrupciones inoportunas, seguí explicando que uno de los factores fundamentales a tener en cuenta para la dilatación, es el calor producido por los diferentes materiales al rozarse, acerqué mi cuerpo contra el suyo y la besé, no fue un beso desesperado, sino que nuestros labios fueron rozándose el uno contra el otro, atrapándonos mutuamente en blandos mordiscos y chupetones, mis manos recorrían su espalda y sus nalgas, dibujaban su contorno y abarcaban sus redondeces.
Acerqué mi boca a su oreja y expliqué que los aislamientos eran fundamentales para evitar la excesiva generación de calor, y como si se pierden pueden llegarse a temperaturas extremas, retiré su chaqueta mientras mordisqueaba su cuello, fui abriendo botón a botón su blusa, besando, lamiendo y chupando cada centímetro de piel que presentaba ante mi.
Hablé, aunque he de reconocer que de forma bastante ininteligible, de la importancia fundamental de revisar con regularidad los puntos críticos de la estructura, y recorrí el nacimiento de sus senos con la punta de la lengua, besé la superficie que el sujetador dejaba a mi vista y restregué la mejilla contra la tela notando como un punto sobresalía en su cúspide como monumento vivo a la frontera entre la suavidad y el instinto salvaje.
Desabroche el sujetador y zambullí mi rostro entre sus tetas, mis manos se aferraron a ambas y mis pulgares, que previamente había humedecido en su boca, se vieron atrapados por el torbellino de la aureola de sendos pezones.
Seguí descendiendo por su abdomen, sin dejar de acariciar, apretar y dibujar aquel increíble busto, cálido, terso, firme, turgente, unas tetas menudas y de pezones rosados que me enloquecían, podría haberme pasado la noche admirándolas y colmándolas de atenciones y aun así no hubiera sido suficiente para saciarme de ellas,
Pero el estremecimiento de su piel, su respiración acelerada, el calor que sentía subir de su entrepierna y dulce olor ligeramente almizclado que llegaba hasta mi mientras besaba su ombligo hicieron que mis manos se deslizaran por sus caderas y atinaran a bajar la cremallera que cerraba su falda; apenas la cremallera se hubo abierto, la falda calló don divina gracia sobre sus tobillos, nunca sabré si las bragas se habían caído solas o yo las había retirado, únicamente sabía que ante mi tenía una preciosa vulva, que me hipnotizaba y atraía como un imán, pegué mi boca a ella y dejé que mi lengua se deslizara entre los labios mayores, recogiendo y saboreando el flujo que de ellos escapaba y apretándola contra mi cara mis manos trabajaban sobre sus nalgas.
Me levanté y la besé de nuevo, mis manos, indecisas, recorrían toda su piel, y se cerraban allí donde las formas invitaban.
La conduje hacia una tumbona y la coloqué sobre ella de espaldas, ella, antes tan directa y dominante, ahora se dejaba hacer, sumisa y sin voluntad propia; la contemplé allí, a plena luz del día, con su culo en pompa invitándome a devorarlo, le mordisqueé las nalgas mientras mis manos volvían a sus senos, deslicé la lengua por su vagina, esparciendo su fluido desde el clítoris hasta el ano; comencé a masturbarla introduciendo mi lengua en su abertura y, aunque reticente a dejar de acariciarle esa encantadora ubre, humedecí el pulgar con la mezcla de saliva y flujo que contenía mi boca y con él dibujé círculos sobre su botón, sus gemidos y suspiros llenaban el aire por encima del ruido del tráfico.
Cambié mi lengua por dos dedos de la mano izquierda, ella intensificó aun más el canto de su placer mientras unos dedos de una mano penetraban en su interior y el pulgar de la otra masajeaba su clítoris. Mi lengua, que no gusta de estar ociosa, comenzó a perfilar el orificio de su ano, esta actividad pareció cogerla de sorpresa, pues por un instante detuvo el contoneo de su cuerpo y cejó en sus gemidos, pero no me detuve, sino que comencé a picotearle el ano con la punta de la lengua, sin dejar de masturbarla, ella, pasada la primera resistencia, redobló los signos de goce y no mucho después estalló en un orgasmo que le hizo temblar de pies a cabeza durante más de un minuto. Ahí detuve la mecánica y me dediqué a besar y acariciar todo su cuerpo mientras ella se recuperaba.
Ella se levantó, desnuda y radiante ante mi, me cogió la cara y me besó con una pasión que me dejó sin aliento y, acercando su boca a mi oído, dijo
- Bien, has demostrado tus conocimientos prácticos sobre materiales, ahora – dijo con una sonrisa lobuna en los labios – es mi turno
Me desnudó completamente, y se sentó a contemplarme mientras se masturbaba. La duda me invadió, ¿acaso me iba a dejar allí de pie, a pleno sol, con una dolorosa erección, mientras ella se corría otra vez?
No, no iba a ser así, y eso lo descubrí rápidamente, una vez que ella estuvo satisfecha con el grado de humedad que hacía brillar su vulva y que escurría por sus muslos, se acercó a mi rodeándome y cogiéndome la verga desde atrás.
Mientras acariciaba mi miembro iba alternando las manos, de mi sexo al suyo, empapándome de sus fluidos y esparciéndolos por mi polla, testículos y culo
Se arrodilló tras de mi y hacendarme abrir las piernas, me lamió los huevos y los introdujo en su boca, mientras con ambas manos, frotaba mi glande empapado con su nectar.
Su lengua se fue moviendo en errático recorrido hasta que, tras un fuerte mordisco en una nalga, se paró sobre mi ano, llenándolo de roces y saliva, lo mismo que ella antes, yo nunca había sentido esa sensación y, por un momento, me quedé petrificado pero esa sensación dio paso rápidamente a una corriente de placer que me recorría todo el cuerpo, sentía una de sus manos frotando mi verga, la otra mano recorriendo toda la piel a su alcance y aquella maravillosa lengua que, cada vez más atrevida, se iba introduciendo un poco en mi interior, yo me agachaba para para facilitarle el acceso a mi cuerpo y contemplar un brazo que surgía de entre mis piernas y pelaba mi polla con una gracia que me volvía loco.
Temeroso de perder el equilibrio y caer de buces, me tuve que agarrar a la barandilla y con ese movimiento, aunque pequeño, interrumpí el nirvana en que me encontraba, ella asomó su cabeza por entre mis piernas y con una abierta sonrisa, me lamió el zupo desde los testículos al capullo, terminando de pasar su cuerpo por entre mis piernas para parar su cara frente a mi polla, esa maniobra me obligó a abrir aun más las piernas – Así, perfecto, no te muevas – volvió a coger la polla con su mano y se la introdujo entre los labios, comenzó a deslizar la mano hacia la base sin separar la mano de la boca, hasta que sentí toda mi polla cubierta por su mano y su boca, y comenzó a frotar la lengua y a succionarla de tal manera que me vi forzado a cerrar los ojos y gemir el placer que sentía.
Su otra mano, que, sin que yo lo supiera, no había estado en absoluto ociosa sino que se había estado empapando de flujo vaginal y, ya de paso, proporcionando un poco de placer extra a su proveedora, se puso a acariciarme el culo con dedos resbaladizos y ardientes, nuevamente una primera impresión incómoda, dejó paso al placer. Sus caricias y su mamada se fueron haciendo más atrevidas y ansiosas; mientras mi polla entraba en su boca, uno de sus dedos se abría paso a mi interior, al principio provocándome una sensación ardiente y molesta, pero, según más flujo y saliva (que corría generosamente por mis genitales) se introducían en mi, fueron tornando la quemazón por una corriente de placer que recorría mi espalda, un segundo dedo, unos maravillosos dedos finos y largos, acompañó al primero mientras una lengua ágil e insolente, jugueteaba con los dibujos y las hinchadas venas de mi más que lleno cipote.
Exploté, exploté de una forma violenta y plena, sin control y sin mesura, ella, se introdujo la polla profundamente en su boca y fue succionando cada chorro que enviaba de forma convulsionante.
Caí de rodillas, sin fuerzas, frente a ella, rostro con rostro, mi boca aun con sabor a ella buscó la suya con sabor a mi, fue un beso largo y profundo con sabor a nosotros, ese gran beso, junto con las caricias que nos prodigamos, hicieron que mi erección permaneciera, que reclamara un nuevo cobijo, así que dándole la vuelta, de rodillas los dos en el suelo, me introduje en su interior, fue una penetración lenta, profunda, sintiendo como centímetro a centímetro me abría paso en su interior y sentía como ella se amoldaba como un guante al perímetro de mi pene.
Aferrado desesperadamente a sus caderas la envestía una y otra vez, ella gemía y chillaba cada vez que mi pelvis chocaba violentamente contra sus nalgas, y no tardó en enganchar una larga cadena de orgasmos cultivados mientras me demostraba la práctica con materiales, cuando paré al verla exhausta, sin salir de su interior, recogí una buena cantidad de flujo en mi mano y comencé a lubricarle el ano, ella, jadeante, no puso objeciones sino que alzando el culo y separando más las piernas susurró con voz jadeante, con cuidado, por favor, nunca lo he hecho por detrás y me parece que tu polla es demasiado grande para mi culo.
Sin decirle nada, me incliné sobre ella para besarle la espalda, mi dedo índice seguía recogiendo flujo lubricando su ano en círculos cada vez más cerrados, aumentando la presión y comenzando a abrirse camino hacia su interior, me separé de ella y acerqué la boca a la zona de prospección, ayudando con mi lengua a arrastrar lubricante hacia mi dedo que, apenas un centímetro, se iba deslizando cada vez con más soltura dentro y fuera, ganando profundidad milímetro a milímetro, a ella la notaba tensa y cerrada, así que retirando el dedo, recomencé la operación con la lengua con la mano comencé a acariciarle nuevamente el sexo.
Su mano acompañó a la mía entre sus labios mayores y comenzó a guiarme en la danza que a ella más le gustaba, la punta de mi lengua, ya entraba y salía con soltura de su culo, ya lo notaba receptivo y ansioso por seguir recibiendo atenciones, así que, dejándole a ella acariciar su coño libremente, cambie la lengua por un dedo completamente empapado, esta vez penetró sin ninguna dificultad y fue rápidamente seguido de un segundo. Lubricando, ensanchando, entrando, saliendo, sentía que ella estaba disfrutando de esta nueva experiencia a juzgar por sus gemidos así que, sin dejar du jugar con su culo, volví a introducirme en su vagina empapando mi polla nuevamente de sus flujos y aumentando el volumen de su excitación. Cuando sentí que era el momento, salí de ella y apunté mi glande hacia el objetivo donde jugaban mis dedos, y apoyando la polla en su guía los retiré mientras comenzaba a presionar, ella, de repente, pareció asustarse y noté como su esfínter se cerraba ante la incursión de mi polla, acerqué mi mano y me dediqué a acariciar el perímetro de mi penetración, hasta ese momento muy escasa, y a relajarla con suaves caricias a su alrededor, mientras besaba y lamía su espalda.
Noté también como ella intensificaba el frotar sobre su clítoris y no tardó en volver a estar receptiva, con sumo cuidado, y utilizando la mano como tope, me fui introduciendo dentro de ella contra natura, notaba como un dolor inicial se transformaba en un placer salvaje, primitivo, novedoso, que hacía que ella apretara el culo contra mí pidiendo que entrara más y más. Cuando mis huevos tocaron sus nalgas, la senté sobre mi, rodeándola con mis brazos, acariciando sus tetas con una mano, mordisqueando su cuello e introduciendo dos dedos en su vagina.
Ella, estimulada por todos lados tanto por mi como por ella misma, no tardó en volver a tener un orgasmo que encadenaba con el siguiente, sus caderas se movían, su esfínter se cerraba fuertemente en la base de mi polla, esta vez no como rechazo sino para sentirla mejor, esa presión a mi me hacia retorcerme de placer, y mordía su cuello con fuerza, ese dolor a ella la empujaba a un estadio salvaje, fuera de control, los dos aullábamos, urgíamos, nos frotábamos hasta que exploté en su interior y todo acabó, jadeos, derrumbados sobre el suelo, notaba como mi erección desaparecía y mi pene era expulsado del calor de su interior, allí, al sol, en la azotea, dos desconocidos, tardamos en encontrar las fuerzas necesarias para levantarnos y presentarnos.
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Becas universitarias
_ Buenos días_ Dijo María entrando en mi despacho. Era mi nueva alumna de primero en la facultad_ He oído hablar de su sistema de becas y me gustaría informarme más.
_ Muy bien_ dije_ Se trata de unas becas privadas. De hecho es una especie de relación de trabajo. Tú nos das lo que queremos, y yo te pago. ¿Sabes en qué consiste el trabajo?
_ Me lo han comentado. Son videos para adulto.
_ Exacto. ¿Estarías dispuesta a hacerlo?
_ Bueno… De hecho… pensaba que podríamos negociarlo.
_ ¿Qué es lo que hay que negociar?
_ Yo necesito el dinero para los estudios y pensaba que quizás se valoraría mejor a una chica con ciertas características.
_ ¿Qué quieres decir? ¿Quieres más dinero? ¿A cambio de qué?
_ De mi virginidad
_ ¿¿¿Eres virgen???
_ Pensaba que una virgen rodando una película porno, pues, … no sé, …. Le pagarían más.
_ ¿Tienes los 18 de verdad?
_ Los cumplo el sábado.
_ Vale. A ver. Haremos una cosa. ¿De verdad quieres probarlo?
_ Sí.
_ Muy bien. Te haré el mismo trato en la primera sesión que a las demás: el video se divide en cinco escenas. Sólo te pago si acabas las cincos escenas. Cuando acabes, seguirás siendo virgen y cobrarás lo normal. Si después decides perder la virginidad delante de las cámaras, ya lo negociaremos, ¿vale?
_ ¿Cuánto es lo normal?
_ Esta vez te haremos algo normalito. Serán 500 €.
_ ¡Pero yo necesito más!
_ Si aguantas hasta el final, negociaremos cómo conseguir más dinero, ¿de acuerdo?
_ De acuerdo.
_ Entonces ven el sábado por la tarde a esta dirección.
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Prueba 1
El sábado la chica se presentó en la dirección a la hora acordada. La hice pasar a una sala decorada como un dormitorio de matrimonio. Ella se sentó en la cama y entraron los tres chicos que harían de cámaras.
_ Habrán tres cámaras?
_ Sí_ Le respondí_ Queremos grabarlo todo: tu cara, tu cuerpo y todo lo que creamos que podemos necesitar para poder hacer un buen montaje de película. Por cierto, nos iremos pasando las cámaras y tu tendrás que hacer lo que nosotros te digamos a aquel que te digamos. ¿Estás de acuerdo?
Ella parecía muy sorprendida e insegura, pero dijo que sí.
_ Has de tener en cuenta que sólo cobrarás los 500 € si llegas al final de las cinco pruebas. ¿De acuerdo?
_ De acuerdo.
_ Pues empezamos. ¿Tienes tu carnet de identidad?
_ Sí.
_ Enséñalo a la cámara para que podamos ver que hoy cumples 18 años.
Ella lo hizo y se lo volvió a guardar.
_ Muy bien. Me habías dicho que eras virgen. ¿Es verdad?
_ Sí.
_ Pero, ¿has visto alguna polla alguna vez delante de ti?
_ No.
_ O sea, que en tu vida has tenido una polla ni le has hecho una paja a un chico.
_ Exacto.
_ Vale. Te explico la primera prueba, que es la más fácil de las cinco. Tú te desnudando haciendo lo que nosotros te digamos y dejándote grabar y fotografiar, y cuando estes completamente desnuda, te estiras en la cama boca arriba, y te masturbas hasta tener un buen orgasmo. Mientras haces eso, nosotros también nos habremos desnudado y jugaremos contigo, pero, para esta primera prueba, si tu no quieres, no nos has de hacer nada, ¿de acuerdo?
_ Vale.
Yo me quedé desnudo primero, porque mis compañeros le iban pidiendo a María que hiciera algunas poses mientras se iba desnudando y la grababan y le hacían fotos. Después se desnudó Joaquim, que era negro y tenía un pollón de 30 cm. La pobre chica se lo quedó mirando con la boca desencajada.
_ ¿Quieres tocarlo?_ Le preguntó Joaquim poniéndose a su lado y haciendo que ella se sentase en la cama.
_ ¿Puedo?_ Preguntó ella mirándome a mi, que tenía una cámara grabándola a la cara directamente.
_ Puedes hacer lo que te plazca con nosotros, siempre y cuando después te acabes de desnudar y te masturbes.
Ella cogió la polla con una mano y simplemente dijo “Joder! Esto a mi no me cabe por ningún agujero”.
_ Quiero que mires directamente a la cámara y digas “Mira papá, esta será la primera polla que entrará por la boquita de puta de tu hija.”_ Le dije.
_ ¿Qué?_ Dijo ella extrañada.
_ Si quieres el dinero, dilo.
_ Mira, papá, esta será la primera polla que entrará por la boquita de puta de tu hija.
Durante todo este rato, María había empezado a masturbar a Joaquim sin darse cuenta.
_ Venga_ Dijo Carlos_ Deja de pajear a Joaquim y quítate las bragas, que quiero ver la cara de zorra que pones cuando te corres.
María se levantó, se quitó las bragas, se dejó hacer unas fotos, se estiró boca arriba en la cama y empezó a masturbarse. Joaquim se acercó con una cámara y comenzó a filmar la cara de María. Entonces, le dejó caer su enorme pollón en la cara y lo movió de un lado a otro, dándole pequeñas bofetadas con la polla. A continuación, le metió el capullo en la boca. María no dijo nada, pero aunque hubiera querido, tampoco se la hubiera entendido.
_ Di mirando a la cámara “Papa, ahora sí que tu la puta de tu hija está bien alimentada” sin sacarte la polla de la boca_ Le dijo Joaquim.
María dijo algo parecido a “Kaka, ahoka ki ke cu hija eska kien akikenkada”. Todos nos pusimos a reír. Justo en ese momento, el cuerpo de María se puso a temblar y giró de lado encogiendo las piernas en posición fetal. La pobre estaba tan excitada que ya había tenido su primer orgasmo de la tarde.
¿Cuáles queréis que sean las siguientes pruebas? Dejadlo en los comentarios….
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Nuestro ansiado encuentro
Cuando llegue nuestro día
no habrá juegos de perversión,
solo el calor de tu sonrisa
y el deseo de mi corazón.
Así me has pedido que sea,
tras seis meses de mutuo amor.
De besos una enorme marea,
te he dado mi palabra de honor.
Nada de ímpetu ni desenfreno
que precipiten nuestra eclosión.
Nos regalaremos un besar sempiterno
con prolongada pasión.
Tembloroso te despojaré de tu ropa,
mientras tú desvistes mi cuerpo
susurrándome con tu boca
tiernas palabras de ensueño.
Lo que tantas veces anhelé
al fin tendré junto a mí:
el más precioso y dulce ser
que en la tierra pueda existir.
Al natural contemplaré tu perfecta desnudez,
esa con la que ya me deleitaste
en nuestros ratos de placer,
antes de que, ahora sí, nos podamos tener.
Con tu hechizante mirada
recorrerás toda mi anatomía.
de arriba abajo, embelesada,
verás al David que por ti moriría.
Mis dedos surcarán tu cabello,
rojizo, sedoso, sensualmente cepillado,
sintiendo la suavidad de tu pelo
en cada pasada de mi mano.
Me acariciarás mi rostro, iluminado
por recibir en sus mejillas
cada roce tan encadenado
de tus yemas encendidas.
Se fundirán nuestros labios
en una eterna unión,
ardientes, húmedos, carnosos,
con una inquebrantable devoción.
Mi boca buscará tus senos,
de excitante redondez,
mientras libero un “te quiero”
que te hará estremecer.
Con tus brazos rodearás mi cuello
permitiéndome fácilmente hacer
que tus oscuros pezones
se endurezcan de placer.
Tus manos navegarán por mi espalda
trazando círculos sin cesar
y yo, buscando tu mirada,
que me dé permiso para entrar.
En medio de un latido intenso
de mi enamorado corazón,
penetraré tu jugoso sexo
con placentera sensación.
Suave, despacio, lento,
sentirás en tu interior
los movimientos de mi miembro
en un controlado fragor.
Mientras dúlcemente hacemos el amor,
volverán a unirse nuestros labios
en un incendio de calor
apretados los tuyos con los míos.
Y tras gozar largamente,
acaramelados tú y yo,
en nuestro cuerpo, en nuestra mente,
se producirá la explosión.
Sentirás cómo mi néctar
fluye por todos tus recovecos.
Te notaré en seguida vibrar
y te regalaré todos mis besos.
Para ti, Patty, mi niña, mi vida, mi estrella. Gracias por los seis mejores meses de toda mi vida. Te amo, mi cielo.
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Un día de diversión en clase
Hola! Antes de empezar, quiero presentarme. Me llamo Raquel y este es mi primer relato, la verdad es que no sé como va a salir esto y si os va a gustar o no ( espero que sí ). Además, espero que seais comprensivos conmigo y me dejeis algún comentario con vustras opiniones para que así pueda mejorar. Os dejo mi correo, estoy abierta a sugerencias para más relatos: onmyveins1@gmail.com.
PD: Gracias por pasaros a leerlo.
Esta mañana, he decidido ponerme las bolas que me han regalado por mi cumpleaños, no porque sea una enferma del sexo, no, simplemente por curiosidad. Las he quitado de la caja con cuidado, eran dos pequeñas bolas verdes, de mi color favorito, mis amigas habían elegido bien. Una vez fuera, me he hecho dedos mientras pensaba en como tú me la metías bien hasta el fondo, primero un dedo, lento, rápido, lento, luego otro dedo, rápido. Cuando creí que ya estaba bien mojada, cogí la primera bola y la metí dentro de mí, fue una sensación muy rara, estaba fría, pero al mismo tiempo me ponía mucho. Luego metí la segunda y última bola, y otra vez esa sensación de frío que me ponía tanto.
¿Eran las 7:30 de la mañana y ya estaba así de caliente? ¿Cómo se suponía que iba a aguantar toda la mañana?
Lo siguiente fue ponerme el uniforme del instituto. Lo primero, mis braguitas blancas de algodón, luego, un sujetador blanco a juego. A continuación, me puse la blusa blanca, después la falda negra que me quedaba a la altura de las rodillas, las medias negras que también me quedaban más o menos por las rodillas y la chaqueta a juego con la falda. Sí, la verdad es que no se lucieron mucho con el uniforme.
Al principio era un poco incómodo tenerlas dentro, pero luego no hacía más que excitarme. Terminé de prepararme y salí de casa. ¿Cómo se suponía que iba a andar por la calle con eso haciéndome sentir tan mojada? ¿Cómo iba a ver al resto de las personas a la cara?
Al entrar en el bus, un chico se quedó mirándome un buen rato. ¿Me había descubierto? Eso solo hizo que me pusiese más y más roja, así que solo miraba por la ventana. En el reflejo se podía ver mi cara, tenía los mofletes bastante rojos, claro, ¡es que solo se me podía haber ocurrido a mí! ¡Estaba muy excitada!
Al llegar al instituto, fui corriendo al baño, quedaban 7 minutos, ¿para tocarme un poquito daba no? Me encerré y quité una de las bolas, bufff era una sensación tan nueva que ni podía describirla… Placer, todo placer.
Me quité la otra y empecé a tocarme, un dedo, rápido, luego dos, lento, rápido, lento y otro dedo más… Solo podía pensar en cómo tú me besabas en el cuello, en como bajabas hacia mis tetas, en como después de chuparme los pezones bajabas por mi barriga, luego te metías dentro de mí y yo solo quería más y más… Una sensación familiar comenzó a aparecer… ¿Iba a tener un orgasmo en el baño del instituto? La puerta del baño se abrió, alguien estaba a pocos metros de mí y yo… ¡Yo iba a tener un orgasmo! Pero no podía parar, quería más, quería terminar, necesitaba terminar, así que seguí tocándome hasta que me corrí, aunque gemí intentando hacer muy poco ruido para qué esa persona no se enterase.
Sonó el timbre y volví a meter las bolas dentro de mí, me limpié y salí para ir a clase.
Una vez allí, me senté en el pupitre esperando que nadie viniese a hablar conmigo, pero me equivoqué. Una de mis amigas vino a contarme uno de los últimos cotilleos sobre uno de los chicos de clase y claro, yo no prestaba demasiada atención, solo podía pensar en lo que tenía dentro de mí y tanto me excitaba. Tuve suerte y el profesor llegó al poco rato y mi amiga se fue. Las horas parecían que no pasaban allí dentro, todavía quedaba 1 hora y yo apenas podía aguantar, quería que alguien me tocase, me quitase las bolas una a una y que me penetrase duro, muy duro. No podía seguir pensando en eso o me iba a correr allí mismo. ¿Qué estaba haciendo? Cada tic tac del reloj era un sufrimiento, no podía ni ver al profesor a la cara. Dios, no podía aguantar, solo podía pensar en tenerte encima y en cómo iba a gemir con cada embestida. El profesor se acercó a mi mesa y me preguntó si me encontraba bien, a lo que yo le contesté que no se preocupase y que me encontraba perfectamente. Mierda, estaba cerca, muy cerca, podía sentirlo, y las bolas, al mover un poco las piernas, se habían movido y… Me acabé corriendo allí mismo, gemí, intentando que los demás no lo escuchasen. No, no podía creerlo, ¿acababa de correrme en clase delante de todos de verdad? Había sido tan bueno, tan placentero… Y al mismo tiempo me sentía avergonzada, sentía como que aquello no era muy correcto pero… Sentir esa adrenalina, esa posibilidad de ser pillada, ese morbo… El timbre sonó y eso fue mi salvación. Todos salían corriendo de clase, se notaba que era viernes. Yo no dejaba de pensar en lo que acababa de hacer hasta que mi mente se acordó de una cosa…Tú me estabas esperando fuera. Recogí mis cosas y bajé, deseando, más que nunca, volver a tenerte dentro de mí para apagar mi deseo que volvía a aparecer.
