Quantcast
Channel: Fantasias eroticas – Relatos Eroticos
Viewing all 169 articles
Browse latest View live

De viaje con mi cuñada

$
0
0

Aquel fin de semana teníamos organizada una gran reunión familiar en una casa de turismo rural que mis suegros habían alquilado en no se qué perdido pueblo en mitad de las montañas.

Todo estaba dispuesto para un reencuentro con tíos lejanos, primos y otros familiares políticos a los que hacía algún tiempo que no veíamos y el organizar ese par de días de barbacoas y caminatas campestres, aprovechando que el Lunes era festivo, era una buena oportunidad para desconectar del asfalto y disfrutar de un plan algo diferente.

El plan era que mis suegros y Eva, la hermana pequeña de mi mujer, saliesen de avanzadilla el Sábado a primera hora para llegar antes que ningún otro familiar, pues eran ellos los que debían recoger las llaves de la casa, y que el resto de invitados fuesemos llegando más bien al caer la noche pues había gente que venía de lejos y tenían bastantes horas de carretera.

Mi esposa y yo saldríamos un poco más tarde pues teníamos que esperar a que abriese la carnicería que hay cerca de nuestra casa para cojer unos cuantos kilos de churrasco y salchichas que teníamos encargados, y así, aprovechábamos para terminar de organizar los últimos flecos.

El Viernes por la noche, mientras preparábamos en casa una pequeña maleta con algo de ropa cómoda para pasar el “finde” y esas cosas, sonó el teléfono. Era Eva, mi cuñada.

Como había dicho antes, Eva es la hermana pequeña de mi mujer. Bueno, pequeña porque tiene menos años, pero con sus 25 añitos ya es toda una mujer.

Como yo la conocí cuando apenas era una adolescente, y la fui viendo crecer, para mi siempre será “la pequeña” pero lo cierto es que hacía ya bastantes años que había comenzado a verla con unos ojos un tanto especiales.

Nada fuera de lo normal, pero vamos… no pasaba desapercibida para mí, y de cuando en cuando fantaseaba con ella mientras me entregaba a mis íntimos y solitarios placeres. Quiero inmensamente a mi mujer, y me atrae más que el primer día, pero seamos sinceros.. ¿Quien alguna vez no ha tenido pensamientos impuros con la persona menos apropiada?. Supongo que es algo normal en la condición humana, y yo tenía en mi cuñadita esa fantasía oculta que en cierto modo, aumentaba el afecto que por ella sentía.

Eva no es una chica de esas que podríamos etiquetar como exhuberantes, pero ciertamente resulta muy atractiva. Al igual que su hermana mayor, es muy guapa de cara, con unos ojazos castaños y una de esas sonrisas dulces que encandilan a cualquiera.

Es muy menudita, no pesará más de 50 kg, lo que en una chica de su altura (1.75 aprox) la hace parecer bastante esmirriadilla, pero aun así, tiene una silueta muy agradecida. No tiene un pecho excesivamente generoso (en eso su hermana mayor debió quedarse con todos los genes) sino más bien todo lo contrario. No es la típica chica totalmente plana, sino que tiene unos pechitos redondos y comedidos, lo suficientemente desarrollados como para poder lucir escotes y canalillo sin destacar en exceso. Como no es la primera vez que su hermana y yo le regalamos conjuntos de ropa interior, sé que su talla de sujetador es una 85B así que podeis haceros una idea.

Para ser así delgadita, tiene un trasero digno de mención. Un culito prieto, de esos respingones, que ella muy buen partido sabe sacarle cuando se pone esos pantalones apretados que tanto suele vestir.

Además, de un tiempo a esta parte -deben ser los años que van pasando para todos- sus caderas han ancheado un pelín en comparación a lo que podemos ver en fotos de años pasados, lo que le confiere una silueta muy sugerente.

Como dice ella misma, lástima no tener algo más de tetas porque iría para modelo.

Personalmente, esa es la parte de su cuerpo que más atractiva me resulta. Me encanta fantasear imaginándomela vestida con un tanga, resaltando sus desarrollados glúteos. Cuando la veo sentada en una silla, no puedo dejar de imaginármela sentada sobre el inodoro, meando, con las bragas a mitad de la rodilla, viendo esa cadera desnuda, sus muslos “esparramados” al aplastarse contra la porcelana, imaginándome el chorrito saliendo de su interior.

Es algo extraño de explicar esta fascinación que despierta en mi su cintura, su culo, su vientre. Al contrario de lo que estipulan los canones de belleza, personalmente no me entusiaman esos vientres planos y esas caderas perfectas. Me gustan mucho más los cuerpos como los de Eva, con sus pequeña imperfecciones que le dan un morbo especial.

Cuando comemos en casa de sus padres, en muchas ocasiones, tras una comida copiosa, su vientre se hincha algo más de lo normal viéndose obligada incluso a desabrocharse el botón del pantalón.

Su madre siempre se mete con ella por usar esos vaqueros tan apretados, pero yo disfruto imaginándomela terminando de sacarse el pantalón. En ese instante, me encantaría poder desnudarla, acariciarla desde atrás, deslizar mis manos por su cintura y su abultada barriguilla, bajarle lentamente las bragitas hasta la mitad de los muslos, reclinarla hacia adelante encima de la mesa, dejándola con

el culo en pompa, totalmente expuesta, y deleitarme estrujando con mis manos sus nalgas, abriéndolas como si de las páginas de un libro se tratase, para que aparezca ante mi su íntimo agujerito trasero para sodomizarla y hundir mi polla entre esas nalgas prietas.

Como decía antes de que mi mente calenturienta se desviase del tema, era Eva la que llamaba para hablar con su hermana. Por lo visto, le había surgido un contratiempo y no podía marcharse tan temprano. Como sus padres ya iban algo mayores para conducir durante un trayecto tan largo, proponía que fuese mi mujer con sus padres en el primer coche, y ella se vendría despues conmigo más tarde.

-”Vale, está bien. Así lo haremos entonces. Cojo yo a papa y a mamá y ya despues llamas tu a Alberto para que te recoja y os venís para la hora de comer.”, fué lo único que oí decir a mi esposa antes de colgarle el teléfono.

-Cari, cambio de planes. Mañana salgo yo un poco antes con mis padres y Eva se viene contigo despues. ¿OK?.

Vale, sin problema; respondí yo. ¿Que problema habría de tener?. Era mi cuñada y nuestro trato era de lo más cordial. No vayais a pensaros que había entre nosotros esos juegecitos picarones que dan pie a multitud de relatos eróticos, ¡Que va!, más bien todo lo contrario.

Nos llevábamos fabulosamente pero nuestro trato había sido siempre de lo más respetuoso. Ni tan siquiera era muy habitual ningún tipo de contacto físico como los habituales dos besos o efusivos abrazos entre nosotros, ya que en nuestra familia, no eramos muy dados a exteriorizar las señales de afecto.

Yo soy un tipo más bien serio, de esos que imponen un cierto respeto en el trato diario. Soy muy cordial y sociable, pero -supongo que es algo que no puedo evitar- transmito una imagen de cierto “caracter alemán”, de modo que mi cuñada siempre me ha visto como ese referente de sobriedad y nos tratamos de modo un pelín frío y poco dado a las efusividades.

Así que, ese era el escenario. Al día siguiente mi esposa saldría con su coche unas horas antes para ir con sus padres, y yo saldría despues, llevando a mi cuñada conmigo.

A la mañana siguiente, mi esposa salío ya muy temprano y yo me dispuse a atender los recados que me habían sido encomendados. Recogí la carne para la barbacoa, compré unas empanadas y aperitivos diveros, fuí a lavar el coche a la gasolinera, etc..

A eso de las 11.00 me llamó Eva para avisarme de que estaba lista y que fuese a recogerla. Cuando llegué a casa de mis suegros, estaba ya esperándome con unas cuantas bolsas más que debíamos meter en el maletero.

Aunque iba vestida de modo muy informal, con unos vaqueros de esos ceñidos que tanto le gustan y una simple camiseta, lo cierto es que estaba muy atractiva. Era un día de mucho calor, y llevaba el pelo recogido en un moño de esos que hacían parecerla recien levantada de cama.

La camiseta era amarilla, de esas de tirantes, muy veraniega, y aunque no tenía un escote extremadamente acentuado, al moverse o al descolocársele el tirante, podía ver como debajo llevaba un sujetador blanco. Metimos todo en el coche y partimos hacia nuestro destino.

Fuimos charlando de asuntos varios, escuchando música, disfrutando del paisaje… Vamos, lo normal en este tipo de viajes.

Nada especialmente reseñable durante muchísimos kilómetros; a excepción de algúna miradilla disimulada a su escote o el intentar intuir sus pezones a través de la tela de la camiseta. Llevaba el climatizador a toda potencia, intentando que el frío me ayudase en mi propósito, pero seguramente porque usaba de esos sujetadores con algo de relleno, era imposible intuir ninguna otra forma que la propia copa del sostén.

Cerca de las 14.30, sonó mi teléfono a través del manos libres del coche. Era mi mujer.

Llamaba para avisarnos de que había tenido que dar un buen rodeo para ir a recojer a otros familiares que se les había estropeado el coche antes de salir de su casa, y que por lo visto, tardarían unas 4 o 5 horas más de lo calculado inicialmente. Es decir.. hasta al anochecer no habría nadie para abrirnos las puertas de la casa alquilada.

Una vez conocida la noticia, Eva y yo comenzamos a valorar distintas opciones sobre el nuevo horario a seguir. Inicialmente contábamos con llegar allá a eso de las 4 más o menos. Preferíamos no parar a comer para llegar lo antes posible y ya picaríamos algo en destino, pero claro.. siendo así, de nada nos servía continuar a aquel ritmo pues en cuanto llegásemos, estaríamos sólos ante aquella casa cerrada.

Convenimos que sería preferible comer por el camino, pues a esas horas, despues de más de 3 horas de carretera, ya comenzaba a apetecer descansar un poco además de que ambos teníamos ya un pequeño agujerillo en el estómago pues no habíamos tomado nada desde la hora del desayuno.

El caso, es que viajábamos por una carretera secundaria, alejada de cualquier vestigio de civilización. Por lo que indicaba el GPS el pueblo más cercano estaba a media hora de camino, y debíamos además desviarnos unos cuantos kilómetos de nuestra ruta.

Viajábamos por una estrecha carretera comarcal, bordeando la costa, y aunque el paisaje era espectacular pues íbamos muy pegados al acantilado, no había perspectivas de encontrar por allí ningún restaurante o bar de carretera.

Como teníamos empanadas y algo de beber en el maletero, coincidimos en que sería preferible comer aunque fuese en el coche, y ya pararíamos a tomar un café en el próximo pueblo que nos encontrásemos.

Tuve que rodar todavía unos cuantos kilómetros más pues en aquella carretera tan estrecha ni tan siquiera había un sitio donde poder apartarse y aparcar con una cierta seguridad.

Finalmente, tras una larga recta, encontramos un pequeño ensanchamiento, donde podía dejar el coche apartado al arcén sin peligro de que me colisionansen los que venian atrás.

Era una pequeña extensión de la cuneta, de la superficie justa para dejar el coche sin invadir la calzada, casi casi a punto de caer por el despeñadero que daba al mar.

Arrimé el coche todo lo posible para evitar ocupar la calzada y bajamos a cojer la empanada y bebidas del maletero.

Nada más abrir la puerta, una bocanada de aire abrasador nos impactó en la cara. Como veníamos con el aire acondicionado, ni nos habíamos dado cuenta del calor tan agobiante que hacía fuera.

Allí de pie, rebuscando entre las cosas del maletero en busca de un cuchillo con el cual cortar un par de porciones, notábamos el sol del mediodía pegándonos directamente en el cogote. En tan sólo un par de segundos, ya comenzábamos a sudar.

-¡Puff!.. ¡Vamos a tener que meternos de nuevo en el coche y comer dentro!; le dije a Eva.

-Caray.. pues muy cómodo no será, pero tampoco me agrada la idea de tener que comer aquí de pie, tostándonos al sol.

En esas, que echando un vistazo por entre la maleza que discurría acantilado abajo, pude vislumbrar un pequeño arenal al fondo. No podía considerarse una cala pequeña, porque ni tan siquiera, sino más bien un terruño en mitad de la costa, pero que bien valdría para sentarse un ratito a la sombra de un pino y comernos aquel almuerzo con algo más de comodidad.

-”Mira ahí abajo”.. ¿Crees que darías bajado sin romperte la cabeza?; pregunté.

-Supongo que sí..; respondió animada ante el confort que aquella pequeña extensión de arena nos ofrecía.

Cojimos una especie de bandera de tela grande que siempre llevo en el maletero para proteger la tapicería del coche, metimos en una bolsa las porciones de empanada, un par de servilletas y una botella de 2 litros de agua que a aquellas alturas del día ya no estaba demasiado fría, y como málamente pudimos, fuimos bajando por entre las piedras y la maleza hasta aquel reducto de tierra en mitad de la nada.

Una vez abajo, parecía incluso más pequeño que desde arriba. No deberían ser ser más de 10 o 15 m2. Vamos.. como una habitación cualquiera.

Además, sólo se proyectaba sombra en una pequeña esquina, pero era lo suficiente como para acomodarnos ambos sobre aquella especie de mantel, y degustar la empanada con una cierta comodidad.

Dispusimos aquella suerte de picnic, nos descalzamos para estar más cómodos, y nada más sentarnos le pegamos un buen viaje a la botella de agua. Entre el calor sofocante y el esfuerzo del descenso, estábamos ambos chorreando en sudor.

-”Lástima no haber traido el biquini”; dijo Eva mientras se sacudía la camiseta pegada al cuerpo.

-Quien lo hubiese sábido, pero bueno, yo casi que me saco la ropa igualmente porque va a plantar fuego en mi.

Aun no había terminado la frase y ya me había despojado de la camiseta y casi instintavemente, sin parármelo a pensar demasiado, decidí sacarme tambien el pantalón quedándome con unos boxers negros ajustados que aquel día llevaba puestos.

Eva quedó medio cortada pues aunque habíamos ido juntos un sinfín de veces a la playa, ciertamente el verme en gallumbos no era exactamente lo mismo.

El verme tan decidido a sacarme la ropa, la había cojido por sorpresa y aunque bien es cierto que no tenía mayor particular, como decía, siempre me había visto con un cierto respeto y seguramente aquella situación no era excesivamente cómoda.

Dudó por unos instantes que hacer, intentando balbucear alguna palabra que no llegué muy bien a comprender, pero por fin se atrevió y muriéndose de la vergüenza se sacó ella tambien su camiseta quedando con el sujetador blanco.

-”¿Qué palo no?.. pero es que estoy chorreando”; me dijo medio ruborizada mientras se secaba las axilas con la camiseta.

He de reconocer que yo tambien me puse un poco nervioso al verla despojarse de la camiseta. ¡Que tontería, direis vosotros!, pues no estaba viendo nada que no hubiese visto ya en la playa, ni estaba descubriendo un secreto pues sabía perfectamente como era el sujetador. Blanco, con algo de relleno.. vamos.. como casi todos.

Si al menos fuese de esos que transparentan un poquillo el pezón o así, pues aun bueno, pero ciertamente era absurda aquella vergüenza que se respiraba en el ambiente.

Tras sacarse la camiseta comenzamos a comer intentando romper aquella tensión con comentarios poco relevantes y topicazos reiterativos del tipo “Pues sí que hace calor, sí..”.

Al 2º o 3º bocado, Eva intentó remangarse la pernera del pantalón vaquero que todavía conservaba puesto pero como era tan ceñido, poco pudo avanzar la tela viendose obligada a desistir de su intento.

Viendo yo los reparos que mostraba a sacarse el pantalón, me imaginaba que tal vez estuviese de regla y le resultaría muy incómodo quedarse en bragas ante mi, por si acaso se le notaba la compresa o se había manchado algo. No sé.. cosas de esas que pensamos los hombres, pero aun con esas pregunté:

-¿Y no te sería mejor sacarte el pantalón?; no creo que me vaya a asustar por verte en bragas.

-No ya lo sé… pero es que…; balbuceaba.

-Es que te da vergüenza.. ja,ja… ¡A estas alturas!..

-No idiota, no es eso. Ojalá llevase bragas para que pudiéses vérmelas; pero justamente ese el problema.

Nada más oir eso yo rápidamente pensé que me iba a decir que iba sin ropa interior, pero no… no iva a tener tanta suerte.

-Tambien a mi se me ocurre y justamente hoy vine en tanga, y vamos.. tampoco un tanga cualquiera… cojí el primero que tenía a mano y resultó ser uno de los más pequeños de mi armario; me confesó toda ruborizada.

Casi me atraganto con la empanada, pero tras masticar unas cuantas veces y ayudarme con un trago de agua, conseguí dejar la boca vacía.

-Comprendo; -dije sonriente-, pues tu misma… déjatelo estar -y mordí otra vez la empanada-

Tal vez fue al ver mi actitud de despreocupado, como queriendole sacar importancia al asunto, lo que la animó y dijo:

-¡Que caramba!.. ¡De perdidos al río!, de modo que se puso de pie, y delante mía se sacó el pantalón cuidando al menos de no darme en exceso la espalda. Supongo que le daba más reparo que se le viese el culo desnudo que otra cosa, así que tras tirar el pantalón a un lado, rápidamente se arrodilló quedando sentada sobre sus propias piernas, intentando taparse lo mejor posible.

Fueron sólo unos instantes mientras permanecía de pie, pero lo suficientes como para comprobar como el tanguita efectivamente era más bien pequeño. Blanco -a juego con el sujetador- y de esos “tipo hilo” (intuía aunque no lo había visto por detrás). Por delante, sólo un pequeño triangulito de tela cubría su preciado tesoro.

Continuamos comiendo intentando aparentar una normalidad que desde luego no existía, yo procurando no empalmarme distrayendo mi mirada hacia el mar, y ella ahí medio en cuclillas, procurando una pose lo más digna posible.

El sol había avanzado un poco de modo que la sombra se proyectaba ya algo más hacia la derecha, así que propuse.

-”Vamos a mover un poco el mantel hacia ahí, para cojer más sombra”.

Ella comprendía que tenía razón, pero el cambio de postura la obligaba a levantarse y claro… la vergüenza era más poderosa que la sensación de calor.

Comprendí perfectamente la situación, así que me arranqué:

-”Venga mujer, levanta”.. ¡Que particular tiene!.. Es un tanga y punto ¿no?.

Abrumada y avergonzada, le costó decidirse, pero finalmente asintió con la cabeza e intentando romper el hielo con sonrisitas y guasas se puso en pie.

Desplazamos primeramente el mantel y despues, tuvo que darse la vuelta para recoger detrás suya la botella de agua, momento en el cual pude ver perfectamente su culito vestido nada más, que con aquella minúscula tira de tela que se le hundía entre los glúteos.

-”Tariro, tariro…” bromée con la típica sintonía de los streaptase.

-”No me mires”, broméo mientras intentaba taparse el culo con una mano.

-Bueno mujer bueno… ¡Que particular tendrá!. Si es que tu mira como somos los humanos ¿verdad?… Si estuviéses con un biquini no sería nada extraño, en cambio, al ser ropa interior que prácticamente cubre lo mismo, nos ponemos mucho más pudorosos.

-Si ya lo sé hombre, pero que quieres que le haga.

-Relájate mujer, que estás guapísima. ¡Además, nadie te ve!. Date un paseito para que yo te vea bien, y ya verás como rápidamente pierdes la vergüenza.

Estas muestras de comprensión por mi parte, y ver como intentaba quitarle hierro al asunto, parecieron relajarla algo y continuamos comiendo un pelín más cómodos con aquella semi-desnudez.

Mientras masticaba, no pudo evitar echar un vistazo más detenidamente al pequeño triangulito que le cubría el sexo, y por la poca extensión que cubría, podía imaginarme como de depilada iba ahí debajo.

Por cómo se le hundía la tela en la abertura de los labios, y por las zonas desnudas que el tanga no cubría, sabía que lo llevaba prácticamente todo rasurado.

Entre esa imagen de su sexo sin vello en mi cabeza, y el calor del momento, mi polla parecía querer cobrar vida propia dentro de mi calzoncillo. Me costaba mantener la mente fría y aquello se complicaba por momentos.

Eva comenzó a mirar hacia un lado y al otro, como si buscase algo.

-”¿Qué miras?”; pregunté..

-Nada, es que..

-¿Es que qué?.. la interrumpí.

-¡Joé!!.. es que me estoy meando y no veo un sitio donde poder tener algo de intimidad; me repondió jocasamente.

-Vaya, ¡Que problema!, ironicé..

-Sí ríete.. para vosotros los tíos es muy fácil, pero a mi me cuesta mucho mear al aire libre, y sobre todo, si hay gente cerca.

-No te ralles mujer… Te apartas un poco y lo haces ahí al lado.

-¡Que remedio!…. ¡Date la vuelta! y ni se te ocurra girarte hasta que yo te avise.

-¡Que sí..!.. así que me puse de pie y me giré hacia la carretera para -en la medida de lo posible- que tuviese algo de intimidad.

Fueron unos segundos de tensión inmensa, donde me parecía que ya no podría controlar más mi erección. Saber que mi cuñadita estaba a mis espaldas, medio desnuda, en una situación tan “intima” me hacía palpitar el corazón a mil por hora.

-No mires ¿eh?.

-¡Que nó pesada!…

Como estaba a escasos metros de mi, y aunque el ruido de las olas me lo dificultaba, a mis oidos llegó el sonidito de su chorro de pis al ser expulsado.

Sabiendo que ambos estábamos de espaldas el uno al otro, no pude resisir la tentación y giré la cabeza. ¡Ahí estaba!.. de espaladas a mi, agachada en la arena con el tangita por mitad de los muslos y su redondo culo invitándome a fantasear con ella.

Fueron sólo 2 o 3 segundos, pero los suficientes como para que esa imagen quedase en mi retina grabada. Volví a mirar hacia el acantilado con temor a que se percatase de que la había visto, cuando la oí decir.

-”No hay por ahí una servilleta para secarme verdad”…

Con la excusa de responder, giré levemente de nuevo la cabeza pero en esta ocasión ella tambien estaba mirando hacia mi de modo que vió perfectamente como la había visto en aquella comprometida postura.

-”Que no mires”, me gritó medio enfadada medio en broma.

-No, no hay más.. Como no te limpies con esa llena de aceite de la empenada; le dije mientras volvía la mirada a las rocas.

-Pues va a ser que nó; respondió.

-Casi al instante, me dí ya la vuelta por completo, como dando por hecho que ya había terminado y tenía permiso para volverme.

En ese segundo que duró el giro, alcancé a verla sacudir las caderas en el aire como intentando que no le quedase ninguna gota y subirse el tanga nuevamente.

-”No te dije que no te giraras mientras no te avisase”; me inquirió mientras terminaba de ajustarse las tiras del elástico.

-Ya, bueno.. pero ya terminaste.

-Si claro..

-Total, ¿De que tienes miedo?.. ¿De que te vea el culo?…

Ja,ja.. ambos estallamos en una risa tonta que indicaba que la situación ya empezaba a ser más amigable para todos.

Mientras recorría los pocos pasos que la habían alejado del mantel no pude evitar dirigir la mirada a su tanga. Unas gotitas de pis habían mojado la delgada tela y acentúaban más si cabe la raja de sus labios. Justo en ese instante, ella se estiró la tela para colocársela como si se hubiese dado cuenta de que yo lo había visto.

Mi polla se había puesto algo morcillona, y seguro que su forma se intuía a través del ajustado boxer. Ella tampoco pudo evitar digir la mirada y quiso hacer como que no se había dado cuenta de ello.

Miramos que hora era, y como todavía era temprano decidimos tumbarnos un poco a descansar. Como sólo teníamos aquel gran mantel, debíamos compartirlo de modo que dejando la máxima separación que podíamos permitirnos, nos tumbamos cómodamente a dormir la siesta.

El sol continuaba avanzando y la sombra ya comenzaba a desaparecer, de modo que más bien podíamos decir que estábamos tomando el sol más que descansar a la sombra. De cualquier modo, al estar así ligeros de ropa, y con la brisa del mar, la sensación no era del todo desagradable.

No sé exactamente cuantos minutos estaríamos así tumbados al sol. Ella boca abajo, a escasos metros de mi, con su magnífico culo dorándose bajo el sol, y yo, ahí al lado, intentando tranquilizarme para evitar que la erección se me escapase de control.

Mientras intentaba repasar mentalmente asuntos pendientes del trabajo -por aquello de no pensar en lo indebido- ella comenzó a moverse inquietamente como si algo le molestase.

En esas, me dice:

-Madre mía.. el sol me está calentando los broche metálicos del sujetador y no veas como queman en la piel. Aún me van a producir llagas y todo.

-Pues sácatelo; le respondí burlonamente.

-Si ya.. era lo que faltaba. Por si la situación no fuese ya lo suficientemente inapropiada, si te parece, me sigo despelotando.

-Psstt.. pues tu verás. Poco de tu anatomía queda por descubrir, la verdad. -más risas burlonas-

-Ahí tambien llevas razón. Superado el mal rato del tanga minúsculo este que no tapa nada, y el tener que mear ahi agachada como si fuese un perro, pues poca vergüenza me debe quedar.

Y dicho esto, se desabrochó el sostén, lo tiró a un lado, y volvió a tumbarse boca abajo.

Yo me puse tambien boca abajo intentando disimular la erección que en aquel momento ya escapaba fuera de todo control. Giré mi cabeza hacia el otro lado, como intentando conciliar un poco el sueño. Con suerte, conseguía dormirme un ratillo y todo aquello se tranquilizaba.

Minutos despues, aunque estaba mirando hacia el lado opuesto a Eva, noté como ella se volvía y se colocaba boca arriba.

Ahora era mi oportunidad. Sólo tendría que girarme sutilmente, como quien no quiere la cosa, y podría regalarme la vista con sus pechos totamente desnudos.

Esperé un ratillo más, como intentando disimular mis intenciones y procurando hacer el minimo ruido por si acaso ella estaba adormilada, y me giré hacia ella. Ahí estaba, tumbada, con los ojos cerrados, una rodilla flexionada levantada, y la otra pierna totalmente estirada.

Sus pequeños pechos, ciertamente parecían más pequeños todavía así estirada, pero de cualquier modo hacían que mi corazón palpitase a mil por hora.

Estaba viendo a mi cuñada, la secreta inspiración de mis fantasías prohibidas, practicamente desnuda. Tan sencila, tan natural, tan ella misma…

Tenía unos pezones pequeñitos, de aureola rosada, que invitaban a mordisquearlos con dulzura. Me deleité repasando todos los detalles de su cuerpo, imaginandome la sensación de cubrir con mi mano aquellas tetas tan cautivadoras.

Mientras la repasaba visualmente, dejó caer la pierna que tenía semiflexionada, quedando totalmente estirada sobre la arena, de modo que su monte de venus destacaba prominentemente como invitándo a ser conquistado por las hordas enemigas.

El pequeño trozo de tela que cubría su sexo, se empeñaba en hundirse en su rajita, ofreciendo un espectáculo irrepetible. Ahora que la miraba descaradamente estaba convencido de que llevaba el coño totamente depilado.

Por los pequeños espacios que la tela no cubría según la postura adoptada, no llegaba a ver en ningún momento resto alguno de vello. Ademas, esa tela tan fina, tan pegada al cuerpo, dejaría percibir la forma de sus pelitos y sin embargo, ofrecía un tacto uniforme y liso.

Desconozco hasta que punto estaba adormilada, pero por su expresión tranquila parecía que estaba a gusto en aquella suerte de siesta veraniega.

Al rato, buscando una postura más cómoda para dormir, se giró sobre su costado poniéndose de lado, dándome la espalda a mi y quedando con las piernas dobladas, una más adelantada que la otra. Como si estuviese durmiendo en el colchón de su cama.

Permaneci inmovil unos minutos como intentándome asegurar de que efectivamente estaba dormida. Como ahora me daba la espalda, estaba seguro de que no me veía mirarla descaradamente.