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Luna Prohibida
La noche en que nos encontramos en aquel lugar prohibido, estaba iluminado con la luz de la luna que se infiltraba a través de las cortinas blancas de tela delgada…
Era una habitación grande con una hermosa cama cubierta con un edredón negro de satín la cual invitaba a tener una noche llena de pasión.
Predominaba un aroma a flores y canela…
Tus ojos eran 2 navajas ardientes de deseo de quitarme la ropa, sin embargo te contenías… Mientras Yo comenzaba a sentir un largo palpitar que recorría cada rincón de mi cuerpo estremeciendome..
Serviste 2copas de vino tinto, ese sonido tan genuino y ese aroma tan peculiar que tiene ese vino que lleva implícito una ola de ardientes fantasías, un beso con los labios mojados de tinto es un alucinógeno para querer absorber tu aliento hasta hacerlo parte de mi…
Comenzamos a besarnos sin dirigirnos la palabra, no hacía falta explicar, no hacia falta decir nada, nuestros cuerpos, nuestras miradas hablaban por nosotros…
El ambiente se torno caluroso mientras tu ibas bajando tus manos lentamente sobre mi espalda debajo de mi blusa, esa delicada forma tan seductora que tienes de acariciarme…me envuelve en un cúmulo de sensaciones liberando esa energía contenida mis manos se fueron deslizando hasta tu entrepierna, sé lo que hay ahí… Un volcán pidiéndome a gritos que lo acaricie, sin embargo no lo hago, te dejo con esas ganas de sentir mis manos sobre tu pene..
Me acaricias mis senos sin saber lo que ocasionas en mi, te grito con mis pensamientos que te deseo… Me callo y beso tu oreja la humedezco con mi lengua hasta morder delicadamente el final te la chupo y tu gimes imaginando que chupo otra parte de ti.
Somos tan ardientes…. Me transformas deseo q toques mi interior con tus dedos húmedos por mi boca, sin pedírtelo has has escuchado mis ganas, esa sensación esa manera de tocarme genera mas lubricación estoy aun mas húmeda esperándote…. Acomodas la silla de tal forma que quedo lista para ti… Solo me acomodo no dejando que metas tus manos, Yo desabrocho tu pantalón con dificultad bajo el cierre y meto mi mano ahí… Se siente que estas excitado, eso me prende mas… Comienzo a acariciar tu pene de arriba a abajo tu te quedas quieto… No te imaginas que Yo me agache y lo meta a mi boca…oh! He creado un momento tan erótico, me gusta ver como lo disfrutas, lo chupo haciendo pequeños círculos con mi lengua alrededor, me agarras mi cabello acaricias mi cabeza mientras lo disfrutas una y otra vez lo meto hasta al fondo de mi boca imaginando como lo meterás en mi interior… Es tan excitante, lo quiero dentro de mi Ya! Eso son mis gritos de desesperación….por un momento paro y me besas tan profundamente que no quiero dejar tu respiración…
Me has quitado la blusa y estoy en topless… Recorres cada parte de mi con tus caricias con tus besos húmedos… Yo te propongo levantarme de la silla y quedar parada recargada sobre el sillón para darte permiso de tocarme… Te quedas quieto mientras admiras mi torso delgado mi cintura y caderas delante de ti… Tu estás detrás de mi desabrochando mis jeans, los bajas delicadamente con cierto temor a que me pueda caer, sin embargo no impide q los bajes y acerques tu cuerpo sobre el mío, metes tus manos por debajo de mi boxer viendo como me humedezco cada vez mas, es inevitable… Sorprendentemente metes tus dedos haciendo círculos en mi clítoris… Wow!… Estoy tan acelerada, tan deseosa de mas… Bajas mis boxers y Buscas la manera de agacharte para besarme ahí, con tu lengua juegas en mi interior y yo me mareo de tu sed por saborearme… Eres tan seductor tan sexual… Quiero ser tuya…
Con el vino derramas un poco sobre mi espalda y absorbes me vuelvo un manjar para ti, comeme! no dejes de probar una sola parte de mi cuerpo de mi ser…
Te pido que te acuestes sin tocarme, te doy pequeñas mordidas en tus pezones los chupo y no puedes tocarme, estamos jugando un juego ciego nosé a donde vamos a llegar… No resistes mas y me acuestas en la cama, me pones boca arriba, ha llegado el momento de introducir tu pene en mi vagina…,me quedo quieta y gimo! Oh Dios….. Lo metes poco a poco, disfrutas saber que gimo de placer…me comienzo a mover y me sostienes no me dejas mover!… Es tan ardiente el sentirte encima de mi… Subes mis piernas para poder meterlo mas, acomodame para ti!!…me chupas mis pezones los jalas un poco, me estremezco es un dolor tan placentero q grito… Ya no puedo mas! Es una ola de adrenalina que voy a estallar… Me volteas quedando de lado me envuelves con tus piernas y brazos, soy tu presa y he caído en tu trampa sexual…. Acomodas tu pene y una vez mas lo metes mas profundo moviendote rápidamente tus manos mueven mis caderas al compás de las tuyas es un momento mágico, se escucha como respiramos tan intenso que nadie puede separarnos de esa conexión, escucho decirme te deseo, te penetro tan fuerte como mi ardiente locura sobre ti… Estoy al borde del clímax tu también no te quieres salir de mi… Gemidos acompañan un orgasmo y una eyaculación sincronizada tan fuerte que no podemos pararnos… Es tan sexual ese instante…. Hemos quedado abrazados y en silencio, mientras vuelve la razón y el pensamiento con un beso tierno terminamos ese ardiente encuentro….
Que noche de luna prohibida hemos vivido…
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Verdades y mentiras sobre el orgasmo femenino
Saliéndome un poco de la temática de relatos que suelo presentar en esta Web, he decidido subir esta entrada, se trata de un texto educativo que pretende despejar algunas incógnitas y derribar ciertos mitos sobre el orgasmo femenino.
No soy, ni pretendo ser una experta cualificada, la información que comparto con ustedes procede de pesquisas, preguntas a médicos y mi propia experiencia con el mejor maestro que jamás pude soñar. Si alguien tiene alguna duda o inquietud, le aliento encarecidamente que consulte con un/una profesional de la salud. Una buena sesión de preguntas con el sexólogo puede abrir nuevos horizontes.
Mito 1
“Las mujeres no pueden sentir un orgasmo. Su único placer radica en la penetración”
Falso. El clítoris es nuestro disparador de la sensibilidad; podemos ser estimuladas vía clitoriana sin penetración y experimentar el clímax. La penetración es solo una parte del enorme repertorio de posibilidades de que disponemos para gozarlo.
Mito 2
“Si no hay un orgasmo, no te quedas embarazada”
No es verdad. Lamentablemente muchas mujeres tienen una vida sexual solamente encaminada a la procreación, desconocen su cuerpo y las posibilidades sensoriales que este puede proporcionarles. No experimentan orgasmos y sin embargo tienen hijos. ¿No es triste pasar por el dolor de un parto sin conservar el recuerdo del placer de haber engendrado a la descendencia?
Mito 3
“La penetración es suficiente para alcanzar el orgasmo”
Falso. Si bien cuando somos penetradas la zona clitoriana puede ser estimulada por la presión y el roce, nuestra libido empieza a “calentar motores” en el cerebro. Si el ambiente es adecuado y somos debidamente estimuladas, el placer recorre nuestros sentidos y es necesario que toda la zona pélvica, clítoris incluido, se estimule. Si cuidamos de todos los aspectos, las sendas neuroquímicas no se interrumpen y podremos disfrutar. En este juego sensual cada una pone subconscientemente las normas a seguir; unas nos excitamos con fantasías, otras encuentran estimulante la buena cena, una copa de vino, el baile, la actitud galante de su pareja, etc. Recordemos que cada mujer es un mundo aparte.
Mito 4
“Hay mujeres que no pueden y nunca podrán sentir un orgasmo”
Esto es incorrecto. Las razones físicas para la anorgasmia son los trastornos vasculares, musculares o las alteraciones en el sistema nervioso central. Aún así, no todas las que padecen estos problemas se ven privadas del orgasmo. Generalmente la falta de orgasmos es proporcional a la falta de información. Si una mujer desconoce cómo funciona su cuerpo o cómo reacciona a los diversos estímulos, no sabrá hacer que este responda adecuadamente. Parte de este problema también es cultural. Durante siglos vivimos reprimidas, se nos dijo que el placer sexual era sólo por y para disfrute de los hombres y que una mujer que gozaba de un orgasmo era, sin duda, una “ramera pecadora”. Si queremos realmente una equidad de género, debemos afrontar la autoexploración para conocer lo que la naturaleza nos ha dado. No podemos seguir con esta “castración psicológica” o sintiéndonos la parte pasiva en la relación (¡Por favor, olvidemos eso del “sexo débil”!). Tomemos en cuenta que esos mismos que condenaban el placer femenino eran los mismos “prefascistas” que quemaban vivos a los judíos, a los soñadores como Giordano Bruno y aseguraban que La Tierra es plana.
Si alguna lectora padece la ausencia de orgasmos en sus relaciones, le recomiendo que acuda con un profesional de la salud debidamente acreditado.
Mito 5
“El verdadero orgasmo es cuando expulsamos un líquido, lo que se conoce como eyaculación femenina”
No es cierto. Algunas podemos expulsar ciertos fluidos durante el orgasmo y otras no pueden, pero la lubricación femenina sucede durante la fase de excitación. A veces podemos “mojarnos” sin haber sido tocadas, con solo fantasear o sentir un leve roce. La llamada eyaculación femenina es algo que puede o no suceder y no viene relacionado con la calidad o intensidad del orgasmo. Si no llega, no pasa nada, mientras el sexo sea satisfactorio; tampoco debe ser una meta a buscar en cada encuentro sexual.
Me gustaría que dejáramos de buscar paralelismos entre la sexualidad masculina y la femenina. Somos iguales, valemos lo mismo, a veces coincidimos en muchos aspectos, pero estamos diseñados de maneras distintas y nuestros organismos funcionan diferente.
Mito 6
“Los orgasmos decrecen en intensidad o frecuencia con la edad”
Esto es tan falso que me causaría risa si no fuera tan triste que muchas mujeres lo creen a pie juntillas. Las mujeres de edad avanzada que durante toda su vida sexual tuvieron orgasmos siguen sintiéndolos con la misma intensidad. Son muchos los factores que nos producen excitación, la mayoría de los cuales pueden conservarse a los sesenta tal y como se tenían a los veinte. A mis treinta y un años, con un recorrido sexual y de la mano de un amante extraordinario he alcanzado orgasmos superiores en calidad y cantidad a los que experimentaba a mis dieciocho.
En resumen, no se trata de la edad, aquí influye el estado emocional y de salud. Si nos sentimos amadas, respetadas, valoradas y sabemos que se nos considera, lo disfrutaremos mucho. ¡Jamás dejaremos de ser mujeres!
Mito 7
“El orgasmo es mejor cuando ambos lo alcanzamos simultáneamente”
Mentira. Estamos hablando de tener relaciones sexuales, no de bailar “El Lago De Los Cisnes” sincronizadamente. Los hombres tienen sus estímulos y sensaciones, nosotras tenemos los nuestros. Cada quien tiene su propio ritmo, y esto de llegar al mismo tiempo no debe preocuparnos, aunque ¡Ojo!, es frustrante para una mujer que su pareja eyacule y pierda la erección sin que ella haya llegado a su primer orgasmo. Esto hay que hablarlo en pareja, porque lamentablemente hay hombres que sólo buscan su propio placer y nos pueden hacer sentir utilizadas. Habrá que aclararle al hombre que existe una enorme diferencia entre tener relaciones sexuales y masturbarse con una vagina. Por otro lado, existen hombres experimentados que pueden retener su eyaculación y dispararla casi a voluntad, esperando el momento en que la mujer llegue a la cumbre de su mayor orgasmo. Esta es una cuestión diferente, porque sería él, y no nosotras, quien se encargue de la simultaneidad.
Mito 8
“El hombre debe saber cómo proporcionarle el orgasmo a la mujer”
Esto es inexacto. Como mujeres deseosas de ejercer una sexualidad plena, tenemos el deber para con nosotras mismas de conocernos y aprender de nuestros cuerpos. Cada quien es responsable de su propio placer y no debe esperar a que su pareja adivine lo que necesita. Es esencial comunicar lo que queremos y sentimos. Por otra parte, el hombre también debe conocer el cuerpo femenino; no hay peor amante que el que no sabe localizar un clítoris o ni siquiera sabe que tal cosa existe, pero de esto a cargar al hombre con la responsabilidad de nuestro placer hay mucha diferencia.
Si te compras un celular nuevo o una pantalla de plasma, estudias el instructivo, pruebas sus funciones, características y posibilidades. ¿Por qué no hacer lo mismo con tu propio cuerpo?
Mito 9
“La cantidad de orgasmos en una mujer normal es limitada”
No es cierto. Los elementos que nos llevan de la excitación al clímax son tantos que la ciencia aún no ha podido precisarlos todos y enumerarlos, pero sabemos que el orgasmo es una reacción física unida a estímulos psíquicos. Mientras nos sintamos motivadas, podemos sentirlos las veces que sea necesario. Trataré este tema más extensamente en otro punto de esta entrada.
Mito 10
“Sin orgasmo, la mujer no disfruta del sexo”
Falso. Gozamos de las palabras, las fantasías, la contemplación, el compañerismo, las atenciones y todo lo relacionado con el cortejo. En una mujer sana y libre de las ataduras psíquicas que bloquean el disfrute, una cosa puede llevar a la otra; quizá cierto hombre no sea el mejor amante del mundo, pero si sabe llevar una relación afectuosa, creativa y atenta, nosotras podemos disfrutar del sexo con él. Reitero, cada quien es responsable de su propio placer.
Mito 11
“Son muy escasas las mujeres multiorgásmicas”
Esto es totalmente falso. Casi todas tenemos la capacidad muscular y nervovascular necesaria para experimentar varias ráfagas de orgasmos múltiples en una sola sesión de sexo. El sentir orgasmos múltiples depende del conocimiento que tenemos de nuestros cuerpos, la formación y la manera en que influyen en nosotras la educación y los tabúes del entorno. Cuando verdaderamente comprendamos que tenemos pleno derecho a disfrutar de una buena ráfaga de orgasmos, comenzaremos a sentirlos. La naturaleza nos dotó del equipo necesario para vivir esta maravillosa experiencia, NADIE tiene derecho a juzgarnos por sentirla.
Mito 12
“Si la mujer no tiene un orgasmo, debe fingir para proteger el ego masculino”
¡Jamás en la vida!
Si no hay orgasmos, los dos deben hablar para ponerse de acuerdo en mejorar la relación. Ellos deben entender que no somos máquinas que trabajan al introducirles un pene. Los dos miembros de la pareja deben estar de acuerdo en las metas que se fijen en la relación, tal vez algo esté fallando en el cortejo, la excitación o la técnica amatoria. Por ningún motivo debemos “proteger” el ego de nadie a costa de nuestro gozo. Si el problema persiste, es recomendable buscar ayuda profesional.
Esta entrada fue escrita por y para las mujeres, pero dedicada con amor a Elykner Drorheck, el mejor hombre y más extraordinario amante que he conocido en mi vida. Gracias a él he aprendido y asumido toda esta información y muchísimas cosas más.
Natjaz Vasidra
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Nadie espera a la Inquisición española
La estación brillaba reflejando la tenue luz del cielo sobre los charcos que la cubrían. Cargando mi pesada mochila e incómoda maleta, salí a los andenes para tomar el tren que me alejaba del mundo de los sueños y me devolvía al mundo real, al día-a-día de la rutina, alejado de la familia y los amigos de siempre. Pero claro, ese era el precio de conseguir curro en lo mío tal y como estaba la situación económica en el país.
Mientras cruzaba la puerta de salida del vestíbulo reflexionaba sobre lo mucho que me gustaba la lluvia, tan habitual en mi ciudad natal y tan poco frecuente en mi hogar actual. Fue entonces cuando la vi: estaba de pie ante quienes debían ser su madre y su abuela, meras sombras ante mi percepción adosada a ella como si la hubieran pegado con cola. Había algo que me imantaba a ella, y no pude evitar colocarme a su lado en el andén.
Ahí aproveché para verla bien, como si quisiera grabar su imagen a fuego en mi mente, confirmando así la buena sensación que transmitía. Su pelo era castaño claro, de ese tono que muchos consideran rubio pero que yo siempre califico como moreno. Bajo él, sus ojos grandes y almendrados brillaban con alegría pese a la inminente despedida. Y, tras ellos en el descenso, pasada una nariz elegante aunque algo grande, estaban unos labios carnosos que sonreían mientras contaba alguna historia que la música de mis auriculares me impedía escuchar; supongo que fue casualidad, al fin y al cabo mi lista de reproducción no es muy grande, pero justo en ese momento comenzó a sonar el Somebody to Love de Queen.
Es cierto que el abrigo para la lluvia me impedía apreciar su torso, pero bajo sus dobladillos se observaba que las numerosas y pronunciadas cuestas de mi ciudad le habían esculpido un culo erguido, redondo y duro, perfectamente reconocible en los cantosos pantalones ajustados con camuflaje de colores que llevaba. Sus largas y sólidas piernas, delineadas en los ajustados pantalones, terminaban en unas botas duras, más propias para caminar por el monte que para viajar en tren.
Supongo que se dio cuenta de mi escrutinio, pero no pareció darle importancia. Así que nuestras miradas se cruzaron un par de veces en el silencio de su conversación y los ritmos duros del comienzo de Du Hast. Cuando la lluvia decidió que su descanso había sido suficiente, toda la gente del andén comenzó a cambiar de sitio buscando un sitio donde resguardarse, entre conversaciones ahogadas por el ruido de las gotas en el tejado y el suelo. Yo no necesitaba cambiarme, por suerte, y me sorprendí ligeramente al ver que al final del trajín, ella y sus familiares habían acabado todavía cerca de mi. Lo cierto era que la nueva posición le permitía a ella verme mejor a mi que yo a ella, como si quisiese compensar la ventaja de nuestro primer despliegue. Battery sonaba en mis auriculares así que no podría jurarlo, pero me la jugaría a que ella era la que había escogido esa posición y convencido a sus familiares a acompañarla hasta allí exactamente. O eso me gustaba imaginar.
Con la llegada del tren al andén y los avisos por megafonía que se escuchaban incluso con los cascos, llegó mi decepción. Ella y yo no iríamos en el mismo vagón, sino que el de ella sería el que iba delante del mío, fuera de mi línea de visión. Mis plegarias en un pozo, supongo que eso me pasa por ser ateo. Así que un último vistazo a la rotundidad de sus nalgas mientras ella se inclinaba para besar a su abuela, y al interior del habitáculo que sería todo mi mundo durante las siguientes horas. Desilusionado, me preparé para las largas siete horas que estaban por venir, cogiendo mi libro de estudio/trabajo de la mochila y colocando mis cosas en la mesilla del asiento. Hora de dejar pasar el tiempo.
Una hora y pico después me levanté a por la bebida para acompañar la comida que llevaba en la mochila. Siempre hago así, para que no se me caliente, aunque salga algo caro es un buen modo de romper ligeramente la monotonía aburrida del largo viaje. He de reconocer que, en un primer momento, ni me acordaba de ella, tan centrado estaba en las palabras de Lessig, pero al llegar a su vagón no pude evitar localizarla casi de modo automático. Dormía recostada contra la ventanilla de su asiento, ajena al mundo que la rodeaba. Hice lo mismo al regresar a mi asiento, y simplemente verla esas dos veces hizo que mi imaginación volase… pero poco más. Hora de regresar con El Código pues, y tomar algunas notas útiles para la tesis.
Al cabo de un rato tocaba ir al baño a vaciar la Coca-cola light de la comida. El de mi vagón quedaba más cerca, ciertamente, pero fui al de su vagón sólo para tener excusa y verla de nuevo. Esta vez estaba despierta, y todo el tiempo que permanecimos en nuestra línea de visión no separamos los ojos el uno del otro. Ni sonrisa, ni reconocimiento, sólo ese mar verde que me miraba a través de unas gafas blancas y modernas que se había puesto.
A media tarde se repitió la escena al levantarme a por otra bebida a la cafetería. Casi sentía como si hubiese una conexión entre ambos. Sensación que se acrecentó cuando, un rato después, ella cruzó mi vagón con sus ojos fijos en mi, moviendo cadenciosamente la cadera entre los vaivenes del tren que pasaba por un túnel. No había ninguna razón para que ella cruzase mi vagón, del otro lado sólo había otro vagón y la locomotora de cola, pero lo había hecho de todas formas. Tenía que significar algo. A lo largo de las siguientes horas nos cruzaríamos así unas cuantas veces más, con la esmeralda de sus ojos hablándole al pardo de los míos en el silencio que siempre habían mantenido el uno con el otro.
Pero lo bueno se acaba, supongo, y llegamos a la estación, abarrotada de gente como siempre. El viaje, pese a sus innumerables horas, se me había hecho corto. Y yo decidí que tenía que decirle algo antes de que fuese tarde, y no dejar así toda la historia a manos de lo que podría haber sido. Me armé de valor y me las arreglé como pude para bajar después de ella. Tras esto, bastó acelerar el paso y no matarme tirando de la maleta para ponerme a su altura, parándola con un suave toque en el hombro.
-¿Te apetece cenar algo por aquí?-
Directo, sin ambages, eso fue lo que salió de mis labios, junto con una sonrisa, espero que más segura que nerviosa. Ella me miraba en silencio, incrédula, parada en su sitio.
-Ya se que no viene a cuento de nada, pero nadie se espera a la inquisición española… y tú pareces alguien con quien se puede tener una buena conversación.-
Ella me interrumpió con su risa, y el brillo de sus ojos me hipnotizó.
-¿Te funciona mucho el rollo de citar a los Pyton?-
Y que pillase la broma al vuelo terminó de seducirme.
-No lo sé, es la primera vez que lo uso, así que depende de ti- respondí con una sonrisa.
Nunca dijo que aceptaba, ahora que lo recuerdo, pero unos minutos después entrábamos juntos en la cafetería de enfrente de la estación entre risas. No se lo que cenamos, ni qué tal estuvo, pero si se que de los humoristas británicos pasamos a otros cómicos, luego a series, los libros que las inspiraron (por culpa de Juego de Tronos, cómo no), libros que nos marcaron, discos…
Sólo por el tono de su voz, suave y cálido, podría estarla escuchando durante horas. Y eso que, en general, en gustos no coincidíamos demasiado. Si a mi me gusta la ciencia ficción ella era de novela realista; si se emocionó con el final de Breaking Bad a mi la serie me aburrió y la abandoné al tercer capítulo. Pero, pese a las diferencias, tenía la sensación de que con ella podía hablar de cualquier cosa, todo parecía fluir con naturalidad.
Pero llegó el terror: la hora de pagar. He de aclarar aquí una cosa: soy una persona valiente para todo y muy echado para adelante… menos para las mujeres. Ya sólo invitarla a cenar me había llevado media hora de mentalización previa, y ahora que terminábamos los postres no sabía pode donde seguir. Ni siquiera sabía su nombre, ni ella el mío, ya que realmente nunca nos habíamos presentado.
-Bueno, el postre ha estado genial. Aquí al lado conozco un pub que está muy bien, ¿te apetece una copa?-
Ella lo solucionó por mi, borrando de golpe y plumazo todas las dudas e inseguridades. Intenté invitarla a la cena pero no me dejó, así que entre risas y peleas salimos de nuevo a la fría calle, cargando las maletas camino del calorcito del bar.
Ya con un par de copas en la mano y la temperatura agradable del lugar, nos quitamos los jerseys y pude apreciar el suave final de su clavícula y sus pechos medianos y redondos, que se marcaban ligeramente en la camiseta que llevaba. Ella sonrió pícaramente al verme, y supongo que yo me sonrojé. Y así, lentamente, la conversación se volvió más personal. Hablamos de mi trabajo en el instituto de investigación, de cómo ella terminaba derecho en la Universidad… Como se dice habitualmente, discutimos de lo mundano y lo divino.
-Y qué, ¿qué tal de chicas?- disparó a bocajarro.
Temía esta pregunta como al fuego, ya que ella ahora demostraría estar ocupada y adiós a la fantasía. Friendzoned inmediato.
-Seguro que, si vas seduciendo chicas en las estaciones, debes estar hecho todo un Barney Stinson, ¿no?- continuó con una sonrisa difícil de interpretar.
¿Era bueno o malo ser comparado con ese personaje?
-Lo cierto es que no, he tenido mis momentos, pero llevo un par de meses en dique seco por la tesis- respondí con una risa que disimulase mis nervios ante la respuesta de ella- ¿Y tú?-
-¿De chicas? Bien, aunque hace algún tiempo, ya sabes, la universidad y experimentar las cosas…- respondió entre risas. Pero eran risas forzadas, algo en ella se había oscurecido levemente, como si hubiese desaparecido una fracción del brillo de sus ojos.
-No, chicas no, quería decir chicos…- respondí con una risa, tratando de quitarle hierro al asunto.
-Dejémoslo en que no bien últimamente… aunque mejor hablar de algo más animado.-
Había golpeado en un sitio que dolía, y el tono de su respuesta dejaba claro que era una herida profunda y reciente. Sin embargo, no me atreví a indagar más, ya me lo contaría ella cuando quisiese. Fue entonces que me di cuenta de que había puesto mi mano sobre la de ella para reconfortarla, pero que eso se podía malinterpretar fácilmente. Ahora sería el típico aprovechado de las debilidades de los demás, o algo así.
Sin embargo, ella no la retiró mientras cambiaba de tema, y el suave calor de su piel permaneció en el interior de mi mano a partir de entonces.
De nuevo, el tiempo corría en nuestra contra, se hacía tarde. Las luces del local aumentaron para señalar que era hora de cerrar, y al día siguiente había que regresar a las clases, al trabajo, y a todas las cosas aburridas de la vida real, fuera del reducto del Sueño. Hora de sacar valor de cualquier sitio.
-Bueno, se hace tarde- dije yo, al hacerse innegable la realidad del despertar-, ¿te apetecería quedar este finde para tomar algo, dar una vuelta, o lo que sea?-
Mi corazón latía a mil por hora.
-No, la verdad es que no.-
Su respuesta lo paró de golpe. ¿Cómo? ¿Pero…? Esto… ¿no?
-Preferiría desayunar contigo mañana…-
Las implicaciones de sus palabras tardaron un segundo en abrirse paso en mi mente y desbocar el latido de mi corazón paralizado.
-Dicen que preparo unas tortitas geniales, y vivo aquí al lado…-
Oir esas palabras e inclinarme sobre la mesa para besarla fue todo uno. Para el segundo latido ya tenía su lengua y la mía jugando juntas, reconociéndose entre caricias inseguras. Para el tercero la abrazaba con fuerza, como si no quisiese dejarla ir jamás. Y para el cuarto las inseguridades habían desparecido y nuestros labios se abrazaban como si no hubiera ninguna otra cosa en el mundo. ¡Y que bien besaba! Intensa, sensual, acariciando y mordiendo en rápida sucesión, jugando, reteniendo y entregando.
Pero el momento mágico fue roto cuando el encargado nos dio un grito para que nos fuésemos, al ver que estaba claro que lo de las luces no le iba a funcionar. Entre risas, y algún pico fugaz, nos fuimos volviendo a poner los jerseys, luego los abrigos de lluvia, cargando las mochilas y colocando de nuevo las maletas sobre sus ruedecillas. Incluso con todas las capas de ropa, el frío y la distancia impuesta por las maletas, nuestras miradas se seguían acariciando, prometiéndose una a la otra para toda la noche.
Por suerte, su piso realmente estaba cerca, y la espera no llevó demasiado antes de que las miradas pudiesen dejar paso de nuevo a las manos. Supongo que el piso estaría helado después de unas navidades cerrado, pero yo ni lo noté de tanta temperatura que tenía por mi mismo. Mis manos estaban ocupadas en abrazarla contra mi ya desde la entrada, pese a que pareciese más el abrazo de unas nubes que de personas por culpa de los abrigos. Y al cruzar la puerta del 3ºB, pronto las capas de ropa comenzaron a volatilizarse ante las manipulaciones de nuestras manos aceleradas. Las maletas y mochilas quedaron olvidadas en el recibidor, su abrigo sobre una mesilla a la entrada y el mío en el suelo del otro lado del pasillo. Los jerseys marcaron nuestro avance lento y apasionado a lo largo del corredor, entre besos y caricias desatados. La entrada de su dormitorio quedó ocupada por nuestras camisas, y para cuando caímos en su cama ya sólo llevábamos puestos los pantalones.
Mis labios, a lo largo de todo ese camino, lloraban cada vez que debían separarse de los de ella. Mis manos reconocían cada centímetro de su piel ardiente como si fuesen valles ignotos que hubiese que mapear palmo a palmo. Sus pechos estaban duros, firmes, y sus pezones podrían cortar el cristal. Los acaricié con cuidado, en círculos, notando como los primeros gemidos quedos escapaban de su garganta. Y, lentamente, fui abriendo el botón de su pantalón y deslizando el estampado de colores hacia abajo, lejos de donde hiciese daño a la vista. Aprovechando que ella había alzado el culo para poder sacárselo, le bajé también las bragas y me lancé a explorar el valle inferior con los labios.
Lamí, besé y acaricié desde donde acababan los finos pelos hasta la punta de sus pies. Cubrí sus piernas eternas de carreteras de saliva allá por donde mi lengua había viajado, y me adentré en su gruta con las manos. Un dedo primero, luego dos. Con firmeza, aunque suavemente al principio, comencé a acariciar el lado interno de la vagina, esa zona ligeramente rugosa que tanto placer proporciona. Y, del otro lado de la pared, mi lengua jugaba suavemente con sus labios, con su clítoris, arrancándole gemidos que lentamente iban ganando en intensidad al mismo tiempo que lo hacían mis manos. La fuerza fue creciendo al mismo tiempo que mi boca se inundaba del creciente sabor de sus propios jugos, a medida que ambos nos apresurábamos de camino hacia su primer orgasmo.
Se corrió entre mis manos, entre pequeños gritos y un arquear de su espalda que pensé que la partiría en dos. Y, tras la liberación, risas de nuevo. Pero yo no pensaba darle tregua, así que lentamente fui trepando sobre su cuerpo, lamiendo la suavidad de su vientre plano, hasta detenerme a morder sus pezones duros. Dejé que se recuperase mientras disfrutaba del calor de su piel, del latir de su corazón a través de mis labios, del alzarse de su pecho con el ritmo desbocado de su respiración. Y, finalmente, comencé a ascender por la cumbre de su cuello, camino de morder sus labios enrojecidos por la sangre.
-Quieto, vaquero, ahora me toca a mi.-
Con una sonrisa depredadora, se escurrió de debajo mía y se alzó a los pies de la cama, como una diosa que juzgase a los hombres de la tierra, inalcanzable y perfecta. Y, rompiendo el hechizo, se puso a gatear sobre la colcha hasta llegar a mi posición, donde desabrochó mis pantalones con una sonrisa que prometía el infierno a cualquiera que cayese en la tentación. ¡Menos mal que yo no creo en esas cosas! Así que me pude permitir ceder al pecado, sin dudar.
Tal como yo había hecho antes, ella me retiró el pantalón y los calzonzillos. Pero, a diferencia de mi que fui directo al tema, ella se dedicó a juguetear y a impacientarme, prometiendo lo que iba a llegar pero nunca poniéndose a ello. Acarició mis piernas con sus uñas largas, dejó que su pelo me acariciase hasta enervarme, y cuando estaba a punto de matarla, le dio un lametón a mi pene. Agarró mi falo con firmeza, y pronto a ese primer contacto le siguió otro, y un tercero. Hasta que, con una sonrisa depredadora, dejó que mi prepucio comenzase a explorar su boca. Sus labios se cerraron con suavidad detrás de él, y a partir de ahí todo fue calor y humedad. Bueno, eso y un placer indescriptible, a medida que su cabeza se hundía más y más en mi entrepierna y sus ojos se clavaban más y más en los míos. Cuando retiró la cabeza pensé que perdería el conocimiento, pero sólo era el principio de la sucesión de lametones, besos, pellizcos y succiones que iba a ser el paraíso. Todo mi cuerpo entraba en tensión cuando ella se la enterraba hasta el fondo, y sólo podía respirar de nuevo cuando descansaba, acariciando mis huevos.
Y justo cuando estaba en lo mejor, se detuvo.
-Tranqui, quieto, ¡que queda el plato principal!-
Con una sonrisa, se fue incorporando y cuando me besó me olvidé de que me había quedado sin correrme. Su lengua jugueteaba con la mía, sus besos me acariciaban, y ni me importaba que su boca supiese a mi polla, como suponía que la mía debía saber a su coño. Sólo importaba ella, y mis manos comenzaron a deslizarse por su espalda hasta afianzarse en su culo. ¡Benditas cuestas de la ciudad, que duro! Agarrándola con fuerza de sus posaderas, la fui acomodando encima mía, hasta que nuestros sexos se besaron.
Y, a partir de ahí, todo fue adentrarse en la oscuridad del placer. Nuestras pelvis aprendieron a bailar juntas, la una al encuentro de la otra, mientras nuestros cuerpos ganaban ritmo de tango. Mis manos recorrieron la suave curvatura de su espalda mientras ella me acariciaba, y ambos nos perdimos en el cuello del otro. Dentro, fuera, dentro, fuera, la danza más primitiva y la más perfecta.
Rodamos sobre la cama hasta que acabé tumbado sobre ella, y continuamos con idéntico desenfreno mientras nos comíamos la boca como si no hubiera futuro, como si sólo existiese el presente. Rodamos de nuevo mientras desbocados avanzábamos hacia el orgasmo y finalmente ella se corrió sobre mi, arqueando de nuevo su espalda como si fuese un arco en tensión; y yo, poco después, me corrí dentro de ella.
Fue un instante perfecto, y luego llegó el miedo.
-Tranquilo, tonto, que tomo la píldora.-
Con una sonrisa, su espalda se destensó y se reclinó sobre mi, buscando con sus labios los míos. Fueron besos distintos, de reconocimiento, de agradecimiento mutuo, de encuentro. Suaves, pausados, satisfechos. Se tumbó a mi lado y, en silencio, se acomodó sobre mi hombro.
Y así, como si nada, se quedó dormida.
Así que aquí estoy, tumbado en su cama, con ella respirando suavemente en mi pecho. No puedo dejar de pensar que jamás hubiera creído a alguien que me contase que esto es lo que iba a pasar hace tan sólo unas horas, cuando esperaba al taxi para ir a la estación, cuando lo único que esperaba por delante eran siete largas horas de viaje y trabajo.
Always look on the bright side of life… supongo.
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Demasiado cobarde para ser feliz
Quién decide qué es el amor. Cómo se mide un sentimiento. Algunos dicen que se sabe porque se entienden las canciones, otros por las mariposas en el estómago, otros tartamudean, pero no creo que haya una medida para decir si, ahora estoy enamorada.
Yo sé que amé a una mujer, no sé qué medida utilice, pero sé que la amé sobre todo lo demás.
Una mujer maravillosa, inteligente, divertida, con sentido del humor, generosa, cariñosa, simpática, con genio, carismática, paciente, la más bella, perfecta en todo su ser.
Sé que la amé y sé que la amo.
Pero, cómo se demuestra amor a alguien que no tienes. A veces la gente no sabe demostrar sus sentimientos, quizá por miedo, quizá por vergüenza, quizá por inseguridad, pero todo se traduce en lo mismo, cobardía.
Y eso fue, me dio miedo ser feliz, no me atreví, dejé escapar a la mejor de todas las mujeres por cobardía, no me atreví a luchar por ella. Ella era todo lo que necesitaba para ser feliz, y la dejé escapar, peor aún, la eché de mi vida. No me la jugué por ella, la decepcioné mil veces, y mil y una oportunidades me dio, dejé que mis miedos pesaran más que todo el amor que puede caber dentro de mí. Ella me llenaba, me alegraba, me rompía y me recomponía en cuestión de segundos, me hacía volar, con ella todo era posible, podía ser lo que quisiera, nada podía salir mal si estaba cerca, y yo no me atreví a quedarme a su lado. Pasaron años sin ella, años grises, sin risas, sin motivos para querer seguir, pero la volví a encontrar y todo volvió a cobrar sentido, me prometí que esta vez lucharía por ella, por su amor, que esta vez me atrevería a quererla como ella merecía, con todo lo que soy, y le volví a fallar. Me volví a acobardar, dejé que los miedos del pasado no me permitieran demostrarle cuánto la quería, dejé que todo por lo que pasamos, todos los malos momentos se volvieran a agolpar en mi cabeza, paralizándome, impidiéndome luchar por su amor, permitiendo que todo se volviera a fastidiar, permitiéndome perder el más puro amor que jamás sentí, el de quien lo daba todo y solo me pedía que por favor no la tratara mal. No sé si después de todo lo que ha pasado creerá que alguna vez la amé, yo no lo haría, ella merece lo mejor, se merece el universo envuelto y posado sobre una bandeja de oro, y sé que yo no lo soy.
Escribo estas líneas a modo de desahogo, pero con la esperanza de que ella las lea, que por un segundo se crea que de verdad la amé con todo mí ser, pero que nunca lo supe demostrar.
Y si es así, si por casualidad lo lee, le diré que es el mejor regalo que me pudo dar la vida, haber podido disfrutar de su compañía, de su risa, haber provocado yo esa risa, es algo que no tiene precio.
Sé que ame a la mejor de las mujeres, que su recuerdo me acompañara siempre, que si alguna vez vuelvo a sonreír , será porque estaré pensando en ella, hasta mi último día, y cuando ese día llegue, querré un epitafio que rece: Demasiado cobarde para ser feliz.
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Euterpe y tauro
EUTERPE, EN LA MITOLOGÍA GRIEGA, ERA LA MUSA DE LA MÚSICA Y EL CANTO. TAURO, DEL GRIGO “TAURÓS”, TORO, MITOLÓGICAMENTE ERA UN SEMIDIOS, ENCARNACIÓN DE LA FUERZA, LA FERTILIDAD, EL MASCULINO DESSEO SEXUAL Y LA AGRESIVIDAD DENTRO DE LA NOBLEZA; ESTO ES, EL VALOR MASCULINO UNIDO A LA TEMPLANZA, LA CABALLEROSIDAD. TAMBIÉN ERA REPRESENTACIÓN DE LA RIQUEZA EN EL “CUERNO DE LA ABUNDANCIA”.
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Llegar a ser figura del toreo es casi un milagro; pero al que lo logra, un toro podrá quitarle la vida…pero nada ni nadie podrá ya nunca quitarle LA GLORIA (Miguel Hernández, poeta, en la obra “Los Toros”, de José María de Cossío, en cuya redacción colaboró entre 1934-35, siendo de su autoría las biografías de Manuel García, “El Espartero”; José Ulloa, “Tragabuches”; Antonio Reverte y Rafael Molina, “Lagartijo”)
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Juan Gallardo, era un joven madrileño de 24 años; alto, 1,76 más o menos, atlético y atractivamente varonil. Pertenecía a la clase alta de la sociedad madrileña y española, de padre catedrático de Derecho Internacional en la Universidad Complutense de Madrid, abogado del Estado y titular de uno de los despachos de abogados más prestigiosos tanto de España como a nivel internacional, y madre inglesa, dama de lo más selecto de la sociedad londinense
Una noche de fines de Octubre de hacia fines de la primera década del siglo XXI, digamos el 27 de Octubre de 2006, estaba en el Olimpia de París, viendo el espectáculo de una cantante rusa, Yelena Gaenva… La cosa fue iniciativa de monsieur Perrín, abogado francés y buen amigo de su padre, el cual le había llamado, previamente a que su retoño iniciara viaje a la Ciudad de la Luz, para que fuera “cicerone” y “hayo” de su “ninio” durante su estancia en el París de la France… La verdad que meterse en un teatro, por selecto que fuera y las variedades que presentaba fueran de lo mejor que podía verse, no le ilusionaba en absoluto… Vamos, que él mucho mejor se hubiera metido en el Folies Bergere o en el Moulin Rouge… O se hubiera sumergido en la “Nuit Pigalle”
Pero tal opinión dio en quiebra tan pronto vio a aquél “piazo” de mujer que era la rusa de marras. Alta, más de 1,70, casi mediada la treintena de años, bella…pero que muy, muy bella… De pelo más azabache que negro, cayéndole en lisa melena hasta más allá de la cintura… Aunque no pocas veces salía al escenario con el cabello recogido ya en una trenza, ya en moño sobre la nuca…. Cuerpo de infarto, con muy, pero que muy generosas carnes aunque tan exquisitamente repartidas que sólo un sublimado atractivo sexual aportaban a tal cuerpo de hembra humana… Así, todo en ella resultaba espléndido, soberano… Senos, caderas, culo… Vamos, un “piazo” hembra humana que hasta a un cadáver encendería en loco deseo… Aunque muslos y piernas, sólo fueran incógnitas prometedoras, al lucir en escena vestidos largos hasta los pies. Aunque había algo que permitía, con algún fundamento, suponer la magnificencia de sus inferiores gracias: Los pies, blanquísimos, como su cutis, pequeñitos, perfectamente modelados, preciosos por demás…con unos deditos que eran todo un primor de podológica belleza… Lo de poder apreciar tales piececitos se debía a la marcada tendencia de la artista a descalzarse en el escenario, con lo que buena parte de su actuación la hacía a pies desnudos…
Otra particularidad de la artista del “País del Hielo” era su gran facilidad para conectar con el público, aunque aquí debe decirse que la inmensa mayoría de las personas que esa noche abarrotaban el teatro eran rusos, de nacimiento o estirpe, por lo que entendían perfectamente cuanto la estrella cantaba y decía, que esa era otra, los no pocas veces extensos parlamentos que precedían a muchas de sus canciones… A todas luces, en tales peroratas bromeaba con el público, pues era de verse la hilaridad que entre el auditorio provocaba en tales ocasiones
Pero no era esto sólo, sino que el despiporren era cuando la estrella rusa bajaba del escenario, zambulléndose, más empírica que ilusoriamente, entre el público… Y era de verse cómo, entonces, las gentes se levantaban de sus asientos y acudían a ella y cómo la artista recibía a todo el mundo con total liberalidad, sin mediar escoltas ni Cristo que lo fundó entre la estrella y sus admiradores; la gente iba a ella con flores, ora en ramos, ora sencillamente una sola flor engarzada en su tallo… La rusa dejaba que ese público la tocara, la besara, la abrazara, rindiéndole así su homenaje de admiración y cariño, lo que ella agradecía con un “Spasiva”… “Spasiva Balshoe”, “Gracias… Muchas gracias”
Y a Juan Gallardo todo eso le impresionaba hasta lo más profundo de su ser… Como allende Despeñaperros suele decirse, por estos hispánicos pagos, esa mujer, en un Santiamén, le tenía “acharaíto der to”… Así, en una de esas veces que la estrella de la tundra y la estepa bajó del escenario, mezclándose abiertamente con el público, Juan Gallardo tuvo una ocurrencia para llamar la atención de la fémina que le traía loco sobre sí mismo; en dos de sus canciones, la Gaenva había intercalado sendas frases en castellano, vulgo español: “Hasta mañana” y “Dentro de mí”; de modo que, valiéndose de ambas, hizo una nueva… Esperó a que la artista pasara junto a la fila de asientos que ocupaba y, cuando la tuvo bien cerca, se levantó y, a voz en grito le dijo. Y con ambas frases hizo un todo
¡¡¡”HASTA MAÑANA”, bella entre las bellas!!!…¡¡¡Siempre te llevaré “DENTRO DE MÍ”!!!…
La rusa se paró en seco; se dio la vuelta y volvió hacia donde él estaba
Pardon Monsieur; ¿comment dit?… (Perdón señor; ¿cómo dijo?)