Me incorporé y quedé tumbado apoyado sobre mis propios codos, como si estuviese mirando al mar, pero en lugar del mar, mis ojos se perdían en otras maravillas de la naturaleza.

Me deleitaba mirando su espalda desnuda, recorriendola con la mirada y la imaginación desde la nuca hasta la parte baja, justo donde se ajustaba la cinturilla del tanga.

Su culo, formaba una figura perfecta, interrumpido sólamente por la pequeña tirita de tela que se le perdía entre los glúteos.

Imaginaba la sensación de agarrar esas nalgas con mis manos, apretarlas, acariciar con mis dedos la raja de su culo, deslizándolos despues por el pliegue que el glúteo forma con el muslo.

Tenía las piernas algo separadas, lo que me permitía acceder a una visión algo más profunda de su entrepierna con tan sólo adelantar un poco mi posición. Me giré disimuladamente buscando un mejor ángulo y me detuve un buen rato viendo como el tanga se perdía entre sus piernas abiertas.

En esa zona de la entrepierna, el trozo de tela era realmente diminuto, pues prácticamente no alcanzaba a tapar sus labios vaginales que desde ahí, si podía confirmar estar totalmente rasurados. Podía ver su delicado ano, cruzado al medio por la tira de tela, pero sin llegar a cubrirlo en toda su superficie.

Me recreé en su esfinter, rosadito, fruncido mientras mis boxers comenzaban a encharcarse con los fluidos que mi polla segregaba.

Imaginaba lo que sería chupárselo, acariciar su íntimo agujerito con la punta de mi lengua, escupirlo, dejando que la saliba discurriese por entre sus nalgas hasta llegar a su coño.

El pequeño tanga no alcanzaba a tapar la totalidad de sus sexo, de modo que un buen trozo de esos carnosos y seductores labios se salían por fuera para mi gozo y disfrute.

Nunca me imaginé que mi inocente cuñadita, se marcase unos depilados tan seductores.

Me la imaginaba rasurándose, en la ducha, separando las piernas para facilitar el acceso de la cuchilla a tan íntimos rincones, y mi polla palpitaba como reclamando mi atención.

Noté como se movía y en previsión de que se girase me tumbé rápidamente y me ladee hacia el lado opuesto intentando que no descubriese mi erección.

A mis espaldas, notaba como se movía en busca de una mejor posición.

En cuanto noté que se había acomodado de nuevo, esperé varios minutos y volví a girarme con el propósito de seguir con mi espectáculo.

Como el sol había avanzado algo más, se habia movido 45 grados para quedar totalmente perpendicular al sol. Es decir, se había puesto en sentido transversal a como yo estaba colocado.

Como siempre se quejaba de que en verano le salían pecas con el sol, se había tapado el rostro con la camiseta, de modo que podía continuar dirigiendo mis furtivas miradas sin temor a que se percatase de ello.

Estaba tumbada boca arriba, con las piernas ligeramente separadas, lo suficiente como para que desde mi posición, siguiese viendole el coño apenas cubierto por la pequeña porcion de tela. Me encantaría que separase más las piernas, para verla más expuesta, pero por el momento aquello era todo lo que había.

Mi polla estaba a punto de reventar, y tenía unas ganas locas de masturbarme. Pensaba en el modo de poder hacerlo, pero todas las ideas tenian sus lagunas.

Pensé en meterme en el agua y pajearme alli dentro, pero lo cierto es que no quería renunciar al espectáculo que estaba disfrutando.

Pensé en colocarme contra el acantilado, dándole la espalda, como si fuese a mear contra las piedras pero claro.. si me veía tanto tiempo allí de pie, se extrañaria de una meada tan larga.

Será porque en ese momento la sangre no me regaba el cerebro, o porque el calentón del momento me nubó el sentido, pero casi instintivamente me saqué la polla y me puse a pajearme allí delante de ella.

Sólo tardaría unos minutos, así que malo sería que se despertase justo en aquel insntante. Aun hoy tiemblo al pensar en haber cometido esa irresponsabilidad, pero en aquel momento, no pude contener las ansias de tocarme.

De la excitación que tenía, sabía que no tardaría mucho en correrme así que sin pararme a pensar demasiado las lagunas de mi plan, me saqué la polla y comenzé a masturbarme rítmicamente a escasos centímetros de ella.

Mientras me pajeaba, observaba descaradamente su protuberante monte de venus, camuflado vagamente tras aquel minúsculo trocito de tela que seguía empeñado en hundírsele en la raja para mayor deleite mío.

Recorría el avance de la tela que se estrechaba a medida se adentraba entre sus nalgas, de modo que la delgada tirita blanca ni tan siquiera cubría la totalidad de su ano. Me recreaba imaginando la sensación de acariciar esos deliciosos pechos, jugetear con sus pezones… E inmerso en mi placer estaba, cuando de repente pareció despertar de su somnolencia, se descubrió el rosto que mantenía protegido del sol bajo la camiseta, y me pilló “in fraganti” en mitad del asunto.

-”¿Pero que haces tarado…?”; exclamó sorprendida.

-¡Perdona!, es que… esto… pensaba que dormías y…; apenas conseguía balbucear palabra alguna mientras intentaba acomodarme la polla dentro de los calzoncillos.

-Si claro, pensabas que dormía y tu mientras tanto dándote el festín ¿verdad?

-Lo siento, de verdad. No sé que me pasó. De repente te vi ahí y no sé… no pude contenerme. Por favor no se lo cuentes a tu hermana.

-¿Y que quieres que le cuente?… ¿Que hemos estado aquí medios despelotados y que tu no te has sabido contener?. Si la culpa es mía por andar provocando.

En su tono, me parecía notar como no había un exceso de reproche, sino que más bien lo afirmaba con una cierta frescura y jovialidad.

-De veras, lo siento -insistía yo-. Sé que no tiene justificación alguna pero entre el calor, el verte así tan “sexy” y una cosa y la otra… Compréndeme; pudo más la pasión que la razón.

-Que sí hombre, tranquilo. Que no voy a contar nada. Son cosas que pasan. Pero, por cierto.. ¿No te he dejado terminar verdad?

-Pues lo cierto es que no. Se te ocurrió despertar en el mejor de los momentos.

-Pues continúa; pero ahí de pie, delante mía. Quiero verte yo a ti tambien no vas a ser el único que saque provecho de esta situación.

-¡No!.. ¡De eso nada!.. ¡Que palo!..

-¡Si claro!… ¡Hay que joderse!.. Tu te pones cachondo mirando para mi y yo no puedo hacer lo mismo contigo. Eso no es justo. ¿Que te piensas?… ¿Que a mi no se me alegra el conejo o que?.. Una tambien tiene sus calenturas. Así que venga…

Viendola con tanta determinación y como ciertamente no tenía argumentos con los cuales rebatirla, me puse de pie delante de ella y continue con mi paja.

Con el susto se me había bajado un poco la erección, pero nada más sacármela de nuevo saltó como un resorte y se puso rápidamente dura, desafiante, palpitando con cada movimiento que le hacía con mi mano.

Eva seguía tumbada delante mía, disfrutando del espectáculo y en estas decidió pasar tambien a la acción. Separó totalmente sus piernas y metiéndose la mano por debajo del tanga comenzó a acariciarse su sexo.

-¡Buff!.. ¡Estoy empapada!, me dijo mientras se llevaba los dedos húmedos a la boca saboreando sus propios efluvios.

Ritmicamente nos masturbábamos, uno en frente al otro, yo suavemente intentando posponer la explosión de mi orgasmo y ella algo más acelerada, como si sus ansias sexuales se estuviesen desbocando.

Se sacó el tanga para tener mayor libertad de movimientos y por fin pude ver su coño totalmente expuesto. Efectivamente lo llevaba totalmente depilado en la zona de los labios, habíendose dejado una pequeña tirita de vello en la parte alta de pubis. Mientras con una mano se estimulaba el clítoris con movimientos circulares, con la otra se hundía 2 dedos en la profundidad de su sexo.

Presagiendo que su orgamos estaba cerca, me dejé caer de rodillas sobre su entrepierna y quise saborear aquel fruto prohibido.

-”Eh para”.. esto no está bien.. Una cosa es una paja y otra es que llegue a haber contacto físico entre nosotros.

-¡Venga ya!, no seas hipócrita. Ni tu te crees esa chorrada.

Y efectivamente no se la creía, así que resignándose a caer en lo prohibido apartó sus manos dejándome practicarle una magistral comida de chocho.

Ciertamente estaba empapaba, así que mi lengua rápidamente recogió sus flujos inundando mi boca de un sabor embriagador. Tal vez enriquecido por el sudor producido en un día tan caluroso, o por las gotitas de orina que seguramente se habían perdido por allí, su sexo arrojaba un aroma y un olor intenso, profundo y penetrante.

Me deleité succionando aquellos labios carnosos, recorriendo con mi lengua sus pliegues vaginales, presionando y estimulando con mi lengua su palpitante clítoris hasta que parecía que iba a correrse.

En cuanto notaba la tensión en sus músculos presagiendo el ansiado momento, aflojaba el ritmo y me retiraba a zonas menos sensibles como la cara interna de sus muslos y la zona alta de su monte de venus.

Ella, totalmente entregada, disfrutaba de aquel placer prohibido hasta que en un acercamiento a su clítoris no pudo contenerse más y un latigazo de placer le arqueó la espalda mientras mi juguetona lengua prolongaba la agonía de su orgasmo.

Sin casi dejarla recuperarse, volví a deslizar mi lengua por su rajita y continué avanzando en busca de su preciado agujerito trasero.

Con mis manos, le levanté las piernas para que elevase su trasero dejándomelo más accesible.

Entendiendo mis intenciones se las agarro por detrás de la rodilla y se levantó ligeramente como si fuese a dar una voltereta hacia atrás.

Tenía ante mi, totalmente abierto y expuesto, su íntimo rinconcito, su preciado tesoro, su fruncida y rosadita “puerta trasera”.

Estaba perfectamente depilada, de modo que no había ni un solo pelito alrededor de su prieto anillo.

Separé ligeramente sus nalgas para abrírselo y dejé caer un chorrito de mi saliva en el , favoreciendo que se escurriese hacia su interior. Con la punta de la lengua, intentaba empujar la saliva hacia dentro al tiempo que se lo penetraba ligeramente. Lo besaba, lo acariciaba con los labios, deslizaba mi lengua por el medio de sus nalgas, desde su coño hasta su ojete, pringándolo todo con un almizcle de sus jugos y mi saliva.

A ella parecía gustarle esto del beso negro, pues mientras se estimulaba el clítoris con la mano, cuidadaba de no dejar caer el culo contra el suelo para resultarme más accesible y permitir así que mi lengua le hurgase las entrañas más cómodamente.

Viendo lo lubricado que lo tenía, quise meter un dedo en su estrecha gruta pero nada más introducir la mitad de mi dedo índice, su esfinter se cerró aprisionándomelo.

-”No, no…” por ahí no.. ¡Prefiero que en esta que será nuestra primera y última vez (como queriendo dejar las cosas claras) disfrutemos de algo más romántico”. Quiero que me hagas el amor, apasionadamente, abrazándome, besándome…

-Vaya, que romanticona te me has puesto.

-¿Qué prefieres?.. ¿Eso o terminar de pelártela tu solito?, respondió burlonamente.

Le saqué el dedo del culo y dejé que se acomodara en el suelo, tumbada, con las piernas abiertas. Me hubiese gustado metérsela en la boca primeramente y deleitarme viendo como me la chupaba, pero lo cierto es que estaba a punto de correrme y eso provocaría un orgasmo inmediato.

-Así, ponte tu encima; me susurró.

Así, que con todo el romanticismo que era capaz de encontrar en mitad de aquel calentón, me acomodé sobre ella y enfile mi estaca hacia su sexo.

Deslicé mi capullo contra sus labios, a modo de presentación, pero dada la gran cantidad de flujos que embadurnaban nuestros sexos, aquello parecía querer deslizarse hacia un pozo sin fondo.

Nada más acomodar la punta de mi polla sobre su abertura, me dejé caer -sin fuerza pero con firmeza-, de modo que le entró toda ella abriéndose paso a través de aquel prieto y húmedo tunel.

-Ahhhhhh…..; exclamo agonizante ante mi embestida.

Tras dejarsela ahí quieta unos segundos, como en busca de acomodo, nuestros cuerpos comenzaron a moverse buscando la sincronía perfecta.

Mi cadera marcaba rítimicamente los tiempos mientras ella parecía derretirse en un abrazo conmigo, acariciándome la espalda y apretándome los gluteos con sus pequeñas manos.

En su forma de abrazarme, de besarme, por cómo me miraba con esa mezcla de pasion y ternura, sabía que aquello era mucho más que sexo visceral. No vamos a hablar de amor ni nada por el estilo, pero sería absurdo negar que aquello era la manifestación física de un cúmulo de sentimientos aletargados por la corrección de formas que deben darse entre cuñados. Quiero con locura a mi esposa -su hermana- pero ello no impide que sienta un cierto afecto especial por Eva, y aquel día en el cual se habían eliminado todas las barreras, ambos nos entregábamos el uno al otro intentando disfrutar de todo aquello que nos era vedado.

Abrazado fuertemente a ella giré sobre mi costado para cambiar de postura y que ella se pusiese encima. Continúó cabalgándome rápidamente, rompiendo el tempo y el ritmo de su movimiento de caderas. Primero arriba y abajo, despues haciendo circulos, despues moviendose en vaivén… ella lo estaba disfrutando mientras yo acariciaba desde abajo las tetas con las que tantas veces había fantaseado.

Se inclinó hacia adelante momento en el cual aproveché para morderle suavemente uno de sus pechos. Lo aprisioné entre mis labios y sin dejar que se escapase jugueteaba con mi lengua contra su pezon.

La ventaja de tener unos pechos pequeños es que son facilmente manejables, de modo que forzando un poco la mandíbula podiá meterme su teta prácticamente entera en la boca, cosa que a ella parecía encantarle.

Mientras le comía las tetas, ella jadeaba y apretaba su pubis contra el mío buscando la máxima presión de su clítoris contra la base de mi rabo.

Le agarré las manos y entrelazamos nuestros dedos mientras nos fundíamos en un intenso y apasionado beso. Noté como estaba a punto de correrse de nuevo así que aumenté el ritmo de mis movimientos.

Ella se incorporó, quedando agarradas nuestras manos, sus pechos sacudiéndose arriba y abajo y en ese instante no pudo contenerse más dejándo escapar otro intenso gemido de placer mientras se corría mirándome fijamente a los ojos.

Yo intentaba retener mi clímax, pues quería disfrutar al máximo de aquella primera y por lo visto única ocasión de follarme a mi cuñada. Cuando terminaron sus últimos espasmos de placer, saqué mi polla de su coño y la empujé hacia atrás dejándola descansanar apoyada sobre su culo mientras procuraba bajar mi calentón.

Ella, sentada a horcajadas sobre mi, terminaba de reponerse de ese apoteósico orgamo mientras me comía a besos y mordisquitos.

-2 a 0, voy ganando…; se rió burlonamente.

-Uno que es así de generoso con sus amantes, que las hace enloquecer de placer.

-Pues la verdad es que sí. Yo no sé si es por lo morboso del calentón, pero hacía tiempo que no me follaban así. Ya había oído yo cosas de que eras un gran amante, pero nunca pensé que mi hermana se refiriese a esto.

-¿Pero cómo?.. ¿Acaso os contáis estas cosas?…

-Bueno hombre, cosas de hermanas…. tu no lo entenderías. Y venga, sigamos que va siendo hora de darte a ti placer ¿no?.

-¿Y qué placer vas a darme tu?; pregunté irónicamente mientras mi dedo volvía a comenzar a acariciarle el agujero del culo.

-Eh, no.. no vayas por ahí..

-¿Por donde no puedo ir?, pregunté burlonamente mientras le metía de nuevo mi dedo índice.

Apretando nuevamente el culo me confesó que nunca había practicado sexo anal y que no se veía capaz de hacerlo. Que los lametazos que antes le había propiciado había sido su experiencia más cercana y aunque le habían resultado especialmente placenteros, tenía miedo de que lo doliese que la follaran por detrás.

Intentaba convencerla de que no tenía porque tener miedo, que si se relajaba no le dolería, bla, bla bla y todas esas cosas que decimos los hombres cuando nos niegan la entrada por la puerta secundaria.

Ella intentaba encontrarle acomodo a mi dedo, como queriendo cumplir su parte, pero cada vez que presionaba un poco más de lo permitido enseguida notaba la presión de su esfinter bloqueando el avance.

-Sientate tu encima de mi polla, así controlas la situación.

Excitada como estaba, y pensando que tal vez era una buena oportunidad para probar nuevas experiencias, se animó a intentarlo de modo que levantó un poco el trasero para dejar que mi polla enfilara su virginal culo.

Abriéndose las nalgas con las manos asentó mi capullo contra su esfinter, mientras yo guiaba el proceso ayudándome con mi mano.

Mirándome fijamente a los ojos, como diciendome “Lo hago para ti”, dejo recaer su peso sobre mi polla mientras yo la sujetaba para evitar que se moviese y se escapase del objetivo.

Debido a andar jugueteando previamente con mi dedo, y dada la cantidad de flujos que lubricaban todo aquello, el glande pareció entrarle sin mucha dificultad pero al notar las primeras molestias de mi polla abriéndole las entrañas, dejó de seguir bajando el culo manteniendo el control sobre la profundidad.

-Aaahhh… ¡me lo rompes!..; me jadeó morbosamente.

Yo empujaba mi cadera hacia arriba, como intentando avanzar más allá, pero al mantenerse ella encima controlaba perfectamente hasta donde podía llegar.

Mantuvimos “esa lucha” unos minutos, mientras ella intentaba relajarse para dar cabida al nuevo inquilino y yo la sujetaba firmemente con la mano para que no se le moviese y se escapase en un descuido.

Viendo que no era capaz de ensartársela más adentro, quiso cambiar de postura y se giró dándome la espalda, apoyándose en sus pies y cuidando con las manos de no perder el equilibrio.

Ahí en cuclillas encima mía, podía verle el ojete abierto, colorado por la fricción de los movimientos, invitándome a desflorarlo.

Se metió su propio dedo un poco, intentando agrandar el agujero que parecía no querer abrirse, y a continuación me la agarró con firmeza para dirigirla nuevamente hacia su oscuro tunel.

Aunque el resultado no era mucho más esperanzador, verla en esa postura me provocaba una mayor excitación visual así que entre eso, y los roces adentro y afuera sobre la punta de mi capullo, estaba a punto de correrme.

-Déjalo estar, hoy no es día para desvirgar culo alguno. Eso hay que hacerlo con calma, con lubricante, poco a poco… No quiero que tu primera experiencia anal resulte molesta o incómoda por no poder hacertelo con los medios apropiados.

-¿Estas seguro?.. Me gustaría poder entregártelo a ti y creeme.. esto no se volverá a repetir jamás.

-Bueno, eso está por ver; respondí irónicamente mientras la agarraba y la tumbaba de nuevo sobre el suelo.

Sin disimulos, levanté una de sus piernas para apoyarla sobre mi hombro y teniéndola así, totalmente abierta, hundí mi polla a punto de explotar en su chorreante coño.

Comenzé a bombear enérgicamente, sabiendo que mi clímax era casi inminente.

Al verme así desbocado, ella se puso de nuevo a cien por hora y comenzó a acompañar mi ritmo con su juego de cadera.

Tras unas cuantas embestidas, bajó su pierna de mi hombro para buscar un acomodo más cercano. Yo tumbado sobre ella, la follaba enérgicamente, con un cierto aire salvaje que tal y como despues me confesó, la hacía sentirse sucia y deseada.

Soy un tío bastante corpulento por lo que desplegando toda mi energía sobre ella, la hacía sentirse totalmente indefensa y expuesta a mis embestidas.

Rápidamente Eva se puso de nuevo al borde del orgasmo pues por el modo que tenía de arquear la espalda y presionar su pubis contra el mío sabía que estaba a punto de correrme.

Yo tambien lo estaba. Sabía que tomaba la píldora así que no me preocupé por nada más que por disfrutar el momento.

La agarré fuertemente para que no se separase de mi mientras le daba las últimas embestidas. Tumbado sobre ella, aplastándola ligeramente, la abrazaba con un brazo por la espalda mientras que con la otra le sujetaba el culo.

Un golpe de cadera, otro, otro… cada vez más fuerte, cada vez más rápido…

-¡Jooodeerr!… ¡Como me gusta cabróonn!!.. gritó euforicamente mientras se corría.

Nos miramos a los ojos, diciéndonoslo todo sin decirnos nada, y dejé que mi esperma la inundase, sintiendo como mi polla se exprimía con cada espasmo de placer, impidiendo que se separase ni un milímetro, como intentando tocar con la punta de mi rabo lo más hondo de su ser.

Extenuados nos quedemos uno encima del otro, chorreando de sudor bajo aquel sol de verano, totalmente impregnados de los flujos del otro. Sucios, deseosos y con la satisfaccion de haber resuelto aquella especie de deuda pendiente de cobro.

Tras recuperar algo de energía, conseguí incorporarme y dejarme caer hacia un lado, al menos para que ella no muriese allí aplastada.

-¡Buff!.. ¡Madre mía!… Tengo el coño dolorido de tanta polla; me soltó mientras se acurrucaba sobre mi pecho.

-Pues imagínate que te la hubiese metido por el culo; respondí mientras estallábamos en una sonora carcajada.

Nos quedamos allí tumbados, abrazados, saboreando los últimos instantes de lo que sería aquella locura que ambos coincidimos en no volver a repetir jamás.

Una vez apaciguado el calentón, estuvimos un buen rato charlando sobre sentimientos, sobre cosas que nunca nos habíamos dicho y nos reconocimos esa suerte de “cariño especial” que había propiciado todo aquello.

Supongo que es algo normal entre cuñados, y más si son tan cercanos como lo somos Eva y yo, así que todo estaba bien.

No había reproches ni falsas expectativas. Ambos queríamos a mi mi esposa -su hermana- y sabíamos que el habernos acostado aquella tarde no cambiaría nada.

Fue una especie de liberación que sin duda nos acercaría todavía más y reforzaría los vínculos afectivos que había entre nosotros.

Casi sin darnos cuenta habían pasado ya un par de horas e iban siendo horas de recoger las cosas y reanudar la marcha, sólo que estábamos tan a gusto allí tumbados, extenuados, desnudos y abrazados que no queríamos que el momento terminase.

-”Bueno, venga..” vamos a ir recogiendo; dijo Eva.

-5 minutitos más…

-Seguro que eso le dices a mi hermana todas las mañanas ¿verdad?, que tambien sé que no hay quien te levante de cama. Además, me estoy meando que entre el agua que llevamos bebida toda la tarde y la cantidad de leche que me soltaste ahí dentro debo tener un caldo que ni pa qué…

-¿Y que quieres?.. ¿Que me vuelva a poner de espaldas?; pregunté burlonamente.

Pues no estaría mal.. si me miran se me corta el chorrito, me respondió en broma mientras se levantaba y se apartaba un par de pasos.

Se agachó allí, delante mía, pero esta vez no se preocupó por darme la espalda y como queriendo jugar conmigo, se abrió de piernas y dejó salir su chorro con fuerza.

Verla así, meando delante mía, con esa cara de placer que se experimenta al vaciar la tensión de la vejiga hizo que mi polla se pusiese de nuevo juguetona y sin dudarlo, me levanté y me acerqué rapidamente hacia ella.

Sin darle tiempo a reaccionar, le agarré la cabeza con una mano y con la otra llevé mi polla a su boca. Sorprendida por esta reacción, no le quedó otra que abrir los labios y dejar que se la metiese hasta el fondo aprovechando que todavía estaba medio flácida y le cabía entera.

Al acercarme a ella, intentó cortar la meada pero al no poder retenerla por mucho más tiempo, tuvo que dejar fluir el pis de nuevo encharcándome los pies mientras yo le follaba la boca.

Ahí estaba yo, de pie pisando sus meados, follándole la boca con mi polla todavía sucia de los restos de flujos del polvo anterior.

Tras un par de succiones ya la tenía totalmente enhiesta y Eva se esforzaba por darle toda la cabida que su mandibula le permitía.

-Vaya.. ¿Que quieres?.. ¿Anotarte tu otro tanto?…

-Claro.. te recuerdo que vamos 3 a 1. Puedo asumir la derrota si el partido se jugó bien, pero tampoco es necesario perder por goleada.

-¿Y no podías dejarme terminar?, mira que eres guarro.

-Y a ti bien que te gusta que lo sea, le respondí mientras volvía a meterla la polla en la boca.

Estuvo un buen rato trabajándomela con la boca. Al estar en cuclillas, notaba como se cansaba en esa posición, así que la agarré por los hombros y tiré un poco de ella para que cayese sobre sus propias rodillas así que termino arrodillada sobre la arena mojada de su propia orina. La escena era de lo más morbosa y notaba como estaba a punto de correrme de nuevo.

Mientras ella me comía los huevos, yo me tocaba, lubricándome el capullo con el prepucio, deseoso de entregarle otra dosis de mi esencia.

Verla ahí arrodillada ante mi, saboreando mi polla, comiéndomela, procurándome placer iba a hacerme correr de nuevo.

No hizo falta decir nada. Al notar que estaba a punto de correrme, ella misma se colocó en posición, sumisa, abriendo la boca, sacando la lengua, y echando la cabeza hacia atrás esperando el envite final.

Dos leves movimientos más y ¡chooff!… Un intenso orgasmo provocó la expulsión de otro chorretón de semen que fue a caer directamente a su lengua.

Al haberme corrido tan intensamente hacía escasos minutos, el depósito estaba casi vacío así que sabiendo que no la atragantaría con ingentes cantidades de esperma, no me preocupé en absoluto y hundí mi polla en su boca para que terminase de exprimírmela de este modo.

El semen recien eyaculado, sus babas y el resto de flujos que emanaban de mi polla hacían que aquella cavidad húmeda y caliente fuese de lo más reconfortante. Digirió todo aquello con habilidad y maestría, deleitándose con el sabor de mi esencia y dejandome la polla sin rasto alguno de leche.

Se tragó todo, alargando en el paladar el sabor como si de un gran vino se tragase y al terminar me soltó.

-3 a 2; con suerte, el del empate lo marcas el día que me desvirgues el culo.

Nos lavamos como malamente pudimos en el agua del mar, recogimos nuestros bártulos y pusimos de nuevo rumbo hacia destino sabiendo que para nosotros al menos, lo mejor de aquel fin de semana ya había pasado.


La diosas sometida

$
0
0

Antes que nada quiero dejar bien claro que este relato es una fantasia tanto la historia como los personajes descrito son imaginarios.
En este relato puedes encontrar palabras que puede herir la sensibilidad de algunas personas.

Juan es un hombre de 32 años, trabaja en una oficina y hace unos meses que se independizo, vive en un bloque de pisos de estos enormes.
En un hombre normal de pelo moreno y corto, ojos marrones, 1,80 de altura, pesa 85 kg.

Todos los días se cruza en el ascensor con algún vecino o vecina, a la mayoría no los conoce y a los que si conoce es solo de vista. Viven muchas mujeres guapas pero hay una en especial que le roba los sueños una diosa de la belleza con medidas de 90-60-90 una cara de ángel con unos ojos azules claros preciosos una nariz recta e pequeña, su pelo rubio y sus labios carnosos, para colmo con una voz dulce e sensual, siempre con una sonrisa y una respuesta agradable para todos los vecinos, solo tiene un defecto para él, tiene 16 años, Juan tiene el doble.

Desde su ventana Juan puede verla jugando al tenis tres o cuatro días a la semana, él la contempla quedando embobado mirando a aquella chiquilla encantadora.

Así van pasando los días aprovechando cualquier momento para verla o cruzarse con allá en el ascensor para escuchar su voz, aunque solo diga hola o buenos días.