Juan se sonrió; se puso en pie y, en un perfecto francés, le tradujo el requiebro que acababa de dedicarle…
La bella rusa, a su vez, le sonrió, complacida a tal galantería… El muchacho no ocupaba, precisamente, un asiento de pasillo, sino que se sentaba a cinco o seis butacas más allá; pues bien, la Gaenva hizo intención de pasar hasta allá, a través de los espectadores que mediaban entre ellos, pero él se levantó rápido, saliendo a su encuentro, entre la curiosidad, por no decir asombro, de la próxima concurrencia. La mujer quedó en el pasillo, esperándole, y cuando por fin el joven estuvo a su lado, le pasó un brazo por el cuello para besarle en la mejilla, diciéndole, en francés, claro
Muy amable caballero… Muy gentil usted, señor caballero… ¿Español?…
Gallardo afirmó con la cabeza y la Gaenva se separó de él, tornando al escenario… Pero aquello fue lo que a Juan Gallardo le faltaba para quedar más que fascinado por tan bella mujer, amén de tan tremendamente simpática… Y, en un arranque de pasión, “soltó” a monsieur Perrín
Monsieur Perrín, necesito una joya digna de una reina… De una diosa… Y la necesito ya… Cueste lo que cueste, pero la preciso ahora mismo… Esta misma noche…
¡Oh, mon Dieu!… ¡Mon Dieu!… ¡ C’est trés difficile! ¡Es muy “difisíl” lo que usted “quiegue”, monsieur Gallagdó!… ¡Tout est fermé!… ¡Todo cerrado, monsieur Gallagdó!…
Y para qué están los amigos, monsieur Perrín… Seguro que tendrá usted algún amigo… Algún buen amigo joyero que, seguro, atenderá su ruego… Mueva sus amistades, monsieur Perrín… Sus influencias… Le quedaría muy… Pero que muy agradecido… Y por el precio, no se preocupe… Usted lógreme ese favor, que yo sabré agradecérselo cual merece
Y el franchute, ante el brillo del vil metal, se puso manos a la obra, aunque rezongando por las extravagancias de “monsieur Gallagdó”… Tomó su móvil, marcó un número y estuvo hablando un rato, para, finalmente, colgar y decirle al joven que, por unos días, era su pupilo
Ya está, monsieur Gallagdó… Mon ami, monsieur Dunant, joyegó, le traegá lo que quiegue… Pego, segá muy, muy “cago”… Mucho, mucho dinegó…
Perfecto, monsieur Perrín… No se preocupe; mañana se le reembolsará lo que sea… No se preocupe por eso
Pasaron como cuarenta minuto…puede que más, y “monsieur Perrín” recibió un llamada a su teléfono móvil
Ya está aquí mon ami, monsieur Dunant, con lo suyo… Nos espera fuera…
Tiempo faltó a Juan Gallardo para salir volando hacia la entrada del teatro. Desde luego, la joya era una maravilla, tanto en belleza como en elegancia. Un conjunto de collar y pendientes a juego en perlas negras, naturales, con los pendientes largos, en colgante, y la perla trabajada en lágrima… Pero tampoco era baladí el precio que le sacaron… Iba a decir que un ojo de la cara le costó, pero mejor sería decir que le dejaron tuerto de los dos óculos… Pero ya se sabe, quién algo quiere, algo le cuesta… Amén, de que “sarna, con gusto, no pica”, y ya lo quiero que Juan Gallardo quería esa joya como nunca deseó antes nada, pues en ella cifraba todas sus esperanzas de pasar esa noche con tan bella mujer entre sus brazos, refocilándose, bien refocilado, con semejante hembra humana
Esperó al final del espectáculo y salió escopeteado hacia el camerino de la estrella, bien pertrechado de la joya, en su estuche, y un monumental ramo de flores; allá le cortó el paso una especie de cancerbero en cuerpo de mujer entre asaz cincuentona y escasamente sesentona, que le dijo, en un francés más que macarrónico, que la señorita Gaenva no recibía a admiradores desconocidos… Gallardo porfió y porfió, pero el “cancerbero” no desalentaba en su terminante negativa a hacerle accesible a su “jefa”… Hasta que Juan usó la llave que abre todas las cerraduras por más seguras que éstas sean, el famoso “vil metal”… En fin, que a la vista de un par de billetes de cien euros, la guardiana de la intimidad de la bella rusa, se avino a pasar adentro y entregarle a su ama el ramo de flores, el estuche con la joya y un billetito, un tarjetón más bien, donde el hombre invitaba a cenar con él a la despampanante mujer, aunque previniendo la matrona al joven enamorado con lo de
“Va a perder el tiempo, señor… La señorita Gaenva no aceptará nada de usted… Pero allá usted, con su tiempo… Y su dinero…
Ello, como es natural, dicho en su más que deplorable francés… Pero la “fiera corrupea” resultó ser profética, pues escasos minutos después reaparecía ante Juan con la joya y el tarjetón devueltos al joven galán… Vamos, que la bella decía que “nones” al “revolcón” tan bien planeado, y a pies juntillas esperado, por el bueno de Juan Gallardo… Y allí quedó Juanito Gallardo, como el “Gallo de Morón”, “cacareando y sin plumas”, obligado pues a abandonar el Olimpia con el rabo entre las piernas (y sin coñas con lo del “rabo”, mis queridas/os, lectoras/es… ¡Que conste, leñe!)… Encorajinado, jurando para sus adentros eso tan bonito del “¡Qué se creerá esa…! Y me ahorro a lo que equivalen los puntos suspensivos por evidente… Hasta se decía que qué narices se le había perdido a él en ese París tan esquivo, con el tremendo éxito de que disfrutaba entre las féminas de los lares de habla hispana… Vamos, que de pocas no se largó al aeropuerto a enganchar el primer avión rumbo a España
Pero, a pesar de todos los pesares, a la noche siguiente volvió a sentarse en una butaca del Olimpia y, como la primera noche, gritó a pleno pulmón lo de “Hasta mañana, bella entre la bellas; siempre te llevaré dentro de mí”, cuando la adorable rusa pasó cerca de donde él se sentaba, atrayendo así, de nuevo, la atención de tal mujer hacia él… Y eso mismo se repitió a la noche siguiente…y a la otra, cuarta y última que Elena Gaenva actuó entonces en el Olimpia parisino…
Pero no la última noche que la cantante surgida del frío cantó esos días en París, pues dos noches después estaba en una sala de juventud, un tanto cutre ella, como todo este tipo de locales, acompañando a la actriz y cantante, que ambas cosas era Elena Gaenva en su natal Federación Rusa, cantante y actriz de cine de indudable éxito, música “enlatada” en vez de la “banda” que la arropó en el Olimpia, tres trompetas, dos saxos, dos trombones de varas, dos oboes un piano de cola, una guitarra española… Y claro, otras dos o tres eléctricas amén de la típica batería… Y, cómo no, un acordeón, algo así como el instrumento músico nacional de Rusia… Pero la voz de la cantante, también aquí, de enlatada, nada de nada, que bien se hacía notar cuando, como en el Olimpia, se bajaba del escenario hasta donde los jóvenes, y no tan jóvenes, estaban, mezclándose entre ellos sin orden ni concierto, como aquél que dice… Como de igual a igual… Como entre amigos de toda la vida…
La diva, aquella noche, estaba imponente; no vestía los vestidos que luciera en el Olimpia, hasta los pies, rebuscados, recargados hasta resultar casi, casi, que barrocos… Aquí, en esta sala más informal, aparecía bastante más natural… Podría decirse que, en cierto modo, hasta pacata… El pelo recogido en un moño tras la nuca; vestido negro, de una sola pieza, de seda o símil seda, que los conocimientos textiles de Juan no alcanzaban a discernir lo uno de lo otro; ceñido, muy ceñido, adaptándosele al cuerpo como una segunda piel, con lo que sus femeninos atributos quedaban tan remarcados que hasta podría dar sensación de desnudez… Manga corta y escote rectangular, en vertical, largo hasta claramente mostrar la parte alta de sus senos, a todas luces sin sujetador, pues saltaban, bailoteando, según ella se movía, bailando, por el escenario, y estrecho de lado a lado; la falda, claramente corta, por encima de medio muslo, y zapatos de tacón altísimo, abiertos por detrás a modo de sandalias
Sí; esa noche la bella rusita mostraba en todo su esplendor la rutilante belleza de sus muslos, de sus piernas, más esculturales, incluso, de cuánto Juan Gallardo antes imaginara… La sala constaba de filas de asientos para el público asistente, en general, sillas más que butacas, pero su constancia resultaba más bien ociosa, pues el personal, independientemente de su edad, más prefería estar de pie, y cuanto más cerca del escenario mejor, que sentados en tales sitiales, aunque de todo había en la viña del Señor, pues tampoco faltaban espectadores que preferían mantenerse sentados; aunque, eso sí, protestando de la gente que estaba de pie, interceptando la vista del escenario
Juan Gallardo era de los que preferían mantenerse cómodamente sentados pese a los inconvenientes que la problemática visión entrañaba… Como acostumbraba, apenas empezó con la primera canción, se descalzó y a poco de entrar en la segunda ya estaba confundida entre un público que, para variar, la adoraba como si fuera una diosa del Olimpo… Y diosa del Olimpo artístico era, sin duda alguna… Y la Diosa por excelencia para el joven Juan Gallardo… Tal diosa evolucionó entre el gentío que abarrotaba la sala, recibiendo y dando besos y abrazos por doquier, aceptando ramos de flores y simples flores únicas, repartiendo a diestro y siniestro su sonrisa, sazonada con los consabidos “Spasiva”… “Spasiva Balshoe”… La Gaenva se llegó hasta la fila que Gallardo ocupaba que, por sobrar sitios vacíos, esa noche se sentaba justo junto al pasillo, con lo que pudo, con toda su voz y a su mejor gusto, soltar lo de “Hasta mañana, bella entre las bellas… Siempre te llevaré dentro de mí”… Entonces, la artista le miró casi con más detenimiento que otras veces… Le sonrió de manera tan deliciosa que el muchacho creyó morir de pura satisfacción, para de inmediato decirle, en francés, claro… Ese francés tan perfecto que ella hablaba
¡Vaya!… Conque es usted, el caballero español… Con que también ha venido a verme aquí… ¡Qué amable es usted, señor!… ¡Qué amable!… ¡Qué amable!…
E, inclinándose hacia él, al tiempo que Juan se levantaba, por pura casualidad, sus labios se rozaron un instante, para de inmediato reparar ese más que fugaz beso, pasando a posarse ambos labios en las mejillas del otro… La Gaenva volvió a sonreír al joven español para, seguidamente, seguir su rumbo entre el público y, finalmente, regresar al escenario…
Luego, cuando acabó el espectáculo, equipado con un ramo de flores en una mano, una botella de Dom Perignon en la otra, dos copas, una en cada bolsillo de la americana y el estuche con el collar y los pendientes de perlas en un bolsillo del pantalón, Juan Gallardo volvió a buscar el camerino de la mujer que, en no más de unas cuantas horas, le había sorbido el seso hasta niveles que ni él mismo entonces podía saber. De nuevo, como el primer día, se encontró con el infranqueable “cancerbero” en forma de mujer más que arisca… La “fiera” le cortó el paso apenas le “guipó”, con el consabido, “La señorita Gaenva no recibe a extraños”, como si él fuera un marciano o similar… Pero ya Juan sabía de qué “pie cojeaba” la adusta fémina, con lo que, enseñándole el consabido par de cientos de euros, le dijo
¿Querría la señorita salir aquí, al pasillo, ante la puerta de su camerino, a tomarse una copa de champán conmigo?… Sólo pretendo eso… Tomar una copa de champán con ella…a su lado… Sin siquiera despegarnos de aquí… De la puerta de su camerino…
La “fiera corrupea” torció el gesto, pero tomó los euros y el ramo y se metió por la puerta del camerino tan celosamente guardado y, minutos después, quien salía por tal puerta era la propia Elena Gaenva… Se ataviaba con una bata, a ciencia cierta de seda natural, manufacturada en la antigua República Socialista Soviética de Uzbekistán, hoy República de Uzbekistán. Se acercó a él, tendiéndole la mano que Gallardo estrechó; luego, intercambiaron un beso en las mejillas y el joven, tras alargarle una, escanció el champán en las dos copas…
Esto es muy, muy irregular… Es la primera vez que acepto la invitación de un desconocido…
Pues eso tiene fácil arreglo… Permítame que me presente: Juan Gallardo, de Madrid, para servirle en cuanto haya menester…como su más rendido adorador, ¡oh, suprema diosa del Olimpo de Euterpe y Talía!
La diva se rio con ganas
¡Pero qué adulador que es usted!… Y, como todos los aduladores, seguro que es un mentiroso de marca mayor… Pero bueno… ¿Brindamos?
Desde luego… ¿Por qué quiere usted que brindemos?
Pues… No sé… ¿Por la vida?…
Tengo una propuesta mejor… Por usted, bella entre las bellas… Divina hurí del Edén de Allah…. Gran Diosa del Olimpo de Euterpe y Talía…
Lo dicho; es usted un mentiroso adulador
¡Líbreme Dios de tal cosa!… En absoluto, señorita Gaenva; le digo, sólo y exclusivamente, lo que siento… Lo que usted es ya para mí… Y desde el primer instante en que la vi, hace… ¡Dios, y cómo es la mente humana!… Cinco días… Cinco días tan solo han pasado desde que la viera en el Olimpia, y me parece conocerla de toda la vida… Eso, que se me haya metido tan adentro y en nada de tiempo sí que es irregular… Eso sí que es cierto que nunca jamás me había pasado… Por cierto; ¿sabe usted lo que significan esos nombres, Euterpe, la Musa de la Música y Talía, la del Teatro?
Mi embustero y adulador caballero español; en absoluto me avergüenza reconocer que, hasta ahí, mi sapiencia sobre la Mitología Griega Clásica no alcanza
Pues Euterpe es “La Muy Placentera”, y Talía, “La Festiva”… Como anillo al dedo le sientan esos dos nombres griegos a su belleza… A su simpatía
Yelena Gaenva volvió a reír, alegre, festiva
Lo dicho: Un zalamero adulador y mentiroso es usted… Pero, ¿sabe?… ¡Ay!… ¡Me gusta lo que dice!… ¿Cómo dicen ustedes, allá en España, de las personas como usted, aduladoras, mentirosas pero embaucadoras y simpáticas?… ¡Vamos, el personaje de Arlequín de la “Commedia dell’Arte”…
¿Gitano?
¡Eso! ¡Tsigan!…
La cantante no había usado el francés para decir “gitano”, sino que lo había dicho en su materna lengua rusa, (“Tsigan” es la transcripción a caracteres latinos, del ruso cirílico “цыган”)
¡Sí; usted es un “Tsigan”, embustero, simpático y embaucador!… No hay más que verle: Tez morena, delgado y flexible como un junco, pelo rizado y negro…muy negro…como sus ojos… ¡”Tsigan”!… ¡”Bapiie tsigan”!…
La rusa volvió a reír, alegre, desenfadada, y Juan la imitó, riendo también a mandíbula batiente
Esto no vale, ¡oh Diosa!… Juega usted con ventaja… ¿Olvida que no sé ruso?… Vamos, que como no traduzca… ¡Hasta podría pensar mal de usted, creyendo que me pone de hoja de perejil “p’arriba”!…
La Gaenva casi deja de reír; pero sólo eso… Casi…
¡Pero qué quisquilloso es usted!… Sólo le decía “Gitano; más que gitano”… Como verá no es nada ofensivo para usted… La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad…
Rieron los dos de nuevo, pero al rato quedaron en silencio, mirándose a los ojos… Entonces, en un pasional arranque, dijo el joven español
¡Me gusta usted, Yelena!… Me gusta mucho… Muchísimo… Hasta creo que me he “colado” por usted… Que me he enamorado de usted… Que la quiero, Yelena…que la quiero… Yelena o Elena, ¿verdad?… Creo que es lo que ese nombre ruso significa en castellano…
Y, sacando el estuche con el conjunto de collar y pendientes, se lo tendió a la bella, que lo tomó en sus manos y lo abrió
Sí; así es; Elena es mi nombre en su idioma… Es bonito su obsequio… Muy, muy bonito… Muy elegante… La verdad, me gusta; me gusta mucho…
La artista, diciendo esto, cerró el estuche y se lo alargó a Juan Gallardo
Sí; muy bonito, muy fino y, claro está, que me gusta mucho… Peo no lo quiero… No lo acepto… Quédeselo, por favor… Y no insista, se lo ruego, señor caballero… ¿Cree que no sé que le gusto?… ¿Qué no sé lo que hay tras de todo esto?… Su invitación a cenar…su palabrería… ¿Cree que no sé lo que realmente pretende con todo eso?… Llevarme a la cama…que hagamos el sexo… Y, ¿sabe otra cosa…lo grande de todo esto? Que también usted me gusta a mí… Que no me costaría nada cenar con usted… Y pasar con usted la noche… Pero, ¿sabe otra cosa más?… Que tengo un marido… Y una hija… Y no estaría bien que cediera a…a… A nuestros deseos… Me comprende, ¿verdad?…
Juan Gallardo no respondió; simplemente, bajó la cabeza, visiblemente apesadumbrad… Hasta triste, podría decirse
Adiós, mi gentil caballero… Le deseo lo mejor en la vida… Y gracias por fijarse en mí… Me siento halagada…
Yelena-Elena, Gaenva, volvió a besar a Juan Gallardo, pero ahora lo hizo rozándole quedamente y por un cortísimo instante, los labios… Luego, desapareció tras la puerta de su camerino…
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Ha pasado año y pico desde aquella noche en la sala de juventud de París y estamos en Febrero de, pongamos, 2008… Elena Gaenva o, Yelena Gaenva, que “tanto monta, monta tanto”, está, ni más ni menos, que en Ciudad México. ¿Por qué está allí? Pues esas cosas que, a veces, tiene la vida; acabando una gira por los USA que la llevó desde la Costa Este, Nueva York, por ejemplo, a la Costa Oeste, San Francisco y Los Ángeles, por ejemplo, pasando antes por algún predio del interior de los USA, como, por ejemplo, Chicago, conoció a un impetuoso empresario teatral del país de los Aztecas que, impresionado al verla actuar en Los Ángeles primero y luego en San Francisco, la propuso un contrato con dos actuaciones en la capital federal mexicana… Y allá se fue la estrella del país de la tundra, la estepa, las grandes inmensidades…
Dio los dos recitales, aunque aquí fue con más pena que gloria, pues la colonia rusa de México es bastante escasa, con lo que la afluencia de público fue mermada; pero, de todas formas, el personal que acudió a la cita se divirtió de lo lindo, ganándose la est6rellla, una vez más, las simpatías de todo el mundo, rusos y no rusos que, por cierto, eran los más, aplaudiendo todos ellos a rabiar a la Gaenva
Pero la Diosa Fortuna se empeñó en jugar su cuarto a espadas cuando a tal empresario se le ocurrió invitar a la artista a presenciar su primera corrida de toros. Y, la verdad, la estrella del país del hielo tuvo curiosidad por conocer ese espectáculo del que tanto oyera hablar, hasta allí, en su natal Rusia. En fin, que un día se sentó en una barrera de la plaza Monumental de la gran urbe mexicana. Nada más sentarse echando la vista a su alrededor, llamó su atención el bullicio que la rodeaba… Luego, el agudo clamor de clarines junto al redoblar de timbales, la sorprendió, casi la asustó, pero enseguida los cerrados aplausos del público la intrigaron; iba a inquirir, mediante el intérprete de que el empresario mejicano la proveyera tan pronto pisó esa tierra lo que pasaba, cuando centró su atención la salida al ruedo de los toreros. Y ese colorido, ese destello de las lentejuelas de los trajes de torero al ser heridos por los cegadores rayos del sol, esos “trajes de luces” tan barrocamente recargados, recamados en hilos de oro en el caso de los “espadas”, la encantó, prendiendo por entero su atención e interés… Y luego, cuando las “cuadrillas” hacían el “paseíllo”, con esos hombres, tan barrocamente engalanados, “galleando”, braceando con garbo y, a simple vista, orgullosos de lo que eran, de los entusiasmos que despertaban entre quienes llenaban los graderíos, aquello casi, casi, que la embrujó
La comitiva de toreros, a pie y a caballo, “monosabios”, areneros y mulilleros, con sus troncos de mulas que luego arrastrarían al desolladero los cuerpos, ya sin vida, de los toros, alcanzó el círculo de tablas de la barrera, bajo el palco presidencial, no tantos metros a la derecha de donde la diva se sentaba, y allí se deshizo… Pero lo que para Elena Gaenva fue ya el delirio de lo incomprensible, pasó cuando un tipejo la mar de peculiar, por su menuda humanidad, esa gorrilla chulescamente ladeada sobre la cabeza, le ofreció uno de esos mantos tan vistosos en que los toreros se envolvían al hacer aquella especie de procesión casi ritual que acababa de presenciar… A ella, que la ahorcaran si entendía algo de todo eso… Fue el empresario, mediante el traductor, claro está, quien le explicó que uno de los toreros la distinguía entregándole ese manto para que lo colgara de la barandilla que tenía delante hasta que el festejo terminara… Y Elena, mujer al fin, se sintió íntimamente halagada por aquella deferencia para con ella
Por el albero, el redondel cubierto de arena que era el ruedo, con la mirada buscó a quién así la homenajeaba, hasta que sus ojos se posaron en uno de aquellos hombres de vestiduras tan engalanadas; al punto quedó más intrigada, pues esa persona le era sumamente familiar… Pero también era incapaz de reconocerla… Sabía, estaba segura de haberla visto antes, mas no podía determinar cómo, dónde ni cuándo la vio o conoció…
El clamor de los clarines volvió a hendir el aire al tiempo que los timbales repetían su sordo batir y el primer toro pisó la arena… Entonces, Elena Gaenva cesó en su interés por aquél ser misterioso para centrarlo en lo que sobre el redondel ocurría… En varas, cuando el picador le “pegó” lo suyo al animal, la estremeció… Su sensibilidad de persona cuya cultura es ajena a lo que está viendo, se rebelaba a la visión de la sangre manando, chorreando, pata delantera abajo hasta enrojecer la arena del redondel, rechazándolo… Pero su sangre ardiente, de eslava de pura cepa, vibraba ante la majeza de los lidiadores, al tiempo que su sentido artístico veía una belleza etérea, indefinida e indefinible, en los airosos vuelos de los capotes al torear de capa los “maestros” en el “tercio de quites”
Llegaron las banderillas y otra vez Elena sintió hasta nauseas al ver cómo los banderilleros clavaban los palitroques en lo alto del animal… Pasó lo de las banderillas y el espada en turno, el que abría cartel, brindó a la presidencia y comenzó su faena de muleta observada, absorta, por la bella rusa… Pero, al poco, el sonido de una voz, hablándole en francés, con retazos en castellano, vulgo “español”, la hizo temblar, subiéndosele al instante el corazón a la garganta
Buenas tardes, bella entre las bellas… Siempre te llevaré dentro de mí…
¡Dios mío!… ¡Usted!…
Sí; era Juan Gallardo… Y era torero… Torero a pesar de todos los pesares… A pesar su entorno, familiar y social… Su padre, sin ser un antitaurino, tampoco sentía simpatía alguna por la fiesta, que lo cierto es que le aburría, pero su madre, inglesa a carta cabal, sentía una aversión visceral hacia algo que consideraba propia de gentes bárbaras, incultas y toda esa pesca… Y lo grande era que Juan participaba más de las fobias de su madre que de la paterna indiferencia…
Ni que decir tiene que en toda su vida había visto una sola corrida, “faltabe” más, no ya en una plaza de toros, que ni “harto vino” se le ocurriría pisar, sino tampoco por la “tele”, que hasta ahí podían llegar las cosas en casa de Dª Anne… Pero el hombre propone y Dios dispone, y Dios quiso que Juanito un día, con diecisiete años sin cumplir, tuviera que asistir, muy a su pesar, eso sí, a su primera corrida de toros en directo… Y sucedió que esa tarde se obró en él una auténtica revolución que cambiaría su vida “per in sécula”, pues cuando salía de la plaza tenía más claro que el agua que lo que quería era ser torero, y nada más que torero… A todo trance, a pesar de lo que fuera… Sus padres incluidos, desde luego…
Desde el siguiente fin de semana comenzó a frecuentar, en la Casa de Campo, espacios específicos donde los novilleros que empiezan iban a entrenar, toreando de salón con carretones; se acercó a ellos que en poco tiempo acabaron aceptándole, y de tales “toreros” comenzó a aprender a dar pases, de capa y de muleta, a poner banderillas, a entrar a matar… Los “palotes” del arte de Cúchares…
Pero le quedaba lo peor, vérselas ante un astado; mas eso, estando en casa, era punto menos que imposible, pues la primera vez que llegara a casa con la ropa destrozada… Ni pensar quería en la que se armaría… Así que un buen día, casi un año después, en la primavera del siguiente y a medio camino entre los diecisiete y lo dieciocho años, el pájaro voló del nido tras la gloria torera… Se dice que la suerte es de quien la busca, y Juan supo buscarla, a trancas y barrancas, eso sí, pasándolas canutas por esos caminos y pueblos de Dios, por esas capeas, aguantando palizas de muerte, pues lo que muchas veces por allá se “suelta” no son toros, menos novillos, sino marrajos con más mala uva que quién la inventó… Y comiendo y durmiendo como Dios le daba a entender, que lo normal era de milagro
Así, en tan dura escuela, acabó de pulir la técnica de dominar a los bureles, pero el arte, el duende para andarles toreramente, para “estirarse” con estilo, eso no se aprende, se lleva dentro o no hay ti tía, mas, hete aquí, que Juan llevaba dentro ese embrujo que pone toda una laza boca abajo… Y claro, triunfó
Pero volvamos a donde estábamos; desde que Elena Gaenva vio a Juan se acabó su tranquilidad y el gusto por ver el espectáculo, pues desde entonces todo fue un continuo tener el alma en vilo… Cuando Juan toreaba, por eso, porque estaba ante las astas del toro y cuando no porque la atormentaba pensar que en breve volvería a estar “su Juan” en peligro… Hasta terror llegó a sentir cuando, en el quinto toro, segundo de Juan, el astado lo enganchó por la taleguilla, (el pantalón), echándoselo a los lomos para luego lanzarlo a tierra y buscarle allí sañudamente
Ella, entonces, sintió hielo en el alma y, sin poderlo remediar, lazó un desgarrado grito de horror… “Dios mío, Virgencita de Kazán, guardadlo, protegedlo”, se dijo en su interior… O lo soltó libremente al aire, en su lengua vernácula, claro está, pues ni ella misma era consciente de lo que hacía… Sólo lo era de esa tremenda angustia, ese horrendo miedo por él que la anonadaba
Por su parte, Juan había recibido un palizón de aúpa, volteado por el aire y un golpe horrísono al caer al suelo, con lo que quedó medio inconsciente y, por ende, inerme, indefenso literalmente ante el morlaco que no perdonó, sabedor de que en tales momentos él era el más fuerte… Así, que se empleó con toda su innata furia en su feroz deseo de destruir aquél ser extraño que sabía le amenazaba… Sabía que en él estaba la propia muerte de él mismo, el toro… Pero Gallardo tuvo suerte, una vez más, y los fieros derrotes que el animal le lanzaba, a Dios gracias, no alcanzaron su objetivo… Los toreros dicen que Dios o su Madre Santísima, cada tarde está con ellos, en el ruedo, listos, Él. Ella, a hacerles el “quite” en los momentos más oportunos, y algo así debió sucederle esa tarde a Juan…
Seguramente fue el instinto de conservación lo que hizo que esa semi inconsciencia de Juan durara lo que las “coplas de la zarabanda”, es decir, nada, pues al momento se dio cuenta de su comprometida situación… No lo pensó, sino que fue reacción absolutamente instintiva la que le llevó a agarrarse firmemente de ambas astas, manteniéndose enteramente por debajo del burel, bajo su panza, que, realmente, es el punto más seguro para protegerse de sus tarascadas, pues allí imposible cornear a nadie
Las asistencias, los peones o banderilleros de su cuadrilla, los otros dos espadas y sus propios peones más unos cuantos monosabios y hasta areneros salieron como flechas en ayuda del compañero en apuros, formando una melé entorno al conjunto toro y torero, que logró llevarse al toro a otros terrenos del candente anillo, momento que Gallardo aprovechó para soltarse quedando a salvo del animal
Se levantó del suelo corajudo, rabioso, ansioso por hacer pagar al morlaco el amargo rato a que le había sometido… Pero también desencajado y no ya con el rostro pálido, blanco, sin terroso a efectos de tal rato, de tales ratos mortales… Y así, loco de furia, se fue hacia el astado, reclamando que lo dejaran solo en el ruedo, que todo el mundo volviera a la seguridad de burladeros y barrera… Citó al toro, con la muleta toda ella desplegada, armada entre estaquillador y estoque; éste reculó, rehusando el encuentro, pero Gallardo, decidido, imperdonable, le acosó y le acosó y le acosó hasta lograr romper su embestida; el marrajo embistió pero como ese tipo de toros lo hace, en oleadas, con la cabeza hecha un “molinillo”, pegando “tonillazos”, cornadas, a diestro y siniestro
Pero Gallardo no se amilanó ante aquella marea de malas intenciones, sino que también él sacó toda su mala uva, empleándose a más y mejor con el animal; manejando la muleta como un látigo, empezó a “recetarle” mandones doblones por bajo, hincando la rodilla en tierra en cada pase, obligando al marrajo a tragar tierra en cada envite, castigando, despiadado, sus riñones, haciendo que casi junte pitones y cuartos trasero en cada pase que le pegaba… Y, poco a poco, los “tornillazos” fueron acabándose y la cabeza asentándose según el burel se iba rindiendo a su dominador…
A cada momento que pasaba, la figura de Gallardo se agigantaba merced al subidón de testosterona que le dominaba… Parecía decirle al burel: “Atrévete ahora, valiente, a ver si me puedes como antes”, pero el toro ya no podía con él, y minuto a minuto eso lo iba comprobando, que el hombre, ese ser raro, del que sabía que le iba a llegar la muerte, le estaba venciendo sin remedio de manera que no le quedaba más opción que rendirse a él sin condiciones, entregándose a lo que él le mandara… Y lo que son las cosas, entonces, cuando el astado aceptó su derrota, surgió cuanto de bueno, en verdad, llevaba dentro
Porque ese toro, que hasta momentos antes se había comportado como un manso “pregonao”, desde entonces cambió por entero, pasando a comportarse como un verdadero toro bravo… Un veraz toro de lidia, embistiendo a la muleta de Gallardo una y otra vez, incansable… Y sin un extraño, sin un mal gesto, recto, derecho, sin cabecear, fijo en la muleta, pero sin perder un ápice de su natural bravura, su natural fiereza… Es lo que sucede cuando uno de estos toros cae en manos de un torero de verdad, un torero que lo entiende, que le puede, que le domina… Se dice que un buen toro, bravo, codicioso, descubre a un buen torero, pues a uno que de verdad no lo sea lo trae todo el tiempo por la “calle de la amargura”, pues se lo “traga”…es él, el toro, el que manda en el ruedo, el que acosa al torero, y no al revés… Pero es que, un buen torero también descubre a un buen toro, pues esa clase de toreros saben sacar lo mejor que cada toro lleva dentro.
Desde entonces, desde que el “pregonao” comenzó a embestir por derecho, fijo en la muleta, sin ningún mal modo, Gallardo comenzó a torearle con ese arte, ese “duende” que caracterizaba su toreo de artista… Entonces sí que fueron de ver los muletazos medidos, hondos, auténticos, en series de derechazos en redondos, naturales cargando la suerte, con la mano izquierda, la que sostiene la muleta, bien baja, llevando al toro humillado, arrastrando el belfo por la arena, series que remataba el pase de pecho como debe darse, engarzando el pasea al último de la serie de pases que se acaba de dar, en redondo o al natural, sin permitirle al astado recuperarse, tirando de él desde la propia espalda hasta sacárselo por el hombro contrario, dejando pues que los pitones contorneen el pecho hasta rozarlo incluso; de ahí el nombre del pase, “de pecho”… Y todo ello intercalándole los adornos del toreo con la muleta, molinetes, giraldillas, afarolados, trincherazos…
Pero si de verse eran esos pases, esa faena que, por finales, Gallardo le estaba sacando al morlaco, de verse era también el estruendoso entusiasmo de que el gentío que llenaba la plaza hacía gala, absolutamente rendido al fugaz héroe del momento y la tarde que, por cierto, más bien iba soporífera, pues el “ganao” se prestaba menos que poco al lucimiento de los maestros… Así, puesta toda la plaza en pie, jaleaba cada muletazo en un coro rítmico del más visceral
¡Ooolééé!… ¡Ooolééé!… ¡Ooolééé!… ¡Ooolééé!
Sí; indudablemente, Juan Gallardo estaba armando el “taco” aquella tarde en la Y no era, precisamente, Elena la que menos vibraba de emoción… Estaba orgullosa de él… De “su Juan”… Su particular héroe… Las aversiones primeras a lo que entendía tortura innecesaria de un animal, o los tremendos miedos que antes la llenaran de pavor por él, estaban desaparecidos…borrados al verle triunfador… Y de qué manera lo de triunfador… Entonces no solo se sentía transida por él, rendida a él, sino como su más rendida admiradora…
Pero llegó la hora de la verdad, la de cuadrar y entrarle a matar al toro, para pasmo de espectadores, Juan Gallardo, entonces, plegó la muleta en su mano izquierda, sosteniendo la derecha el estoque, y dejó de torear al toro…como si se desentendiera de él, encarándose, en cambio, al palco del presidente de la corrida, la autoridad gubernativa mexicana que debe velar por la exacta observancia del Reglamento Taurino… Pero es que, al instante, no fueron pocos los espectadores que comprendieron, al vuelo, las pretensiones del torero: Ni más ni menos, estaba suplicando por la vida del toro… Estaba pidiendo su indulto…
Y, salvado el primer momento de estupor, pues aquello nadie se lo esperaba, ya que el burel había dado suficientes muestras de mansedumbre como para no merecer tal gracia, comenzaron a tener en cuenta que ese toro, por finales, había sido consecuente con su bravía estirpe… Y, como por ensalmo los tendidos comenzaron a poblarse de pañuelos bancos y las voces de “Indulto, Indulto” empezaron a menudear hasta acabar siendo clamor y los tendidos y graderíos un enjambre de pañuelos blancos pidiendo, a voz en grito, que la vida del animal fuera respetada
El presidente se resistía a conceder tal indulto, y razón no le faltaba, pues el toro, aunque por finales estaba resultando como debía, comenzó dejando no mucho, sino muchísimo que desear, pero por finales no tuvo más remedio que someterse a la voluntad popular, perdonando por finales la vida al toro al sacar el pañuelo que significaba el pasaporte de vuelta a los pastos que le vieron nacer, y donde llevaría desde entonces una vida más que regalada, como único sultán del harén de entre veinte y treinta hembras de su especie que allá le esperaban para que, como nuevo semental de la ganadería, gracias a su bien probada bravura en ellas, generara nuevas camadas de bravos toros de lidia
Juan, entonces, simuló la suerte de matar, entrando, sin estoque, hasta tocar sus dedos los pelos del morrillo del toro… Sí; para el toro ese final fue simulado, pero para el espada no, pues la suerte la realizó enteramente a ley, entrando “en corto y por derecho”, como está mandado… El toro, volvió a los corrales y los “costaleros” poblaron la arena, apoderándose del héroe de la tarde para, subiéndoselo a hombros, sacarlo así por la puerta grande de la plaza
Aquella noche, la última que Elena Gaenva actuaba en Ciudad México, al final del espectáculo Juan Gallardo llegaba a su camerino con un gran ramo de flores y un estuche con una bellísima sortija de brillantes que, junto con un billete manuscrito, entregó a la mujer que salió a recibirle al reclamo de su llamada a la puerta, para que hiciera llegar todo a la diva; pero no fue necesario que la camarera pasara al cuarto, pues por esa puerta apareció ella misma, Elena
Hola Juan; te esperaba… Sabía que esta noche vendrías… ¿Viniste ayer? A verme actuar, digo…
Hola Elena… Pues no; no sabía que estabas aquí… No me enterado hasta que esta tarde te he visto en la plaza… Cuando acabamos el paseíllo, al pasearla vista por los tendidos(los graderíos donde se sienta el público. La primera fila, la que da directamente al redondel, se llama “Barrera”, como el círculo de tablones que limita el ruedo, el anillo donde se torea)…
¿Sabes? Llevo toda la tarde, desde que te sacaron de la plaza y yo misma la abandoné, esperando… Y temiendo este momento… No te habrás dado cuenta, casi nadie lo ha notado, pero apenas si daba pie con bola (dicho español; equivale a que casi nada le salía bien)… No podía concentrarme en la actuación, pensando en qué hacer cuando vinieras… La otra vez te dije que tenía un marido y una hija… Pero no te dije la edad de mi hija… ¿Qué edad tienes tú, Juan?
Juan le sonrió
Veinticinco, veintiséis en este año, dentro de unos meses…
Ahora quien sonrió, un tanto marchitamente, fue ella, la mujer
Yo, treintaiséis, treintaisiete haré en este año… Mi hija, veintiuno a punto de los veintidós… No es de mi marido… La tuve siendo muy joven, con quince años… Un amorío de adolescente… O, mejor, un “calentón” de jovencita medio loca… Nada serio… Mi marido, que lo tengo, no lo es desde hace ya años… Ahora sólo somos buenos amigos… Ni sexo siquiera mantenemos; al menos normalmente… Así que con gusto pasaría la noche contigo… Esta noche y todas cuantas quisieras… Toda la vida la pasaría contigo, a tu lado… Pero, ¿sabes?… Esta tarde, para mí, ha sido horrenda…la peor de toda mi vida… Sentí horror cuando te vi ante esas fieras, y creí morirme, con el alma partida de dolor, cuando te vi por los aires, entre las patas de ese animal odioso… Sí, Juan; creí morirme… Y no… No quiero volver a pasar por eso… No podría Juan, vida mía… Porque, ¿sabes?… Te amo Juan…te amo…te quiero con toda mi alma… Y me moriría o me volvería loca… Me comprendes, ¿verdad?… Sí; sé que me entiendes, porque también sé que me quieres… Casi como yo a ti… Y no podría, cariño mío… No podría vivir así… Sí, mi amor; prefiero vivir sin ti… Olvidarte… Arrancarte de mi alma… De mi ser…
Elena le echó los brazos al cuello y se apretó contra él; buscó sus labios su boca, abriéndole la suya propia cuando los labios se unieron… Se besaron los dos… Con todo el amor, el cariño, que les dominaba, pero también con toda la pasión que su sangre caliente, hispana una, eslava la otra, demandaba… Y con desesperación… La desesperación del adiós, de la frustración de sus más íntimos sentimientos, sus más ardientes deseos… Luego, se separó de él
Que seas feliz Juan… De todo corazón…con toda mi alma te lo deseo
Y se dio la vuelta, dándole la espalda para desaparecer tras la puerta por la que salió. Entonces, la camarera que primero le atendiera, con ese deje tan peculiar que tiene los nacidos en la antigua patria de los Mexicas al hablar, dijo
Buenas noches, señor
Y desapareció también ella tras la misma puerta que su señorita… Y allí quedó Juan, compuesto y sin plan, con las flores en una mano y el estuche con la sortija en la otra… Se giró hacia la salida y empezó a andar, desalentado… Muy, muy tocado… Llegando al final del pasillo al que se abrían los camerinos, soltó el ramo en una papelera y, en minutos, salió del teatro
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Han pasado más de tres años, años en los que, para Elena Gaenva, han cambiado varias cosas; su marido, a poco de regresar de América, formalmente, le pidió el divorcio pues quería formar un nuevo hogar con la mujer junto a la que, en un sí es, no es, digamos que convivía… También, a primeros de aquél tercer año tras aquél Febrero de Ciudad México, habíase casado su hija, con lo que Yelena, o Elena, Gaenva se quedó sola… Sola pero tranquila… Casi feliz… Juan Gallardo, tras años de tortura, recordándole… Ansiándole, había pasado a ser un muy bello, muy dulce, recuerdo, que, acordado a veces, ya no daba dolor, en contra de lo que Jorge Manrique dice en sus “Coplas a la muerte de su padre”: “Cuan presto, se va el placer; cómo después, de acordado, da dolor… Cómo, a nuestro “parescer”, cualquier tiempo pasado fue mejor”… No; para Yelena Gaenva el tiempo pasado, por bello y feliz que hubiera sido, no lo entendía mejor… Simplemente, fueron otros tiempos… Distintos, diferentes… Pero pasados y, ya se sabe, agua pasada, no mueve molino…
Pero en ese mismo día en que ahora nos encontramos, entre mediados y fines de Agosto del 2011, esa especie de Arcadia Feliz en que instalara su vida año y pico atrás, se estaba tambaleando un tanto… La culpa fue de esa puñetera película cuyo contrato un mal día firmó, otra versión de “Carmen”, que la llevó a rodar a España, serranía de Ronda, en Málaga… Y eso, estar en España, reavivó el recuerdo de Juan, con lo que la herida, en cierto modo, volvió a abrirse. Anduvieron rodando por allí, por la sierra, unas tres semanas, al cabo de las cuales todo el equipo, actores y técnicos, regresaron a la ciudad de Málaga…
Elena había estado pasándolo bastante mal, por ese pensar y pensar en su Juan, añorándolo, con los que llegó decidida a marcharse a la mañana siguiente, en el primer avión que llevara a Madrid y de allí a San Petersburgo… Pero de nuevo, la Diosa Fortuna tenía otros planes para ella, unos planes que dieron por tierra con las intenciones con que la actriz rusa llegó a la ciudad, porque al entrar en el hotel, y recoger en recepción las llaves de su habitación, casualmente su vista cayó en un cartel de toros, el de las corridas de la feria malagueña… Y a la vista le saltó, hiriéndola, la foto de su amado… Quedó sin habla ni sangre en las venas y el corazón le dio un no pequeño vuelco en el pecho para, enseguida, ponérsele en la garganta, atragantándola… Por unos instantes, quedó clavada, anclada al suelo, con los ojos casi desorbitados mirando aquél rostro tan terriblemente amado… Hasta que, corriendo alocada, se metió en el ascensor subiendo a su habitación
Ya allí, se lanzó a la cama tal y como estaba, vestida y con los zapatos puestos, llorando amargamente, con infinito desconsuelo… “¿Por qué, Señor, por qué?… ¿Por qué Has permitido que le vea?”, se decía, con todo el dolor del mundo… Aquella noche apenas si durmió… Lloró hasta que ya no pudo llorar más, agotadas cuantas lágrimas podía generar y luego, transida de dolor, quedó pensativa, sumida en un piélago de incertidumbres… Indecisiones… Su mente le decía que debía salir de allí, y de España, lo antes posible… Que lo que debía hacer, era levantarse e irse al aeropuerto y tomar el primer avión que la sacara de allí, rumbo a donde fuera, pero fuera de España… Sin demora…
Pero su alma, su corazón, todo su ser, decían algo bien distinto… Sí, que se levantara y se lanzara a la calle, pero para ir con él esa misma noche… Para verle… Para abrazarle, para besarle… Para entregarse a él en cuerpo y alma… Para ser suya hasta el fin de sus días… O, cuando menos, hasta que él quisiera… Hasta que él la alejara de su lado… Pues tampoco se hacía tantas ilusiones respecto a la constancia de “su Juan” respecto a ella en mor de los once años en que su edad aventajaba a la de él… Y así, desojando margaritas, una tras otra, llegó a una especie de armisticio con ella misma… Se quedaría el tiempo suficiente para verle, al menos, una vez más… Para verle ella, pero no él a ella… Le vería de lejos, desde un asiento en la plaza, alejado del ruedo para que él no la divisara… Y luego se marcharía definitivamente de Málaga… Y de España, desde Madrid, para nunca más volver… Nunca más volverle a ver a él…
“Acordado” el “armisticio”, Elena fue tranquilizándose, hasta quedar dormida, pero tal y como estaba, sin desvestirse y sin descalzarse… Despertó muy tarde, bastante más allá de las doce del mediodía… Y más rota que otra cosa, tras la tormentosa noche pasada y, además, con la ropa y los zapatos puestos… Se levantó, desvistiéndose, comenzando por descalzarse, y se fue al baño. No se duchó, sino que llenó la bañera-hidromasaje, y no sólo de agua sino también con relajantes sales de baño, amén de perfumadas; se metió dentro y se relajó a modo, entregándose a esa cierta molicie de los chorros de agua masajeándole todo el cuerpo… Hasta se adormiló un poco, arrullada por la bendición de los chorros del agua macerándole el cuerpo todo
Salió por fin del baño, se acicaló y vistió y, más hambrienta que otra cosa, bajó al vestíbulo del hotel. Pero no obstante la “gazuza” que su estómago padecía, se fue directa a ese cartel de toros que tanto la emocionara la noche anterior; no sabía ni “papa” de español, pero a leer el nombre “Juan Gallardo” en tal cartel sí llegaba y los números significan lo mismo en todos los idiomas, por lo que le fue fácil saber qué días toreaba “su Juan”, resultando que lo hacía al mismísimo día siguiente y otros dos días después de nuevo. Se fue seguidamente a recepción, inquiriendo
Por favor, ¿dónde puedo comprar ticket para la corrida de mañana?
El recepcionista, sin inmutarse, sacó del interior del mostrador que mediaba entre él y la clienta todo un fajo de billetes de toros
Barrera de sombra, ¿verdad señorita?
Oh, no… Más lejos… Me dan miedo los toros…
Imperturbable, el empleado del hotel siguió
¿Tendido bajo…filas 3, 4?
No, no… Por favor, más alto… Más lejos del ruedo… Es que me dan mucho miedo…
En fin, que cuando al día siguiente se sentaba en el coso de “La Malagueta”, lo hacía, más o menos, en el “gallinero”, es decir, en lo más alto y, por ende, más barato de las localidades del coso taurino… Eso sí; a la sombra, que tampoco era cosa de pasarse sudando toda la tarde… Esa tarde, para Elena Gaenva, fue de temores, de miedos tremendos… Pero también hubo sus alegrías… Había llegado a la plaza provista de unos prismáticos, no para ver la corrida en sí, sino para verle a él… Así, le enfocó a placer mientras hacía el paseíllo, el momento del espectáculo que más le gustaba, tan lleno de colorido pero, también, tan huérfano de violencia… De sangre… De peligro… Se decía entonces, mientras se recreaba viendo ese rostro… Esa figura tan varonilmente bella “¡Pero qué guapo que es el condenado!”, suspirando por él
Y luego, cuando acabó ese despeje de plaza y los toreros, “maestros” y subalternos, trocaron las sedas de los capotes de paseo por el percal de los de brega, los de verdad, los de torear, un puntillo de celos la invadió cuando vio que el mozo de espadas de “su Juan” le entregaba el capote del “maestro” a una mujer de la barrera… Y tremendamente bella, por cierto… Entonces, una idea nunca antes abrigada, la asaltó… “¡Dios mío!… “¿Y si me ha olvidado?”… “¿Y si ya quiere a otra?”… Quiso mentirse, decirse que a ella qué podía importarle ya eso… Pues, ¿no se iba a ir esa misma tarde, para nunca más volver a verle?… ¿Es que no tenía ya el billete del avión en el bolsillo?… Sí; todo eso era cierto, pero…
Después, desde que el primer animal pisó el ruedo, sintió miedo, mucho, muchísimo miedo viéndole a él frente a las dos… Bueno, las seis fieras, las dos suyas, de Juan, y las otras cuatro, las de los otros dos toreros, en los “quites”, cuando Juan Gallardo se abrió de capote ante cada una de ellas… Peo también vibró de emoción…y, por qué no decirlo, de orgullo, cuando la plaza se tornaba estruendoso clamor de “¡Ooolééé!”… “¡Ooolééé!”… “¡Ooolééé!”… “¡Ooolééé!”… Aquello, ver a todo ese gentío, casi diez mil personas, rendidas, devota, visceralmente entregadas a “su Juan”, la emocionó hasta lo más íntimo de su ser… La imagen de su amado, ante ese público delirante, se agrandaba, pero es que, para ella, se agigantaba…
La tarde salió redonda, a efectos taurinos y del público aficionado, pues el encierro resultó “de durse”, seis “murubes” que, fieles a su larga historia de reses bien encastadas en bravo, embistieron sin descanso a una terna de tres toreros que estuvieron a su gran altura, disfrutando, pues, del final homenaje de la vuelta al ruedo en el arrastre, y acabando la corrida con los cuatro protagonistas, los tres espadas y el mayoral de la ganadería, saliendo a hombros por la puerta grande de “La Malagueta”
Entonces, cuando los cuatro hombres eran sacados, a hombros, del redondel, Elena marcó en su “móvil” el número del hotel que la alojaba
¿Oiga?… Soy Elena Gaenva… ¿Podrían localizarme el hotel donde se aloja el torero Juan Gallardo?
Tardaron algún minuto en responderle que lo intentarían, y doce o quince minutos después recibía una llamada indicándole el nombre de un hotel y el número de una de sus habitaciones… Sin perder tiempo, Elena tomó un taxi, a la puerta de la plaza, que la dejó a la puerta del hotel requerido… Allí se dirigió, directa, a Recepción
Por favor, ¿podrían decir al torero Juan Gallardo que Elena Gaenva le espera en el “hall” del hotel?
El recepcionista así lo hozo y, apenas algún minuto después salió del ascensor un Juan Gallardo todavía pálido, casi demacrado, más terroso que otra cosa, pero tremendamente risueño, en bata larga de seda… Se precipitó raudo hacia ella, que le tendió los brazos al acercársele él… Se cogieron de las manos y se miraron, arrullándose con la mirada
¡Estás aquí, Elena!… En España…en Málaga… ¡Dios mío!… ¡Me…me parece un sueño!… Un sueño mágico, del que temo despertar…
Pues créetelo, mi amor… Tienes mis manos entre las tuyas… Siéntelas, amor mío, para que te convenzas
Y ya lo creo que Juan Gallardo se convenció de que aquellas manos no eran etéreas, sino que muy, muy reales, a juzgar por el pellizco que ella le endilgó, sin comerlo ni beberlo… Pero, “son las cosas de la vida, son las cosas del querer, pues ese pellizco, algo así como a lo que antes se llamaba “pellizco de monja”, pues dejaban señaladas a las niñas de los colegios de monjas para una semana, a Juan Gallardo no le dolió en absoluto, aunque se enteró por completo de él
Sí… Estás aquí… No sueño, ciertamente… Pero, ¿cómo ha sido eso?
Cosas del cine… Llevo más de tres semanas por aquí… Por la sierra de Ronda… Rodando una película… Vine aquí, a Málaga, antes de ayer…a última hora… Y vi que toreabas hoy…
¿Me has visto torear?
Sí; sí que te he visto…
Y, ¿cómo es que no te he visto?… Te hubiera dado el capote de paseo, como hice en México… Te hubiera brindado los dos toros, como también hice entonces…
Por una tontería, Juan… Por una tontería… No quería que me vieras y tomé una localidad de las de arriba… Lejos del ruedo… Lejos de ti… De tu mirada… Por cierto… ¿Quién es esa mujer tan guapa a la que le ofreciste el capote?… ¿Tu mujer?… ¿Tu novia?… ¿Tu…tu lo que sea?…
Juan se rio con ganas
Mi nada Elena… Mi nada… No hay nada de eso… Sigo célibe… Tan célibe como cuando te vi en París… Tan célibe como estaba en México… Ya sabes que me enamoré de una mujer… Que, para mi desgracia, tiene un marido y una hija… Y, qué quieres… Sigo enamorado de ella… Mi corazón sigue, pues, ocupado… Nadie puede ocuparlo, pues nadie, ninguna mujer puede competir con esa… En nada, Elena… En nada…
Elena Gaenva sonrió feliz ante sus palabras
¿Sabes Juan?… Venía con intención de que cenáramos juntos esta noche, pero no sabía si sería posible… Ya sabes… Las mujeres solemos ser celosas… Las rusas, por lo menos, lo somos… Y supongo que las españolas también…
Él la miró entre extrañado y anhelante
¿Y…y aquél miedo que tenías al verme torear? ¿Aquél terror que te impedía estar conmigo?
Sigo teniéndolo, cariño mío… Esta tarde también lo he pasado fatal… Pero vivir sin ti, es peor… Así, sí que me volvería loca… Prefiero aguantarme el miedo por ti, viviendo contigo, que estar sin ti el resto de mi vida… Te quiero, cariño mío… Te adoro… No puedo ya vivir sin ti… Eso, sería una tortura mayor que saberte ante esas horribles fieras… Aunque eso sí… Nunca más volveré a verte torear… Eso no… No puedo, mi amor… No puedo…
Pero… ¿Y tu carrera?… ¡Cómo vamos a vivir juntos si tú estás, mayormente, en tu Rusia!
Viviremos aquí, en España… En Madrid, ¿no es eso?… Y mi carrera la amoldaré a cuando no torees… Porque imagino que no lo harás todo el año seguido… Viniste a París, luego…
Sí; me tomo un descanso cada año… Suelo acabar la temporada española hacia mediados, fines, de Octubre, tras las Ferias del Pilar, de Zaragoza… Y la americana suelo empezarla a primeros del siguiente año…
Pues a esos meses limitaré mis actuaciones… Y tú vendrás conmigo donde yo vaya… Pero también iré yo, contigo, donde tú vayas… No iré a verte torear, pero te esperaré en el hotel…rezando por ti, a Dios, a Jesús… Y a la Virgencita de Kazán… Y Ellos te protegerán… Estoy segura… Así, dormiremos juntos todos los días… Me tendrás todas las noches… Siempre que me desees, mi amor… Y siempre que yo te desee Dejaré el cine, ¿sabes?… No quiero volver a besar a ningún otro hombre más que a ti… Aunque sea en la ficción… Ni tampoco que nadie, más que tú, me vuelva a ver desnuda…
Y ahora fue él, Juan Gallardo, el que si no rio, sí que se le iluminó el rostro en una sonrisa de oreja a oreja… Soltó las manos de ella para abarcarla entre sus brazos, abrazándola, al tiempo que ella le echaba los brazos al cuello, estrechándole, estrechándose ella misma contra el cuerpo de él… Y los labios, las bocas de ambos se acercaron, la una a la otra, fundiéndose en idílico beso… Ella, Elena, le había entreabierto sus labios y su lengua salió al encuentro de la de él, uniéndose ambas en suave, cariñosa, dulce caricia… Sus bocas se separaron, pero prosiguieron enlazados por el prieto abrazo que les unía… Entonces, él preguntó
¿Y has pensado dónde quieres que cenemos?
Pues… Se me ocurre una idea… Que cenemos en la cama…después de que hayamos hecho el amor, lo menos, dos o tres veces… ¿Te parece bien mi idea?