Un día de octubre por la tarde sobre las 19h el subía a su piso tras abrir el portal de la calle pudo ver la puerta del cuarto de contadores abierta solo un dedo, le extraño y se acerco para cerrarla pero comprobó que la luz estaba encendida cuando ya con la mano en el pomo para entras pudo ver por la abertura a la diosa de sus sueños, estaba allí de rodilla chupando la polla de su compañero de juego de tenis, tras unos segundos sin poder reaccionar echo mano al móvil sacándolo de su bolsillo, lo puso en cámara no sin antes quitar el flash para no llamar la atención y dándole al zoom su puso a sacar fotos. No pudo quedarse mucho tiempo porque al oír pasos tubo que seguir su camino hasta su piso.

Ya en su piso no hacia mas que pensar el Eva, chupando la polla de aquel chico, varias veces saco el móvil para mirar las fotos, al irse a dormir se masturbo pensado en que el era el chico al que se la mamaba.

A la mañana siguiente camino al trabajo se cruzo con ella en el ascensor, se saludaron con el típico buenos días.

Buenos dias

Buenos dias

¿Te divertiste ayer?

La chica lo miro con cara de sorpresa

no, ayer no salí

Me refiero en el cuarto de contadores

¡Que! No se lo que quiere decirme

No te hagas la tonta, sabes perfectamente de que te hablo.

No, de verdad no se de que me habla

Juan saco al móvil, busco la primera foto y se la enseño, ella quedo sorprendida y sus mejillas se ruborizaron, se quedo sin saber que decir o hacer.

Ya hablaremos luego dijo Juan abriéndose la puerta del ascensor, él salio del ascensor camino de su coche para ir al trabajo mientras que ella salio de tras de él camino del autobús del instituto.

Mue larga se le hizo a Eva la mañana pensando en que aquel vecino se lo contaría a sus padres, estos eran muy creyente y no comprenderían por que su hija tuviera ese comportamiento para ellos despreciable. Y por que me dijo ya hablaremos si se lo pensara decir a sus padres se lo diría directamente sin tener que hablar con ella.

Juan salio del trabajo, se metió en su coche y se dirigió a su casa como casi todos los días se cruzo en el ascensor nuevamente con Eva que regresaba del instituto, ella bajo la cabeza como avergonzada pero no pudieron hablar ya que una vecina también subía.

Juan que ya se lo veía venir saco un papel muy doblado del bolsillo y sin que la señora se diera cuenta lo coloco en la mano de Eva, esta miro la mano al notar el contacto, agarro el papel y cerro la mano para que no se viera.

Cuando pudo leerlo, descubrió que la intención de Juan era verla el próximo sábado sobre las 17h, que se inventara cualquier cosa para estar el sábado a las cinco en su casa, y que si no acudía sus padres se enterarían de lo del cuarto de contadores.

Eva no tubo mucho que pensar porque de ninguna manera permitiría que sus padres se enteraran, así que les dijo a su madre que el sábado iría al cine con una amiga.

Esta es la primera parte de una historia que iré contando en varios capítulos.

Leonardo y Jaím

$
0
0

aquí les traigo como prometí el fragmento producto de la inspiración que brindó “desnuda y con sombrilla”… espero les guste

si te metes en problemas haciendo enfadar a una niña malcriada, al infierno se llega hiriendo el orgullo de un artista

ésta nunca estuvo pensada como novela erótica más bien como un comic de comedia romántica algo meloso, disculpas por eso hahahaha XD… tomé el story board de la historieta y lo traduje a palbras como un relato, de hecho como fragmento me gustó, quizá de origen a una historia alternativa en un futuro, espero que algún día puedan ver el original n_n

Acto vigésimo primero: las lágrimas ocultas

Mientras encendía la chimenea de la sala principal en la casa Grawben, Jaím analizaba cada nota escrita por la copiadora de las hojas de papel… en realidad era la melodía más especial que podía tener, cada nota le remitía a Leonardo, desde sus gélidas miradas de desdén hasta las esporádicas muestras de afecto que la desequilibraban y le hacían destinar por momentos, todo él estaba en esa tinta, aprovechando que desaparecería esa pieza del público, no tenía por qué ocultar su verdadero título, cuando el fuego vivo se levando encima de los leños sin dudarlo más lanzó uno por uno los juegos de copias, ¿dónde estaba el original?…

Justo antes de enviar al olvido el último juego, se escuchó el timbre de la casa, una campana casi celestial que misteriosamente sonaba en toda la casa pero no por ser estruendosa, si no que su chillante y ligero sonido fluía por las habitaciones como si sus ondas cupieran hasta en los más pequeños recovecos de la casa, cada vez que esa campana sonaba marcaba el principio o el fin de un acontecimiento, esa campana era más que un simple timbre, era el recreo y el inicio de la vida en la casa Grawben.se levantó y sin mirar hacia atrás echó el último juego de copias al la chimenea, sin más se dirigió a la puerta pensando en lo que comenzaría, pero cuando iba a llegar Isabela estaba ya dejando pasar a la visita, en seguida entró Leonardo, con su cara de impaciencia y lleno de ira, como radar identificó en seguida a Jaím y se dirigió a ella como un tren sin frenos, hasta acorralarla en un rincón entre un sofá y la pared…

_ ¡¿Dónde están?!… revisé cada rincón, y cada cajón, estaban todas tus cosas, excepto las copias y el original de la canción para el siguiente asalto… dónde jodidos las tienes…

_ ya no las tengo en mi poder, ahora pertenecen al polvo….

_ ¡no me vengas con estupideces!… ¿qué ganas con ocultar la pieza?, ¿pretendes arruinar…

_ ¡qué!… ¿arruinar tu retorno a los escenarios?… sii, se me olvidaba que eso era todo lo que importaba, por eso estás de lameculos…

Una bofetada cerró su boca… nunca habían llegado a los golpes… hasta ese día, parecía que después de eso no diría nada más, con la palma de su mano sintió la mejilla enrojecida y levantó la mirada, aún más ardiente que cuando salió de la oficina recién despedida, el fuego de sus pupilas que evaporó las lágrimas antes de salírsele atravesó el alma de Leonardo y por primera vez se quedó congelado…

_ esa pieza, no está hecha para una mujer vacía, ella no le dará el auge que requiere para ser inolvidable, para restaurar la gloria de la SPA… ¿querías esa respuesta u otra más realista?… si llevan esa pieza mal cantada, no solo arruinarán mi trabajo, arruinarán su pase a la final, ese que tanto nos costó ganar, ¿recuerdas?…

Leonardo supo entonces que ella tenía la razón, aun que no podía dársela en todo, no era necesaria una medida tan drástica, cuando se retiró Jaím y estaba subiendo las escaleras, Leonardo se quedó mirando al fuego, la ultima copia había quedado fuera del fuego, entonces la tomó en sus manos, y la analizó, revisó que el título estaba tachado con lápiz y encima estaba escrito “Leo”… bien, eso era suficiente, lanzó la ultima copia al fuego, y dejó que se consumiera…

Entonces la siguió hasta su habitación… la encontró acomodando un cuadro en la pared, bastante pesado y bromoso como para tomarse la molestia de mover, entonces ella sin volver la mirada al escuchar los pasos del joven, dirigió unas palabras… ella tendía a recitar viejos guiones de obras pasadas, pero ninguno fuera de lugar, siempre era el perfecto encaje lo que ella brindaba:

_ la emoción del momento nos hace perder el sentido y hacer una que otra tontería, tiempo atrás habría respondido distinto a cualquier agresión verbal, tan salvaje era que mi señora necesitó persuadirme con algo más fuerte que mi testarudez para poder convertirme en una persona decente medias, terminé mis estudios de bachillerato gracias a ella…. Siento que aún si yo dedicara toda mi vida en completa devoción hacia ella no terminaría de pagar mi deuda, sin embargo ella solo me ha pedido un favor… servirle fielmente hasta ver el orgullo de dinastía restaurado…_el silencio se tornó sórdido, y la actitud de Jaím cambió a la de una dama, como si la misma rectora hablara_ tu y yo nos parecemos en algo, esta escuela no es más que una parada, una estación en la que hay que trasbordar el verdadero tren de nuestras vidas, sin embargo, para los que no están en nuestra posición, es la última oportunidad, el todo por el todo, me niego a creer que solo por el deseo egoísta de tu prometida Ángela les neguemos el prestigio y el asenso de esta escuela como universidad, como puedes ver, aun que me abofetees otras veinte veces más, me negaré a entregarte el trabajo que fue hecho especialmente para sacar lo mejor de dos personas y llevarlas al límite en el escenario, no por celos, porque sé que el capricho de Ángela se conformará con entregar notas afinadas…

_ ¿a caso no confías en su capacidad?

_ No dudo de que aprenda la canción y memorice la melodía, cada compás, cada verso… pero acéptalo, está más carente de interpretación que una piedra, sus emociones no afloran, para ella es agotador y una derroche gastarse en el escenario, porque ella no piensa vivir de él, piensa vivir de ti… eso es todo lo que le complace, y seamos realistas si ella sintiera por ti algo más que costumbre y comodidad, no sería necesario que hiciera este numerito infantil…

_ ¿insinúas que ella me ama menos que tú?… eso me halaga…_ dijo irónicamente Leonardo, ahora más que una discusión parecía que el escenario era su vida misma, comenzaron a jugar fingiendo que actuaban como si aquello los deslindara si llegara a decir otra indiscreción

_ yo no insinúo… no necesito insinuar, mis actos están regidos por una sola cosa, y es el sueño de la Sra. Ester…

_ ¿Qué debo hacer para obtener mejores respuestas que sus negativas?

_ nada que no haga un joven cualquiera, ¿sabe? Existe un recurso para conquistar, que es muy útil, se llama “Sinceridad”…

_ Ahora que insinúa “señorita”

_ nada joven Leonardo, es evidente que ha dicho que no es sincero lo que dice, lo que piensa y lo que siente… no es más que un cobarde…

_ Y si soy sincero en este momento, ¿Qué obtendría a cambio?

_ tal vez solo una…

Interrumpió un arrebato inesperado y el juego terminó, sin duda ahora era un batalla de voluntades, sin darse cuenta estaba aprisionada entre la pared y el pesado cuerpo de un hombre, ese hombre sin duda era Leo, el mismo que le había inyectado desdén con sus desprecios hacía tiempo atrás, el que esporádicamente le mostraba una cara amable, esos momentos tan escasos que le habían llenado el corazón de una obsesión terrible que la quemaba por dentro, al menos eso pensaba que era, porque de alguna forma, por ese ligero instante sentía una pasión incontrolable que la sumergía en el abismo del deseo, bien podía confundirse con el cariño, o con otro sentimiento más fuerte… ¿por eso titubeaba en quitárselo de encima?… no, era algo más, una interminable curiosidad de el límite que ambos tenían, un reto de quién correría más lejos que quien, pero ahora volaban, volaban como el sonido, ambos a la velocidad de las notas que resonaban en su cabeza, la melodía estaba en curso, ¿hasta dónde terminaría?… a pesar de la violencia de ambas emociones, lo que pasaba en con sus cuerpos era distinto, los ojos penetraban mutuamente por lo que parecían ser siglos y el roce de ambos cuerpos era un éxtasis de mullidas esporas de los dientes de león rosándoles las mejillas, es por eso, que ambos titubeaban en seguir, porque sabían que ese torrente no podía seguir, ese torrente arrasaría con toda una escuela, en la política no cabían los arrebatos de pasión, o los sentimientos sinceros, en la política no existe necesidad de atender a una persona que es tu enemiga solo por el deseo, o por aquello que llaman amor, esas cosas eran fantasías, mitos que solo merecían presentarse en obras musicales y dramas, cosas vulgares que solo cabían en el lejano mundo de los pobres y el arte… ellos dos no podían pensar en eso, no tenían tiempo, alcanzar el mecenazgo de una familia adinerada era más que un logro, pero… pero aquello era más fuerte al menos por ese instante…

Sus temblorosos cuerpos estaban conteniendo un torrente que amenazaba con arrastrarlos hasta la cama, y después a encuentros eróticos y peligrosos en algún lugar escondido, poco a poco se veían tentados a convertirse en amantes… ¿Qué quien dio el primer paso?… no los sé, ambos juntaron sus labios saboreando la carne de su oponente Jaím le enredó las piernas, y Leonardo casi le faltaban manos para sentir con ansias cada palmo de esa piel que deseaba todo el tiempo las caricias hicieron desaparecer todo, solo quedó la cama y los rayos del sol del atardecer que los tocaban, besaban mutuamente sus cuerpos se empaparon de el juego bajo las ropas hasta que estorbó algo, la pesada chaqueta de piel cayó al suelo y más ligero pudo cargar su mujer (por ahora) hasta la cama en donde se dejó caer con ella, los botones de la camisa parecieron soltarse solos, y cuando le estorbó a la vista la blusa carmesí de jaím, ésta salió por los aires, ella seguía aferrada a su cuello buscándole los labios y el podía sentir su aliento hirviente en sus orejas, se daba cuenta que tocaba en los lugares correctos cuando escuchaba un ahogado gemidillo contenido por el silencio que debían tener, al menos para eso todavía les quedaba sentido común, la suavidad de sus pieles no describía la humedad de su sexo, aún así de momento se contenía, pero Leonardo ya estaba en el punto sin retorno… entonces se escuchó una voz ahogada entre susurros directo a su oído:

_ debemos parar…

_ estoy en el punto sin retorno… acompáñame, sé que hierves por dentro igual que yo…

Leonardo prefirió la respuesta más práctica, y desabotonó los blue jeans de Jaím, la caricia en el filo de sus bragas fue la invitación para alcanzar a Leonardo… sin embargo antes de que tomara su mano hacia aquel punto, la penetrante campana la sacó de su trance y el ahogado susurro se convirtió en una orden estruendosa y en una bofetada:

_ ¡te dije que debemos parar!- dijo mientras lo lanzaba lejos y sin dejarlos decir más lo sacó a empujones hacia el estrecho pasillo, casi lo estrella contra la pared de enfrente… al girarse recibió con la cara su chaqueta… y se quedó en medio del pasillito mirando a la puerta con tanta furia que solo podía ser descargada de una forma:

_ Y dices que yo oculto mis sentimientos… ¡bruja!… ¡desapareces cosas y tragas corazones!… ¡¿me hoyes?!… !!brujaaa¡¡

Y antes de irse golpeó enojado el piso como un chiquillo fanfarroneando, estaba encaprichado con esa… ya no era una chiquilla insolente, era un mujer deseable, ni siquiera la idea más detestable sobre ella le haría desistir de tenerla…

pero Jaím a penas podía contener los sollozos, en su verdadero yo sabía que no podría contener ese sentimiento si no lo arrancaba de raíz… debía matarlo a como diera lugar o perdería el boleto de su vida…

Me encantaría

$
0
0

En primer lugar me gustaría decir que soy nueva por aquí, que es el primer relato que publico y que me gustaría saber la opinión y de los lectores, sin más, espero que les guste y lo disfruten. Gracias.

A mi ahora mismo me encantaría que así, tal y como estoy (en sujetador y tanguita) vinieras y empezaras a darme besos por todo mi cuerpo, empezando por la boca, el cuello, bajando por el pecho, el ombligo, el filo de mi tanguita, me dieras la vuelta y siguieras por la espalda y el cuello, así de espaldas desabrocharas mi sujetador para quitarlo y empezar a bajar el tanguita, sentir tus manos acariciando mis pezones mientras sigues comiéndome el cuello, luego que bajaras una de tus manos hasta mi coñito, que ya está húmedo de tus besos y tus caricias y que empezaras a acariciarlo hasta meter un dedito dentro

Tu imagínate la situación, tú apoyado a mi espalda, mientras yo voy notando como crece tu polla dentro del pantalón y que la tienes apoyada en mi culo, con un dedito (o dos) metido en mi húmedo coñito y la otra mano acariciando mis tetas

Ummmm, me estremezco sólo de imaginármelo.

Yo moviendo mi culo para sentir tu polla más y más cerca…

Entonces con mi mano te paro y saco tus deditos de mi coño y me los llevo a la boca lamiéndolos con cara de vicio, esa cara que tanto te gusta que te ponga.

Entonces me doy la vuelta y empiezo a comerte la boca y mientras mis manos van desabrochando el pantalón y bajándolo, después voy quitándote esa camiseta que aún llevabas puesta y te quedas frente a mí única y exclusivamente en calzoncillos.

Entonces mientras nos besamos empiezo a bajar mis manos por tu pecho, tu ombligo, hasta llegar al filo del calzoncillo, paso mi mano suavemente por encima de ellos y noto tu polla ya deseosa de mí, ya que la tienes bien durita.

Te miro con ojos golosos y entonces meto mi mano dentro de los calzoncillos y la empiezo a acariciar, después decido quitar los calzoncillos ya me están estorbando, y es entonces cuando te cambio de posición y ahora soy yo la que se coloca encima tuya y sigue besándote, los labios primero, luego paso al cuello donde me entretengo lamiendo y mordiendo suavemente, ya que es tu punto débil, entonces bajo por el pecho dándote besos y rozando mi lengua, prosigo por el ombligo y finalmente llego hasta tu polla, la cual agarro con una mano y con la otra comienzo a acariciarte los huevos.

Y luego paso a hacer uso de mi boca, empiezo dando un besito en la punta, luego paso mi lengua, lamiendo primero la punta y luego empiezo a bajar lamiéndola toda, para luego metérmela en la boca suavemente y voy bajando por ella hasta que ya no cabe más, entonces la mantengo un poquito así y empiezo a subir.

Después de subir y bajar así un par de veces despacio con mi boca por tu polla, empiezo a aumentar el ritmo y a subir y bajar más rápido.

Mientras te miro con cara de deseo y ojos de vicio, luego decido cambiar mi boca por mis tetas y empiezo a masturbarte con ellas y empiezo a acerar mi lengua a la punta para acompañar…

Así hasta que noto como parece que estas apunto de correrte, y te pregunto si quieres correrte sobre mis tetas o prefieres que pasemos a follar, entonces tú me dices que prefieres que pasemos a la acción y comencemos a follar y ahí es cuando yo me cambio de posición.

Ahora me pongo encima tuya y empiezo a cabalgar sobre ti, mientras cojo tus manos y las pongo sobre mis tetas para que me las acaricies y sientas como se mueven mientras me follas.

Yo ya estoy a punto de correrme sintiendo como tu polla está dentro de mí y entra y sale a su antojo, entonces empiezo a moverme más deprisa hasta que consigo correrme.

Ahora es cuando me paro un poco para conseguir tranquilizarme y acercándome a tu oído te digo muy bajito “soy toda tuya, puedes hacer conmigo lo que te apetezca”

(Acepto críticas y aportaciones para los próximos relatos que espero publicar.)

Castigo

$
0
0

Desnúdate despacio, pensando “he sido desobediente y voy a pagar por ello”. – Coge una silla y colócate frente a un espejo. Separa tus piernas. Estate quieta cinco minutos sólo mirando tu coño, y pensando que tu amo es quien lo está mirando pero no piensa tocártelo.

-levánta y acércate al espejo. Pon la punta de tus pezones sobre el espejo , nota el frescor y restriégalos hasta conseguir que se te pongan duros. (No los toques).

-Vuelve a sentarte y sube los pies en la silla. Separa mucho las piernas .Coge tus labios cada uno con una mano y ábretelo. Ábrelo mucho mientras repites en voz baja “Soy una guarra desobediente. Aquí tienes mi coño amo”.Repítelo 10 veces

-Piensa en alguna fantasía que te excite sin dejar de abrirte el coño y cuando te notes excitada, date la vuelta. Mójate el dedo corazón con el flujo de tu coño y métetelo profundo en el culo.

No protestes. Deja el dedo dentro al menos tres minutos, moviéndolo suavemente y pensando ” mi amo me está castigando por desobediente y le ha ofrecido mi culo a su sirviente. Me está dando por el culo y lo tengo merecido” Después vuelve a mirarte en el espejo.

Esta noche, otra noche… Todas las noches

$
0
0

Esta noche, otra noche… Todas las noches

Sus ojos destellaron con el primer relámpago. Durante unos instantes la habitación casi en penumbras se iluminó repentinamente dibujando nuestras siluetas sobre la pared, durante esos instantes quedamos suspendidos con el aliento cortado, instantes que hicieron visibles nuestros cuerpos desnudos. Las sombras volvieron para protegernos, quedando solo expuestos a la tímida luz de la vela, mientras abrazándonos fuertemente esperábamos el sonido inexorable del trueno que reclamaría con rabia la efímera sensualidad del brillo de nuestros ojos. Ella se estremeció con la furia sonora apretándose fuertemente contra mi cuerpo, su piel cálida en contacto con la mía me refugiaba del desamparo que se desataba fuera. El frío del exterior encendía el calor dentro, el de los cuerpos que se rozaban con deseo. Ya no podía verla pero sabía que sus ojos ahora permanecían fuertemente apretados. Su cuerpo encima del mío me amaba, y mis manos recorrían la espalda desnuda sin prisa dilatando cada pequeña sensación, que de las yemas de mis dedos robaban a esa mujer temerosa del infierno de un cielo en guerra. Como si nunca antes la hubiera acariciado, no pude evitar sonreír al recorrer la redondez perfecta de sus nalgas. Mis dedos se hundieron entre ellas separándolas suavemente, siempre buscando más calor. La sutileza de tacto de su piel se opuso a la violencia de la siguiente explosión de luz. Esta vez pude ver aquella sonrisa que desde hace tanto tiempo me cautivó cuando por primera vez mis ojos se posaron en ella, haciendo que el día entero me resulte insuficiente e insoportablemente corto. Una vez más todo el cielo tembló de miedo y la luz de la vela nerviosa dibujo sombras oscilantes sobre las paredes.

Esta noche, estabamos solos y al amparo de nuestros cuerpos que se buscaban, mientras mis dedos continuaban con la profunda exploración. Abriendo un poco más sus nalgas mi dedo índice recorría varios círculos alrededor de su ano, el tiempo dejaba de transcurrir y todo el Universo conocido se limitaba al cuerpo de ella. Sus labios besaban mi cuello, respondiendo cálidos a mis prolongadas caricias, sus labios se entreabrían para que su lengua tímida y húmeda tocara mi piel dejando incorpóreas huellas de su saliva tibia. Ella levantó su vientre dándome más acceso a sus nalgas y los dedos de mi otra mano llegaron hasta sus labios vaginales que mis yemas rozaron con intención de provocar suaves cosquillas. Su cabello acaricia mi rostro dejando el embriagador rastro de su particular perfume como impronta perenne en mis sentidos. Sus besos y el tacto de su lengua húmeda emprendieron su descenso, primero sobre mi pecho y antes que su huella se desvaneciera, sobre mi vientre. Las caricias de sus pezones erectos sobre mi piel acentuaban el camino de su deseo. Tras alcanzarlos con mis manos y apretarlos suavemente, mis manos abiertas recorrieron las generosas curvas de sus tetas apenas iluminadas por la temblorosa luz de la vela.

Otra noche, de delirio, de pérdida de la noción del tiempo, en la que un momento sencillamente se transformaba en eterno. Otro relámpago iluminó con un fuerte destello azulado, la precisa geometría de sus nalgas frente a mi rostro, y esta vez cuando llegó el trueno, no hubo sobresaltos, la pasión desatada en nuestra cama hacía languidecer la tormenta envidiosa que atentaba en vano distraer nuestros sentidos. Su boca devoraba mi miembro erecto, mientras mi lengua jugaba subiendo y bajando desde su ano hasta su sexo palpitante. Mis manos sujetaban con fuerza sus redondos pechos, haciéndolos míos, y transmitiéndoles mis sensaciones. Los innumerables truenos se sucedieron menguando su furia para dar lugar al sonido de las grandes gotas que comenzaban a estrellarse contra los cristales de la ventana, que interrumpíamos con nuestros cada vez más desesperados gemidos. Mis pupilas adaptadas a la luz sutil me permitieron contemplar la belleza de su cabello suave que cubría su cuello, su espalda curvada ligeramente para ofrecerme su culo. Me deleité con su imagen largos y ansiosos instantes antes de que mí sexo férreo comenzara a abrirse paso a su interior. Me hundí en ella lo más profundamente posible con la intención de llegar hasta su alma, y el ritmo de nuestros cuerpos bailaron la canción de los gemidos de su placer. Una eternidad después mis gritos se sumaron para descargar toda mi pasión en su húmedo y tibio refugio. La sostuve con fuerza apretándola por la cintura hasta asegurarme que todo mi hirviente simiente la hubiera inundado por completo.

Todas las noches, acababa solo. Mis lágrimas como todas las noches terminaban absorbidas por mi almohada. Las últimas gotas casi ya no sanaban sobre los cristales, y una vez más como todas las noches volvía a sonar en mi mente aquella canción. Adentro hacía frío, la luz de la vela se había extinguido, y solo la oscuridad era disipada por pausada luz rojiza del cigarro que me había encendido, mientras boca arriba seguía esperándola. “…Ella vendrá/ y al fin el techo dejara de aplastarme/ dejara de verme:/ solitario besando mi almohada/ solitario quemando mi cama/ solitario esperándote…”

Nota de autor: http://www.youtube.com/watch?v=poMv8EdJPSo

El afrodisiaco

$
0
0

Espero que os guste, me comenteis si os ha gustado o no, tambien me gustaria que me comentarais en que puedo mejorar aqui os dejo el fic, si hay alguien que ha visto el fic este en fanfiction era mio, ya que me lo han borrado y no llevaba ni un dia.

Estaban los dos hermanos en su casa tranquilamente ya que sus padres se fueron a visitar a los abuelos paternos unos días ellos estaban solos ya que sus amigos estuvieron con ellos toda la noche y Matt le dio una cosa a Tai diciéndole que con eso podría tener sexo con cualquier chica que el quisiera, era una especie de incienso, pero que era un afrodisíaco muy potente.

Tai y Kari durmieron juntos, ya que tenían frío si dormían separados, eran las doce de la mañana cuando se despertó Kari, e intento moverse para ir al servicio a hacer sus necesidades, cuando se dio cuenta que su hermano la tenia bien sujeta por la cintura y su cabeza cerca de la de ella mientras el olía su perfume, Kari vio como dormía su hermano y con cuidado le quito las manos de su cintura con mucho cuidado y fue al servicio, después de unos minutos salio de el y vio que su hermano no ha cambiado de posición y con mucho cuidado se volvió a tumbarse en la misma posición que estaba ya que así se sentía mas caliente, pero no se volvió a dormirse

Después de una hora también se despertó Tai y vio como tenia sujeta a su hermana olio el perfume que ella emanaba y se acomodo un poco para ver la hora y vio que era un poco tarde para seguir durmiendo y después vio que su hermana estaba despierta.

Tai: Buenos días, hermanita.-dijo antes de darla un beso en la mejilla.

Kari: Buenos días, hermanito.-dijo también dándole un beso en la mejilla a su hermano.

Tai: Déjame salir Kari, quiero ir al servicio, por favor.-pidió a su hermana.

Kari se aparto un poco y tai salio para ir al servicio.

Después de unos minutos salio tai del servicio, con la cara lavada para despejarse.

Cuando salio vio a su hermana estaba haciendo la cama y estaba a espaldas de el, pero enseñando su culo por que estaba inclinada para estirar un extremo de la colcha hacia la almohada.

Tai: ¿Qué quieres de desayunar o de comer?-le pregunto a ella.

Kari: Lo que vayas a comer tu, tai.-le dijo sonriéndole.

Tai: Vale.-dijo saliendo por la puerta mientras pensaba.

Tai: No me tenía que fijarme en estas cosas ya que es mi hermana, pero mi hermana tiene el mejor culo que haya visto en mi vida, ademas que tiene un cuerpo muy bonito, ademas de unos senos un poco grandes.-pensó mientras iba a la cocina.

Cuando llego a la cocina saco la comida que su madre lo dejo, primero lo abrió si era comestible por que su madre tenia la costumbre de hacer platos un poco y vio que era comestible la hecho en dos platos para el y para Kari y después calentó los platos, primero metió el de su hermana y después el suyo.

Cuando los termino de calentar fue Kari a la cocina y vio su plato ya calentado, lo cogio y fue al salón para comer allí, mientras veían la tele, tai la siguió detrás de ella y dejo su plato al lado de ella, al lado de su plato la botella de agua y empezaron a comer.