Me parece formidable… Eres divina, mi amor… Divina… Divina… Me encanta que seas así, tan…tan… Tan ardiente
Soy rusa, eslava, cariño mío… Y de las de verdad… (Su voz se hizo aún más susurrante, pero también mucho más insinuante, cuando prosiguió) Te lo voy a sacar todo… Todito, mi vida… Ya verás… Te voy a dejar seco… Sequito del todo… ¿Te parece bien que lo haga?…
(También la voz de él, ahora, se hizo un susurro, para decirle) Me parece fenómeno… Eso es, justo, lo que quiero… Que no me dejes ni gota en…en…
En los “guevos” decís, ¿no es así?…
Y los dos rieron a mandíbula batiente con la salida de Elena
Pues sí; así suele decirse por aquí
Y… Y, ¿dónde quieres que “cenemos”?… ¿En tu habitación o en la mía?…
Por los ojos de Juan Gallardo bailoteó un diablillo saltarín y juguetón cuando respondió a su amada
Y por qué no en nuestra habitación… La tuya y la mía…
Elena Gaenva abrió mucho los ojos, enteramente sorprendida por la salida de su amado, y en esos ojos apareció una muda pregunta, a la que él respondió sin hablarle a ella, sino al recepcionista del hotel, aunque sin dejar de mirarse en los ojos de ella
Por favor, ¿podrían darnos, a mi novia y a mí, una habitación?… Con una sola cama, por favor… Una cama de… Sí; de MATRIMONIO… Porque… ¡Te casarás conmigo!… Digo yo, vamos…
Elena volvió a lanzar, a los cuatro vientos, alegre, desenfadada, el cascabel de su risa
¿Te casarías con una abuelita?… Porque, carriño mío…vidita mía, mi hija se casó a primeros de año y ahora está de entre cinco y seis meses… Luego, ya ves… En nada seré abuelita
Y la abuelita más joven, más guapa… Y más tremendamente rica de este mundo… ¡Pero si pareces una chiquilla!… Seguro que tu hija no está tan joven como tú estás… Ni es tan guapa como tú eres… Ni, muchísimo menos, está tan rica…tan “buenorra”, como tú estás… Que me traes loco de deseo, mi amor, mi vida, mi bien, mi…mi…mi… Bueno; mi TOODOOO…
Elena seguía riendo, escuchándole, aunque también diciéndole
A ver, a ver… Traduce eso último, que no lo he entendido…
Y Juan le explicó que era algo así como un superlativo de mujer carnalmente “buena”, usando el término francés que exprese tal idea, del cual, un servidor de ustedes, queridas/os lectoras/es, ni zarrapastrosa idea, vamos… Porque el bueno de Juan Gallardo, que mantenía todo este diálogo en francés, lengua vehicular entre la diva y él, habíalo dicho en castellano, vulgo español, un tanto, o bastante, desgarrado, refrendando la “faena” con otro término en castellano igual de desgarrado: “Buenaza”, que acabó por hacer decir a la bella
No; si ya veo que voy a tener que ponerme a estudiar, y muy en serio, el español, porque cualquier día, a saber lo que se te ocurre llamarme…
Sí, mi amor… Vas a ser una abuelita la mar de rica y “buenaza”… Pero también una mamá más que joven, más guapa… Más que “buenorra” y más que “buenaza”… Porque, no irás a decirme que no quieres que tengamos hijitos…
La mirada de Elena, entonces, cuando escuchó esto del que ya, sea como sea, fuera como fuera, seria, indudablemente, su hombre, se tornó embriagadoramente dulce, sensual como pocas veces lo sería
Si tú los quieres, yo también los quiero… Entre nosotros, todo, todo, me entiendes, todo, será como tú digas y dispongas… Seré tu mujer, te cases o no te cases conmigo, y seré tuya… Enteramente tuya, mi amor… Mi vida… Mi cielo… ¡Aayy!… ¡Recepcionista; denos rápido esa habitación!… O… O…o no respondo de mí y a saber qué acabará pasando aquí… ¡Lo mismo, un subido espectáculo porno!…
De pocas, el empleado tras del mostrador no suela la carcajada pues, a lo bajinis, bien que se venía riendo con el espectáculo que estaban montando aquellos dos clientes; y como el movimiento se demuestra andando, dijo con toda autoridad
¡Botones! Acompañe a los señores a la “suite Nupcial”
Y los dos, Juan y Elena se lanzaron a la más descarada de las carreras hacia el ascensor, junto al que ya estaba, como aquél que dice, el susodicho botones. Mientras tanto, el dicho recepcionista cruzó una mirada de entendimiento con un caballero, ataviado de elegante smoking, que hacia el final del mostrador había estado siguiendo toda la escena que ante él se desarrollaba con un interés no exento de silenciosa hilaridad, el cual asintió con la cabeza a la muda pregunta que el recepcionista le hacía, con lo que éste dijo en voz ya un tanto alta
¡Señor Gallardo! La estancia de esta noche en la “Suite Nupcial” no le será cargada en cuenta. Acéptelo como un obsequio del hotel a usted y a la bella señora
Muchas gracias a ustedes… La señora, mi futura esposa, y yo les quedamos muy agradecidos… Son ustedes muy amables
Juan y Elena, tras del botones, llegaron a la puerta de la famosa “suite” cuya puerta el empleado del hotel abrió, entregó a la llave a Juan y, discreto, “hizo mutis por el foro”. Entonces, al quedar, al fin, los dos solos, Juan, ese Romeo del siglo XXI, tomó en brazos a su Julieta y, de tal guisa, cual recién casados en su Noche Nupcial, en su “Noche de Bodas”, traspasó el dintel de la habitación
FIN DEL RELATO
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Como por despecho me entrege a desconocido
Como por despecho acabe por entregarme a desconocidos en un Cine
Mirad antes de comenzar con mi confesión os debo decir que esta es casi una continuación de mi anterior confesión… “No por haber tenido sexo… me hace ser lesbiana”, pues os mente que gracias a mi amiga Gloria conocí a Oscar… mi actual ex. Os debo recordar que lo conocí durante mis vacaciones del año 2006… si ha llovido bastante, donde yo tenía 19 años… prácticamente una niña, joven, inocente e ingenua… bueno ya me entendéis.
Oscar era mucho mayor que yo… cuatro años, el igual que yo pertenecía a otra ciudad… Barcelona y estaba por vacaciones en Almería en compañía de sus padres. Apenas tuvimos tiempo para no enamorarnos… pues fue un autentico flechazo, incluso ahora después de tanto tiempo y a pesar que mantengo una relación de tres años con mi actual novio, relación con la cual uniremos aun mas estos lazos pasando precisamente por el altar el día 13 de Septiembre del presente año. Pero bueno continuo… a pesar de todo recuerdo con todo detalle esa hermosa noche, no necesariamente por lo hermosa noche sino por haberse declarado y por como lo hizo… son cosas difícil de olvidar, creo que hasta esa noche no tuve una noche más feliz y romántica.
Tras finalizar el verano me hicieron ver que debía de despedirme de Oscar… pues una relación a larga distancia no funciona, todos intentaron hacerme razonar pero a pesar de las sugerencias… continuamos, claro está como cabezota que soy hicimos oídos sordos, viéndonos siempre que podíamos y sobre todo los fines de semana. Durante algo más de un año que duro nuestra relación os debo confesar que los primeros tres meses fue un infierno… no solo porque tuve aguantar de todo, sino porque le fui fiel… mmm (joder, me costo bastante contenerme… no hubo día que no necesitara masturbarme hasta tres veces). Pero obviamente la carne me pierde y os reconozco que soy débil, a pesar de que no hubo día durante las semanas que no nos comunicáramos… ya sea mediante el teléfono, móvil e incluso chat con video conferencia.
Donde por este medio nos satisfacíamos el uno con el otro… mmm, sus peticiones eran cada vez más fuerte y más morbosas… claro esta cerraba la puerta con llave, tanto era el grado de morbosidad que me proponía emular una mamada a un gran objeto como ser penetrada con ambos juguetes de forma alternativa… ooohhh. Según Oscar lo que más le gustaba de mi era la extraordinaria experiencia que tenia respecto al sexo, pues según él era extraordinario a pesar de lo joven que era la gran experiencia que tenía, incluso me felicitaba cuando le hacía sexo oral… haciéndole acabar dentro de mi boca y tragándome sus fluidos.
Fue entonces cuando comencé a tener mensaje a mi email sobre sus infidelidades… claro esta estos eran anónimos y la verdad es que no me molesta, quizás porque yo le era también infiel… pero como la gente son tan hipócritas y tan hija de puta, le hicieron saber que yo tampoco le era tan fiel como él pensaba… y comenzaron a dinamitar nuestra confianza.
Mi chico vivía en casa de sus padres situada en Carrer de Leiva un barrio muy céntrico… durante meses que viajaba a Barcelona a pasar el fin de semana, sus padres me recibían como una hija pues según ellos Oscar ha cambiado desde nuestra relación. Pero en uno de esos días tuvimos una discusión terrible tanto que en un momento de ira… acabo por echarme de su casa, entre lágrimas me fui con lo puesto que no era otra ropa que una minifalda vaquera… una de esas que tanto me gustan porque luzco mis piernas a pesar de las medias.
Aun la recuerdo pues fue un regalo suyo ya que esta le ponía mucho y gustaba mucho era una falda vaquera de corte moderno bombacho con cremallera y un botón, bueno sigo… arriba llevaba una camiseta ligera de tirantas con un escote redondeado, ropa interior blanca formada por unas braguitas tipo brasileñas, un sujetador sin tirantes, unas medias de ligas altas elástica transparente con encajes y finalmente unas sandalias de tacón alto… aun recuerdo mi ropas por las fotos que aun mantengo, sobre todo de ese día.
Deambule por esas calles que no conocía… sin apenas dinero y con mí móvil, no sabía qué hacer me sentía muy mal… muchas palabras nos dijimos que nos hicieron mucho daño, lo único que sabía que estaba cerca de la Plaça d’Espanya. Cuando salí a Carrer de la Creu Coberta vi un cine que me extraño verlo… no porque no pudiera tenerlo, sino porque según mi chico de entonces… Barcelona es la cuna del mundo y sitios como esos no existen (joder, con el muy incrédulo cabron).
No os voy a mentar como se llamaba pues ya con el mismo nombre os podéis hacer una idea, dude sí entrar o no… pero finalmente me decidid por entrar más por tener un sitio donde pensar y por otro por estar un poco arropada. Me acerque a la taquilla y una mujer de aspecto varonil… me dijo.
“Que deseas… a ya veo, mira niña aquí dentro no se ejerce… si quieres hacer la calle vete dos calles más abajo”, me soltó incrédula por mi aparición.
“Mira no soy ni una prostituta y mucho menos una niña, solo quiero que me venda una entrada… por favor”, le conteste.
“Eres muy joven para conocer lo que se encierra aquí dentro, no comprendes que este no es un cine normal, mira niña para bromitas vete a otro sitio”, me dijo.
“Es problema mío… me podría vender una entrada o acaso hay que hablar con el responsable del cine, dígame cuanto vale una entrada”, le dije nuevamente un poco mas aireada.
“Son 6,50€… pero antes me debes de enseñar tu carnet de identidad, debo de cerciorarme que tienes 18 años para poder entrar aquí”, me contesto un poco mas suavona.
Tras enseñarle mi carnet de identidad y pagar mi entrada esta me dejo pasar, camine unos metros hasta traspasar unas puertas accedí a una especie de antesala que daban a un previo a la sala, ya esta estaba casi en penumbras… quizás era un poco para acostumbrarme a lo que me esperaba. Tras abrir una pesada puerta y echar hacia un lado la pesada cortina… la deje caer tras haber pasado, literalmente me quede ciega pues la oscuridad era total y hasta que al cabo de medio minuto no me acostumbre… ignoraba lo que me encontraría allí.
Tras acostumbrarse mis pupilas a la oscuridad… descubrí a no más de 16 hombres en la sala, ignoro cuantos había en la parte trasera o en los servicios. En su mayoría eran hombres muy mayores de al menos 60 años o más, pocos eran jóvenes… si por jóvenes puedo incluir aquellos que rondaban los treinta y picos. Cuando caminaba hasta el lugar donde me sentaría… sentía sus miradas desnudándome, claro está me sentí rara… no os voy a mentir, mirad no sé realmente como paso pero creo que fue el mismo ambiente lo que me lo produjo tal consecuencia, me sentía muy caliente quizás debido a la película o por ver tantos desperdicios de hombres.
Ya por sí estaba muy caliente… no solo por verme en un lugar para hombres sino por estar rodeadas por estos, no pude evitar comenzar a masturbarme aunque solo llevaba allí no más de diez minutos… mmm, claro está al principio tuve mucho cuidado mas por evitar sospecha de ello… pero poco a poco me fue dando igual que me estuvieran mirando… ooohhh. Estaba totalmente empapada tanto que se me paso por la cabeza el quitarme las braguitas… mmm, tanto hombre desaprovechado y yo necesitada de una polla… pensaba, aunque una chica ahora arrodillada y lamiendo mi ingle me hubiera venido de miedo… ooohhh.
Como echaba de menos a Gloria… no sabéis bien y todo por culpa de Oscar, pues nada mas estar con él me venía a mis pensamientos Gloria… uuummm, sobre todo ese cuerpecito… esos tiernos labios, esa mirada inocente, ese… mmm (joder, que me pierdo otra vez). El ruido del subir de una butaca me alerto que no estaba sola y tras mirar hacia donde provenía este, descubrí a dos hombres caminando… uno por cada extremo de la fila hasta donde yo estaba sentada, acabándose por sentar uno a cada lado (coño, como si no hubiera sitio en todo el puto cine). Con rapidez cerré mis piernas al tiempo que retire mis manos y las coloque sobre los apoyabrazos.
Recuerdo bien los hechos gracias a mi diario y a la mala costumbre de anotar todas y cada una de mis experiencias, tanto las buenas como las malas… pues nadie sabe bien lo que nos deparara el tiempo… ji ji ji, bueno continúo. Detallo el de mi derecha como un hombre de unos cincuenta y picos canoso, bastante grueso y grande en todas las partes de su fisionomía… que desde un principio tomo la voz cantante, aunque de hablar como poco… mientras al hombre de mi izquierda lo detallo como más reservado, detallándolo como un cuarentón algo más delgado y con gafas, cabellos oscuros y siempre actuando por detrás del primero.
Desde un principio el primero pego sus piernas a las mías… mientras el de mi izquierda solo observaba, yo como un acto reflejo las aparte… pero este no se desilusiono por ellos, sino que una vez las volví a poner derecha el cincuentón volvió a la carga con la resultado que yo no las aparte. Observando como yo me mostraba impasible… coloco su mano sobre mi muslo… mmm, comenzándola a deslizar desde mi muslo hasta mis rodillas y poco a poco separándomelas… mmm (ostia, como me estaba poniendo este hombre, ni en las mejores de mis fantasías pasaba). Acariciaba un muslo y después desplazaba su mano al otro… mientras yo callada miraba la pantalla… mmm, ascendió su mano hasta mis pechos una vez abandono mis muslos… cosa que aprovecho para que el de mi izquierda apoyara su mano en mi muslo.
Comenzó a acariciarme los pechos sobre mi camiseta… ooohhh, para continuar por bajarme las tirantas de mi camiseta y descubrir mi sujetador… mmm, tras bajar las copas de este… empezó a magrear mis senos y mis pezones, pellizcando este ultimo al tiempo que el de mi derecha me tomaba por la barbilla y me beso. No puse resistencia alguna… su lengua con rapidez busco la mía y al tiempo que sentí una nueva mano de algún desconocido magrear mi pecho… ooohhh (joder, notaba que se me iba a ir de las manos… pero pensé por qué no). El de mi derecha se llevo uno de mis senos a la boca y con gran placer sentí como esa lengua viperina jugueteaba con mi pezón… ooohhh, mientras el de mi izquierda continuaba besándome y magreando mi otro pecho… uuummm.
Obviamente me entre a los deseos de estos pervertidos… pero quien era en verdad la mayor pervertida… é, el de mi izquierda me tomo la mano y se la llevo a su entre pierna a modo de que notara su tremendo bulto y con su ayuda la saque fuera. Mientras el cincuentón dejo de besar mi pecho sustituyendo por mi cuello… ooohhh (coño, me hizo estremecerme y sentir escalofríos), note como su manos se deslizaba entre mis muslos y comenzar tímidamente a acariciar mi ingle… aaahhh, sintiendo como desde mis labios vaginales hasta mi vulva… ooohhh.
Como echo hacia un lado la tela de mis braguitas con una de sus manos mientras con la otra separaba y hundía sus dedos entre mis labios vaginales… ooohhh, mas que masturbar la polla del de mi izquierda… lo que le estaba haciendo era tallarla… mmm, mi mano estaba pringada de sus fluidos preseminales que me servían para masturbar mejor su polla… ooohhh. El momento cumbre comenzó cuando el de mi derecha hundió su dedo corazón en mi orificio vaginal… aaahhh al mismo tiempo que fui yo, quien fue en busca de su polla… la cual estaba ya fuera… mmm.
Tres hombres más se acercaron… apareciendo por los lados y colocándose delante de nosotros, comenzando estos a masturbarse delante de mí sin miramientos… ooohhh (joder… que espectáculo). Estaba franqueada por hombres que me estaban masturbando y que yo estaba masturbando a ambos… mmm, el olor a miembro masculino inundaba la sala… ooohhh. El cincuentón de mi derecha me hizo levantar ante la mirada del de mí izquierda y tirando de mis brazos, me hizo entender que deseaba que me arrodillara al tiempo que con su polla en mano me apuntaba… mmm. Yo misma me incline sin que me lo pidiera… y tras tomarla por su tronco, comencé a comérmela… ooohhh… dándole bocaditos en su grande… mmm… mientras acariciaba sus genitales… aaahhh.
Manos maduras y expertas acariciaban mi espalda y cabellos… ooohhh, como suele decirse una cosa atrae a la otra pues nuestra escena atrajo a otros hombres… los cuales admiraban la dedicatoria. Tragaba una vez tras otra su grande… mmm, desaparecía dentro de mi boca… mientras con mi mano tallaba su tronco al tiempo que con la otra acariciaba sus genitales… ooohhh, escupí sobre su grande y con mi mano derecha la extendí por su tronco… acto seguido me la introduje hasta sentir su grande golpear mi garganta a pesar de las arcadas, este emitió tal sonido que alerto a más de uno de los aseos.
Recuerdo que levante la cabeza sacándome su polla del interior de mi boca para tomar aire, descubriendo que por detrás de mí había tres hombres más… mmm, el hombre de mi derecha poso su mano nuevamente sobre mi nuca y haciendo presión me hizo volver a tragarme su polla… ooohhh. Tras un rato que no os puedo precisar… una mano tiro de mi hacia atrás… sacándome la polla del cincuentón de mi boca, era el cuarentón el que precisaba de mi habilidad para darle de igual trato a su polla… mmm, abrí la boca… y saque la lengua a modo de alfombra roja a la espera de que el la posara… aaahhh.
Creo recordar que uno de los chicos de los tres que había delante pidió amablemente que si yo se la pudiera chupar… claro esta yo me negué, pues estaba chupando dos muy buenas pollas maduras y para nada deseaba una joven… mmm, uno de los hombre maduro me obligo a tragarme la polla del chico… mientras las manos de los otros dos se fueron encargaron de mis orificios… ooohhh, sentí una extraña sensación que me hizo no solo pasarme esa polla de la boca sino girarme para descubrir qué coño era eso, claro esta no era otra cosa que la preparación de otro para penetrarme… mmm, no entendía aquello que me decían pero debía de ser como todo aquellas palabras que tanto dicen los tíos.
Llevada por el placer y la satisfacción comencé a tragarme cada una de esas pollas veteranas… mmm, dedique a cada una la mejor de mis dedicaciones como si fuera mi mismo padre y estos me acariciaban mi nuca, espalda y pechos… ooohhh. Claro está de fondo se escuchaba mas gracias a Dios los sonidos proveniente de la pantalla, esa chica siendo follada por dos chicos de color… creo recordar aunque la verdad no le mucha importancia, ya que yo estaba en algo mas importante liada.
Gracias a Dios no se vinieron dentro de mi… pues de la misma que me la introdujo el primero… la saco, acabando por verter sus jugos sobre mis nalgas… mmm, no durando por mucho mi orificio vaginal no durando mucho mi orificio vaginal por ser ocupado, pues al otro chico al cual comencé previamente a chupársela… ocupo su lugar, comenzando este a penetrarme con fuertes embestidas mientras sus manos me tenían cogida por la cintura.
Este finalmente la saco pero se quedo esperando junto a los otros su turno… turno para se la chupara, creo recordar que fue uno de los maduros que por lo que comenzó todo, me pidieron penetrarme y tras ayudarme unos a levantarme… me dispuse a colocarme sobre él, cosa que no me dejo… haciéndome dar la vuelta y penetrarme desde atrás, aprovechando otros para que se las comiera y algunos me obligaron a tragarme sus fluidos… mmm.
Tras correrse el viejo dentro de mis extrañas me hicieron arrodillarme y tras continuar comiéndome una nueva polla… otra me invadió nuevamente desde atrás… ooohhh, al extraño al cual comencé a chupársela la tenía enorme… uuummm. No dejaba de masturbarme… jugueteando con mis orificios, llegando incluso a pedirme penetrarme cosa que con gran deseo hice y disfrute como nunca, hacía años que no era penetrada con tanta fuerza y pasión, aquel hombre me hizo recordar el verdadero significado de una buena follada… que aguante tenía el “gachón”… mmm.
Me hicieron gritar de placer… y al mismo tiempo bañada prácticamente en semen, no deseaba volver pues había encontrado un filón de sexo… mmm, estaba casi desnuda y gracias a los sonidos que provenían de la pantalla de esa chica más que escandalosa… los de afuera no me escucharon. Pero me hicieron saber que la sesión continua iba a su fin y que debía de marcharme, por lo que tras vestirme me dirigí a los servicios donde como pude me asee… mmm, allí mismo probé el miembro de otro hombre el cual no dejaba de decirme… “pequeña zorrita aun no has tenido suficiente”, mientras se la chupaba y que luego me penetro mi dolorido orificio anal mientras me lavaba la cara… mmm, saliendo del aseo en dirección a la calle con el culo lleno de leche.
Cuando salí del cine ya había hasta anochecido… mire mi móvil y tenía decenas de llamadas de mi novio, mire el reloj y me di cuenta que llevaba horas por lo que finalmente lo llame. Alarmado me soltó… “Gracias a Dios, por favor perdóname y vuelve a casa”, regrese a su casa y si lo hubierais visto… ja ja ja… sus ojos enrojecidos de haber llorado y se mostraba muy arrepentido. Me dijo…
“Tienes toda la razón… no tengo motivo para pensar que me pones los cuernos, soy un idiota y un cabron por escuchar a los demás decir injurias de ti… perdóname por favor”, me soltó y lógicamente lo creí.
Tras reconciliación esa noche me entregue a él e hicimos el amor como nunca… mmm, obviamente era más por evitar posible líos de futuros embarazos… joder, ni noto el inocente los muerdos de mi cuello o los hinchados labios y aun menos el sabor de mi vagina a semen de otros… mmm. Aunque ha día de hoy se que es imposible… pero en ese momento fue por si me quedaba embarazada de algunos de los del cine, si así era… siempre podría acusar a “otro”.
Os debo confesar que mis paseos desde ese día fueron muy a menudo… obviamente cuando me tocaba subir a Barcelona a ver a mi novio, mi novio disfrutaba muchísimo tras mi vuelta donde a pesar de estar sus padres lo hacíamos… manera fácil de sentirme bien conmigo misma. Pero no pude aguantar mucho mas con él… por lo que finalmente rompimos, obviamente nos dolió a ambos la ruptura y aunque quedamos como amigos… nunca le confesé la dirección de mis salidas. A día de hoy son sus padres quien me ha pedido regresar con el… pero eso es del todo imposible, por lo que me ruegan que vaya a verlo y hacerle comprender que lo nuestro es imposible, pero no creo que fuera muy buena idea pues se donde acabare… como mis anteriores visitas a mi ex.
Bueno esta confesión llega a su fin… vale, bueno me presentaré… soy una ardiente sevillana de 26 años adicta al morbo y sobre todo al sexo. Tras comenzar a publicar mis confesiones en www.todorelatos.com, continúe por crear un blogs personal a modo de que me conozcan aun mejor (http://susanabix-misconfidencias.blogspot.com.es/), seguido por una cuenta o mejor dicho varias en Facebox (https://www.facebook.com/Susanabix?ref=ts&fref=ts) pues han sido canceladas según dice que soy demasiada directa y que mis fotos son muy “torridas” (joder, que me lo expliquen). Pero bueno continuo… finalmente cree a petición de mis lectores una en Twitter (https://twitter.com/Susanabix).