Cuando terminaron de comer, Kari se tumbo en el sofá, mientras que tai fue a su habitación para coger lo que le dio Matt y lo fue a probar en el salón ya que dudaba que funcionara.

Kari: Hermano, ¿eso que es?-dijo sentándose.

Tai: Una cosa que me ha dado Matt, dice que con esto puedo tener a la mujer que quiera, pero lo dudo, así que lo probare a ver si funciona contigo.

Kari: ¿Y si funciona?-pregunto con curiosidad.

Tai: Pues que te tendré que rechazar tus ganas de estar conmigo.

Lo que no sabía Tai, es que si son familia no te puedes resistir a estar con ella y además tendrás sexo con esa persona durante varias horas.

Tai lo puso en una tabla de madera que tenia un hueco para meterlo en y después Tai incendio la punta para que al quemarse desprendiera el perfume afrodisíaco.

Cuando se desprendió el olor, Tai y Kari olieron el perfume, cuando lo olieron empezaron a sentirse excitados, aunque al principio intentaban aguantar la lujuria que sentían, olvidando que son hermanos, después de unos minutos, Tai cedió, así que se acerco a su hermana que estaba sentada en el sofá, cuando se acerco a ella, empezó a besarla de forma muy apasionada por la excitación que sentían, ya que Kari se lo correspondió sin dudarlo.

Tai mientras la besaba, la tumbo sobre el sofá, para empezar a desnudar a su hermana, primero le quito la parte de arriba, cuando se lo quito empezó a besarla la zona de los senos que tenia descubierto ya que tenia sujetador puesto, después de estar unos minutos besándolos, la quito el sujetador y empezó a lamer, chupar y morder suavemente los pezones a Kari.

Kari: Ahhh, tai, lo haces muy bien.-alabo mientras gemía.

Tai dejo de chuparlos y fue a su boca para volver a besarla, pero esta vez con lengua, Kari también correspondió con lengua, mientras ella le acariciaba la espalda, después de unos minutos Tai, le quito los pantalones incluido la ropa interior y fue a comerla el coño con desesperación.

Kari: Ahhh, tai.-dijo gimiendo un poco alto por el enorme placer que sentía.

Tai lamia el coño de ella desde dentro, mientras tocaba el clítoris de ella, pero a los pocos minutos, empezó a lamer el clítoris mientras la metía dos dedos dentro de su coño, volviendo loca de placer a Kari.

Kari: Ahhh, hermano, me voy a correr.-le aviso mientras movía su cabeza presa del placer.

Tai no paro de hacérselo ya que quería que su hermana se corriera.

Kari: Ahhh.-grito al corredse y corriéndose en la boca de su hermano.

Tai se la trago sin problemas ya que estaba muy buena y fue mucho después volvió a besar a su hermana para que ella probara su corrida.

Kari metió su lengua en la boca de su hermano, ya que le gustaba mucho el sabor de su corrida y después de unos minutos rompieron el beso.

Esta vez Kari empezó a desnudar a su hermano con rapidez y cuando lo dejo desnudo, empezó a masturbarle, mientras daba lamidas a la polla de este.

Tai: Ahh, Kari.-gimió levemente.

Kari se la empezó a metérsela dentro de su boca, para darle mas placer a su hermano, después que lo metió bastante, empezó a mover su cabeza hacia arriba y hacia abajo.

Tai: Ostias, Kari, que bien lo haces, también lame mis huevos.-dijo mientras gemía.

Kari hizo caso a su hermano y empezó a lamerle los huevos, después de sacarse la polla de la boca y empezar a lamerle los huevos se dedico a masturbar con rapidez a su hermano.

Después de estar unos minutos lamiéndoselos, Kari se lo volvió a metérselo en la boca, pero esta vez todo dentro de la boca de ella y cuando lo hizo empezó a mover su cabeza hacia arriba y hacia abajo.

Tai: Kari me voy a correr.-la aviso después de unos minutos.

Kari no paro siguió y a los pocos segundos su hermano se corrió dentro de la boca de ella una parte fue directamente a su estomago y el resto del semen lo saboreo dentro de su boca y lo trago.

Kari: muy bueno, hermanito, pero ahora penétrame.-le pidió poniéndose ella a cuatro patas sobre el sofá.

Tai se acerco a su hermana y la penetro de una vez ya que ella estaba muy mojada y además que no era virgen.

Cuando la penetro de una vez empezó a penetrarla con fuerza y rapidez ya que se lo pedía el cuerpo.

Kari: Ahhh, Tai, si, sigue así.-dijo a su hermano mientras gemía.

Tai mantuvo un rato así las penetraciones a su hermana y cuando se canso de la posición que estaba cogio a su hermana de la cintura la levanto y la sentó sobre su entrepierna, mirándole a el.

Kari empezó a mover también las caderas cuando el la sentó, tai se dedico a mantener la velocidad, mientras lamia los senos a su hermana ya que estos eran un poco mas grandes de la media de chicas.

Kari: Ahhh, Tai.-grito mientras gemía ya que se corrió sobre el pene de su hermano.

Pero Tai no se corrió, pero sintió que después de corredse se volvió muy apretada.

Tai después de que ella se corriera aumento la velocidad de las penetraciones ya que no tardaría mucho en venirse.

Tai: Kari, me voy a correr.-la aviso a los pocos minutos.

Kari: Hazlo dentro, por favor.-pidió a su hermano.

Tai apretó las caderas de su hermana hasta abajo y se corrió abundantemente dentro de ella.

Después de venirse los dos, descansaron un poco, aunque empezaron a besarse apasionadamente, después de unos minutos de descanso y de besarse Kari se levanto un poco para empezar a penetrarse por el culo, ya que tai todavía tenia la polla erecta, pero poco a poco, ya que la dolía un poco aunque no es la primera vez que lo hace por ahí.

Tai se dedico a tocarla los senos, mientras ella se metía su polla hasta dentro del ano de ella.

Tai: ¿estas bien, Kari?-la pregunto cuando ella se lo metió entero.

Kari: Si estoy bien, tai, pero no te muevas que me duele un poco.

Tai: Vale, Kari, dime tu cuando me muevo.

Kari espero un par de minutos y dijo a su hermano.

Kari: Ya te puedes mover, Tai.

Tai empezó a penetrarla despacio para que ella no la doliera y se dedico a besar a su hermana o lamerla, mientras tenía sus manos en las caderas de ella para bajarla y hacer la penetración mas profunda, ya que el ano Kari le apretaba mucho su polla.

Kari: Ahh, tai.-empezó a gemir, pero de placer.

Tai estaba concentrado en penetrarla y lamerla los senos, después de unos minutos empezó a penetrarla mas rápido

Kari: Ahhh, así Tai, pero hazlo mas rápido por favor.-le pido a su hermano después de unos minutos.

Tai hizo caso a su hermana y empezó a moverse mas rápido y de mover sus caderas igual de rápido.

Así siguieron durante un buen rato más hasta que se avisaron que iban a corredse.

Tai: Me corro, Kari.-la aviso.

Kari: Yo también Tai, hazlo donde mas quieras.-le dijo.

Tai aumento más la velocidad y se corrió dentro del ano de ella.

Cuando se corrieron esta vez no descansaron y empezó a penetrarla por el coño a su hermana.

Después de varias horas con sus descansos pararon exhaustos, Kari tenía todo el cuerpo lleno de semen mezclado con el sudor, Tai se corrió muchas veces dentro de su coño, pero otras muchas fuera, ya que lo hicieron como 14 veces gracias al potente afrodisíaco, Tai estaba exhausto por el esfuerzo, pero estaba muy contento.

Kari estaba dormida sobre el pecho de su hermano ya que por el esfuerzo se quedo dormida, aunque el tampoco tardo mucho en dormirse, mientras apretaba el cuerpo de su hermana sobre el.

Después de un buen rato se despertó Tai y aparto con suavidad a su hermana para que no se despertara y fue a beber agua ya que estaba sediento, cuando termino de beber, fue al servicio, cuando salio volvió al sofá y se dio cuenta del estado de su hermana.

Se acerco a ella y la volvió a ponerla sobre su pecho, mientras pensaba.

Tai: tengo que hablar con Matt, ya que en ningún momento me comento que esto pasaría y menos con mi hermana, ahora que veo me he corrido bastantes veces dentro suya, espero que no haya quedado embarazada, pero si se ha quedado me ocupare de ella y de mi hijo, aunque me tenga que enfrentarme al mundo.-pensó.

Al final Kari se quedo embarazada de Tai, sus padres se enfadaron mucho con ellos, pero al cabo de un tiempo reflexionaron y apoyaron a sus hijos, el gobierno promovió una ley que el incesto no fuera penado, con una ley de libertad de condición sexual y de rasgos de sangre ya que mientras se amen da igual la condición sexual y los rasgos de sangre.

Tai y Kari vivieron felices, se casaron por la ley esta y tuvieron 3 hijos, ya que ellos tenían un buen trabajo estable.

Dime que me quieres follar

$
0
0

Hola calientes lectores, este es mi primer relato, realmente es un sueño que tuve, uno de esos que te hacen despertar mojada (o mojado) y porque no, tal vez hasta jadeando levemente, como fue un sueño algunas partes estan borrosas, pero ya me las apañare, pero eso si, recuerdo perfectamente como cabalgaba alegremente sobre ese macho, ese ha sido mi pensamiento mientras me he tocado hasta quedar satisfecha, solo de recordarlo me estoy poniendo humeda, espero que lo disfruten.

Para empezar y no se por que esto tendrá un tinte algo pedofilo según mis criterios, no es muy como yo,, o almenos eso pensaba, pero por algo habré soñado eso.

De donde salió no tengo idea, aparentemente sorprendi al chico espiando en mi casa y había acabado amarrado de brazos en la espalda, sentado frente a mi, no debía pasar de los 15 por que yo lo considere como un niño, tenía cierta inocencia… Solo para mi deleite personal diré que era un joven en buena forma para su edad, de cabello rubio y ojos azules (perdoneneme pero tengo un fetiche con esto), y timido, en un principio. (Y para que puedan ponerle cara al personaje femenino, dire que no estoy tan delgada pero tengo mis buenas curvas, como decimos en México, gordibuena, Copa 32B, cabello semi largo ondulado oscuro, soy de las normales pero bonitas, y tengo 20, por eso digo que me siento pedofila, pero bueno).

El tenía la mirada hacia abajo, le hice varias preguntas y no respondía ninguna, me acerque hacia el y levante su cabeza desde el menton, lo vi a los ojos y sonreí como quien sonríe cuando acaba de idear un plan que tomará totalmente desprevenido al otro, le plante un beso en la boca, uno rapido pero suficiente para hacerle saber mis intenciones, el se sonrojo (me encanta eso) y volvio a bajar la mirada. Me reí levemente y proseguí a desabotonar su camisa, solo lo veía temeroso.

Me sente sobre el y volvi a buscar su boca, el cerro los ojos, lo bese y cerre los ojos igualmente, iba subiendo la intensidad y el juego con la lengua, el parecía no estar muy de acuerdo, pero no ponía resistencia, dicen que los cancer somos buenos besadores. Sentada sobre el sentí como su miembro se iba endureciendo y eso me exitaba, frotaba mi conchita contra el. Le dije

-Y te haz puesto duro con un beso, serás un niño pero te sientes como un hombre. Un hombre con una buena herramienta entre sus piernas- (lo siento algo tonto pero eso dije)

Entonces me aparte de el y le dije que mirara con atención. Me quite la blusa y me baje la falda bailando sensualmente, esta vez no bajó la mirada, me di la vuelta y desabroche mi sosten, me lo quite y le heche una mirada sobre el hombro mientras dejaba caer mi sosten al piso, me incline mostrandole mi culo y me quite la tanga, mi gire y el volvio a desviar la mirada pero su paquete estaba a punto de explotar.

Me acerque sensualmente a él, me incline y encontre sus ojos con los mios, le baje el pantalon y su boxer, su falo salió como resorte y en ese momento el cerró los ojos de nuevo. Lo contemple un instante, duro pero de piel suave aunque sentía las venas, me acerque a ese mástil y le di un besito y él se sobresaltó un poco, pase mi lengua alrededor haciendo circulos en la punta y volvi a besarlo, yo no apartaba la vista de su cara, el abrió los ojos y pude ver placer en su mirada, su respiración comenzó a agitarse. Yo metí su miembro en mi boca y comenzé a mamarlo, el parecía resistirse a sentir placer lo que me hizo acelerar el movimiento, de repente soltó un gemido. No quería que se viniera en mi boca por lo que deje mi tarea y me pare. El me veía sonrojado mordiendose los labios.

Acerque mis labios a los suyos y lo bese con pasión mientras me sentaba de lado en sus piernas (sin metermela todavía), baje una mano y comprobé lo humeda que estaba, luego paré el beso, me metí dos dedos mientras me acercaba a su oreja le suspire entre gimiendo y luego la mordi levemente, el volvio a sobresaltarse. En ese momento le dije

- Necesito que me digas que me la quieres meter, lo necesito- con la voz más erótica que pude.

El se tenso y su pene se puso aún más duro pero no vi ninguna reacción de su parte por lo cual tome la iniciativa, me paré y me coloque encima de el con las piernas bien abiertas, tome su verga y me sente lentamente mientras la iba colocando en la entrada de mi vagina. Él como siempre cerró los ojos. De nuevo le dije

-Yo necesito que tu me digas que me la quieres meter…bien metidita, hasta el fondo… que me quieres follar como loco, hacerme el amor, llenarme toda con tu leche, vamos dimelo…- solo hubo silencio.

Entonces baje un poco más metiendome la puntita, el se tenso de nuevo

-vamos dime que me quieres follar

Me deje caer de sentón y una corriente electrica recorrió mi cuerpo, me habían exitado tanto sus expresiones tan lascivas que me corrí de inmediato al sentirla toda llenandome. Rodié su cuello con mis brazos y pegue mi cara a su mejilla, deje salir otro suspiro en su oído y baje mis manos para desamarrar las suyas. Levante lentamente mi trasero mientras hacía eso y de nuevo me deje caer, sentí como se tensaba y le repeti

-dime que me quieres hacer el amor, necesito que me digas que tu me la quietes meter.

Cuando solte sus manos volví a subir y me quede ahí unos segundos esperandolo, no entendía por que se resistía tanto si a leguas se notaba que sentía tanto placer como yo, me acerque a darle otro beso y sus manos me tomaron por sorpresa. Comenzó a manosear mi culo me miro a los ojos y finalmente me dijo

-SI!!, si, te la quiero meter toda, llenarte, hacerte el amor, que grites como una loca, que tiembles de placer, te la quiero meter, te la quiero meter!!

y diciendolo me beso con tanta entrega, sin reservas, con pasión, y aparpatando sus caderas del asiento esta vez fue él quien me penetró, yo cerre los ojos mientras lo besaba, tanta había sido mi espera por esas palabras que mi segundo orgasmo igual fue inmediato.

Comenze a cabalgarlo freneticamente, mi repiración era acelerada como la de él, nuestros gemidos inundaban el lugar. Mis pechos botaban cerca de su cara, me abrazo acercandome mas a él y comenzó a mamarme los senos, con su boca chupaba un pezón y con una mano retorcía el otro, sentir su boca caliente en mis pezones hizo que mi cuerpo sintiera otra descarga electrica. Con la mano que le quedaba libre apretaba y manoseaba mi culo, luego me agarró una nalga y la apretó dejando al descubierto mi ano, entonces bajo la mano que jugaba con mi pezón hizo unos cuantos circulos alrededor de mi ano, se sentía tan rico, hasta que comenzó un mete y saca con sus dedos, yo solo pude arquear la espalda y gritar mientras venía mi tercer orgasmo, un hilo de baba escurrió por mi barbilla y el seguía mamandome el seno, estaba en la gloria total, mi cuerpo temblada y el no me daba tregua, seguía con el mete saca en mi vagina, esa verga se sentía tan caliente ahí adentro, y por mis abundantes fluidos entraba y salía más rapido alargando mi orgasmo.

Me sentí debil así que me recargue en sus hombros, abrazandolo con la fuerza que me era posible, el soltó al fin mi seno y como yo recargó su barbilla en mi hombro, dejando que yo sintiera en mi oído su caliente aliento y sus gemidos, en ese momento paró y me dijo con su repiración agitada

-Dime… Dime que no quieres que pare, vamos dimelo – sus palabras me pusieron de nuevo a mil y le dije entre gemidos

-sigue!!… No pares te lo ruego…, metemela más..ahh…hasta el fondo… Uhh…sigueme montandome…, soy una perra en celo que necesita ser follada…aahh…

Y arremetió con fuerza, yo comenzé a botar de nuevo sobre el, el la sacaba y yo subia, cuando el me la iba volver a meter yo me dejaba caer. Sentía su polla hacerse aún más grande dentro de mi y palpitaba, también sentía como mi vagina se contraía, despegue mi cara de sus hombros y lo mire a los ojos, me miro a los ojos y se sonrojo de nuevo… Esos gestos me volvían loca, lo bese y le dije

-me corró de nuevo… Eres…increible….mi concha ama tu pija

-yo también…me vengo… Mi verga ama follarte

Y diciendo esto bajo la velocidad y me embistió un par de veces, llegamos al orgasmo nuntos, soltó un gran gemido y con el su leche. Yo igual grite de placer como loca sintiendo la fuerza de sus chorros dentro de mi, esa era la verga de un buen macho y no de un niño como creí.

Finalmente desperte algo agitada, con un extraño sentimiento de felicidad, al menos nada ni nadie había interrumpido mi sueño y pude correrme dnetro de el con tranquilidad, me toque por encima de la ropa y no estaba húmeda, estaba mojada!! Nada mas acerque un dedo a mi clitoris y mi vagina se contrajo, inmediatamente busque mi vibrador para meterme y desahogarme pensando en lo que acababa de soñar.

Espero que el relato les haya gustado, tengo un par de sueños más y otras fantasías… Si les gusto este relato y esperan algo más comenten.


Las Reglas del Juego

$
0
0

Me llamo Miguel, tengo 35 años, pelo corto castaño, ojos marrones, alto, y musculoso.

Conocí a Vanesa en una discoteca, era una chica muy guapa, alta, delgada, buenas tetas, culito firme, pelo liso, muy largo de color negro, ojos azules, y labios carnosos.

A los dos nos gustaba mucho el sexo, la tía follaba que daba gusto y le encantaba jugar.

No éramos pareja pero quedábamos a menudo en mi casa ya que yo vivía sólo y follábamos cuando se nos antojaba.

Un día, tuve una idea gracias a la cual durante un tiempo sin que ella lo supiera, gané mucho dinero a su costa.

Como otras veces, iba a venir a mi casa, estuve casi todo el día preparándolo todo, coloqué cámaras ocultas y micros por toda la casa, compré diversos juguetitos tales como esposas, bolas, penes de diferentes tamaños y materiales, para tapar los ojos mascara de seda de las que se usan para dormir, lencería sexy, velas, lubricantes, y ambientadores de distintos olores.

Hacía unas semanas, que cree una página web a la que subiría los vídeos que tenía en mente grabar, ya le había sacado algunas fotos sin que se diera cuenta y las había colgado allí, sólo podían acceder usuarios registrados, los primeros los conseguí del gimnasio, y les dije el día que iba a tener lugar el evento en directo, y que la primera hora era gratis.

Corrieron la voz, y en pocos días, tenía algo más de 5.000 registrados.

Un amigo informático me ayudó con los detalles y es quien se encargaría de enfocar las cámaras por donde estuviéramos, ajustar el zoom cuando fuera necesario, controlar el sonido, a cambio, el se llevaría un porcentaje de lo que ganara y también se encargaría de controlar el registro de usuarios.

Aquel día sin que ella lo supiera, vinieron a casa tres tíos que iban a mi gimnasio, uno de ellos era negro, les escondí antes de que llegara en un armario muy grande que había en la habitación de invitados.

Vanesa llegó sobre las 00.30, era viernes, yo había anunciado en la web que se conectaran más o menos a esa hora y así podrían verlo todo en directo.

Sonó el timbre, abrí la puerta y ahí estaba ella, era verano, se había puesto un vestido negro muy ceñido y corto, no llevaba sujetador aunque no le hacía falta ya que sus tetas estaban muy reafirmadas, iba sin medias, llevaba un tanga de color negro y unos zapatos negros de tacón alto.

Yo, llevaba una camiseta blanca ajustada, unos vaqueros grises, debajo unos bóxer negros, y chanclas del mismo color.

- Hola preciosa ¿cómo estás?

- Muy bien Miguel.

- ¿Qué has hecho hoy?

- He ido de compras, a comer con unas amigas y luego a la peluquería para arreglarme un poco las puntas y que me hicieran la manicura.

- Ya veo, estás muy guapa, te han cortado un poco las uñas aunque las sigues teniendo bastante largas ¿te han hecho la manicura francesa no?

- Si ¿te gustan?

- Me encantan, están perfectas.

- Gracias cariño – respondió tras darme un beso en la mejilla.

- ¿Te apetece una copa?

- Claro

- Siéntate en el sofá que voy a por ella

Vanesa se sentó, yo fui a la cocina a preparar las copas, la de ella con sorpresa, le eché una pastillita que se disolvió enseguida, el efecto que provocaba era que el que la toma se excita como tres veces más de lo normal y en las mujeres hace que tengan multiorgasmos y cuanto más se corren su cuerpo les pide más. Dura como unas 4 horas aproximadamente y lo iba a aprovechar.

Volví junto a ella, puse música, le di su copa, me senté a su izquierda, y empezamos a hablar y a beber.

Al cabo de un rato, nos empezamos a enrollar, y noté como la droga empezaba a hacerle efecto.

- Miguel ¿no hace mucho calor aquí?

- Yo no tengo calor, aunque si estoy poniéndome caliente con esos besos que me das.

- Yo también cariño, a lo mejor si nos desnudamos, dejo de tener tanto calor.

Nos desnudamos el uno al otro, y fuimos al dormitorio, en la cama yo había dejado una caja pequeña y rectangular envuelta con papel de regalo.

- ¿Y esto? – preguntó Vanesa

- Ábrelo

- ¡Madre mía! – dijo cuando abrió la caja – ¿Qué es todo esto?

- Es para jugar mi amor

La caja contenía unas esposas, la máscara de seda negra para los ojos, y unos guantes de hombre de cuero negro y un gel lubricante.

- Mmm, que morbo, y ¿a qué quieres jugar?

- Te explicaré las reglas del juego, yo te pongo las manos a la espalda y las esposo, y en los ojos la máscara, como eres la que lleva las esposas tienes que satisfacer mis deseos…

- Me está gustando la idea, mmm… ¡pónmelas!

- Espera, yo puedo tocar todo tu cuerpo, pero tú a mi sólo puedes chuparme y lamerme la polla, y ninguno nos podemos besar.

- Mmm, que original y ¿los guantes para que son?

- Los guantes son para mí, me los voy a poner para tocarte con ellos.

Vanesa no tenía ni idea de lo que le iba a pasar. Y que miles de usuarios estaban siendo testigos de ello.

Le puse las esposas, y la máscara, la tumbé en la cama y empecé a comerle el coño en ese momento dije la frase que había acordado con mis amigos para que salieran del armario.

- ¡Qué coño más rico tienes! Por cierto, nueva regla, ninguno podemos hablar ¿de acuerdo?

- Si, sigue lamiéndomelo

Sigilosamente, mis amigos entraron en la habitación desnudos y sin hacer ningún ruido.

Los tres al igual que yo, llevaban puestos guantes negros, eran muy musculosos, el negro se llamaba Jayín, de pelo corto, ojos negros y tenía una verga enorme, luego estaba Roberto, pelo corto rubio, ojos azules, polla de unos 18 cm, y por último Damián, rapado al cero, ojos marrones y con un miembro bastante grande también.

Jayín se arrodilló y empezó a meterle dos dedos en el coño a Vanesa, luego jugó con el clítoris con la lengua, y la tía cada vez estaba más húmeda y cachonda, el, se puso de pié, apoyó las manos en sus tetas y al tiempo que las tocaba empezó a introducir su verga en el chochito, las fuertes embestidas y la velocidad con la que lo hacía estaban provocando que Vanesa se corriera.

El negro, se quitó y continuó pajeandose para que no se le bajara, Roberto le relevó, puso a Vanesa a cuatro patas, yo le pasé el gel y empezó a lubricarle el ano a la vez que le metía un dedo y seguidamente, le clavó su polla, la metía y sacaba lo más rápido que podía y la chica aumentó el volumen e intensidad de sus gritos, cambió al coño e hizo lo mismo con mucha más viveza.

Jorge siguió después, y también disfrutó a lo bestia de sus dos húmedos y lubricados agujeritos, el coño de Vanesa empezaba a chorrear y a empapar la cama.

Luego yo me los follé también, y me corrí dentro de su coño, Jorge continuó masturbándola y pasado un rato escuchando los acelerados jadeos de Vanesa, se la metió por el culo y se corrió dentro.

Jayin, la tumbó nuevamente boca arriba y se colocó para hacer un 69, el encima para que ella se la chupara y el pudiera comerle el coño, ambos se entregaron afondo y el negro se corrió en su boca y ella se lo tragó.

Luego le ordené que se levantara, Roberto se puso de rodillas y continuó masturbándola, ella empezó a correrse tan intensamente que involuntariamente acabó meándose encima dejando ver en el suelo un círculo enorme. Roberto se puso de pié, puso sus manos sobre los hombros y le hizo postrarse a la tía, que al instante localizó la polla y comenzó a chupar, al poco rato él la sacó, yo le dije a Vanesa que abriera bien la boca, ella obedeció y recibió un choro de semen en su boca y en sus tetas.

Ellos abandonaron la habitación y volvieron a meterse en el armario de la de invitados.

Yo a ella le quité las esposas y la máscara, me comió a besos por procurarle tanto placer durante tanto rato y haberme corrido tantas veces.

Yo le propuse repetirlo más veces y me contestó ingenua, que todas las veces que yo quisiera, que le había encantado y había disfrutado como nunca.

Luego mientras se duchaba, mis tres amigos se fueron de mi casa sin hacer ruido.

Me fui a la cocina y llamé a mi amigo informático, apenas hable yo para que no me escuchara Vanesa por si a caso, y me dijo que se habían conectado y registrado más de 100.000 personas que la mayoría se habían quedado hasta el final y pagado por verlo, habíamos ganado tanto dinero aquella noche, que nos planteamos continuar aprovechándonos de ello durante todo el tiempo que pudiéramos y todo sin que esa incauta se enterara.

Pagando deudas veela

$
0
0

Harry estaba sentado en una silla en la sala de los Menesteres cuando de repente escucho un ruido y al mirar hacia el ruido vio que era la puerta de la sala que se habría dejando paso a Fleur y a su hermana Gabrielle ya vestidas con el uniforme de su escuela.

-¿Qué hacéis aquí?- pregunto Harry.

-Hemos venido a pagar nuestra deuda Veela- Contesto Fleur, mientras que con su varita hacia aparecer una cama tamaño matrimonio y hacia desaparecer la ropa de los tres.

Harry tragó saliva ante esto, antes de Fleur y Gabrielle se miraron la una a la otra y sentaron en la cama. Fleur y Gabrielle hicieron gestos a Harry para que se reúnan con ellas en la cama.

Cuando Harry estaba en la cama sentado, Fleur lo empujo hacia la cama, entonces ella se estiro y Fleur comenzó acariciando su polla con sus manos antes de llevárselo a la boca.

Harry mientras disfrutaba de cómo la lengua de Fleur se arremolinaba alrededor de su polla, ella pudo haber sido una virgen, pero ella ya parecía como un profesional.

Harry entonces se dio cuenta de que Gabrielle estaba sentada en el otro lado con los brazos nerviosamente cubriendo sus pechos y el coño. Fleur también lo notó y dejó de chupar la polla de Harry por un momento mientras ella también vio a su hermana pequeña mirando a ellos un poco de miedo.

¿Por qué estás tan nerviosa Gabby? preguntó Fleur.

Sé que estoy unido a Harry por salvar mi vida hace unas horas y yo realmente lo amo, pero estoy nerviosa por mi primera vez contesto Gabrielle girando los dedos nerviosamente.

Fleur se alejó de Harry y se acercó a pie detrás de Gabrielle y luego obligó a sus manos debajo de las axilas de la Veela más joven y comenzó a acariciarle sus pechos.

Ah… Fleur, ¿qué estás haciendo? pregunto Gabrielle gimiendo.

Fleur inclinó la cabeza un poco a su hermana y le dijo.

-Tienes que aprender a dejar de lado su incertidumbre. Harry tendrá cuidado de nosotras- Contesto Fleur.

Fleur luego inclinó la cabeza hacia atrás y se puso en contacto visual con su hermana antes de empujar hacia adelante y forzando a sus labios contra los suyos.

Gabrielle se quedó sin aliento cuando la lengua de su hermana invadió su boca y comenzó a jugar con su propia lengua mientras gemía, Fleur masajeaba sus pechos.

Harry rápidamente se encontró cada vez más difícil de ver en acción a las hermanas delante de él.

Harry entonces se dio cuenta de que Fleur había girado y el cuerpo de Gabrielle pasa sobre sus rodillas, dejando al descubierto su coño es como las dos hermanas estaban de rodillas en la cama mientras el resto de su cuerpo estaba de pie. Aunque todavía besándose Gabrielle, Fleur. Harry miró hacia abajo, y Harry comprendió lo que quería que hiciera.

Harry se deslizó en la abertura debajo de sus piernas y asintió con la cabeza a Fleur.

Fleur empezó a aflojar el beso con su hermana antes de bajar lentamente su cuerpo está abajo.

Gabby estaba realmente disfrutando el beso y gemir demasiado antes se dio cuenta de que a medida que su cuerpo iba bajando sobre la cama, su propio coño estaba sentado en la parte superior de la cara de Harry.

Antes de que pudiera decir nada Harry empezó a lamer su coño, lo que la hizo gemir.

No pasó mucho tiempo antes de que Gabby empezara a dejar que esto ocurriera, tuvo que admitir para sí misma que era una maravilla como Harry usó su Parsel en su coño.

Fleur dejó masajear los pechos de su hermana y retiró sus manos. Antes de que ella comenzara a posicionar a sí misma en la polla de Harry y se sentó sobre ella como la caída rompió su virginidad.

“Aaaaahhhhh”, se quejó Fleur como su himen se rompió.

Rápidamente superando el sentimiento de dolor. Fleur comenzó saltando arriba y abajo en él, como ella se sentía divina con la polla de Harry en su interior.

Harry sintió cuando Fleur comenzó a montar su polla y como la sensación se hizo más fuerte, tuvo que poner más esfuerzo en su lengua dentro del coño de Gabrielle. Gabrielle misma no fue capaz de tomar plenamente en todos los sentimientos que estaba experimentando y mientras Harry seguía lamiendo. Ella inclinó su cuerpo hacia atrás un poco hacia su hermana, mientras su cabeza se recostó en entre los grandes y turgentes pechos de Fleur. Fleur mientras todavía montando la polla de Harry. Se inclinó hacia adelante y la cabeza de su hermana cayó sobre sus grandes y turgentes pechos, y terminó aplastando sus pechos contra los lados de la cabeza de Gabby. Luego volvió a colocar las manos bajo los brazos de su hermana menor y los colocó sobre los pechos de la joven Veela otra vez. Como cada embestida de Harry latía a través de Fleur terminó apretando los pechos de su hermana más y pellizcando sus pezones ya erectos hace tiempo.

Gabby pronto perdió el control y llegó a su clímax en la cara de Harry cuando Harry envió una estocada final a Fleur ya que se corría.

Fleur gemía como Harry la llenaba con su esperma y tanto ella y Gabrielle se desplomó contra la otra. Fleur pronto se dejó caer de espaldas y al lado de Harry mientras ella se desmayó mientras Gabrielle se quedó mirando la sonrisa de su hermana, que tenía como ella se quedó dormida con la alegría de tener relaciones sexuales con Harry.

¿Todavía estás nervioso? preguntó Harry.

Un poco, pero estoy listo respondió para más dijo Gabby.

Harry la besó en los labios mientras Gabby le devolvió el beso. De repente, ella decidió probar algo nuevo.

En vista de que Fleur estaba estirado de espaldas sobre la cama medio dormido, Gabby se colocó por encima de su hermana mayor.

-Estoy listo Harry- dijo Gabrielle.

Harry empujó lentamente hacia ella mientras se estira provocando Gabrielle a llorar un poco como su virginidad fue robada. Echando un vistazo rápido como el sangrado se detuvo en su área privada, ella empujó sus caderas hacia atrás la polla de Harry y luego hacia atrás y adelante.

Harry tomó el control y le cogió las caderas en sus manos y luego se mueve en ella constantemente.

Gabrielle gimió mientras todavía le dolía un poco, pero el placer que le estaba dando Harry estaba dominando.

Fleur comenzó lentamente a despertar por el constante balanceo de la cama viendo los pechos de su hermana moviéndose delante de ella mientras estaba siendo follada por Harry.

Fleur decidió hacer que su hermana pequeña se sintiera más bien tomando uno de sus pechos y empezó a chuparlo mientras frota el pezón del otro pecho.

Gabrielle gimió por la atención adicional que le causa el coño a ser más estricto que Harry empujó en ella una vez más y su vientre pronto se llenó rápidamente con su esperma al igual que la de su hermana.

Gabby se derrumbó sobre Fleur y las dos hermanas jadeaban por el cansancio.

Harry su polla del coño de Gabrielle y se dio cuenta de que estaba duro, pero vio que Gabrielle estaba estirada en la parte superior de la Fleur y cómo su coño esta gusto encima del coño de su hermana.

Harry tuvo una idea y él coloco su polla entre los dos coños. Ambas muchachas fueron sorprendidas. La polla de Harry empujó y se frotó contra los dos coños. Las hermanas sonrieron la una a la otra y decidieron hacerlo más entretenido para Harry. Y empezaron besándose apasionadamente en la boca con la lengua.

Harry estaba disfrutando como él seguía dando placer a los dos coños al mismo tiempo.

Fleur y Gabrielle finalmente ambas gritaron de placer antes de alcanzar cada una su clímax al mismo tiempo que Harry también lo hizo.

Harry rodó hacia un lado y se puso boca arriba. Él se apoderó de Gabby y rodó sobre ella colocándola encima de él y luego a su otro lado, como las hermanas acurrucó junto a él como los tres amantes rápidamente se durmieron entre sueños y poco antes de perder el conocimiento Harry sintió el bono que le unía a sus dos hermosas esposas, después de la fantástica sesión de sexo que tuvieron.

Harry se despertó una hora más tarde y sonrió cuando vio a Gabrielle y Fleur se habían acurrucado aun más contra él y que su pelo era un desastre.

Harry Poter se folla a Fleur Delacour

$
0
0

Era el verano en que Sirius Black había muerto por salvar a su ahijado y a sus amigos de una emboscada de Voldemort.

Harry por decisión de Dumbledore estaba pasando ese verano en casa de los señores Weasley, es decir La Madriguera.

Aunque en la casa también estaban Ron, Hermione, Ginny, Fleur y por supuesto los señores Weasley y intentaban hacerle olvidar a Harry un poco la muerte de Sirius y que se distrajera un poco no lo conseguían.

Harry estuvo el primer mes de los tres que duraba las vacaciones de verano que no salía de su habitación si no era para las comidas y el resto del tiempo se lo pasaba dentro de la habitación llorando o diciendo que era culpa suya la muerte de su padrino, que fue un tonto por caer en la emboscada de Voldemort.

Con ayudo de sus amigos y familiares de los amigos poco a poco paso de querer estar a solas en su cuarto y de no salir de el a salir de el.

Incluso con ayuda de sus amigos Ron, Hermione, Ginny y habeces de Fleur, se reía, jugaba, salía de la casa para ir de compras, de paseo, etc.

Pero habeces Harry no podía sacarse de su cabeza la idea que la muerte de su padrino fue por su culpa.

En una noche en que Harry estaba solo en su habitación estirado en su cama y estaba llorando entro el la habitación Fleur y cerro la puerta.

Hola Harry- saludo Fleur.

Hola Fleur- saludo Harry.

¿Qué haces aquí Fleur?- pregunto Harry.

E venido haber como estas y veo que es una noche de esas que estas de bajón- contesto Fleur.

Si es una noche esas- confeso Harry.

¿Sabes que hago yo cuando estoy triste o estoy de bajón?- pregunto Fleur.

No se que haces- contesto Harry.

Pues follo- dijo Fleur.

¿Quieres follar conmigo Harry?- pregunto Fleur.

Pero Fleur yo no te quiero y tú a mi se que tampoco me quieres- dijo Harry.

Tienes razón, pero eso no es motivo para que no follemos y pasemos un buen rato juntos- dijo Fleur-

¿O sí?- pregunto Fleur.

Pensándolo bien tienes razón- contesto Harry.

Entonces Harry se incorporo y se sentó en el borde de la cama y a su lado se sentó Fleur.

¿Harry te puedo hacer una pregunta?- pregunto Fleur.

Claro que si- contesto Harry.

¿Eres virgen?- pregunto Fleur.

No- contesto Harry-

¿Pero a que viene esta pregunta?- pregunto Harry.

Es que si los dos tenemos práctica es más divertido- contesto Fleur.

Si en eso tienes razón, es mejor eso que uno o una no la tenga y el o la otra tenga que llevar la iniciativa- dijo Harry

Harry entonces sin decir nada a Fleur el la abrazo. Fleur al notar el roce del cuerpo de Harry con el suyo cambio su reparación que cada vez era más nerviosa. Harry al notar el cambio de respiración de Fleur decidió actuar y le dio un beso en la boca.

Entonces Fleur le abrazo y se continuaron besando.

A los pocos segundos Harry además de besarla le metió la lengua, Fleur reacciono enseguida usando su lengua para jugar con la de Harry. Uniéndose en un apasionado morreo que parecía que durara una eternidad.

Fleur lo siento ¿Te a molestado que haya sido tan lanzado?- pregunto Harry.

No, me ha gustado y excitado mucho que tomaras tú la iniciativa, casi siempre tengo que ser yo y eso me aburre- contesto Fleur.

¿Quieres continuar?- pregunto Harry.

Claro que quiero continuar- contesto Fleur.

¿Por qué lo preguntas?- pregunto Fleur.

Por que nos pueden oír o que entre alguien- contesto Harry.

Eso lo soluciono yo- dijo Fleur.

Y entonces saco su varita y señalando a la puerta dijo “Tanca Porta” y después señalo al techo de la puerta y dijo “Silencius”

Después de eso Fleur tiro su varita al suelo para poder continuar.

Entonces Fleur le cogió a Harry la parte de arriba de su pijama de cuadros de colores negros y blancos y se lo saco

Fleur al ver el Torso de Harry desnudo tan bien formado con sus brazo bien formados y con unos músculos bien marcados y con un torso bien formado y con sus músculos bien formados. No pudo impedir ponerse roja un poco.

Entonces esta vez quien tomo la iniciativa fue Fleur y le beso en la boca, Harry reacciono enseguida y le devolvió el beso, así los dos muchachos se estaban dando un beso que duro un par de minutos.

Después del beso apasionado Harry si que tomo la iniciativa y le continuo dándole besos en el cuello mientras le desabrochaba uno a uno los botones de la blusa azul marino que llevaba Fleur.

¡No aguanto más!- exclamo dijo Fleur.

Entonces mientras Harry le besaba el cuello y le desabrochaba los botones de la blusa Fleur le metió su mano por el pantalón del pijama y la empezó a pajear. Con la paja que le hacia Fleur a Harry se le empino enseguida.

¡Joder Que grande la tienes!- exclamo Fleur.

Harry cuando había acabó de desabrochar los botones de la blusa azul marino se la saco y la tiro al suelo al lado de la cama.

Entonces Harry hizo levantar a Fleur y le desabrocho los botones de la falda negra que llevaba y se la saco, y la tiro al suelo y volvió a sentar a Fleur.

Mientras Fleur estaba en ropa interior, Harry sin que Fleur le soltara su polla se levanto y se saco el pantalón de su pijama y al sentarse continúo otra vez dándole besos en el cuello y le daba pequeños besos en sus labios carnosos. Con una mano manoseaba el pecho izquierdo sobre el sujetador de encaje color rojo con la mano libre se la puso por dentro del tanga también de encaje y del mismo color que el sujetador y le empezó a tocarle el coño.

Fleur a todo eso no había parado de pajear la polla a Harry y reacciono empezando a gemir y a jadear no muy alto mientras ella estaba pajeando la polla de Harry ya totalmente empinada y libre de la atadura del pantalón del pijama, Harry continuaba gimiendo.

No aguanto más Fleur me corro, me corro- grito Harry.

Y antes de que Harry pudiera corredse Fleur ya tenia su polla dentro de su boca y cuando Harry se corrió a los pocos segundos en una abundante corrida se la trajo toda.

Al rato de que Harry le estuviera metiéndole mano a Fleur, Harry paro y se dedico a desabrocharle el sujetador, y a sacárselo y tirarlo al suelo. Luego levanto a Fleur e hizo lo mismo con el diminuto tanga de encaje rojo que llevaba la francesita y la volvió a sentar a Fleur.

Pero Harry no se sentó si no que se quedo delante de Fleur contemplándola totalmente desnuda.

¿Te gusta mi cuerpo Harry?- pregunto Fleur.

Claro que si, tienes un cuerpo muy bonito y es más bello que el de una diosa griega- contesto Harry

Fleur tengo que reconocerte algo- dijo Harry.

¿Lo que?- pregunto Fleur.

Que desde que te conocí en el Torneo de los tres Magos te quise ver desnuda y follarte- confeso Harry.

Yo también quería follar contigo- confeso Fleur

Entonces Harry empezó a manosear esos pechos que tanto deseaba desde hacia tiempo, luego de estar manoseándolos siguió dándoles pequeños besitos y mordiscos a esos lindos pezones, provocando que sus pechos y pezones se pusieran duros.

Todo eso provoco que Fleur empezara a gemir y a retorcerse de puro placer y por eso se estira en la cama.

AAAAHHHH, AAAAHHHH, joder Harry que bien lo haces, sigue así, dame más placer, cuanto placer me estas dando, AAAAHHHH, AAAAHHHH- exclamo Fleur.

A todo eso mientras Harry le estaba manoseando, besando y mordisqueando los pechos de Fleur, Harry con una de sus manos fue bajando hasta llegar al coño de Fleur que ya estaba bastante húmedo.

Ya es hora que pasemos a otro nivel- sugirió Harry.

Entonces Harry sin decir nada a Fleur la penetro con tres dedos y los empezó a mover dentro en todas direcciones.

AAAAHHHH, AAAAHHHH, como me gusta sentir tus dedos dentro de mi coño, sigue así, hazme alcanzar más placer, AAAAHHHH, AAAAHHHH- grito Fleur.

Todo eso lo dijo entre gemidos y retorciéndose de placer.

Pues aun no hemos hechos si no que empezar- dijo Harry.

Harry entonces se arrodillo delante del coño de Fleur sin sacarle los dedos y fue acercando su boca, entonces sustituyó sus penetraciones con los dedos por lametazos en el coño, después de estar haciendo eso además empezó a darle besitos y pequeños mordiscos. Luego de estar haciendo eso un rato, se dedico al clítoris de la muchacha.

Harry empezó a lamer ese clítoris que tanto había deseado, luego de estarle lamiendo también empezó a hacerle pequeñas chupadas y a los pocos minutos de estar haciendo eso, Harry también empezó a darle pequeños besitos y pequeños mordiscos provocando que Fleur aun gimiera y se retorciera aun más de puro placer.

Fleur entonces le cogió la cabeza a Harry se la aparto y mirándole.

Harry continua dándome tanto placer, pero hazlo más rápido y seguido- pidió Fleur.

Entonces Fleur volvió a hundirle la cabeza a Harry en su clítoris para que continuara de nuevo.

Entonces Harry obedeció a Fleur y continuo lamiendo, besando, succionando y mordisqueando el clítoris de Fleur pero esta vez más rápido y seguido.

Pero además Harry estiro sus brazos para alcanzar los enormes y firmes pechos de Fleur. Mientras con su mano derecha manoseaba el pecho derecho con la izquierda jugaba con el pezón del pecho izquierdo lo estrujaba, lo estiraba y lo pellizcaba.

A los veinte o veinticinco minutos de que Harry estuviera jugando con los pechos y el clítoris de Fleur.

Harry no aguanto más me voy a correr, me corro Harry, me corro Harry- grito Fleur.

Y a los pocos segundos Fleur soltó toda su abundante corrida en la cara de Harry que no se había apartado.

Fleur que estaba estirada en la cama aun se retorcía un poco por que Harry no había parado de jugar con su clítoris aun.

Harry entonces que había soltado los pechos de Fleur paso dos dedos de su mano izquierda por el coño aun húmedo para untarlos con restos de la corrida de la muchacha.

Harry se estiro en la cama y se acercó un poco a la cara de Fleur y le ofreció los dos dedos con restos de la corrida.

Fleur los cogió y los empezó a darles pequeños lametazos y luego se los puso en su boca y los empezó a chupar. Harry mientras estaba jugando con los enormes, firmes y duros pechos de ella más concretamente con sus erectos pezones, mientras que el pezón del pecho derecho era estrujado, manoseado, pellizcado y estirado con la mano derecha de Harry, el pezón del pecho izquierdo era besado, mordido y estirado con la boca de Harry.

Fleur que se había sacado ya los dedos de Harry limpios de restos de su corrida hace uno pocos segundos había vuelto a gemir y a retorcerse de placer mientras Harry le hacia cosas a sus pechos y pezones.

Harry para que ahora te toca gozar a ti- ordeno Fleur.

Harry entonces la obedeció y paro. Fleur entonces se incorporo y se levanto, entonces ayudo a levantarse a Harry, le sentó en el borde de la cama y ella se arrodilló.

Fleur cogió con su mano izquierda la polla de Harry y la empezó a mover con su mano de arriba abajo a lo pocos minuto Fleur paro.

Entonces Fleur acercó su cara a la polla de Harry y acercó su boca y con sus labios le dio un par de besos en el glande y entonces con sus labios la envolvió mientras con la lengua la frotaba y la rodeaba, poco a poco se la fue metiendo más y más en su boca hasta habérsela metido toda.

Harry al notar el roce de la boca de Fleur con su polla no pudo más.

AAAAHHHH, que bien la comes Fleur, sigue así, no se te ocurra parar, continua así, AAAAHHHH- exclamo Harry.

Fleur empezó un sube y baja muy lento, pero cada poco segundos subía la intensidad, mientras tenia la polla de Harry dentro de su boca y jugaba con ella con su lengua empezó a acariciar los huevos a Harry con sus manos.

Entonces se saco la polla de Harry de su boca y se puso a lamer, a succionar y darle besitos unos minutos a los huevos de Harry.

Esta operación lo hacia un par de veces cada tres o cuatro minutos y se volvía a meter en su boca la polla de Harry.

Harry en todo eso no podía más que gemir y retorcerse de placer.

Cuando Fleur había hecho eso de chuparle la polla y sacársela para chuparle los huevos durante más o menos treinta minutos.

Fleur no aguanto más me voy a correr- dijo Harry.

Fleur entonces se la saco de su boca y se la puso entre sus enormes y firmes pechos y los empezó a mover de arriba a abajo.

El frenético roce de los pechos de Fleur con su polla y que abecés ella le daba lametazos.

Me corro Fleur, me corro Fleur- grito Harry.

Entonces ella bajó su cabeza y puso su boca gusto en la punta de la polla de Harry, gusto cuando Harry se corría en una larga y abundante corrida.

Por lo abundante que fue la corrida de Harry Fleur no pudo evitar que parte de su cara y sus pechos fueran manchados aunque ella había intentado tragarse toda la corrida.

Fleur entonces se esparció los restos de la corrida que había en sus pechos como si fuera crema solar y cuando acabó limpio con sus dedos los resto de la corrida de Harry de su cara y luego puso esos mismos dedos que había usado para limpiarse la cara y que tenían restos de la corrida en su boca y los empezó a chuparlos y lamerlos uno a uno hasta limpiarlos de restos de la corrida.

Vamos continuar- dijo Harry.

Levanto a Fleur que aun estaba de rodillas.

Y la volvió a estirar en la cama y le separo las piernas.

Entonces Harry se puso encima de Fleur le dio un par de besos en la boca.

¿Te importa si te penetro de una vez?- pregunto Harry.

No, no me importa hazlo si quieres- contesto Fleur.

Entonces Harry puso su polla en la obertura del coño de Fleur y la penetro de una vez.

Harry empezó un mete saca pero sin llegar a sacarle la polla del coño, los dos muchachos estaban gimiendo y se retorcían de placer.

Harry mientras la penetraba le daba besos en la boca y con la mano izquierda le manoseaba y le pellizcaba el pezón del pecho izquierdo.

A los quince minutos Harry cambio de postura sentándose en la cama pero sin dejar de penetrar a Fleur.

Al estar sentado los dos, Harry podía penetrar más profundamente a Fleur, que al notar como la polla de Harry la penetraba más profundamente.

AAAAHHHH, AAAAHHHH, AAAAHHHH, como me gusta sentir tú polla dentro de mi, dame más, sigue haciéndome tuya, como estoy gozando, hazlo más fuerte y seguido, cabálgame más fuerte soy toda tuya, AAAAHHHH, AAAAHHHH- Grito Fleur.

Harry la obedeció y subió la intensidad y la regularidad mientras el estaba jugando con sus manos y boca con los pecho y pezones duros y erectos de la mucha, los empezó a manosear con las manos para luego besarlos y mordisquearlos los pezones que le volvían loco de placer, abecés también cuando los mordía no los soltaba y los estiraba un poco con la boca y los pellizcaba con sus manos.

A todo eso Fleur estaba abrazada al cuerpo sudado de Harry al igual que Harry que la tenia abrazada pero con las piernas también el cuerpo sudado de Fleur. Y los dos muchachos sudados como estaban no paraban de gemir y de retorcerse de puro placer.

A los treinta minutos de que Harry se estuviera follando a Fleur por su coño y jugando con sus pechos y pezones.

No aguanto más Fleur, me voy a correr, salte de encima de mí- grito Harry.

No quiero, no pasa nada correteé dentro de mí- grito Fleur.

Me corro Fleur, me corro Fleur- grito Harry.

Entonces Harry se corrió y Fleur recibió la larga y abundante corrida de Harry en su coño.

AAAAHHHH, que caliente esta, como noto como me estas llenando- exclamo Fleur.

Fleur abrazo a Harry muy fuerte y mientras notaba la corrida le estaba llenando le daba besos en la boca y en su torso a Harry.

Después de unos segundos haciendo eso y cuando Harry ya había acabado de corredse dentro de ella. Fleur se la saco y se volvió a arrodillar delante de la polla de Harry y acercó sus labios a la polla de Harry y la empezó a chupar y a lamer hasta dejársela limpia de rastros de la corrida.

Ahora que la tienes limpia, tendré que hacer algo para que se te ponga tiesa otra vez- dijo Fleur.

Pónmela entre tus pechos para que se me empine, que me gusto mucho como me lo hiciste antes- suplico Harry.

Como quieras Harry- contesto Fleur.

Entonces Fleur cogió la polla flácida de Harry y se la puso entre sus pechos y empezó a frotar la polla de Harry entre sus enormes pechos en un movimiento de sube y baja.

Después de uno o dos minutos de que Fleur le hiciera una cubana la polla de Harry ya estaba empinada de nuevo.

¿Qué quieres hacer ahora Harry?- pregunto Fleur.

Quiero follarte tú esplendido y lindo culo Fleur- contesto Harry.

Sin decir nada Fleur se levanto se subió a la cama, puso su culo en pompa y con sus manos separo sus firmes y grandes nalgas.

¿A que esperas Harry?- pregunto Fleur.

A nada, ahora voy- contesto Harry.

Entonces se subió en la cama y se pus detrás de Fleur quedando a su vista esas nalgas tan grandes y firmes y ese ano que le estaba esperando.

Entonces Harry le quito las manos a Fleur de sus nalgas y las sustituyo por las suyas y empezó a manosearlas, se las apretaba, las movía de arriba abajo, cuando ya llevaba un rato haciéndolo empezó a besarlas, mordisquearlas y abecés le dama pequeñas palmaditas en las nalgas provocando que Fleur gimiera y se retorciera de placer.

AAAAHHHH, AAAAHHHH, como me gusta lo que me estas haciendo, sigue así, que placer me estas dando, AAAAHHHH- grito Fleur.

Harry al oír eso paro y con una mano en cada nalga las separo y dejo a la vista el fantástico ano de Fleur que empezó a lamérselo, primero en cortos lametazos y después en lametazos más largos que iban desde el coño de la muchacha a su ano.

Abecés también le metía un poco la lengua en el ano pero no mucho.

Harry entonces le puso la polla en la entrada del ano y la penetro de una vez como había hecho antes con el coño.

Fleur reacciono enseguida dando gritos y gemidos de placer y retorciéndose de puro placer.

Harry que tenia toda su polla dentro del ano de Fleur, apoyó sus manos en las caderas de la mucha y empezó un movimiento de mete saca para delante y atrás pero sin sacar totalmente su polla del ano de Fleur.

El ritmo de las penetraciones de Harry cada vez era más fuerte y salvaje, a lo que Fleur reacciono.

AAAAHHHH, AAAAHHHH, joder que gozada, que placer más grande me estas dando, sigue taladrándome mi ano, házmelo más fuerte y seguido, AAAAHHHH, AAAAHHHH- suplico Fleur.

Harry entonces dejo de apoyarse en las caderas de Fleur para cogerlas y así poder penetrarla más seguido y más fuerte.

Al cabo de diez minutos de hacer eso Harry que no había soltado las caderas a Fleur, se sentó en la cama para poder penetrar más profundamente a Fleur.

Además de penetrarla más profundamente así tenia control sobre el coño y lo pechos de Fleur y no lo desaprovechó.

Mientras con su mano derecha jugaba con el pezón del pecho derecho y lo pellizcaba y lo estiraba con la mano izquierda le metía dos o abecés tres dedos en el coño a Fleur. A lo que ella reacciono.

AAAAHHHH, AAAAHHHH, que placer me estas dando, no creía que se pudiera gozar tanto, como me estás haciendo gozar, AAAAHHHH, AAAAHHHH- grito Fleur.

Al cabo más o menos de quince minutos de que Harry se la estuviera metiendo por el culo, jugando con uno de sus pechos y metiéndole un par de dedos o tres en el coño a Fleur.

Harry no aguanto más, me corro Harry, me corro Harry- grito Fleur.

Entonces Fleur se corrió en una larga y duradera corrida. Entonces Harry le puso en su boca los dos dedos con restos de la corrida de la muchacha para que ella los limpiara.

Mientras Fleur le limpia a Harry sus dedos, Harry aun le estaba penetrándole su ano cada vez más fuerte y salvajemente hasta que después de un rato.

Me corro Fleur, me corro Fleur- grito Harry.

Y Harry soltó toda su abundante y larga corrida dentro del ano de la francesita.

Después de que Harry soltara toda su corrida se salio del ano de Fleur y los dos muchachos sudados y cansados del esfuerzo físico realizado se dejaron caer en la cama. Cada uno mirando al otro.

¿Fleur te a gustado?- pregunto Harry.

Si mucho, lo haces muy bien Harry, si lo se te lo hubiera pedido antes- contesto Fleur.

¿Y a ti?- pregunto Fleur.

Si mucho, lo mismo dijo, follas muy bien Fleur- contesto Harry.

Después de esa noche Fleur y Harry follaban cada vez que podían, fuera el sitio que fuera y la hora que fuera, hasta que llego el final de las vacaciones de verano.

Harry desde la primera noche que follo con Fleur ya no estaba triste.

Los demás no supieron el por que, pero como veían a Harry feliz no le preguntaron.

FIN.