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Desperté desnuda con mi marido y otro
Desperté sintiendo la polla empalmada de mi marido en mi trasero, como todas las mañanas , pero hoy la sentí por completo al haber dormido completamente desnuda, ya que habíamos pasado la noche en un motel, para celebrar nuestro tercer aniversario
No abrí los ojos, hoy era Domingo y no había prisa, nuestras nenitas estaban en casa de sus abuelos, hasta la noche no íbamos a recogerlas
Sonreí al oler por mi nariz que la habitación aún olía a champán, el mismo que ayer con el que mi esposo me había empapado todo mi cuerpo tras colocar en mis ojos una venda y desnudarme por completo, lamiendo cada poro de mi cuerpo durante casi una hora
También me hace sonreir porque él mismo se embadurnó de champán su polla, yo de rodillas en el suelo lamiendo su polla como si me fuese la vida en ello, ha sido genial, me encanta el no ver nada, el tener mis ojos cubiertos
Hoy puedo ser juguetona, me está poniendo cachonda el notar su polla, dura como una tabla, muevo mis nalgas, separo un poco mis piernas, encamino el glande de mi chico hacia el medio de ellas, si, joder, eso es, todo mi cuerpo tiembla al notar su polla rozando mi coño
Abro mi boca, exclamo un enorme suspiro, joder, que bien se siente, que pena el no poder sentir esto todos los días, pero con 32 años, dos nenitas pequeñas, una durmiendo en la cuna al lado de nuestra cama, pues no
Noto como mi coño se humedece, vuelvo a suspirar, joder, abro más mis nalgas, muevo mi culo hacia atrás, coloco su glande justo en la entrada de mi vagina, siiii, ahhhhhhhhhhhh
Mi coño ha empapado por completo su polla, joder, incleible
Echo mi culo más para atrás
Me estoy clavando suavemente su polla, haciendo que entre dentro de mí
Dios!!
La siento toda, echo mi culo más para atrás, me autopenetro la polla de mi chico dentro de mi vagina
Ahhhhhhhhhhhhhhhhh
Hago fuerza en mi vagina y aprieto su polla, joder, ahora si mi chico se ha despertado, joder, ahora es él , el que comienza a bombear su polla dentro de mí, agarrando mi cadera con su mano
Jodeeeeeeeeeer!!
Su polla resbala dentro de mí como lo hace la mantequilla caliente sobre una rebanada de pan
La ostia bendita!!, que gustazo, no paro de abrir mi boca, enseñar mis dientes, sigo sin abrir mis ojos para nada como si aún tuviese mis ojos vendados como ayer
Ahhhhh, me vengo, noto que estoy a punto de correrme, siiiiiiiiii, lo hago, me corro, ya , ya llego!!
Siiiiiiiiii, abro mis ojos mientras me corro, mientras siento la dureza de su polla rozando por completo las paredes de mi vagina, mientras noto sus enormes huevos dar golpes en mi coño con cada pasada
Si me dan una ostia , no me quedo más flipada en ese momento
Mi mente no da asumido, procesado lo que en ese instante mis ojos estaban viendo
Ha sido tal la parálisis mental que sufrí tras correrme en ese momento, siendo mi coño penetrado salvajemente durante 5 minutos enteros, que no despertó de ese letargo mental hasta que noté el orgasmo más grande de toda mi vida y que veo difícil volver a sentir, por lo menos con esa intensidad, al sentir como mi coño se llenaba del esperma caliente de la polla que yo misma me había encargado de introducir lentamente en mi coño
Cerré mis ojos, sentí en mi coño un par de espasmos más de la polla que continuaban recorriendo el interior de mi vagina, mi cuerpo reaccionó en contra de mi mente, abri mi boca, suspiré, me corrí en ese momento de nuevo
Todo mi cuerpo temblaba, convulsionaba, ha sido el mejor polvo de mi vida, lo sé
No quería abrir mis ojos, todo cambiaría en ese momento, para siempre
Sentí como la polla se retiraba de mi coño, habiéndomela dejado completamente llena de esperma
Noté como se levantaba de la cama, pude escuchar como se cerraba la puerta del baño, oí como estaba meando en el wc
No me atrevía a abrir mis ojos
Deseé que todo haya sido un mal sueño, una pesadilla
Abrí mis ojos
No había sido un sueño, joder!!
Yo seguía estando acostada de lado, notaba como de mi coño no paraba de salir restos de esperma que resbalan por el interior de mis muslos, empapando el colchón de la cama
Se me cayó el mundo al suelo, notando mi corazón a mil por hora, sin saber qué hacer, queriéndome morir en ese momento
Escuché el agua de la ducha corriendo, la puerta del baño seguía cerrada
Llevaba 40 segundos sin pestañear, mirando de frente a mis ojos, igual que hice cuando me corrí hacía unos minutos, antes de que tuviese mi coño lleno de semen
Estoy viendo a mi marido!!
Él está acostado de lado delante de mí, mirándome de cerca, sonriendo
Mi corazón está a punto de estallar
Escucho como han cerrado el agua de la ducha
Buenos dias , me espeta mi esposo, sonriendo
Casi me muero en ese momento!!
Miro su polla, la tiene empalmada que está a punto de reventar
Acabo de tener sexo con otro hombre y delante de él!!
Yo misma me he penetrado la polla de otro!!!
Yo??
Que era virgen a mis 24 años hasta que conocí a mi actual marido!!
Que nunca ni me había ni masturbado, ni tocado, ni nada de nada hasta que lo conocí a él ¡!!!
Que nunca mi cuerpo había sido visto, tocado por nadie más que él ¡!
Y ahora, siendo madre, a mis 32 años, estando casada, he tenido sexo delante de él ¿??
Tengo mi coño lleno de esperma de otro hombre que no es mi marido?
Me he follado a otro hombre?
En el día de mi aniversario?
Mi esposo ha dejado que pruebe a otro hombre?
Ahora si sé lo que se siente al probar la polla de otro hombre dentro de mi sexo?
Ahora sé lo que se siente, notando la dureza, la excitación de otro hombre que desea tu cuerpo?
Ahora comienzo a darle vueltas a lo de ayer, a lo de que me extrañó por un momento el no notar en los labios de mi esposo el sabor a champán al besarme después de ser todo mi cuerpo lamido por su lengua
No me jodas que el que lamió cada poro de mi piel, mi cuello, mis pechos, mi vientre, mi coño ha sido el mismo que ahora mismo se ha duchado y del que tengo su semen dentro de mi sexo
Abro mis ojos, miro a mi esposo, con miedo, con mucho miedo
Él se adelantó a decirme:
No sé si quiero saberlo
Ayer, solo te follé yo, quédate tranquila
Él lamió todo tu cuerpo pero no te penetró
Has dormido desnuda estando en medio de los dos
Lo de hoy, ha sido cosa tuya
Este es mi regalo de aniversario:
Regalarte un TOYBOY de carne y hueso en vez del consolador que siempre usamos
Si me dan dos ostias no me quedo más paralizada, lo miré fijamente durante 20 segundos sin pensar en nada más que en las palabras que acababa de decirme
Solo el notar que el colchón estaba inclinándose hizo que volviese a la realidad, llevé mi rostro hacia atrás, hacia donde noté el movimiento, me encontré en ese momento con un chico de unos 22-23 años, desnudo del todo, mirándome mientras sonreía, era guapo, muy guapo, miré su cuerpo, atlético, diciéndome un Buenos días, metiéndose en la cama, a mi lado
Cerré por un momento mis ojos, mi mente tenía que asumir todo lo ocurrido, estaba desnuda en la cama con mi esposo y con otro chico
Otro hombre veía mi cuerpo por primera vez después de mi esposo?
Ahhhhhhhhhhh, gemí al sentir los labios de mi esposo en mi cuello
Casi me desmayo al sentir esto, mis brazos cayeron de un golpe en ese momento
Mi esposo se puso encima de mí, separando mis piernas
Mis labios fueron besados por mi esposo, noté su polla empalmada, dura como una piedra en la entrada de mi más que empapado coño
Creo que hoy no necesitaremos lubricante, no crees?, soltó mi esposo
Me corrí, automáticamente en ese momento, sintiendo su polla a punto de entrar dentro de mí, pensando para mí que mi esposo se refería porque yo tenía mi coño lleno de esperma de este chico
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Mi esposo clavó su polla dentro de mí, entrando de golpe hasta el fondo, noté sus huevos golpear en mi culo, aquello me llevó a otra dimensión, la polla de mi esposo resbalaba en el semen de otro hombre, dentro de mí, aquello no tenía ni nombre
10 minutos me folló mi esposo estando yo en esa posición, sin abrir mis ojos por lo más mínimo, pensando que antes , hace menos de media hora, había tenido y sentido la polla de este jovencito dentro de mi sexo, pensando que había sido yo y no mi esposo el que había hecho que eso ocurriese pero poniéndome a mil por hora, notando como en cada embestida la polla de mi marido destrozaba mi vagina después de haber follado con otro, no estando celoso como siempre pensé que sería, no, siendo lo contrario, mi marido le había excitado al máximo el verme follar con otro y eso, joder, me puso más caliente de lo que he estado en mi vida
10 minutos como dije, antes de cambiar de posición, tras colocarme mi marido de nuevo la venda en mis ojos
Toda la visión sobre el sexo cambió para mí en ese momento
Cabalgué la polla de mi esposo como si se me fuese la vida en ello durante más de media hora, eso si, esta vez sabiendo que en esa cama, en esa habitación había otro hombre a nuestro lado, sabes lo que se siente al estar clavándote la polla de tu esposo mientras notas en tu espalda la dureza de otra polla?, sentir tus pechos ser agarrados por las manos de otro hombre mientras tú follas a tu marido?
Así fue, mi esposo vació sus huevos dentro de mí, sentí estallar su polla y llegar a mi mente, mientras notaba el deseo de otro hombre tocando mi cuerpo, esperando su turno
No tiene palabras lo que sentí ese día
Tras desmontar la polla de mi marido, teniendo en mi coño el semen de dos hombres distintos, me tumbé boca arriba, sonreí, feliz de lo que había pasado, estando con mi marido, sin ver nada
Me quedé dormida
Desperté al cabo de unas horas
Mi esposo y el chico estaban durmiendo
Pude ver que la venda que tenía antes en mis ojos, estaba ahora en los ojos de ese jovencito
Pude admirar su precioso cuerpo desnudo, su polla depilada al cero como la tiene mi marido, estaba claro que mi marido había encargado que así la tuviese, me quedé flipada con el regalo que mi marido me había hecho, que otro hombre viese, tocase, lamiese, oliese mi cuerpo
Pensé también en que mi marido no había permitido que otro me penetrase, antes lo había hecho yo pensando lógicamente que era la polla de mi esposo
Mi esposo se despertó, me miró, sonrió al ver que estaba mirando fijamente el cuerpo y la polla del chico, viendo que el chico no veía nada
mi marido me guiñó un ojo, yo supe lo que quiso decirme, que jugase con el chico, no me atreví
casi me corro al coger mi esposo mi mano izquierda y notar la dureza de su polla, incitándome a masturbar su polla
mi esposo quería que lo masturbase teniendo a mi otro lado un chico desnudo?
lo hice, comencé a masturbar lentamente su más que recargada polla, no podía parar de mirar la otra polla a mi lado, estando desnuda en esa cama en medio de dos hombres, sabiendo ahora que he dormido desnuda en medio de dos hombres desnuda, estando casada, siendo madre
porqué no coges la otra también?, me espetó mi marido
miré a mi marido, me quedé paralizada viendo su sonrisa de pillo, de niño malo
hazlo!, volvió a decirme
A cuantas de tus amigas crees que sus maridos les dejarán sentir esto ?, me dijo
Quieres sentir por una vez en tu vida lo que es tener dos pollas en tus dos manos?
Noté como un chorro enorme de flujos salió a reacción del interior de mi coño
Llevé mi mano derecha a la polla del chico, joder, todo mi cuerpo convulsionó
Tenía dos pollas en mis manos, comencé a pajear ambas pollas a la vez
Cerré mis ojos, esto si es morbo, dios mío, pensé
Mi corazón estaba a mil por hora
Mi sexo no paraba de emanar flujos, empapando el colchón de esa cama
No paraba de mirar al rostro de ese chico, me excitaba al máximo que este no pudiese ver nada, que no viese mi cara, mis ojos en ese momento mientras pajeaba su polla junto con la de mi marido
Noté en mi interior que estaba a punto de estallar, más al mirar la expresión de la cara de ese chico viendo que le estaba encantando la paja que con mi mano le estaba haciendo
Miré a mi esposo al notar que retiró de mi mano su polla, se colocó de lado, haciéndome poner a mi de lado también, colocó su polla en medio de mis piernas y me clavó su polla de un golpe dentro de mi coño, mientras agarraba con fuerza la polla de ese chico
Nunca antes, en 8 años he notado tan dura y tan gorda la polla de mi esposo, follándome de lado, haciendo que instintivamente hiciese lo que tanto él como yo deseábamos en ese momento, sin decir nada, incliné mi rostro hacia la polla de ese chico y la introduje dentro de mi boca
Siiiiiiiiiiii, me corrí teniendo dentro de mi boca la polla del chico, la segunda polla de toda mi vida ¡!!
Y mi marido perforándome mi sexo con su polla!!
Creí morirme
Lamí todo la polla del chico como si se tratase de un polo, comí sus huevos mientras sentía en mi retaguardia la dureza con la que mi marido me penetraba
Miré todo el rato el rostro del chico, me excitaba el ver que él no podía ver nada, supe que el chaval le faltaba poco e hice algo impensable, me puse a cuatro patas, puse mis enormes pechos de talla 120 copa E en medio y le hice una cubana mientras la polla de mi esposo no paraba de entrar y salir de mi coño
El chico se corrió, joder, mis tetas llenas de esperma de la polla de otro que no era mi marido!!
Mi mente no lo soportó más, mi sexo tampoco, me corrí como una guarra en ese momento, mientras mi marido me follaba salvajemente
Aquello no tenía ni nombre, aquello era más que sexo del bueno, creo que recordaré esa sensación hasta el resto de mis días, agarrada a la polla corrida de otro chico mientras noto como le pone cachondo a mi marido!!
Mi marido se corrió dentro de mí
Todos quedamos rendidos en la cama
Todo en la habitación olía a sexo
El chico se fue al cabo de media hora
Eran ya las 2 del mediodía
Allí nadie desayunó, nadie comió
Mi marido y yo nos quedamos dormidos
Me despertó mi marido a las 8 de la noche
Nos duchamos rápidamente, fuimos a buscar a nuestras nenas
Todo volvió a la normalidad
El vivir esta experiencia NO cambió en nada nuestra relación, bueno, si, para mejor, desde ese día no hay despertar que no mueva mi trasero para introducirme la polla de mi marido al despertar, eso si, sin mirar para atrás, sin abrir mis ojos, follamos como conejos desde entonces, de vez en cuando abro mis ojos, mientras mi marido me folla de lado por detrás esperando encontrarme de nuevo sus ojos, recordando lo que he experimentado teniendo dentro de mí la polla de otro hombre
Nunca más hemos hablado del tema
Yo me he liberado sexualmente
Ahora sé a lo que se refería mi esposo al deseo que una siente de volver a sentir que OTRO/A que no sea tu pareja, te desea sexualmente, de ese ansia que se tiene cuando otro te mira, de querer volver a sentir, oler, tocar el sexo de alguien nuevo
Ahora yo lo tengo, lo admito
Es un juego al que no todas las parejas pueden jugar ya que se quemarían
Mañana es nuestro cuarto aniversario
Es el día que he aceptado que sea distinto a los demás, un solo día, una sola noche al año, eso sí, juntos
Mi marido me llena sexualmente, no para de pervertir mi mente a diario, hoy es la tercera paja que me he hecho en el hospital donde vendrá a buscarme, sus sms con fotos del coño de una chica, blanco como la leche, como lo es todo mi cuerpo , teniendo clavada una polla negra como el carbón, ese contraste, esa gordura de polla dilatando por completo su coño…….
Lo dicho:
Una vez al año, NO hace daño, no?
Llevo todo el día poniéndome compresas sin estar con el período
Mi marido FOLLA mi mente
Mi corazón está a mil por hora de nuevo
Como lo estaría el tuyo?
Seguirás callando a tu esposo en que piensas cuando te pone una venda en tus ojos?
Piensas que no lo sabe?
Porque crees que él mismo ha traido esa venda?
Yo , ahora, soy sincera con él, le coloco la venda en sus ojos, lamo su polla mientras le digo que este fin de semana vendrá Ángeles, mi compañera de trabajo, el pobrecito no se aguanta más y se corre como un bestia
Es lo que tiene el follar la mente de tu pareja, debe de ser equilibrada
Dar de comer para que a ti te den de comer
Si hoy mi esposo me regala lo visto en las fotos de su sms, te juro que el mes que viene, por su cumpleaños, sentirá en su boca el sabor del coño casi virgen de ángeles, mientras yo cabalgo su polla, mientras mi marido se corre dentro de mí, ya me encargaré yo de pervertir la mente de mi amiga, como siempre hago, confesándole lo ocurrido el año pasado en el motel
Dar y recibir, de eso se trata, eso es estar en pareja, para siempre
El muy cabrón de mi esposo, semanas después de aquella maravillosa experiencia de aniversario porno, me confesó que el chaval jovencito que había traído era virgen, que su novia no le dejaba hacer y que había sido su primera mujer y que no paraba de llamarlo todas las semanas por si queríamos repetir la experiencia
Lo hemos hecho, no he vuelto a sentir su polla dentro de mí, no se trata de eso, ahora lo sé, es por el juego en nuestro matrimonio, hemos follado como locos teniéndolo desnudo a nuestro lado, mirándonos follar, viendo su enorme empalme , queriendo y deseando poder entrar en la partida
Lo he masturbado varias veces con mis manos, con mi boca, con mi culo pero no permitiendo que entrase dentro de mi sexo
Ahora sé el morbo que mi marido siempre me alentó, usar a otro como consolador no a pilas pero sintiendo en la dureza de su polla el deseo sexual que tiene hacia ti, estando casada
Me encanta el juego de colocarme desnuda encima de él, de frotar con su glande toda la raja de mi coño, de sentir como su polla se corre fuera de mi coño, dejándome empapada de esperma todo mi sexo, levantándome en ese momento y hacer lo mismo con mi esposo, eso si, colocando su polla en la entrada de mi vagina y dejarme caer de un solo golpe, teniendo mi coño lubricado con lubricante natural como mi esposo denomina irónicamente, el semen de otro hombre, el de este chico
Los juegos son juegos, solo hay que no quemarse, saber cuando cortar pero también hay que saber que ambos deseais lo mismo
Me hizo gracia el otro día cuando descubrí que mi hermana mayor Pili, que nunca ha tenido novio a sus 43 años simplemente porque no ha querido, se ha comprado un consolador, lo he encontrado en el cajón de su habitación, sonreí al pensar lo que ella pensaría si supiese que los sábados que se ha quedado con nuestras nenitas, yo he tenido en mi coño la polla de un jovencito a modo de consolador, siendo la gran diferencia que este está duro como una piedra porque desea entrar en mí, sin dejarle hacerlo pero sí corriéndose en mi sexo, para disfrute de la penetración con mi esposo
Ahora sé que estar casada no significa el morir sexualmente, que siempre tenga que ser lo mismo, que no sentirás dentro de tu coño otra polla que pueda dilatarte por completo por dentro, sintiéndote única, deseada sexualmente mientras ves como la polla de tu esposo no para de soltar líquido pre seminal, excitado al máximo, siendo los dos en ese momento UNO
Cada vez que otro huele mi coño recién depilado, me corro viendo a mi marido verme tener ese GOZO, es lo que él busca que experimente, que lo sienta
Te juro que no hay placer más grande en este mundo que el estar cabalgando, sintiendo la polla de tu esposo y VER en la mirada de ese chico joven que está a punto de saltar de esa silla donde lo sentamos, pajeándose su polla mientras me mira, subir a la cama y querer romperme el coño
Ahora soy yo la mala, me encanta que el chico quede con su chica después de haberle pajeado dos veces seguidas su polla, mandándolo descargado, no pudiendo tener sexo con su novia ahora que ella si quiere
He deseado sentir su polla de nuevo, dentro de mí, incluso el sentir su polla junto con la de mi marido dentro de mí a la vez, me chorrea mi sexo cada vez que pienso en ello, como ahora mismo
Sé que los negros tienen la polla muy grande y muy gorda, extremadamente gorda, por eso me pone perra el pensar que hoy mi coño puede ser dilatado para siempre
Me encanta SABER que ese chico, nuestro TOYBOY no puede más, revienta si no le permito volver a clavar su polla dentro de mi sexo, la semana pasada ha traido a su chica a la habitación de nuestro motel, cubriendo sus ojos para que no supiese que había nadie más, a intentado ponerme celosa como yo lo hago, lamiendo el coñito de su chica , no esperando él para nada que yo misma cogiese su polla y se la masturbase en ese momento, corriéndose como un poseso, dejándolo inservible ante su chica
Ha tenido que ver como yo misma me he atrevido a colocarme en su sitio, lamer el coño de su chica haciéndola llegar al orgasmo y tras colocar en mi cintura un arnés con un consolador me la he follado ante él y mi marido, follándola con rabia por detrás, hasta dejarla exhausta
Tras sacar el consolador he dado a mi esposo a lamer esto, que saboree el sabor del coño de una jovencita de 21 años , de la novia de nuestro TOYBOY
Aburrimiento sexual estando casados?
Monotonía?
Estás de coña?
Es lo que tú quieres?
Es lo que tu pareja desea para siempre?
Es mejor ser infiel antes de pensar en vivir experiencias de este tipo en un matrimonio?
Es mejor que sigas pensando en esa otra mientras penetras a tu mujer?
Es mejor que tu esposa piense en otro mientras la follas por detrás?
Una noche al año , hace daño?
Quieres GOZAR de una PUTA VEZ?
Quieres sentirte SEXUAL de nuevo?
Quieres saber lo que se siente al CONVULSIONAR todo tu cuerpo?
Cierra los ojos
Piensa en lo sentiste al oler en tu nariz el olor el sexo de alguien NUEVO por última vez
Recuerda lo que pasó por tu mente al sentir una nueva polla rozando las paredes de tu vagina
Piensa en lo que sabes que representa cada vez que tu marido te introduce el consolador
Piensa que podría ser de carne y hueso..
Espero tu respuesta, mira tu sexo en este momento..
Esa es la RESPUESTA que CALLAS, como ESPOSA que eres…
te diré que mi coño esa noche fué dilatado a NO poder más, para siempre
He dilatado tu MENTE?
Morbo37@hotmail.com
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Entrevista a Shadow
Normalmente antes de entrevistar a un autor estoy acojonado por el temor de caer en sus perversiones. No obstante, por más de que el entrevistado tenga probablemente el historial de relatos más violentos de la web, nada podría borrar mi gran sonrisa: su legión de lectores acapararía mi cafetería, y como gran visionario que soy, decidí subir los precios.
Lo dicho, sonrisa imborrable. Además, armado con mi bastón invocador de gatos ninjas espectrales-ancestrales, poco podría temer al creador de Vhaalzor el Nigromante; asesino cuyos sentimientos de piedad no era algo que precisamente le sobraba cuando las amenazas asomaban.
Estaba leyéndome el quincuagésimo tercer libro de su serie (más concretamente el trigésimo cuarto capítulo), sentado a la mesita más lejana de mi cafetería, cuando Shadow entró. No pude verlo debido a la muchedumbre, pero gracias los gritos de algarabía que poblaron mi local supe que el autor mejor valorado de TodoRelatos había llegado. Sonreí de lado mientras me ajustaba mi capucha de mago negro y sacudía un poco el polvo de mi túnica ancestral.
Sencillo y amable, se abrió paso entre su legión de admiradores y tomó asiento mientras mi camarera nos servía la mesa. Pero a mí no me engañaría su aspecto de ser humano común y corriente, en cualquier momento podría invocar un ejército de lobos espectrales o novias infieles. No sabría decir cuál era la peor opción. Mas como dije, mi legión de gatitos ninjas no era precisamente algo que debía tomar a la ligera.
Acariciándome mi larga barba postiza, siempre empuñando mi bastón invocador en la otra, inicié la, probablemente, entrevista más peligrosa de todas.
Gracias Shadow por aceptar la entrevista. Pese a que no lo parezca, es toda una alegría contar contigo.
Te aseguro que mayor placer es para mí el poder acompañarte y la oportunidad que me das de dirigirme a los lectores, cómo no, también me alegro especialmente por la cervecita fresquita a la que me vas a invitar… ¿porque me invitaras a una verdad?, es que tengo la boca seca…
Chasqueé los dedos y una cerveza servida en un pichel medieval, adquirido para la ocasión, se hizo lugar en la mesa. –“Shadow”, ¿qué nos puedes decir del origen de tu Nick?
Pues mira, tras probar otros estaban ocupados, este fue el primero que me gustó que estaba libre… mi primera opción fue Sombra Blanca, pero estaba ocupado, y no se me ocurrió ponerlo en Japonés como ya habéis visto durante un mes, “Shiroi Kage”, esa bombillita se me iluminó muy tarde en ese aspecto. Probé después de Sombra Blanca junto, separado, con números, etc, con Shadow y coló, siento si esperabais otra cosa más misteriosa, pero es lo que hay, simple eliminación.
Tus primeras experiencias con la escritura.