P.D. Perdón por la tardanza, es que e tenido poblemos familiares, poblemas con la pagina y e tenido el PC roto y con los tiempos de crisis que corren no a sido nada fácil poder arreglarlo, pero ahora intentare publicarlo más seguidos.

Espero sus comentarios, críticas buenas o malas, etc.…

Para darme ideas para futuras parodias, sugiero que me escriban en mi dirección de correo electrónico, solamente para evitar que otros escritores usen las ideas que medan.

La dirección es: J69Hentai69@live.es

Muchas Gracias.

Bilirrubina

$
0
0

Advertencia: Se trata tan solo de la versión revisada y acortada del relato que se publicó en cuatro entregas. Con 10 hojas menos me gusta más como una única historia.

Entre todos los comentarios se sorteará un paquete de pañuelos de papel. No había para Kleenex y son marca blanca.

El automóvil desaceleró con suavidad hasta detenerse junto al bordillo de la acera. Alex aferró con más fuerza la mochila contra su pecho. Mordiéndose el labio superior miró visiblemente emocionada hacia el exterior. Estuvo observando segundos la puerta del instituto hasta por fin, volverse suplicante hacia el conductor.

–Por favor mamá, volvamos a casa.

–No, mañana volvería a pasar lo mismo –con una mano sobre el hombro de su hija, hablaba con un tono calmo y conciliador.

–Pe, pero… –Alex sentía cómo un nudo oprimía su garganta mientras se esforzaba por aguantar las inminentes lágrimas.

–Ya lo hemos hablado, cariño. Hoy será duro, muy duro, pero mañana lo será menos, pasado mañana menos aún y poco a poco retomarás tu vida –el tono de Pilar no podía ser más cariñoso ante la inquietud de la tensa muchacha.

Con un esfuerzo titánico, la joven aferró la maneta de la puerta, inspirando con fuerza, permaneciendo inmóvil durante varios segundos. Una postrera mirada a su madre no sirvió para obtener su propósito. Finalmente, derrotada, abrió la puerta y salió al exterior.

Se colocó la mochila en la espalda, con movimientos lentos, desganados, esperando que el mundo se acabara en ese instante, que algo o alguien la salvaran de aquel suplicio. Con movimientos nerviosos revisó su gorra de “Baseball” constatando que se encontraba bien calada sobre su cabeza. Sus labios exhalaron un suspiro de resignación y con pasos lentos, pesados, como si el pavimento se hubiera derretido y sus pies se hundieran en él, Alex comenzó su tortuoso camino hasta la puerta del instituto.

Varios muchachos de clases inferiores la miraron fijamente durante su trayecto hasta la puerta del centro. Alex sentía un vacío en la boca del estómago. Si gritara hacia dentro seguro que producía eco. Qué tontería, no se podía gritar hacia dentro. Con esas divagaciones llegó hasta la gran puerta acristalada del instituto de secundaria. Quiso girarse, constatar que el coche de su madre seguía allí como tabla de salvación, como última posibilidad de huída, pero sabía que de hacerlo, no podría remediar salir corriendo al refugio del cálido abrazo materno. Notó cómo sus piernas flaqueaban. Apretó las mandíbulas, inhaló con fuerza y entró al centro, rogando porque aquel día pasara rápido.

No había andado ni una docena de pasos en dirección a las escaleras, cuando vio acercarse desde la cafetería a Mónica y Reme, sus dos mejores amigas. Alex notó cómo un sudor helado recorría su espalda. ¿Le harían el vacío como en los últimos seis meses? ¿La saludarían por lo menos? En el fondo, ni siquiera sabía qué prefería: que la dejaran en paz y pasaran de ella o que se acercaran como si nada hubiera pasado.

Las dos adolescentes llegaron a su altura y desde una distancia prudencial, la más alta de las dos, Mónica, hizo un leve gesto con la barbilla a modo de saludo. Las dos chicas pasaron de largo subiendo con rapidez las escaleras. Alex subió detrás de sus amigas con paso cansado. Su debilidad se acentuaba cuando de subir escaleras se trataba.

Necesitaba huir. Regresar junto a la protección de su habitación, de su casa, de su madre. Anduvo cansinamente hasta la puerta del baño. Quedaban diez minutos hasta la sirena de entrada. Necesitaba llorar, gritar, cortarse las venas, pero sobre todo necesitaba soledad. Dentro de los aseos se sujetó con fuerza del lavabo, mirando con fijeza el metálico desagüe sin atreverse a levantar la cabeza hacia el espejo. Aquel reflejo, aquella imagen que llevaba meses odiando, aborreciendo, aquel color que había destruido todo lo que su vida era hasta hacía seis meses, la esperaba del otro lado del cristal como una burla grotesca.

Odió profundamente la imagen de su reflejo. Dos gruesas y cálidas lágrimas emergieron debajo de sus oscuras gafas de sol, deslizándose por su amarillento rostro hasta bailar sobre su temblorosa barbilla. A través del espejo pudo ver la mirada de miedo, rechazo, asco, de una muchacha de un curso superior.

La clase estaba llena de gente. Oteó el panorama en busca de alguna hilera vacía de compañeros. Tan solo la primera fila, la de los listillos, los pelotas, tenía suficientes espacios libres como para no coincidir con nadie a ambos lados.

Alex notó aterrada cómo las conversaciones se detenían a su paso. Recorrer el pasillo central de la clase supuso la prueba de fuego. Si no se moría en ese momento, no creía que se pudiera morir por vergüenza. Alcanzó su asiento junto a la pared como si verdaderamente fuera un refugio en el cual evadirse de las miradas horrorizadas y temerosas. Desde detrás de sus oscuras gafas, se atrevió a mirar a su alrededor en el momento que escuchó a la profesora entrar en clase. Muchos compañeros habían prestado atención a la entrada de la profe de Mates, otros muchos seguían mirándola de reojo, con aquellas expresiones inconfundibles. Si la miraban fijamente, desviaban la mirada al paso de aquellas lentes ahumadas. Alex se sorprendió cuando una mirada no se desvió, cuando con sorpresa, alguien esbozó una tenue sonrisa, dirigida a ella. Mateo levantó ligeramente su mano a modo de saludo.

En la vida hubiera pensado Alejandra, que Harry Potter, sería el único en mostrarle algo de afecto. Un sentimiento, entre vergüenza, arrepentimiento e incredulidad, se apoderó de la chica. Cago en la puta, pensó, con la de veces que le he pegado collejas, capones. Con la de momentos en los que me he burlado de él llamándole; gafapastas, Potter, pajillero, Freaki y es la única persona que me ha saludado. Alex se quedó tan sorprendida que ni siquiera atinó a devolver el saludo.

–¡Chicooos! –la profe de mates intentaba acallar los murmullos y las conversaciones diseminadas por el aula—. Bienvenida, Alejandra. ¿Te encuentras mejor?

–Bu… bueno… sí, algo… algo mejor –Alex intentaba que salieran las palabras de su reseca garganta al tiempo que sentía cómo miles de invisibles bichitos recorrían a gran velocidad su espalda, cosquilleando con sus diminutas patitas.

–Bueno, os tengo que recordar una vez más lo que ya os han dicho muchas veces, sobre todo el profesor de Biología –Susana, la profesora, miraba severamente al grupo—. Cualquier enfermedad vírica tan solo es contagiosa durante la etapa de incubación. Una vez se desarrolla es totalmente inocua para la gente que rodea al enfermo. No me seáis ceporros que Alejandra acaba de salir de una enfermedad muy grave y lo que menos necesita es que le tengáis miedo. Sé lo que piensan algunos de vuestros padres, pero os garantizo que el contagio de la Hepatitis B es simplemente imposible. Así que hacer el favor de facilitar un poco el retorno a vuestra compañera.

La espiral metálica encargada de unir todas las hojas de la libreta, recibía resignada las manipulaciones de los amarillentos y huesudos dedos de Alex, objeto de su más profundo odio. Las dos siguientes clases antes de la pausa del recreo, transcurrieron entre sofocos, palpitaciones, sudores fríos y nervios, muchísimos nervios cuando alguno de los profesores hacía referencia a ella y a su enfermedad. En los dos meses que había estado en el hospital, había asistido con otros chavales a las clases que allí impartían. En su casa, su madre se había encargado de repasar con ella las tareas y apuntes que su tutor les hacía llegar puntualmente pero nada de lo que sus profesores hablaban le sonaba lo más mínimo. No logró concentrarse ni un solo instante en las distintas materias que se impartieron. Su mente volvía una y otra vez a su acogedora casa, a la alegría cuando su madre regresaba del trabajo, a las series de la tele en aquellas largas horas muertas. Quería desesperadamente que fueran ya las dos de la tarde y volver a su protector refugio.

Sonó la sirena que marcaba el fin de la tercera clase. Treinta minutos de descanso, antes de que diera comienzo la cuarta hora. Alejandra esperó remoloneando, a que todos sus compañeros salieran del aula. No sabía si quedarse en clase comiéndose su insípido bocadillo de pavo, si bajar al patio o ir a la cafetería. Esta última opción la descartó. Demasiada gente mirando, cuchicheando. Lo mejor sería quedarse allí tranquila. No se permitía comer en el aula, pero estaba segura que nadie le llamaría la atención. Tampoco se podía llevar gafas de sol en clase y el director había hecho una excepción con ella.

–¿No vas a bajar al patio? –Mateo se había detenido de pie, delante de ella.

–No, mejor me quedo aquí. –Alex apenas levantó la mirada de su pupitre para dirigirla al pecho del muchacho.

El joven tomó asiento sobre la mesa, en la cual Alex continuaba jugando con su material de escritura. Con esfuerzo la chica alzó la mirada hasta dar con los ojos de su compañero, el cual apartó rápidamente su propia mirada.

–Imagino que tienes miedo ¿no? –Mateo se había atrevido a mirar fijamente aquellos cristales negros—. Hay mucho gilipollas suelto.

–¿Gilipollas que dan capones y que te llaman gafotas? –Alex no podía olvidar lo faltona que ella misma había sido los últimos 5 años en aquel instituto—. Te puedes marchar. No necesito tu misericordia.

–Vale, si prefieres estar sola, me marcho –Teo se dirigía mochila en ristre hacia la puerta del aula.

Cuando el muchacho escuchó unos quedos sollozos, se detuvo por completo. Girándose, vio cómo la delgada espalda se convulsionaba con espasmos cortos y rápidos. ¿Qué debía hacer? ¿Acercarse y abrazarla para consolarla? ¿Respetar su dolor y dejarla sola? ¿Preguntarle? Joder, odiaba aquella timidez suya y aquellas indecisiones. En el fondo, su hermana tenía razón. Se metían con él porque era un pusilánime que les permitía que hicieran con él lo que les diera la gana. Con decisión se acercó hacia la chica. A medida que el momento de posar una mano en su hombro se acercaba, su decisión fue menguando hasta replantearse su idea inicial.

Maldiciéndose por dentro por su estúpida vergüenza, el joven tomó asiento en la silla contigua a Alejandra, sin atreverse a tocarla. Percibiendo su presencia, la joven levantó la cara bañada en lágrimas mirando a su compañero.

–Puta vida –balbuceó Alex como si su compañero debiera entender con esas dos palabras todo el dolor que encerraba su corazón— ¿Y tú, qué quieres, capullo?

–Ya echaba de menos que te metieras conmigo –Teo sonrió levemente a la muchacha de la cual estaba profundamente enamorado desde hacía cinco años—. Los demás también se meten, pero no es lo mismo.

Alejandra tuvo que esbozar una sonrisa, muy a su pesar. Le parecían increíbles aquellas muestras de cariño de la persona con quien más se había faltado en los últimos años. No es que solo se metiera con él. Tenía como rol ser la payasa del grupo y su misión era meterse con todo el que fuera diferente, raro, distinto. Mónica tenía muy definido su papel de divina de la muerte, la que más follaba, la que se llevaba a los mejores maromos, la más pelota con los profesores. Reme era la sumisa que servía en cuerpo y alma a Mónica e incluso a ella misma. Cuando aún no había sucedido aquello, solía reír todas y cada una de sus gracias aunque fueran malísimas.

La nostalgia acudió al corazón de Alex. Un amago de llanto se atisbó en sus ojos. Con una profunda inspiración, logró controlar las lágrimas que pugnaban de nuevo por brotar descontroladamente.

–Dime una cosa –la joven había logrado controlar su voz hasta que pareciera calmada–. ¿Por qué no huyes?

El muchacho guardó silencio. La verdad no se la podía decir. Que la quería desde hacía tanto tiempo, que le encantaba su sonrisa sardónica de medio lado, su flequillo siempre revuelto, aquellos ojos verdes de mirada pícara y risueña. Que le cautivaba su alegría y desenfado. No le podía decir que en cierta manera su enfermedad le había abierto una puerta, que viéndola desvalida, él se había propuesto firmemente protegerla.

–Si te soy sincero, ni yo lo sé. Tal vez busco llevarme bien contigo para que no te vuelvas a meter conmigo.

–Um –la muchacha mordisqueaba su bocadillo expresándose con la boca llena– ¿Sabes lo que significa que estés aquí conmigo?

–Oh, sí. Mi popularidad se vería seriamente afectada por hablar con la chica amarilla. Siempre y cuando tuviera popularidad –las palabras del muchacho eran desenfadadas—. Mira, a mí la gente de clase me la trae floja, no hacéis otra cosa que faltaros conmigo, si te… Bueno, si tú… es decir… que podríamos… no sé… ser algo así… como amigos.

–¿Chica amarilla? ¿Es así como me han puesto? –Alejandra estaba complacida de que los apodos e insultos no hubieran ido a mayores—. Pensaba que serían más crueles.

–Bueno, ya sabes, hay de todo, hay mucho capullo suelto.

–Teo, por favor, dímelo –la chica se retiró las oscuras lentes mirando con profunda tristeza desde sus hundidas órbitas oculares.

–¿Seguro? No es agradable –el tono de preocupación del joven era sincero y apesadumbrado.

–Prefiero saber a lo que me enfrento. Me gustaría no saberlo, pensar que realmente todo va a volver a la normalidad, pero sé que no es así –su mirada se desvió posándose sobre su bocadillo, el cual despertó un repentino interés en la muchacha—. ¿apestada? ¿Desahuciada?

–No… no… no he escuchado muchas más cosas que chica amarilla.

–Vamos, escúpelo. Podré aguantarlo –Alejandra no sabía muy bien si quería o no quería realmente saberlo, pero había empezado aquello y ahora tenía que conocer a qué se enfrentaba.

–Bueno… dicen… que tienes… el… VIH… –Teo tragó saliva sonoramente como arrepintiéndose de inmediato de lo que había dicho.

–¿Sidosa? ¿Me llaman sidosa? –la voz de Alex se convirtió en un susurro casi inaudible. Gruesas lágrimas volvieron a deslizarse por su amarillento rostro.

Mateo se armó de valor. Acercándose con delicadeza pasó su brazo por los escuálidos hombros de la muchacha. No sabía si debía empujarla contra su pecho, pues el miedo que se alojaba en su estómago, le impedía seguir más allá. El joven sintió cómo un enorme peso se quitaba de encima suyo cuando ella se dejó caer sobre su torso. Por fin tenía aquello que había perseguido tanto tiempo: tener entre sus brazos a Alejandra. Pero ahora que lo había conseguido gracias a su enfermedad, se dio cuenta, que cambiaría aquel abrazo porque no la marginaran, porque la aceptaran, porque no se hubiera contagiado, aunque aquella posibilidad hubiera hecho que aquel momento no hubiera tenido lugar jamás.

Con delicadeza, retiró la gorra de la muchacha, pues le hacía daño la visera al clavársele en la axila. Acarició con ternura el cuero cabelludo de la chica que no paraba de llorar contra su pecho. Pensó durante un momento, incluso en besar aquella calva cabeza, pero podría ser mal interpretado su gesto.

También él se encontraba al borde del llanto, de un llanto de alegría. Podía notar con cada fibra de su ser, el calor, el olor, la suavidad de aquella piel que tanto había deseado poder tocar algún día. Notaba la fuerza de aquellos enjutos brazos aferrarlo con intensidad. En aquel instante el tiempo se detuvo para el muchacho. No debía ser posible ser más feliz.

*—–*

Tumbada sobre su cama, abrazando un conejo de peluche contra su pecho, Alex rememoraba el último mes desde el momento que volvió al instituto. Pensaba que ya no le quedaban lágrimas en sus ojos. Había llorado todos y cada uno de los días de aquellas cuatro semanas. Primero cuando notó el rechazo de sus compañeros, después cuando comenzó a oír las primeras burlas a su espalda, más tarde cuando la gente huía despavorida ante un casual roce y por último, cuando aquellas miradas de conmiseración la rompieron por dentro.

Pensó echada sobre su colcha en que alguien se había esforzado por hacerla reír todos y cada uno de esos nefastos días. Mateo había ido perdiendo paulatinamente la vergüenza con ella y no tardó en empezar a bromear sobre su situación. Le llamaba limoncito, le cantaba aquella canción antigua de Juan Luis Guerra, “Me sube la bilirrubina”, pues esa era la enzima causante de la Ictericia que tenía amarilla de pies a cabeza a la joven.

Teo le ayudó con los deberes, logrando que se pusiera rápidamente al nivel de la clase pero sobre todo, estuvo a su lado. Era algo imperceptible, pero Alex sentía aquel calor, aquel empuje procedente de su compañero. Sentía que en aquel desierto había un oasis al que aferrarse, un reducto de protección entre el caos en el que se había convertido su vida.

Alejandra se debatía internamente. De un lado había perdido toda su vida anterior. Dudaba que las cosas volvieran a su cauce cuando recuperara su color de piel y le hubiera crecido el cabello. De otro lado, no sabía que pensar de Mateo. Estaba recibiendo tanto de él, que en cierto modo se sentía culpable, por haberse metido tanto con él, por desconocer las causas que le impelían a cuidarla, porque no se atrevía a corresponder mínimamente a su amigo. ¿Amigo? ¿Esa idea había surgido en su cabeza? Meditó largo rato sobre el significado de aquella palabra. ¿eran Mónica y Reme sus amigas? ¿Podría haberse hecho amiga del empanao de clase? No solo podía, sino que ahora se daba cuenta, se había convertido en alguien muy importante para ella en estos 30 días.

Un cosquilleo recorrió su estómago cuando el joven invadió su pensamiento. Se había descubierto en las últimas semanas, pensando a menudo en Teo. Incluso lo veía más erguido, más alto, alzando más la mirada y la cara ante los demás. Se sorprendió a sí misma, pensando que el chico era guapo. Aquel flequillo y aquella mirada de miope, le otorgaban un aspecto de chico bueno e inocente que tenía su cierto encanto.

Súbitamente, sin darse tiempo a pensar, estiró la mano y agarró su teléfono móvil buscando un nombre en la guía.

–Hola –respondió Alex al saludo inicial del interlocutor.

–Pues igual. Esto no cambia de un día para otro.

–Sí, eso sí, se agradece el fin de semana. ¿Y tú que haces? Yo estoy aquí aburrida.

–Pues perfecto.

–No, no me parece perfecto que te aburras, tonto. Es que había pensado… que podíamos echar un vistazo a la cartelera o algo.

–Eh, no te equivoques, que no es una cita –la joven reía ante alguna ocurrencia de Mateo.

–Vale, en media hora salgo de casa y en otra media estoy en el centro.

–¡Mamá! –gritó Alex mientras lanzaba el teléfono sobre la cama— que me voy a pasar la tarde por ahí.

–¿Con quién Si no es indiscreción? –preguntó Pilar asomando la cabeza bajo el dintel de la puerta del dormitorio.

–¿Con quién crees? –Alex, con un juego de ropa interior en la mano, se dirigía hacia el baño.

–¿Mateo? –preguntó Pilar. Ella había puesto al día a su madre de todo cuanto acontecía en el instituto. Por supuesto lo había suavizado todo para no preocuparla en exceso, pero le había tenido que hablar del gafotas.

La joven se paró delante del espejo del baño. Odiaba ver su reflejo. Ni maquillaje ni hostias, ese color era horrible. Se deshizo de la camiseta del pijama, quedando completamente desnuda de cintura para arriba. Huesos, huesos y más huesos, sus clavículas se apreciaban como si no estuvieran cubiertas por músculo y piel. Sus costillas permitían que uno de sus dedos se introdujera hasta la primera falange en el espacio intercostal. Sus senos estaban blandos y algo caídos debido a la falta de carne. Bailaban dentro de todos los sujetadores que tenía. Por lo menos había perdido una talla entera y antes no es que fuera muy sobrada de pecho.

Se despojó del pantaloncito corto del pijama, se quitó las braguitas de medias lunas, examinando sus piernas y su pubis. Sus piernas eran fiel reflejo de su mitad superior, huesos sin prácticamente nada de carne. Su pubis, como el de una muñeca. Se abrió los labios vaginales con una de sus manos observando el interior de su vulva. Seguía teniendo ese color pálido, un gris enfermizo.

*––-*

Cuando Alejandra, pesadamente, logró ascender los 35 escalones de la salida del Metro, contados lentamente uno a uno, soltó un profundo suspiro. Era la primera vez que salía de casa con un destino diferente al del instituto o el hospital y había decidido intentarlo sola, sin que su madre la acercara en coche.

–¡Hola! –dijo Mateo a una exhausta Alejandra.

–¡Coño, que susto me has pegado! –dijo la muchacha recuperando el resuello.

–¿Nos sentamos a tomar algo mientras recuperas el aliento un poco? –Mateo dudaba si agarrar a la muchacha para que se apoyara en él. ¿Sería muy precipitado? ¿Le molestaría demostrar fragilidad?– ¿Me cede su brazo, señorita?

–Tú has visto muchas pelis cursis, tío –Alex sonreía ante la pose de galán de película añeja que había puesto Teo pero le dio pie a poderse sujetar del joven sin demostrar que en esos momentos estaba al borde de caerse redonda.

Anduvieron unos metros con Alex sujetándose del brazo de Teo. La pareja resultaba cómica: Alex, con casi su metro ochenta, debía bajar mucho el brazo para asirse del bajito joven. Aunque fuera una postura más típica de un hombre con una chica, decidió cruzar el brazo por los hombros del chico y apoyarse de su hombro opuesto. De este modo, se podía dejar caer con cierta seguridad. Si él la rodeara por la cintura, estaría totalmente sujeta y segura.

–¿Me vas a poner el brazo en la cintura, hoy o mañana? –reclamó con fingida seriedad la joven. El muchacho no se hizo de rogar y rodeó las femeninas caderas con su brazo atrayéndola ligeramente hacia sí. Alex se sintió extrañamente reconfortada.

Joder, aquello era un sueño hecho realidad. Estaba caminando con Alex agarrados aunque se sujetaban a la inversa de lo que lo harían cualquier pareja. Los pensamientos del muchacho iban y venían de un lado a otro, mientras sus ojos no se despegaban del rostro de aquella chica a la que tanto tiempo había deseado.

Estuvieron toda la tarde tomando refrescos en una cafetería. Habían ojeado la cartelera pero no les interesó nada de lo que se proyectaba en esos momentos. Teo tenía la fundada sospecha, que el camino de diez minutos hasta el cine, tal vez fuera excesivo para Alex.

La muchacha sentía que debía ofrecer más en aquella nueva relación si no quería quedarse sola. En las últimas semanas se había mostrado bastante egoísta con Mateo. Se había limitado a desahogarse con su nuevo amigo, sin prestar demasiada atención a sus cosas. Intentó conocer algo más de él aunque para ello tuviera que estirarle de la lengua.

–¿Me quieres decir que solo saliste con una chica cuando tenías 14 años? –Alex puso los ojos en blanco tras las gafas de sol. Su acostumbrado gesto pasó desapercibido para el ruborizado joven– ¿Entonces, eres…?

–Sí, soy vir…gen –el tono empleado por Mateo dejaba a las claras lo que le incomodaba aquella conversación– ¿Tú has estado con muchos chicos?

–Eh, eso no se le pregunta a una señorita que luego me ponen fama de putón.

–Pues bien que me has preguntado tú –Mateo, ante la broma de su amiga, terminó por relajarse un poco.

–Pues la verdad, es que he estado solo con tres, pero llegar al final solo con uno –el amarillo de las mejillas de Alex se oscureció debido al rubor— Además… creo… que…

–Si no quieres hablar, no es necesario que lo hagas –Teo había notado la tristeza e indecisión de su amiga a la hora de hablar de aquel tema.

–Verás. El mes antes de comenzar con los síntomas, estuve con un tío en una discoteca. No pasó nada del otro mundo. Bueno, unos morreos y unos magreos. El tío me puso a mil. En un arrebato le mordí en el cuello, chupando las dos o tres gotitas de sangre que salieron. Él se rió y me dijo que estaba hecha una vampiresa –la chica comenzó a llorar silenciosamente—. Si pudiera regresar a aquel día, si pudiera retornar el tiempo.

–¿Seguro que fue aquello? –Teo la miraba cariñosamente detrás de sus gafas de montura de pasta, mientras que con iniciativa propia su mano se deslizó hasta situarse sobre el hombro de la chica.

–Bueno, en esas semanas me hice el piercing en el ombligo. Me lo regaló mi madre por los 17, aunque esos sitios suelen usar instrumental higiénico. También fui al dentista a empastarme una muela. La verdad que nadie me sabe decir con certeza qué pudo pasar -Alex agradeció los mimos de Mateo retirando la mano de este de su hombro y depositando un corto beso sobre la palma—. Gracias por todo, tío. No sabes lo que significa tener alguien al que dar la tabarra

El joven insistió en acompañar a Alex hasta su casa. No iba a permitir que le pudiera pasar algo. Ella, por su parte, se encontraba suficientemente fuerte como para andar sin aferrarse a nadie aunque En más de una ocasión, durante el trayecto en metro, se sorprendiera con ganas de sentir el contacto de su amigo. Los sentimientos de él eran similares, esperando una señal que le permitiera volverla a tocar.

–Pues ya estamos –Alejandra se había detenido en un portal, sacando unas llaves del bolso.

–Sí –Teo fijaba la mirada en las baldosas de la calle, mientras parecía pensar en algo.

–¿Te pasa algo? –la joven había percibido la inquietud del muchacho.

–Bueno, quería decirte algo, pero es que me da vergüenza. Es un poco cursi –el rubor del joven teñía sus mejillas.

–¡No jodas! ¿Te vas a declarar? –la chica esbozó una media sonrisa mientras abría la puerta del portal—. Ala, sube y te me declaras con una rodilla en tierra como Romeo.

–Estás fatal.

Ambos jóvenes estuvieron en silencio todo el trayecto del ascensor. A Mateo le parecieron sumamente interesantes las recomendaciones de seguridad del aparato mientras Alex se entretenía rebuscando algo en su bolso. Cuando llegaron al domicilio, descubrieron que la madre estaba preparando la cena en la cocina.

–Hola chicos –dijo Pilar.

–Hola –respondieron al unísono los dos.

–¿Te quedas a cenar, Mateo?

–OH, sí. Seguro que a Teo le encantan las hamburguesas de pavo desgrasado y el calabacín a la plancha, ¡festival del sabor! –Alejandra puso cara de asco ante la insípida dieta que debía seguir—. Vamos a mi cuarto a hablar un momento, mami.

Los dos chicos entraron en el dormitorio de Alejandra. Se sentaron uno al lado del otro sobre la cama, entre la multitud de peluches que tapizaban el mueble.

–Te deberías poner de rodillas. Queda más romántico –Alejandra sonreía por sus propias ocurrencias.

–No me hagas coñas. Quería hablar en serio contigo –la expresión de Teo se tornó seria—. Verás, quería que supieras… que puedes… contar conmigo… que los dos meses que quedan hasta terminar el instituto, si me necesitas para cualquier cosa, estaré a tu lado, bueno… luego en la universidad también… claro… si tú quieres…

–Joder –fueron las únicas palabras que surgieron de los apretados labios de Alex mientras sujetaba cariñosamente la mano de su amigo.

-La locuaz Alex se ha quedado sin palabras. Soy un fenómeno –el joven sonreía de puros nervios mientras Alex miraba fijamente cómo sus huesudas manos asían con delicadeza una de las manos de Mateo.

–Joder, tío –Alex se esforzaba por no romper a llorar de lo emocionada que se encontraba.

Los dos jóvenes cabizbajos, rogaban porque fuera el otro el que diera el siguiente paso. Alex no se había considerado nunca una chica tímida, pero tenía muchísimo miedo de cagarla con el único amigo que de verdad le quedaba. Por su lado, Teo, había logrado con Alex mucho más de lo que jamás hubiera pensado. No quería joder aquello tan especial por un paso en falso.

Con deliberada lentitud, Alejandra se fue acercando al rostro sonrojado de Mateo en el que depositó un casto beso en la mejilla del chico.

–Gracias, Teo –susurró la muchacha al oído del chico. Seguidamente recostó su cabeza sobre la clavícula de su amigo—. Eres un encanto.

Mateo se encontraba petrificado. No sabía qué paso dar a continuación. Ese “eres un encanto”, había sonado como si se lo dijera a un niño de diez años, pero se lo había dicho con mucho cariño.

Con la mano que le quedaba libre, el joven se atrevió a rodear los hombros de Alejandra. La incipiente pelusilla del cráneo de la joven cosquilleaba en sus mejillas. Sintiendo el estómago encogido por el miedo, fue acercando sus labios a la cabeza de la muchacha, depositando un tierno beso.

Su corazón quedó detenido mientras esperaba la reacción de Alex. Medio segundo que se le hizo eterno, mientras aspiraba el aroma del perfume de la joven, hasta que sintió cómo la muchacha se arrebujaba más contra su pecho, emitiendo un tenue suspiro.

Los segundos transcurrieron con lentitud pasmosa. La posición resultaba cómoda para ambos y pareciera que ninguno estaba dispuesto a deshacer el abrazo. Finalmente, Alejandra se quitó las gafas oscuras y alzó la cabeza hasta situarla a la altura de la del chico, situando sus labios a escasos milímetros de los de este.

–Y yo que esperaba que te declararas, menudo Chacón –Teo podía notar el calor del aliento de su amiga susurrando aquellas palabras, mientras esta le miraba fijamente a los ojos.

El cosquilleo que el muchacho sentía en su bajo vientre, se había convertido en una carga eléctrica que amenazaba con electrocutarlo mientras ni siquiera era consciente de la ausencia de aire en sus pulmones. Y se lanzó. Cuando notó cierta presión de las manos de Alex sobre su mano, supo que el momento que tanto había esperado, por fin había llegado.

Con el pánico instalado en su estómago, Teo fue lentamente reduciendo la exigua distancia que había entre sus labios y el objeto de todos sus anhelos.

Ambos labios presionaron y aflojaron a modo de sutil piquito, sin que ninguno de los dos pareciera atreverse a más. Alejandra, que disponía de más experiencia, decidió atrapar entre sus dientes el labio inferior del muchacho. Succionó aquel gajo, como si quisiera extraerle el zumo de la pasión. Una vez lo tuvo bien asido entre sus labios, se atrevió a explorar con la punta de la lengua la tersura de aquella fina piel.

Las bocas se apretaron, mientras las lenguas realizaban un fugaz reconocimiento. Este tuvo que ser todo un éxito, puesto que ambas se enzarzaron en una húmeda danza.

Con la mano libre acarició la cara de Alejandra. Quería a aquella muchacha con todas sus fuerzas. Deslizó la mano de la mejilla de la chica hasta su nuca, en la cual realizó una ligera presión, queriendo unir más sus bocas, si aquello fuese posible. Acarició la delgada espalda sintiendo bajo las yemas de sus dedos todas y cada una de las vértebras.

Bruscamente, el beso finalizó con una sucesión rápida de besitos cortos en los labios.

–Que no podía respirar –Alex sonreía traviesamente, mientras inhalaba profundamente mirando fijamente a Mateo.

–es… esto… yo…. Tú…

–No hables –Alejandra había reanudado los breves piquitos en los labios de su chico— que calladito estás más mono.

La joven dio por finalizado el beso y se levantó de la cama dirigiéndose a la puerta, en la cual Bart Simpson alzaba un dedo mientras guiñaba un ojo al espectador.

–¡Mamaaa! –gritó Alejandra asomándose por la puerta de su dormitorio— que Teo se queda a cenar.

*—–*

El sol abrasador de medio día, castigaba implacable la enrojecida espalda de Mateo. El joven hacía esfuerzos por mantener bajo control su preocupación. Hacía más de 20 minutos que Alex se había marchado a pasear por la orilla del mar, y a pesar de que era consciente de que su novia necesitaba su propio espacio y que se molestaba si la sobreprotegía, no podía quitarse de la cabeza lo agotador que resultaría su primer día de playa.

Un húmedo frescor recorrió la espalda del muchacho. Un suave peso sobre el centro de su espalda y algo que erráticamente caminaba hacia su nuca. El salto fue de atleta olímpico comenzando a palmotear sobre su espalda intentando desembarazarse de aquello que le habían dejado caer sobre su dorso.

De pie, a un par de metros del saltarín muchacho, una espigada y enrojecida Alejandra se presionaba los abdominales, muerta de la risa.

–No tiene puñetera gracia –gritaba el muchacho mientras cada vez eran más los espectadores que le miraban sorprendidos.

–Ji, ji, ji, jiji, jijiji. No tendrá gracia para ti –la chica se reía abiertamente, intentando recuperar el cangrejo que había caído a la arena—. Pero si se ha asustado más el pobre bicho que tú.

Observando el hostil semblante de su novio, decidió salir corriendo en dirección al agua. Él corrió tras ella, más con la intención de jugar que de obtener venganza.

Mateo esperó a que su novia estuviera dentro del agua para abalanzarse sobre ella. Su peso dentro del agua no causaría el más mínimo daño. Alejandra insistía hasta el enfado, en que estaba perfectamente y que él no debía tener contemplaciones especiales con ella, pero a Teo le era imposible no ser delicado y cuidadoso con lo que más quería en el mundo.

–Ya eres mía –gritó el joven mientras hundía bajo el mar a la alta chica.

Alejandra, en vez de huir, se dejó atrapar uniendo su espalda al pecho del joven, el cual con la ayuda de la densidad del agua salada y del escaso peso de la chica, pudo alzarla en vilo mientras realizaba una nefasta imitación de un ogro de las cavernas.

–Grrr, ya eres mía ¡Ríndete malvada!

–¿Y si no me rindo, qué me vas a hacer? –preguntaba entre carcajadas la joven.

–Te torturaré a cosquillas… grrr –Teo agarró las muñecas de Alex con una sola mano y con la mano libre, torturó los costados de la chica provocando la hilaridad de esta.

Estuvieron jugando poco tiempo puesto que Alejandra comenzó a respirar sofocadamente y ambos, de manera tácita, decidieron retornar a las toallas.

–¿Me pones crema? –la media sonrisa de la chica invitaba a algo más que a poner protección solar asépticamente.

–¿Es que estás caliente? –en los tres últimos meses, Mateo había aprendido a seguir el juego de su chica y en ocasiones, incluso, a anticiparse a este.

–Estoy ardiendo –continuó la broma la muchacha—. El morenazo del bañador azul me tiene malita.

El chico volvió a atacar el flanco de Alex con sus eficaces cosquillas.

–¿Quién te tiene malita?

–El… ja, ja, ja chico… ji, ji, ji, del… ja, ja, ja, baña… ji, ji, ji dorrrr…. Tú, tú, tú… ja, ja, ja, tú, solo tú, pero paraaaaa…. –Como compensación a su derrota, Alex recibió un tierno mordisco en la oreja.

–Que no me entere yo…

–Huís, que se me pone celosón el enano –Alejandra disfrutaba de torturar a Teo con sus diferencias de altura—. Noo…. Lo retiro….

Alejandra puso cara de niña arrepentida tras la socarrona mirada de Teo, y se tumbó de cara a la toalla, emulando una sumisión que estaba lejos de sentir.

Teo, no pudo por más que mirar arrobadamente aquella huesuda espalda. El otrora amarillento de la piel, se había tornado paulatinamente en un pálido bastante natural. Al finalizar aquella primera jornada de playa, la piel tendría un bonito color rojizo.

Delicadamente, deslizó por los hombros los tirantes del bikini. El cosquilleo que sintió al rozar la cálida y tersa piel, le envalentonó para intentar desabrochar el sujetador del conjunto.

Ayudándose de las dos manos, abrió el cierre de la pieza haciendo que cada mitad reposara sobre la toalla, pudiendo observar por completo aquella preciosa espalda, libre de cualquier tejido.

El joven mantuvo el aliento durante unos segundos. Siempre que intentaba meterle mano por debajo de la camiseta, Alex se revolvía evitando las maniobras del muchacho. Respiró aliviado, cuando vio que no había ninguna reacción hostil.

Vertió una buena cantidad de crema sobre una de sus manos y la frotó contra la otra. Con delicadeza posó ambas manos sobre los marcados omoplatos de la chica. Las señales de la Hepatitis prácticamente eran inexistentes. Incluso, la joven lucía un bonito corte de pelo a lo chico; si bien, la estricta dieta carente de grasas, la mantenía en los huesos.

Mientras masajeaba la espalda con las palmas, delineaba con los pulgares el contorno de los omoplatos. Ascendió por su columna hasta posar sus delicadas manos sobre la nuca de la chica. Con lentas pasadas de sus palmas, amasó desde la base de la cabeza hasta ambos hombros.

El joven no pudo reprimir una sonrisa cuando escuchó ronronear a su gatita, pues la puñetera tenía tanto carácter como un felino y las uñas tanto o más afiladas como ellos.

Una idea rondaba la cabeza de Mateo desde que comenzara el improvisado masaje: ¿le dejaría acariciar el lateral de sus pechos si se acercaba peligrosamente a su costado?

Con la cautela instalada en su estómago, el muchacho posó sus dos manos en los riñones de la chica. Si bien no tenía unas manos demasiado grandes, le permitían abarcar por completo la reducida cintura y la zona lumbar.

Extendió la crema sobre la zona y ascendió abriendo ligeramente las manos hacia los costados. Intentando que resultara un movimiento casual, introdujo los dedos por los laterales de las costillas hasta rozar levemente la fina piel de los pechos de la chica.

Podía percibir perfectamente las profundas inspiraciones de la chica. Se mantuvo inmóvil, a la espera de alguna señal que no llegaba. Indeciso, volvió a descender hasta posar las manos en la zona lumbar de Alejandra. Repitió la maniobra de ascensión, si bien esta vez desplazó más las manos hacia los laterales de la joven en busca de sus pequeños pechos.

El calor que desprendía aquella fina piel, el olor a crema y mar y el sofoco que arraigaba en el corazón del muchacho, hablaron sin su consentimiento.

–Alejandra… te quiero.

Con las yemas de sus dedos, sintió la respuesta de su chica. El pecho de Alejandra se hinchó con una profunda inspiración y el consiguiente suspiro. La joven se acodó, alzando ligeramente el torso, lo suficiente para que las manos de su chico pudieran acariciar sus delicados senos.

Teo tenía ante sí la oportunidad que llevaba solicitando durante semanas. Podría tocar a placer aquella maravilla de la anatomía de la chica más preciosa de este mundo.

El joven se inclinó, depositando un casto beso sobre la espalda de Alejandra. Le apetecía abrazarla, besarla, comérsela de los pies a la cabeza.

–Pero mira que eres tontorrón. Te pongo las tetas a tiro y te dedicas a darme besitos de niño en la espalda.

–Me tienes tan acostumbrado a que ahí no se toca que casi ni me lo creo.

–Ains, pero mira que eres tonto –dijo la chica tras un profundo suspiro– ¿Qué me acabas de decir?

–¿Que nunca me dejas que te toque las tetas?

–No, bobo. Lo de antes, lo de que me quie…

–Sí, que te quiero –Mateo enrojeció visiblemente bajo la mirada de Alex.

–Vale, a ver si te explico la lección. Si nunca te dejo que me metas mano y tras decirme que me quieres, te pongo las tetas a huevo ¿qué crees que significa?

–Pu… pues… que… tú… también…

–Sí, melón, que yo también te quiero –Alejandra se incorporó sin importarle el espontáneo Top-less que ofreció a la concurrencia y besó cariñosamente a su chico, dándole un tierno y prolongado beso en los labios. Percibiendo que sus pechos estaban al aire, la joven se cruzó de brazos intentando cubrir su parcial desnudez.

–Yo también te quiero, tarugo.

–Hay que ver qué cosas más bonitas me dices –replicó el joven tras el segundo beso.

–Pues ahora te quedas sin premio –dijo Alejandra mientras movía ligeramente sus pechos cubiertos por sus brazos cruzados.

Mateo, con toda la sensualidad de que era capaz, agarró a Alejandra de la cintura y acercó su boca a la de la chica con el oscuro objetivo de ganarse su premio.

Alejandra estiró el cuello hacia atrás alejando sus labios de los de su novio, que ya se acercaban peligrosamente.

–No, no, no –canturreaba Alex tras mostrarle su larga y sonrosada lengua a Teo.

El joven se sabía ganador de aquella partida. Presionando ligeramente hacia delante, logró tumbar de espaldas a su novia sobre la toalla. Alejandra no tuvo más remedio que separar sus manos de sus propios senos para llevarlas al pecho de su novio.

–Um, bonita vista –Mateo agachaba la cabeza oteando el hueco entre su pecho y aquellas dos preciosidades que a punto estaban de rozarse con su propia piel.

–¿Cariño? –susurró Alex al oído de su chico.

–Ajam, dime.

–¿No llevas el teléfono en el bañador, verdad?

–Umm, creo que eso no es el móvil –Teo puso su mejor voz de seductor.

–Pues ale, al agua a enfriar eso, que nos debe de estar mirando toda la playa.

La repentina consciencia de que estaban en un lugar público abarrotado de gente, hizo que ambos muchachos se ruborizaran hasta las orejas. Mateo alargó la mano en busca del bikini de la joven. Esta relajó la presión que ejercía sobre el pectoral de su chico, lo cual aprovechó Teo para inclinar la cabeza y depositar un beso sobre uno de los pezones de la muchacha. Antes de que Alejandra reaccionara, el joven ya había cubierto los senos de la chica con la escueta prenda.

–¡Capullo! –amonestó Alex con fingida indignación.

Teo se sentó, llevándose las rodillas al pecho, con la intención de que su erección quedase disimulada, mientras Alex se ponía de pie abrochándose el sujetador.

–Venga, al agua –Alex esbozaba su acostumbrada media sonrisa de chica traviesa.

-SÍ claro. En mi estado.

–Bah, tampoco será para tanto. Seguro que ni se enteran de que tu pajarito está de guardia.

–¡Oye! Perdona, a mi anaconda no le llames pajarito.

–Mira, chavalín. Si de verdad tuvieras una anaconda, se la ibas a meter a quien yo te diga, así que más te vale que no sea más que un pajarito juguetón –Alex volvió a mostrar la lengua en toda su longitud y corrió hacia la orilla–. ¡venga, píllame ahora!

Teo aún tuvo que estar un buen rato concentrándose en bajar su excitación, más aún tras las veladas insinuaciones de su novia. El joven ardía de deseos de tener a aquel terremoto de muchacha entre sus brazos. Si hacer el amor era la mitad de especial de lo que la gente decía, con Alex sería como tocar el cielo.

*—–*

Alex abrió la puerta de su casa. Cerró tras de sí, consciente de que detrás, a escasos pasos, venía Mateo.

–Eh, que me das en las narices.

–Pues te estaría bien merecido ¡Capullo!

La joven se había cabreado, tras la negativa de Mateo a permanecer en la playa ni un minuto más allá de la hora y media que ambos habían pactado al principio del verano como tope de tiempo para permanecer al sol.

–así no me voy a poner morena en la vida.

–Pero si tienes un bronceado precioso –conciliador, Teo intentaba que su novia entrara en razón—. Cuando te duches y vaya saliendo el sol de debajo de la piel ya verás cómo has ganado color. Para ser tu cuarto día de playa, tienes un tono precioso.

–Pues espero que me darás cremita tras la ducha –el enojo había desaparecido, volviendo la actitud juguetona de Alejandra.

–No sé yo qué opinará tu madre.

–Pues se lo preguntamos –Alex tomó aire para gritar a pleno pulmón–, ¡Mamá! ¿Dejas a Mateo que me embadurne sensualmente todo el cuerpo de cremita?

–¡Alex! –Teo frustradamente intentaba que su novia callase, mientras esta reía a carcajadas.

–Que mi madre está en el curro, melón –la joven se acercó sensualmente al joven mordisqueando el labio inferior de este–. ¿me pondrás cremita?

Ante aquella pregunta, Teo solo acertó a asentir vigorosamente con la cabeza.

Media hora después, apareció Alejandra bajo el dintel de la puerta de su dormitorio. Teo, tumbado sobre la cama, jugaba con el móvil haciendo tiempo para que su novia se pudiera duchar.

–¡Estás… pre….cio…. sa…! –Teo boquiabierto miraba con ojos desorbitados el cuerpo desnudo de la chica.

–Esta cara me la guardo –dijo Alex tomando una fotografía del sorprendido rostro de Teo con el teléfono que le acababa de arrebatar—. Ja, ja, ja, la mandíbula te va a llegar al suelo.

Era la primera vez que Mateo veía totalmente desnuda a la muchacha. Durante el verano ella le había permitido vislumbrar fugazmente alguna parte de su cuerpo, pero ahora la podía ver sin prisas de arriba a abajo.

Su grácil cuerpo se apoyaba sobre el marco de la puerta, mostrándole aquella media sonrisa que le traía loco. Sus pálidos y pequeños pechos, eran contorneados por una piel broncínea, haciéndolos resaltar más aún. Continuó recorriendo el desnudo cuerpo con la mirada. Acarició con su vista aquel vientre plano, aquellas estrechas caderas, la rala mata de vello dorado que crecía entre sus muslos. Descendió observando sus largas y flacas piernas, sus estrechos tobillos para concluir con sus delicados pies.

–¿Qué, te gusta lo que ves? –Alejandra se sentía pletórica, simplemente con ver la cara de adoración y éxtasis de su novio. Si sentía ese nudo en la boca del estómago tan solo con darle aquel pequeño placer a su chico, cómo sería poder compartir algo más que besos con él— ¿Me pones crema?

Alejandra se acercó a la cama en la que estaba tumbado Teo. Este, al ver aproximarse a la joven, se levantó de un brinco cediendo su espacio a la espigada muchacha.

–¿Te traigo pañuelos de papel? A ver si se te cae la baba en mi espalda –Alex no podía dejar de ser como era ni en los momentos de mayor romanticismo.

–Ja, ja, qué graciosilla la niña –Teo se aplicó una generosa cantidad de crema sobre la mano y la extendió sobre la femenina espalda, masajeando con delicadeza–. ¿Te gusta así?

–Ajá –Alex se estiraba como un gatito, llevando sus brazos debajo de su cabeza.

El joven recorrió cada centímetro de la piel de la muchacha. Podía sentir a través de sus dedos el calor que desprendía aquel tapiz broncíneo, empapándose del olor, de la deseada piel, a playa, a ducha fresca, a crema, olor a Alejandra.

Deslizó sus manos desde el cuello de la joven, pasando por sus omoplatos, sus costillas, sus lumbares, hasta llegar al final de su espalda.

El comienzo de aquellas blancas y redondas nalgas prometía llevar a cotas inimaginables la erección que guardaba bajo su bañador.

Se agachó y depositó un casto beso en su glúteo izquierdo. Luego, viendo la aceptación tácita, repitió la maniobra con la nalga derecha. Abrió los labios y en su segunda sesión de besos pudo saborear la fresca piel que no había sido maltratada por el ardiente sol.

Extasiado, el joven se dejó caer sobre las largas piernas de la muchacha, apoyando su mejilla sobre el pálido glúteo que le hacía las veces de almohada. Inspiró profundamente, permaneciendo en la más absoluta quietud por unos segundos.

–¡Que te me duermes! –rió bromista la muchacha.

–Dónde mejor para dormir.

–¿No preferirías que te pusiera un poco de Aloe Vera? no quiero que mi niñito se me queme.

Mateo alzó la cara del trasero de Alex y posó los ojos en ella con una muda interrogación en la mirada. La joven le devolvió una sonrisa por toda respuesta.

Alex rodó sobre sí misma, dejando hueco suficiente para que Teo se pudiera tumbar a su lado. Al girar volvió a quedar de espaldas, mostrando sus blancos pechos y aquella sonrisa prometedora de emociones fuertes.

–¿Pero qué haces, tarugo? –La joven empujaba al recién tumbado muchacho fuera de la cama– ¿Pero cómo te tumbas junto a un pibón como yo con el bañador puesto?

El ruborizado muchacho se aceleró intentando deshacerse de su bañador y su camiseta. El sonrojo de sus mejillas arreció. Era la primera vez que se mostraba desnudo delante de una chica. Ella palmeó el espacio vacío a su lado. Él no tardó en tumbarse mientras intentaba ocultar la creciente excitación tras sus manos.

Alex se colocó de lado apoyando la cabeza sobre una mano. Miraba divertida la cara de apuro de su novio, mientras con su mano libre jugueteaba con los escasos vellos que salpicaban el masculino pecho.

–¿Tienes miedo, chiquitín? –la voz susurrante de la joven, era cálida y llena de afecto y ternura.

–Bueno… me gustaría hacerlo tan bien… darte tanto… que seguro que la cago.

–Ja, ja, ja, ja, pero serás tonto. Si tenemos toda la vida para practicar y mejorar. Lo de la primera vez es una tontería –la joven cubría la cara del muchacho de tiernos y amorosos besitos.

–¿Cómo fue tu primera vez? –preguntó Teo más por cambiar de tema que por obtener información.

–Ja, ja, pues una decepción, pero eso hoy no va a pasar, porque ¿sabes una cosa? te quiero –la mirada directa, franca, sincera, hizo que el estómago de Teo diera volteretas de alegría.

–Yo a ti más –el joven rodeó la cintura de la chica juntando ambos cuerpos en un cálido y sensual abrazo.

Los labios se buscaron y se encontraron. Se humedecieron cada uno con la saliva del otro, se degustaron con dulzura, con amor.

Alejandra se sentía relajada como no lo había estado en toda su vida. Estaba a punto de hacer el amor con su novio, pero no tenía la más mínima inquietud. Aquello era lo que deseaba. Abrazó las caderas de Teo con una de sus largas piernas, sintiendo en su vientre el calor y la dureza del sexo del joven, mientras sus ojos miraban divertidos las reacciones que su movimiento despertaba. No se podía estar mejor. Su corazón se estremecía por los cálidos besos, por aquella mirada dulce y sincera.

Teo deslizaba la palma de su mano, acariciando todo el femenino contorno. Las bocas se mordían con dentelladas de pasión, mientras las pelvis se frotaban anhelantes.

Amor y pasión, ternura y lujuria, cariño y excitación, iban y venían de la mano, recorriendo los lugares más recónditos del alma y los cuerpos de los muchachos.

Los labios se separaban en busca de piel aún por degustar. Alejandra paladeó en la salada piel del muchacho el más intenso sabor a mar, dibujando ardientes y lúbricos senderos.

La boca de Alejandra se afanó en trabajos con los que su novio no se había atrevido ni siquiera a soñar. Él sentía cómo su cuerpo reaccionaba de manera autónoma a las húmedas caricias.

Con aquellas deliciosas atenciones, la anatomía del joven decidió que había llegado el momento de expulsar todo el cálido amor que contenía en su interior.

Alejandra se deleitó con el ruborizado rostro de su tontorrón particular. Estaba encantador con aquella sonrisa bobalicona.

–¿Te ha gustado? —preguntó Alex con autosuficiencia y una pizca de timidez.

Por respuesta Teo, amplió su bobalicona sonrisa, dando a Alejandra la estampa más bonita que podía esperar. El joven, silenciosamente, dibujó las sílabas de un “Te amo” con sus enrojecidos labios.

–Yo a ti más –confesó Alex a la ingle del muchacho, sabiéndose incapaz de aguantar el reguero de lágrimas si lo miraba a los ojos.

*—–*

Recuerdo aquel verano como un comienzo, como el principio, no de una nueva vida, sino como el comienzo de mi vida. El mar bañando nuestros cuerpos, el sol dorando tu sedosa piel, las miradas cómplices, las sonrisas traviesas, pero, sobre todo, los abrazos, las caricias, los besos tiernos y al mismo tiempo apasionados.

Aquella tarde en casa de tu madre perdimos la virginidad sentimental. Pudimos decir y expresar lo que tanta vergüenza nos daba. ¡Me querías! fue música celestial para mis oídos cuando escuché de tus labios aquellas dos palabras.

Tres meses antes, me hubiera satisfecho con una mirada, con un saludo, con un reconocimiento y ahora, tenía tu amor. Un amor por el que me esforzaría cuanto fuera necesario.

Recuerdas cariño, qué cabezota te ponías:

–Cari, deberías perder esos cuatro kilitos que te sobran –me decías mimosa.

–Tienes que mirar a la gente a los ojos. Nadie vale más que tú –siempre subiéndome el ánimo, creyendo en mí.

¿Y sabes lo más gracioso? que aquellas pequeñas exigencias nunca las hiciste pensando en ti. Querías que creciera, que me sintiera satisfecho de mí mismo y lo lograste. Costó lo suyo, pero al final, tuviste razón. Resultó que dentro de mí había mucho más de lo que yo mismo creía.

Y llegó un gran día en mi vida, espero que en la tuya también, aunque tal vez ni lo recordarás. Estábamos en tercero de carrera. Tú estabas con las prácticas en el hospital, apenas te quedaban cuatro meses para ser toda una enfermera. Yo andaba liado con el puñetero proyecto de fin de carrera, aquel odioso Software de gestión de almacén era lo único que se interponía entre la Ingeniería y yo.

Habíamos terminado todos los exámenes de Enero y las cosas habían ido bastante bien. Me sorprendiste con aquella reserva de la casita rural.

–Cierra los ojos, melón –me dijiste con tu media sonrisa.

–Vale ¿y ahora qué? ¿Me vas a hacer un striptease? –te respondí.

Abrí los ojos y ante mí estaba aquella reserva de la casita de montaña. Una coqueta cabaña de dos dormitorios, comedor-cocina y lo más importante, una gran chimenea.

–Vas a ver la nieve, capullín –saltaste sobre mí y me besaste cálidamente—. Por fin vas a ver la nieve.

Pasamos esa semana previa, rebuscando ropa entre mis armarios. Teníamos que ir preparados para cualquier cosa. El gran día llegó y ambos nos montamos en el Renault Laguna que habías logrado que tu madre nos dejara. Tan solo dos noches, pero el maletero iba repleto como si nos fuéramos para dos meses.

Durante ese fin de semana me diste el regalo más valioso que un hombre pueda desear. Aquel día, nació un nuevo Mateo, sin inseguridades, sin vergüenzas.

Te preparé una cena romántica. Logré tenerlo todo listo en el tiempo que duró tu larga ducha. Pude convencerte de que lavases tu larga melena, aunque te quejaras de que se te ahumaría de nuevo con el hogar.

Cuando saliste del baño estabas preciosa. Con la belleza de la sencillez, de un rostro recién lavado, de un cabello húmedo y perfumado. Vestías un bonito Jersey de cuello alto con tus eternos vaqueros.

–¿Has preparado todo esto tú?

Te sonreí e hice una amplia reverencia, invitándote a la mesa. No fue gran cosa, pero estaba preparado todo con muchísimo cariño. Unas hamburguesas completas, con su Bacon, su huevo frito, etc. Una gran fuente de patatas fritas y como colofón, un bote de guacamole con sus nachos. Todo ello regado con un vino tinto, que si bien no era espectacular, ayudaría a que entrásemos en calor.

–Wow, has traído guacamole, cariño. Te has acordado, eres un amor –me pegaste un morreo que hizo que, instantáneamente, algo se despertase entre mis piernas.