En el instituto…, y os juro que era un negado para las redacciones, en lengua no había cosa que me diese más miedo que el que me cayese encima una de ellas, era pánico, ejem… especialmente por la faltas… No tenía imaginación para inventarme una historia “corta”, o me quedaban muy largas o me salían un churro.
Y terminaste escribiendo relatos eróticos…
Lo cierto es que empecé en esto por culpa de una serie, “Hasta el día de hoy…”, que se tiró dando vueltas en mi cabeza más de una año volviéndome loco, aunque no fue mi primera publicación, me daba miedo su tamaño, complejidad y sobre todo tener que escribir tanto… por eso, acojonadito, probé primero con algo más “cortito”. Después de estar muerto de miedo de que me crucificaran por maleta, pero ver el recibimiento de “Mala suerte”, y “Mi lado oscuro”, me animé, incluso me decidí a intentarlo con “Hasta el día de hoy…” y hasta ahora.
¿Cuáles son tus inspiraciones?
Bufff… Pues sinceramente no lo sé, las tramas se vienen solas a la mente, leo algo, veo algo, incluso algunas veces sueño algo, y poco a poco se me va forjando una historia… sin que necesariamente tenga nada en absoluto que ver con lo que ha provocado la idea, de locos ¿no?
¿Cómo encontraste TodoRelatos?
De chiripa, por pura casualidad, mirando por encima del hombro de una persona según leía… De hecho esta cuenta, la de Shadow, la creé para escribir, yo usaba otra para leer, pero como no era realmente mía, la deje o mejor dicho, la borré y me cree la mía propia.
Tu categoría preferida para publicar…
Me es indiferente, procuro ponerla según la temática de la historia. Pero como habrás visto en mis series, principalmente escribo en Infidelidad, Hetero general y Grandes Series.
¿Una categoría en donde nunca publicarías?
Realmente ninguna… Publicaría la serie en la que mejor le quedase o yo considerase que así fuese.
Cuando te sientas para escribir un relato, ¿ya tienes una idea fija en la cabeza o prefieres dejarte llevar?
Cuando me siento a escribir un relato, o serie, tengo claro quién es cada personaje, más o menos cómo son, que van a hacer, cómo va la historia, pero sobre todo e inamovible, se cuál es el final de la misma. Puedo modificar cosas, cambiar personajes, pero el final nunca varía, independientemente de si sé que gustara o no. Cuando publico tengo la serie completa en borrador, lo único que hago es pulir capítulo a capítulo antes de publicar, pero una vez sale el primero, ya no admito cambios, personalmente creo que es la mejor opción que puedo tomar para evitar dejarme influir por los comentarios de los lectores. Continuo fiel a la idea escrita pese a que sepa que por ejemplo el final previsto por mí no gustara. Las críticas constructivas, las tengo siempre en cuenta para las series futuras, nunca para la serie en curso.
¿Qué tanto de realidad hay en tus relatos?
Bueno, algunas veces todo cosas para los relatos, sobretodo cosas de la realidad cotidiana que me sirven de apoyo para la historia, no la historia en sí. En algunos casos algún detalle que me han dicho que es pura fantasía, siento decirlo, pero ha sido tomado de algo real, precisamente por eso, por su inverosimilidad… Relatos completos de historias reales he escrito alguno por petición de algún interesado, aunque confieso ahora que nunca los he publicado, siempre se los di a la persona para que hiciese lo que quisiese con ellos. De todos modos, de ser alguno de los míos real, tampoco lo diría.
¿Qué podemos saber de la persona tras esos relatos?
Nada… solo soy una Sombra oscura al fondo de una calle en la noche que algún día desaparecerá… es mejor así… mantengamos el misterio… —le dio un largo sorbo a la cerveza. Debo admitir que actuaba muy bien su papel de humano común y corriente.
¿Saben las personas de tu entorno que escribes relatos eróticos?
Algunas si, la mayoría no… y más chicas que chicos curiosamente…
¿Qué sientes cuando escribes tus relatos? ¿Cómo los vives?
Con dolor de cabeza, porque no he terminado uno cuando tengo dos más en mente… Ahora mismo tengo una a punto de acabar y seis más empezadas, sin contar con las “Crónicas” que están en su recta final, la serie de mi blog: “Confederación Imperial Galáctica” y la futura sustituta de las “Crónicas” que van aparte… No doy abasto, y encima ahora mismo no tengo tiempo… Así que, como digo, siento dolor de cabeza, vivo con mucho dolor…
Parece una travesía muy agobiante. Para los que no son autores esto es difícil de entender, ¿dónde está lo gratificante en esta experiencia de escribir?
¿Sinceramente?, pues mira, diría que las escribo, las saco por fin de mi cabecita, así me ahorro el dolor que me provocan al estar dando vueltas y más vueltas dentro de ella… Además, al sacarlas no sabes lo que me ahorro en Aspirinas o Ibuprofenos, según lo que me fastidien.
Nombra algo que jamás harías que sí ha hecho un personaje de tus relatos.
¿De las salvajadas de las Crónicas de Vhaalzord te valdría?
Me vale —Tragué saliva. No supe si iba en plan amenazador o en cambio había un deje de ironía. Apreté la empuñadura de mi bastón invocador solo por si las moscas. Con la frente perlada de sudor, continué: ¿Tu relato propio favorito? ¿Razones?
Posiblemente la serie “¿Por qué a mí?”, fue una serie cómica con la que me divertí mucho al escribirla, aunque reconozco que algunas “anécdotas” divertidas se quedaron en el tintero por no poder, o quizá mas bien, ser capaz de encajarlas en la historia.
¿Cuál es en tu opinión tu relato menos atractivo?
En general los cortos, los de un solo capítulo. Me falta espacio para desarrollar los personajes o una trama viable.
¿Te gustaría ver tus relatos publicados en un libro?
Como gustarme sí, pero no es algo que tenga en perspectiva ahora mismo.
¿Tienes una anécdota que contar con respecto a la creación de tus relatos?
Pues sinceramente salvo que en mis relatos parecen aparecer siempre uno o dos terribles, no. Eso sí, tengo que agradecer mucho al apoyo de tres personas, Moonlight que cuando empecé me dio un par de importantísimos consejos en sus críticas constructivas, a Ilargi, y sobre todo mi queridísima Bubu, que me ayudaron a mejorar en mucho mi ortografía… y pese a todas mis faltas, creedme que desde que me echaron una mano, alguna vez al cuello por burro, he mejorado mucho, aunque sé de sobra que no lo suficiente.
¿Tus relatos favoritos de la web? Dime tres.
Si tengo que decir tres serian dos series y un relato, “Una diosa Geek” de Lurias, “El Legado” de Janis y “Citroen Sexo GTI” de Moonlight, aunque si miras en mi perfil de TR veras los autores que más me gustan y algunas series que sigo que aún están sin terminar.
¿Qué debería tener un relato erótico para que te guste?
Verosimilitud, una trama mínima, erotismo, que no necesariamente sexo, y sobre todo coherencia en la historia, ya sea basada en Vampiros, el espacio, extraterrestres, magos o el mundo real.
¿Quiénes son tus autores favoritos? Otros tres.
Diré tres diferentes de los anteriores de los relatos, “Lart” que aunque solo tenga tres me parecen de grandísima calidad, “Neus” que tiene unas series auténticamente geniales aunque inacabadas… un azote habría que darle por hacernos esto, y finalmente “Pobre Cain” cuyos relatos son magistrales desde mi punto de vista. De todos modos digo lo que antes, cualquiera de los que están en mi perfil como favoritos es porque algo de lo escrito por ellos me ha atraído enormemente, pero he tenido que elegir tres… —otro sorbo largo y luego un suspiro—. Que mala leche tienes oye… vaya compromiso.
“Para debilitar a tu enemigo primero tienes que deshacerte de sus aliad…”, digooo… ¿Qué importancia le das a los comentarios a tus relatos?
Toda, especialmente a las críticas constructivas y las opiniones de los posteadores, pero como digo siempre, tomo nota, pero para las series posteriores, nunca para la que está en curso.
¿Cómo te tomas las críticas?
Bien, de hecho las agradezco enormemente, aunque me tocan mucho las narices los “no vale nada” o los “no me gusta”, porque sinceramente, prefiero que me digan el qué o por qué para poder aprender de mis errores, y un “no porque no”, pues qué quieres que te diga…
¿Qué tanta importancia les das a las valoraciones?
Poca, aunque realmente a los que les doy más importancia es a los terribles o a los malos, cuando tengo alguno me gustaría ver un comentario explicándome en su opinión el motivo de su calificación para poder aprender si he hecho algo mal, lamentablemente eso no suele pasar, te cae el terrible o el malo sin saber por qué motivo.
¿Qué consejos nos das para escribir un buen relato erótico?
Ninguno, porque lo que puede ser bueno para mí, puede no serlo para otro, lo que si le diría a quien quisiese escribir cualquier historia, erótica o no, es que antes de empezar, tenga claro a qué final desea llegar, le será mucho más fácil poder hacerlo… en mi opinión.
¿Pffafa´dia mfadoiaf?
¡¡¡MANDEEEEEE!!!
¿Qué proyectos puedes adelantarnos para el futuro?
Uhmmmm… Tengo seis relatos empezados, uno de ellos casi terminado, un libro de las Crónicas, uno de Confederación Imperial y el primero del sustituto de Crónicas… Lamentablemente ninguno de los nuevos tiene aún título, eso sí que me cuesta horrores y sudores fríos, ponérselos…
Sobre TR, ¿qué es lo más positivo que puedes destacarnos?
Poder escribir y publicar, junto a la gran cantidad de potenciales lectores que tiene… aunque se echa de menos un foro (NOTA: foro oficial).
¿Y los puntos negativos?
Upssss… lo contesté en la pregunta anterior, la falta de un foro… También algunas veces el que Alex tome decisiones sin avisar, o por lo menos sin dar una explicación a nadie, como la última que fue la desaparición de la categoría de “primera vez”… Pudo quitarla y reubicar los relatos en “Hetero General” por ejemplo en lugar de borrarlos…
¿Qué propondrías para mejorar la web?
Un foro, y un apartado para el Web Master, para dejar claras las normas o dar avisos sobre futuras acciones que deba tomar. Entiendo que algunas veces no sean solo cosa suya, sino que en cierto modo se pueda ver forzado, tema de menores, etc., pero no le costaría nada avisar con antelación de las medidas que vaya a tomar.
Tienes una gran cantidad de lectores, ¿te sientes presionado no solo a cumplirles regularmente sino a hacerlo con calidad?
No, realmente no, trato de hacerlo lo mejor posible, pero en cuestión de regularidad, en eso manda mi vida privada, el trabajo, la familia y demás… Escribir es un hobby, lo otro no. En ese aspecto siempre espero comprensión por parte de los lectores, y sinceramente, creo que lo tienen, compresión y paciencia con mis faltillas de ortografía por no poder dedicarle todo el tiempo que quisiese a corregir de forma exhaustiva.
Series terminadas. ¿Consideras un compromiso, una obligación, terminar tus series?
Ambas cosas, igual que a mí no me agrada que una serie que me gusta me la dejen a medias, pienso que a mis lectores tampoco les haría gracia, por eso siempre publico cuando ya están acabadas, con excepción de los Libros, aunque tengo en mente todo lo que va a pasar hasta el final, pero esos sí que los voy escribiendo poco a poco. Pero tanto con estos, como con las series, no público hasta que están totalmente terminados todos los borradores, ya sean series de dos capítulos o de veinte.
Eres el autor individual con más relatos de esta web. Ya ni hablar de esas valoraciones y comentarios elogiosos. ¿Dónde conseguiste esas musas que no te abandonan?
Supongo que tengo múltiples personalidades, porque si no créeme que lo mío no se entiende o es complicado de entender…
¿Cuál es tu media de valoración y tu número de accesos? Sé que es una brutalidad.
Ahora mismo, a 08-02-2014:
Me cago en… —Flaquearon mis piernas y manos. Mi bastón invocador cayó al suelo junto con mi barba postiza.
——–
Años después, tras despertar de mi estado de coma, continuamos la entrevista en el hospital. Shadow, con un ramo de flores en mano y con el aspecto un poco más envejecido, entró justo cuando yo recuperaba las fuerzas para volver a hablar.
-C-crónicas de Vhaalzord –susurré temiendo que en cualquier momento revelara alguna espada con fuego en el filo-. ¿Qué puedes decir para los lectores que no están familiarizados con tu serie de fantasía épica?
Principalmente que me inspiré para escribirla en el estilo de uno de mis autores favoritos de Fantasía Épica, David Eddings, para mí uno de los mejores del género y sin necesidad ninguna de permisos de JRR Tolkien, que para mí es un maestro. También que según mi humilde opinión, en ella se ve el progreso de mi forma de narrar, creo que hay una considerable diferencia a mejor desde primer libro a estos últimos, y que si les gusta la fantasía épica, cuanto menos les dará unos minutos de entretenimiento siempre que no esperen encontrarse con una joya literaria, sino con matar un rato.
¿Unas palabras para tu legión de seguidores? -Tragué saliva. ¿“Matar un rato”? El cabrón estaba jugando conmigo, desde luego. Para colmo no sabía dónde estaba mi maldito bastón.
Lo mismo que digo en los comentarios de mis series, que les agradezco profundamente el tiempo que dedican a leerme, a dejar sus comentarios y a valorar los relatos. Si sigo escribiendo y publicándolos es evidentemente porque ellos están ahí, los verdaderos protagonistas, son ellos y ellas, los lectores.
Muchísimas gracias por aceptar la entrevista, Shadow. Sé que el tiempo no es tu aliado últimamente. Y… gracias por las flores…
De nada gatito, ha sido un placer estar aquí contigo, sobre todo por la posibilidad que me has brindado de dirigirme a mis lectores con esta entrevista, espero que no les aburra en exceso… Desde aquí les mando a todos ellos un fortísimo abrazo, y a todas ellas un enorme besazo… ¡¡Uhmmmm!!, ¿o era al revés?…
Desde luego que al terminar la entrevista toda la tensión se esfumó. Tal vez me equivoqué al pensar que el autor sería un sicópata que lanzaría bolas de fuego por doquier. Me levanté de mi cama y lo seguí a pasos rápidos aún pese a estar con camisón hospitalario. Lo alcancé justo a la salida del nosocomio para sujetarle del hombro.
—Oye, Shadow, lamento haberme comportado como un idiota. No sé por qué pensaba que serías como el nigromante asesino… ¡Se me fue la pinza!
—Tranquilo Vieri, deberías aprender a separar la fantasía de la realidad. Mi persona no tiene por qué ser un reflejo de mis personajes, tenlo por seguro.
—Vaya, cómo te haces querer, cabrón.
Mi sonrisa se oscureció inmediatamente. O en el hospital me habían suministrado droga demasiado potente o yo estaba viendo a un gigantesco dragón de ojos asesinos y escamas verdes descender de los cielos. Se posó sobre un coche en el estacionamiento del hospital, levantando el polvo y arrancándome un gimoteo humillante. El gentío alrededor corría despavorido mientras el guiverno inclinaba su cuello hacia Shadow para invitarlo a subirse a su lomo.
Levantando vuelo, el autor se despidió de mí con una gran sonrisa.
Visto lo visto, tal vez mi legión de gatitos asesinos espectrales no iba a ser de mucha ayuda…
Perfil de Shadow
Relato destacado: ¿Por qué a mí?
Blog: http://shiroikagetr.blogspot.com.es/
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Verdades y mentiras sobre el orgasmo femenino
Saliéndome un poco de la temática de relatos que suelo presentar en esta Web, he decidido subir esta entrada, se trata de un texto educativo que pretende despejar algunas incógnitas y derribar ciertos mitos sobre el orgasmo femenino.
No soy, ni pretendo ser una experta cualificada, la información que comparto con ustedes procede de pesquisas, preguntas a médicos y mi propia experiencia con el mejor maestro que jamás pude soñar. Si alguien tiene alguna duda o inquietud, le aliento encarecidamente que consulte con un/una profesional de la salud. Una buena sesión de preguntas con el sexólogo puede abrir nuevos horizontes.
Mito 1
“Las mujeres no pueden sentir un orgasmo. Su único placer radica en la penetración”
Falso. El clítoris es nuestro disparador de la sensibilidad; podemos ser estimuladas vía clitoriana sin penetración y experimentar el clímax. La penetración es solo una parte del enorme repertorio de posibilidades de que disponemos para gozarlo.
Mito 2
“Si no hay un orgasmo, no te quedas embarazada”
No es verdad. Lamentablemente muchas mujeres tienen una vida sexual solamente encaminada a la procreación, desconocen su cuerpo y las posibilidades sensoriales que este puede proporcionarles. No experimentan orgasmos y sin embargo tienen hijos. ¿No es triste pasar por el dolor de un parto sin conservar el recuerdo del placer de haber engendrado a la descendencia?
Mito 3
“La penetración es suficiente para alcanzar el orgasmo”
Falso. Si bien cuando somos penetradas la zona clitoriana puede ser estimulada por la presión y el roce, nuestra libido empieza a “calentar motores” en el cerebro. Si el ambiente es adecuado y somos debidamente estimuladas, el placer recorre nuestros sentidos y es necesario que toda la zona pélvica, clítoris incluido, se estimule. Si cuidamos de todos los aspectos, las sendas neuroquímicas no se interrumpen y podremos disfrutar. En este juego sensual cada una pone subconscientemente las normas a seguir; unas nos excitamos con fantasías, otras encuentran estimulante la buena cena, una copa de vino, el baile, la actitud galante de su pareja, etc. Recordemos que cada mujer es un mundo aparte.
Mito 4
“Hay mujeres que no pueden y nunca podrán sentir un orgasmo”
Esto es incorrecto. Las razones físicas para la anorgasmia son los trastornos vasculares, musculares o las alteraciones en el sistema nervioso central. Aún así, no todas las que padecen estos problemas se ven privadas del orgasmo. Generalmente la falta de orgasmos es proporcional a la falta de información. Si una mujer desconoce cómo funciona su cuerpo o cómo reacciona a los diversos estímulos, no sabrá hacer que este responda adecuadamente. Parte de este problema también es cultural. Durante siglos vivimos reprimidas, se nos dijo que el placer sexual era sólo por y para disfrute de los hombres y que una mujer que gozaba de un orgasmo era, sin duda, una “ramera pecadora”. Si queremos realmente una equidad de género, debemos afrontar la autoexploración para conocer lo que la naturaleza nos ha dado. No podemos seguir con esta “castración psicológica” o sintiéndonos la parte pasiva en la relación (¡Por favor, olvidemos eso del “sexo débil”!). Tomemos en cuenta que esos mismos que condenaban el placer femenino eran los mismos “prefascistas” que quemaban vivos a los judíos, a los soñadores como Giordano Bruno y aseguraban que La Tierra es plana.
Si alguna lectora padece la ausencia de orgasmos en sus relaciones, le recomiendo que acuda con un profesional de la salud debidamente acreditado.
Mito 5
“El verdadero orgasmo es cuando expulsamos un líquido, lo que se conoce como eyaculación femenina”
No es cierto. Algunas podemos expulsar ciertos fluidos durante el orgasmo y otras no pueden, pero la lubricación femenina sucede durante la fase de excitación. A veces podemos “mojarnos” sin haber sido tocadas, con solo fantasear o sentir un leve roce. La llamada eyaculación femenina es algo que puede o no suceder y no viene relacionado con la calidad o intensidad del orgasmo. Si no llega, no pasa nada, mientras el sexo sea satisfactorio; tampoco debe ser una meta a buscar en cada encuentro sexual.
Me gustaría que dejáramos de buscar paralelismos entre la sexualidad masculina y la femenina. Somos iguales, valemos lo mismo, a veces coincidimos en muchos aspectos, pero estamos diseñados de maneras distintas y nuestros organismos funcionan diferente.
Mito 6
“Los orgasmos decrecen en intensidad o frecuencia con la edad”
Esto es tan falso que me causaría risa si no fuera tan triste que muchas mujeres lo creen a pie juntillas. Las mujeres de edad avanzada que durante toda su vida sexual tuvieron orgasmos siguen sintiéndolos con la misma intensidad. Son muchos los factores que nos producen excitación, la mayoría de los cuales pueden conservarse a los sesenta tal y como se tenían a los veinte. A mis treinta y un años, con un recorrido sexual y de la mano de un amante extraordinario he alcanzado orgasmos superiores en calidad y cantidad a los que experimentaba a mis dieciocho.
En resumen, no se trata de la edad, aquí influye el estado emocional y de salud. Si nos sentimos amadas, respetadas, valoradas y sabemos que se nos considera, lo disfrutaremos mucho. ¡Jamás dejaremos de ser mujeres!
Mito 7
“El orgasmo es mejor cuando ambos lo alcanzamos simultáneamente”
Mentira. Estamos hablando de tener relaciones sexuales, no de bailar “El Lago De Los Cisnes” sincronizadamente. Los hombres tienen sus estímulos y sensaciones, nosotras tenemos los nuestros. Cada quien tiene su propio ritmo, y esto de llegar al mismo tiempo no debe preocuparnos, aunque ¡Ojo!, es frustrante para una mujer que su pareja eyacule y pierda la erección sin que ella haya llegado a su primer orgasmo. Esto hay que hablarlo en pareja, porque lamentablemente hay hombres que sólo buscan su propio placer y nos pueden hacer sentir utilizadas. Habrá que aclararle al hombre que existe una enorme diferencia entre tener relaciones sexuales y masturbarse con una vagina. Por otro lado, existen hombres experimentados que pueden retener su eyaculación y dispararla casi a voluntad, esperando el momento en que la mujer llegue a la cumbre de su mayor orgasmo. Esta es una cuestión diferente, porque sería él, y no nosotras, quien se encargue de la simultaneidad.
Mito 8
“El hombre debe saber cómo proporcionarle el orgasmo a la mujer”
Esto es inexacto. Como mujeres deseosas de ejercer una sexualidad plena, tenemos el deber para con nosotras mismas de conocernos y aprender de nuestros cuerpos. Cada quien es responsable de su propio placer y no debe esperar a que su pareja adivine lo que necesita. Es esencial comunicar lo que queremos y sentimos. Por otra parte, el hombre también debe conocer el cuerpo femenino; no hay peor amante que el que no sabe localizar un clítoris o ni siquiera sabe que tal cosa existe, pero de esto a cargar al hombre con la responsabilidad de nuestro placer hay mucha diferencia.
Si te compras un celular nuevo o una pantalla de plasma, estudias el instructivo, pruebas sus funciones, características y posibilidades. ¿Por qué no hacer lo mismo con tu propio cuerpo?
Mito 9
“La cantidad de orgasmos en una mujer normal es limitada”
No es cierto. Los elementos que nos llevan de la excitación al clímax son tantos que la ciencia aún no ha podido precisarlos todos y enumerarlos, pero sabemos que el orgasmo es una reacción física unida a estímulos psíquicos. Mientras nos sintamos motivadas, podemos sentirlos las veces que sea necesario. Trataré este tema más extensamente en otro punto de esta entrada.
Mito 10
“Sin orgasmo, la mujer no disfruta del sexo”
Falso. Gozamos de las palabras, las fantasías, la contemplación, el compañerismo, las atenciones y todo lo relacionado con el cortejo. En una mujer sana y libre de las ataduras psíquicas que bloquean el disfrute, una cosa puede llevar a la otra; quizá cierto hombre no sea el mejor amante del mundo, pero si sabe llevar una relación afectuosa, creativa y atenta, nosotras podemos disfrutar del sexo con él. Reitero, cada quien es responsable de su propio placer.
Mito 11
“Son muy escasas las mujeres multiorgásmicas”
Esto es totalmente falso. Casi todas tenemos la capacidad muscular y nervovascular necesaria para experimentar varias ráfagas de orgasmos múltiples en una sola sesión de sexo. El sentir orgasmos múltiples depende del conocimiento que tenemos de nuestros cuerpos, la formación y la manera en que influyen en nosotras la educación y los tabúes del entorno. Cuando verdaderamente comprendamos que tenemos pleno derecho a disfrutar de una buena ráfaga de orgasmos, comenzaremos a sentirlos. La naturaleza nos dotó del equipo necesario para vivir esta maravillosa experiencia, NADIE tiene derecho a juzgarnos por sentirla.
Mito 12
“Si la mujer no tiene un orgasmo, debe fingir para proteger el ego masculino”
¡Jamás en la vida!
Si no hay orgasmos, los dos deben hablar para ponerse de acuerdo en mejorar la relación. Ellos deben entender que no somos máquinas que trabajan al introducirles un pene. Los dos miembros de la pareja deben estar de acuerdo en las metas que se fijen en la relación, tal vez algo esté fallando en el cortejo, la excitación o la técnica amatoria. Por ningún motivo debemos “proteger” el ego de nadie a costa de nuestro gozo. Si el problema persiste, es recomendable buscar ayuda profesional.
Esta entrada fue escrita por y para las mujeres, pero dedicada con amor a Elykner Drorheck, el mejor hombre y más extraordinario amante que he conocido en mi vida. Gracias a él he aprendido y asumido toda esta información y muchísimas cosas más.
Natjaz Vasidra
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