El vino de la cena, el fuego de la chimenea, tus ojos brillantes reflejando las llamas del hogar y tu sonrisa satisfecha, crearon el mejor escenario que se pudiera desear.

Miraba embelesado cómo se movían tus labios al masticar la hamburguesa, cómo tu sonrisa se burlaba de mi ingenuidad de manera silenciosa, cómo brillaba tu largo pelo por los reflejos de las llamas.

–No me comes nada –fingiste indignación porque conocías el motivo de mi inapetencia.

–Con tu mera presencia me alimento –puse mi mejor imitación de voz de seductor.

Ver cómo salía el vino por tu nariz, hizo que yo también comenzara a reírme a carcajadas. Nos contagiamos las risas y terminamos con dolor abdominal de tanto jadear.

–Entonces… si con mi presencia te alimentas… no querrás tomar el postre… –ese tono insinuante no presagiaba nada bueno.

–¿Qué me ofreces de postre?

Por respuesta te levantaste de tu silla y te sentaste a horcajadas sobre mis rodillas. Sentí tu cálido aliento a milímetros de mi boca, tu pícara mirada clavándose en mí, tus brazos rodeando mi cuello.

–¿Quieres que yo sea tu postre? –pusiste tono de mujer fatal como si la que me iba a devorar fueras tú.

Haciendo acopio de fuerza física, logré alzarte en vilo, sin parecer demasiado ridículo, tambaleándome.

–Menos mal que estás en los huesos.

Mis manos se aferraban firmemente a tu trasero, tus brazos rodeaban mi cuello con determinación, tu boca se pegó a la mía, sellando el momento con un beso de pasión.

El camino hasta la alfombra que se extendía delante del hogar, fue un suplicio. Cuatro pasos, solo cuatro, pero que se hicieron interminables. A cada momento tenía la sensación de que caeríamos rodando por el suelo y aquella demostración de seducción romántica, acabaría como la actuación de los payasos.

No sé qué cambió aquella noche, si el tener todo un fin de semana para los dos, si el fuego de la chimenea, si la confianza que ya teníamos tras tres años, pero el caso es que todo fue diferente.

Logré tumbarte de espaldas sobre la alfombra sin que nos rompiéramos la crisma. No quedó todo lo romántico que me hubiera gustado, pero tus tenues risitas, compensaron con creces la falta de delicadeza.

Te tenía a mi merced, a mi entera disposición. Esa noche serías mía por completo. Se había terminado la reciprocidad, el dar y recibir. Esa noche quería demostrarte todo lo que significabas para mí.

El fuego del hogar, a un metro escaso de nuestros cuerpos, coloreaba con cálidos matices, la mitad de tu rostro. Recorrí tu frente, con ligeros besos sin dejar ni un milímetro de fina piel por saborear. Posé mis labios sobre tus laxos párpados, peiné tus pestañas con mi lengua. Tus cerrados labios se abrieron anhelantes al roce de mi boca. Tus dientes dentellearon al aire en ausencia de su presa. Tracé caminos de cálida humedad por tu rostro, por tu mandíbula, por tu mentón.

Debía alcanzar mi meta, aquel punto débil que me abriría tus puertas de par en par. Logré quitarte el grueso jersey para acceder sin restricciones a tu largo y fino cuello. Besé, chupé, mordí y saboreé cada colina y cada valle de tu preciosa piel.

Por primera vez mis labios se movían sin premura, con la lentitud de un caracol, reptando por tu piel, retornando una y otra vez a aquellas zonas donde demostrabas mayor sensibilidad.

Retiré tu camiseta interior con la alegría de ver, que debajo de ella, tan solo me esperaba tu piel. Tus perfectos pechos, me aguardaban, sin más trabas, sin impedimentos.

Besé tus clavículas, tus angulosos hombros, tu esternón. Bajé con mi lengua y mis besos por el amplio valle de tus senos. Acaricié con mis mejillas la tersura y calidez de ambos montes. No se me ocurría mejor lugar para reposar mi cabeza que al contacto de aquellos cálidos senos.

Ascendí por la ladera de la colina, lentamente, pausadamente, haciendo que anhelaras cada segundo hasta llegar a la cima. El olor a jabón de ducha, la calidez del fuego en tu piel, la tersura, invitaba a prolongar el ascenso hasta la cúspide.

Era la primera vez que me mostraba así de apasionado, pero es que me volviste loco. Tus jadeos y gemidos me incitaban a proseguir con aquel delirio de pasión desatada.

Tu cuerpo y mis manos parecían haber estado creado el uno para el otro, encajaban a la perfección. Nada faltaba, nada sobraba. Amasé, pellizqué, acaricié, pero nada me saciaba. Necesitaba darte más, tocarte más, transmitirte cuánto te deseaba. Mi cuerpo pedía más de ti, de aquella piel, de aquel olor, de aquel sabor. Quería gritar de frustración por no tener más manos para tocarte, más bocas para saborearte, más oídos para escucharte gemir.

Tras desvestirte por completo, me senté sobre mis talones, satisfecho como el que termina una escultura, un cuadro. Tan solo te había desnudado pero te admiraba como si te hubiera creado yo. Tus larguísimas piernas, flacas para muchos, pero estilizadas y delicadas para mí. Tus exiguas caderas, entre las que se ocultaba el más precioso tesoro. Tus delineadas costillas, tus pechos ideales para mis manos. Pero sobre todo, tu rostro, aquel rostro arrebolado por la excitación, por el deseo. Aquellos ojos cerrados, ciegos ante mi siguiente actuación, aquellos labios entreabiertos y aquellas mejillas ruborizadas.

Tomé tus pies entre mis manos. Aquellos trozos de hielo, que me sobresaltaron con su simple contacto. Los llevé bajo mi jersey y mi camiseta, posando las plantas sobre la cálida piel de mi tripa. Joder con la ternura. Muy bonito gesto por mi parte, pero casi me da algo al contacto con aquellos témpanos. Abriste los ojos y me miraste pícaramente, jugueteando con los dedos de tus pies sobre mi vientre haciéndome cosquillas.

Descendí hundiendo mi rostro en tu femineidad. Con más pasión que técnica, con más ímpetu que delicadeza, con más actitud que aptitud, comencé a besar todo cuanto se ponía al alcance de mi ansiosa boca.

Cada gemido que alcanzaba a escuchar era fuego para mi inflamado corazón. Cada estremecimiento de tus caderas, pedía a gritos que introdujera más mi cara entre tus muslos.

Tus caderas comenzaron a moverse compulsivamente, con una danza desacompasada. Tus muslos se cerraron como una fuerte tenaza sobre mi cabeza, frotándose enérgicamente contra mis maltratadas orejas.

Había sido espectacular. La tranquilidad de no tener a tu madre a punto de llegar a tu casa, de que mis padres y mi hermana nos sorprendieran en la mía, la calidez de la alfombra y el fuego de la chimenea. Era la vez que más estaba disfrutando de ti, sin duda alguna. Y lo mejor es que el ritmo lo marcaba yo. Por primera vez tú eras quien recibía sin ansiedad por corresponder.

Mi cuerpo cubrió el tuyo. Tus largas piernas se anclaron a mis caderas, fusionándonos en un abrazo primitivo. Tus talones golpeaban mis glúteos, solicitando acciones inmediatas. Tus brazos enlazaban mi cuello, estrechando la frontera de nuestras bocas.

Lo intenté una primera vez, una segunda vez y a la tercera sentí cómo se completaba la fusión entre nuestros sexos. No podría existir lazo más fuerte que el que unía nuestros cuerpos en ese instante.

–Mierda, el condón –un instante de lucidez me recordó que no me había puesto goma.

–¿Qué condón? Déjate de condones y hazme el amor.

–Pero Alex, ¿estás loca?

–Loca por ti, enanito. Ya no te vas a tener que poner condón.

–Pero… si no puedes tomar… anticonceptivos…

–Melón, hay más métodos que los orales y además no me afectan lo más mínimo al hígado y ahora, muévete.

Apoyándome sobre codos y rodillas, comencé una lenta y cadenciosa danza con mis caderas.

Mientras besaba tus orejas, tus labios, tu cuello, mi virilidad martilleaba rítmicamente en tu interior. Cada roce, cada palpitación, me llevaba al paraíso y viendo cómo apretaban tus muslos, imagino que a ti también te estaba gustando.

Sobre la alfombra nuestros cuerpos ardían. Comenzábamos a sudar de pasión. Podía sentir cada milímetro de tus muslos, de tus pantorrillas, de tus talones, pegándose a mi propia piel en un increíble abrazo.

Tu boca se aferró con violencia a la mía, tus brazos atenazaron mi cuello y todo tu cuerpo se crispó presa de la tensión. Un gemido gutural emergió de lo más profundo de tu Garganta, para ir a morir en mi propia boca.

Pude sentir en cada fibra de mi cuerpo, cómo tu orgasmo se abría paso en tu interior, cómo se aplastaban tus delicados pechos contra mi torso, cómo tu pelvis se fundía contra mí, cómo tu cuerpo convulsionaba presa de espasmos incontrolables.

No es que hubiera aguantado mucho más, pero sentir aquella explosión entre mis brazos, ver aquella mirada perdida, detonó en el mejor orgasmo que había tenido en mi vida. Cada explosión de mi virilidad, me sacudía de pies a cabeza.

Aún dentro de ti, giré lentamente para no aplastarte. En un par de movimientos poco románticos, logré tenerte tumbada sobre mi pecho.

Derrengada sobre mi hombro, respirabas entrecortadamente. Las yemas de tus dedos recorrían mi rostro, delineaban mi nariz, acariciaban mis mejillas.

–Ha… ha sido… una pasada….

Esas palabras eran música celestial para mis oídos. Con movimientos lentos y suaves, acariciaba tu espalda desde tu culo hasta tu nuca.

No hiciste el más mínimo movimiento para sacarte mi miembro y yo, voluntariamente, no me iba a salir de tu interior por menguada que estuviera la cosa.

Estuvimos así, minutos, tal vez horas o días. Aquel peso sobre mi pecho me resultaba maravilloso, el tacto de tu transpirada piel, el olor de tu pelo, tu aliento en mi cuello.

No sé cuándo ni cómo, tus caderas comenzaron a realizar movimientos circulares. Alertado por el súbito cambio de actitud, me percaté de que tenía de nuevo mi entrepierna dura como una piedra. Por lo visto tu sensible intimidad lo había percibido antes incluso que yo.

Estuvimos un rato así: yo prácticamente inmóvil, tú rotando lentamente tus caderas. El cansancio, el calor del hogar, tus lentos movimientos, me sumieron en una especie de trance onírico. Estaba como flotando en un sueño que no quería que acabara nunca. Era otro tipo de sexo, pero tan placentero o más como el salvaje. No habían movimientos impulsivos, ni golpeo de caderas unas contra otras, ni jadeos, ni ansiedades, pero era precioso.

De repente te quedaste muy quieta, tensando ligeramente tu cuerpo. Exhalaste un tenue suspiro y permaneciste inmóvil durante unos segundos. No sé si fue el tercer orgasmo de la noche, la cantidad no era lo importante. Lo principal siempre fue que disfrutásemos, aunque en lo más profundo de mi ego, sí era relevante provocarte todos los orgasmos que pudiera.

Disfrutamos de nuestros cuerpos durante lo que parecieron segundos y en realidad fueron horas. Recuerdo perfectamente cada instante, cada palabra, cada gemido y cada orgasmo.

Aquella noche no fue la primera que hicimos el amor, no fue la primera que saboreaba tu femineidad, pero todo pareció novedoso. Algo flotaba en el ambiente que lo hizo especial. Tal vez el tener una casita para los dos, el fuego de la chimenea, la ausencia de prisas, pero aquella noche fue inolvidable para mí. En aquellos momentos, con tu pecho sobre mi pecho, con tu cara en mi cuello, en ese momento, no me quedaron dudas. Por primera vez supe seguro que me querías tanto como yo a ti. La certeza me golpeó con contundencia: tú también me querías.

–¿Sabes una cosa? Te quiero muchísimo –Ante aquella declaración, no tardé en poner cara de tonto—. Ja, ja, ja, pero no pongas esa cara de empanao.

–Yo… a ti… más… –balbuceé agotado.

–¿Ah sí? Eso que te lo crees tú. Si me quisieras tanto como dices, me harías el amor otra vez –tu risa victoriosa me contagió. Ambos sabíamos que habías ganado—. Teo, Teo… si siempre gano yo. No sé ni por qué lo sigues intentando. Yo te quiero más y punto.

*—–*

Una figura alta, de amplia falda, se recortaba contra la luz en el vano de la puerta de la iglesia.

Mis manos comenzaron a sudar y mis piernas flaquearon. Tu visión a contraluz, aún sin poder ver tu cara, me tenía paralizado de terror.

Comenzó a sonar la marcha nupcial y un nudo se alojó en mi garganta. Tras ocho años de novios, estaba tan nervioso como el primer día que nos besamos en tu dormitorio.

Fuiste caminando, elegantemente erguida, con pasos cortos y estudiados del brazo de tu madre.

Cuando te envolvió la penumbra del templo, pude por fin ver tu rostro. Elegantemente maquillada, me sonreías de medio lado con aquella mueca pícara que me enloquecía.

–Hola memo. qué gafas más chulis que llevas –tu saludo al pararte a mi lado no pudo ser más de tu estilo.

–Estás… preciosa…

–Una que es mona… Hoy el capítulo 6, Teo va de boda –tú misma reíste tu ocurrencia, siempre sacando a colación la serie de dibujos animados de Teo.

Nos cogimos de las manos a aguantar aquel tostón de ceremonia. Si no hubiese sido por nuestros padres… La homilía se estaba haciendo interminable. Tu mano se acercó agarrada por la mía hasta situarse encima de mi entrepierna. Te miré aterrorizado, pues de ti me podía esperar cualquier locura. Sin dejar de mirar al párroco, esbozaste esa sonrisa ladina presagio de tormenta en el horizonte. Tu dedo meñique, bien oculto tras nuestras manos, comenzó a acariciar mi entrepierna por encima de la tela del traje. Creo que en ese momento estaba blanco como el papel. Tu mueca traviesa se acentuó saboreando la victoria.

Todo terminó, y aquel señor mayor que no sabía de nosotros más que nuestros nombres, nos autorizó para besarnos.

Tomé tu rostro entre mis manos y te besé tiernamente. Deseaba poseerte allí mismo, pero no era cuestión de montar un espectáculo.

Fue un día divertido y acogedor. Tan solo nuestros familiares más directos, algunos compañeros de mi oficina y casi toda la planta de Oncología Infantil en la que trabajabas.

Estuvimos hablando con todos los invitados. El reducido número de estos invitaba a disfrutar, sin las tensiones y formalidades de una boda más masificada.

Realizamos el brindis nupcial, yo con Cava y tú por supuesto con tu perpetua copa de agua, que ese hígado tuyo teníamos que cuidarlo como oro en paño. Abrimos el baile nupcial y por mi torpeza casi lo terminamos. Me retiré a un lado, admirando lo bien que te movías. No paraste de danzar en toda la noche, te encantaba y alguno de tus compañeros lo hacía verdaderamente bien.

Yo, mientras, tomaba copas con los menos bailarines, con tu mejor amiga Lucía, oncóloga en el hospital, con Mirella, otra de las enfermeras. Una jovencita preciosa me insistió en que bailara con ella. Me estuvo contando que era payasa para los niños del hospital. Cuando terminé con Hada, que era como se llamaba la jovencita, me agarró mi suegra sin dejarme descansar. Insistí a pilar de que la acabaría pisando, que el ritmo no era lo mío, pero estaba feliz y contenta y no le importaba un pisotón más o menos. En ese momento ni ella ni yo sabíamos cuán cerca estábamos de atravesar momentos muy dolorosos.

*—–*

Transcurrió un maravilloso año hasta que las dificultades aparecieron, arrasando con nuestras vidas. Tu insuficiencia hepática se acentuó rápidamente. El malsano amarillento de tu rostro acentuaba tus afilados rasgos. Perdiste 10 kilos en aquel fatídico año.

Un año, tan solo un año había transcurrido desde el inicio de aquella tortura. La gravilla del cementerio crujía bajo mis pies, tu rostro pálido, levemente maquillado, se mostraba sereno, tras un año de sufrimiento. Alargué mi mano para asir la tuya. Estaba helada. La fría mañana de invierno no ayudaba a templar ni los cuerpos ni las emociones.

Te miré con toda la ternura y calidez que fui capaz de transmitir. Tus ojeras, apenas disimuladas por el maquillaje, evidenciaban los meses de calvario que habías atravesado.

Debido a tu trabajo, no eran infrecuentes las visitas al cementerio para acudir al entierro de algún pequeño niño con el que habías tenido una afinidad especial. Pero aquel día tenía un nudo en la garganta que no me dejaba respirar convenientemente.

Alargué la mano para acariciar tu mejilla. Giraste lentamente tu rostro hasta apoyar por completo tu cara en mi mano. Una solitaria lágrima recorrió tu faz hasta temblar en tu barbilla.

Te habías mostrado firme durante todo aquel año, en el que el cáncer de páncreas golpeó nuestras vidas. Tu propia salud corrió peligro, por tu tristeza, por tu falta de cuidados, por tu insistencia en no separarte ni un momento del lado de tu madre. Fue triste aquella mañana de invierno en la que nos despedimos de Pilar por última vez. Cumpliría lo mejor que pudiera su encargo, te cuidaría lo mejor que supiera.

Otros seis meses fueron necesarios para que volvieras a mejorar paulatinamente. La medicación, la dieta saludable y aquel viaje al Caribe, terminaron por devolverle el color a tu piel y la energía a tu cuerpo.

Tuvo que ser allí en el Caribe, donde se produjo la mayor de nuestras alegrías. Al mes de regresar de Santo Domingo, volví una tarde del trabajo. Tú debías estar durmiendo pues habías tenido turno de noche. En vez de dormir, te encontré con tu mejor vestido, con una mesa elegantemente arreglada y mi plato preferido en una gran fuente.

–No es mi cumpleaños, ¿no? –pregunté desconcertado.

–Nop, celebramos otra cosa.

–¿Y qué celebramos?

–Pues mira. Como eres un capullín, tontorrón, te lo voy a explicar despacito para que lo entiendas. Mira, cuando una abejita se posa en una flor…

–¿No? ¿De verdad? ¡Dime que no es una broma! –mi cara de bobo debía ser increíble puesto que no pudiste reprimir tu carcajada.

–Vaya careto que se te ha quedado.

Nos abrazamos alborozados, riendo tontamente como dos críos con juguetes nuevos. A ratos reíamos, a ratos llorábamos. Era tanta la alegría que nos desbordaba. Aún recuerdo aquel día como si fuera hoy, el día en que todo cambió en nuestras vidas.

*—–*

–¡Que llaman a la puerta! –gritaste desde el dormitorio.

–Que no ha llamado nadie -te dije desde el salón.

–¡Que sii, que llaman a la puerta!

Mosqueado, me levanté del sofá y me acerqué hasta el dormitorio. La imagen que vi, me aterró tanto como me emocionó. En el centro de la habitación estabas tú con el camisón de verano remangado hasta los gordezuelos pechos. Tu prominente vientre aparecía terso, precioso.

–Que sí, que llaman a la puerta –susurraste mientras bajabas la vista a tu entrepierna. Seguí tu vista y vi el gran charco que había en el suelo.

Me puse a temblar como un flan. No sabía hacer nada de lo que tantas veces habíamos planeado. Tuviste que ser tú, más calmada, quien me fuera indicando los pasos a seguir mientras me sonreías y me dedicabas una mirada condescendiente.

Cinco horas después y ocho vasitos de plástico de café, llegó la esperada noticia.

–Mateo, todo ha salido bien –Lucía había querido estar en el parto, a mí no me habían dejado por tratarse de una cesárea—. Alejandra está derrengada. Ha sido muy duro dado el estado de su hígado, pero ambas se encuentran bien.

–¿Ambas? ¿Es una nena? ¿Puedo verlas? ¿Cómo es?

–Calma, calma. Todo a su tiempo. El ginecólogo ha mandado a Alex a reanimación. Hay que vigilar los niveles hepáticos. Con su insuficiencia, ninguna precaución es poca. Tú sígueme que te voy a colar en neonatos para que puedas ver a tu chiquitina.

Seguí a Lucía por aquellos pasillos con las lágrimas a punto de derramarse de mis inflamados ojos. Me vistieron con una bata verde y un gorrito de papel para el pelo. Lucía habló con una enfermera y ambas zigzaguearon entre varias decenas de cunas de metraquilato.

-Te presento a tu hija, Mateo.

Las palabras no surgían de mi garganta. Un nudo de emociones impedía que ningún sonido saliera de mi interior.

–Es… es… es preciosa… –rocé con la punta de mi dedo su pequeña manita y aquel increíble ser se revolvió entre sueños.

–Al ser cesárea tienen que controlar que no le haya afectado la anestesia. En un par de horitas te la subirán a la habitación y podrás tomarla en brazos –me dijo una sonriente Lucía.

Dos horas después, corría por los pasillos del hospital en dirección a Cuidados Intensivos, donde te habían trasladado. Hacía minutos que Lucía me había comunicado, con lágrimas en los ojos, que habías entrado en una aguda crisis hepática. Me volvieron a vestir con la bata verde y el gorro de papel.

Te observé dormir. Tu cabello, empapado de sudor, se pegaba a tu cráneo resaltando las angulosas formas de tu contraída cara. Abriste unos vidriosos ojos y me miraste con intensidad tras la máscara respiratoria.

–Ey, memo ¿Qué pasa? –Tu tono pretendía ser desenfadado—. Me han dicho que tienes una niña preciosa.

–Tenemos, una niña preciosa.

–¿Está bien? Quiero verla.

–Ahora la entraré. Está fuera con mi madre.

No pudiste contener las lágrimas cuando deposité a la pequeña Pili en tu pecho. Gruesas y cálidas lágrimas se derramaron por tu pálida piel, las cuales fui recogiendo con el dorso de mi mano.

–¡Escúchame bien, capullo! ¡Voy a luchar! ¡Con todas mis fuerzas y al final Venceré! ¡Nada ni nadie me va a separar de mis niños! –recuerdas cómo te aferrabas a mi bata verde, con qué violencia salieron esas palabras de tu boca—. Nada, nada, podrá separarnos.

Mi madre se instaló en nuestra casa para ayudarme a cuidar a Pili. Toda tu planta se pasaba por Cuidados Intensivos a saludarte, a pesar de no estar permitido, pero con las enfermeras y los médicos se hacía la vista gorda. También logramos permiso para poderte ver Pili y yo un ratito todos los días.

-¿Te han dado la noticia? –me preguntaste con voz cansada una fría mañana.

–Ya verás como todo va a salir fenomenal.

–Un puto hígado, necesito un hígado rapidito y me marcho a casa con vosotros –recuerdo tus apretados dientes, intentando controlar las lágrimas que amenazaban con brotar—. Todo saldrá de maravilla. Venga ese hígado que me piro con mis niños.

Pero el hígado no llegaba. Las semanas se hacían eternas. Me esforzaba en controlar mi angustia para no trasmitirte ni a ti ni a la niña toda la desesperación que me embargaba.

–Hola cariño –me dijiste una tarde de primavera con tono alegre.

–Ey, preciosa. Te veo muy animada.

–Teo, me ha llegado la hora. Ese hígado jamás llegará a tiempo.

–No digas tonterías mi amor. Claro que llegará a tiempo.

–Mira, capullo. He acompañado a muchos niños en sus últimas horas. Sé de qué va esto. Me encuentro bien, extrañamente bien. Mi cuerpo comienza a producir adrenalina como un loco, intentando un desesperado esfuerzo. Dentro de poco, un gélido sudor me bañará por completo y poco después, me marcharé. No, cariño, no me interrumpas. No sé cuánto queda pero tengo muchas cosas que decirte.

Tus mandíbulas se apretaron con fuerza, conteniendo el aire en tu interior. Tus ojos adquirieron un brillo fulgurante, vidrioso y comenzaste a sudar. Me asusté de ver la profusión con la que sudabas. En segundos, tu pelo, tu rostro y tu pijama, se encontraban empapados.

–Ya se acerca, mi amor, ya se acerca. Tengo miedo, mucho miedo.

–Ey, tranquila. Estaré aquí contigo, siempre estaré contigo, te lo prometí ese día en clase y lo cumpliré –nuestros dedos se entrelazaron con fuerza. Solicité a una enfermera amiga tuya, que saliera a traer a la niña.

–Solo dos cosas memo mío. Prométeme… prométeme que no serás capullo…

–Te lo prometo… ¿y la otra cosa?

–Bésame, por favor, bésame y abrázame fuerte…

Recuerdas con qué pasión te besé, Sin la más mínima ternura. Nos abrazamos con desesperación. Tus labios apretaban los míos con ansiedad. Muy lentamente, tu beso se fue haciendo más delicado, más tenue hasta que apenas hubo movimiento en tu boca.

Me retiré lo suficiente para admirarte, para deleitarme con ese rostro relajado como si durmiera un dulce sueño. El amarillo de aquellas mejillas, aquella bilirrubina que nos unió y que ahora te alejaba de mí.

Quedamente, la enfermera sollozaba con la niña en brazos. Me acerqué a ella y tomando a nuestra hija, volví a la cama en la que yacías.

Sujeté la mano de la pequeña Pili entre la tuya y la mía. Te conté en silencio cuánto te había amado, qué dichoso me habías hecho durante todos estos años. ¿Debía maldecir a alguien por aquello? ¿Debía llorar y renegar de esta puta vida? Te habías ido mi amor, todo lo que más quería en mi vida, se acababa de marchar para siempre. “Para siempre”. Esas palabras se clavaron en mi consciencia como puñales.

Debía ser fuerte. Me habías dado tanto que no debía mostrar tristeza por perderte, sino alegría por haberte disfrutado, por haber compartido contigo estos años tan maravillosos. Pero una cosa es lo que debía hacer y otra lo que necesitaba mi corazón.

Rompí a sollozar como un niño desamparado. No quería llorar, no te merecías esa tristeza pero no pude controlarlo. Algo se rompió en mi interior. Entre las lágrimas, vi cómo alguien retiraba a Pili de mis brazos. Me incliné sobre ti y volví a besar aquellos labios que me encantaban, aquella boca en la que permanecía esa mueca de muchacha traviesa.

No sé cuánto tiempo pasó. De repente me di cuenta de que no te abrazaba a ti sino a Lucía, y la aferré con todas mis fuerzas.

–¿por qué? ¿Por qué? –Ambos Llorábamos en un fuerte abrazo de desesperación, de profunda tristeza.

*—–*

Una jovencita de unos diez años correteaba sobre la orilla del mar persiguiendo a un pequeño perro negro.

Diez años de tu partida, diez años de recuerdos, de oler tu fragancia cada mañana cuando me despierto. Diez años de ver tu sonrisa cada vez que miro a nuestra hija. Diez años en los que no he podido ni querido olvidarte, porque todo lo que viví junto a ti, no lo podría vivir ni en un millón de años.

Y créeme cariño, que te he intentado hacer caso y cumplir tu último deseo. He intentado no ser capullo, he quedado con chicas, he intentado conocer a otras mujeres, pero ya tengo todas las mujeres que necesito. Tengo a Pili y tengo los recuerdos más bonitos que nadie pueda desear. Perdóname, de verdad, por no haber cumplido tu último deseo.

Los albañiles

$
0
0

¡Hola!

Mi nombre es Juan José, JJ para los amigos. Aunque nací hace cuarenta y dos años en un pueblo de Badajoz (de cuyo nombre ni quiero acordarme) ; hago mi vida desde hace casi veinte años en Sevilla. Vine en principio por una temporada, pero la ciudad me sedujo con sus encantos y aquí me tienen… Que ya hasta suelto hasta algún que otro “miarma” como cualquier sevillano que se precie.

Actualmente tengo novio… ¿ novio? Ah , que no lo he dicho, mis preferencias sexuales son las que vulgarmente se llaman las de un maricón… Siiii, ya sé que esta palabra no es muy políticamente correcta… ¡Pero es que yo no lo soy!. Sé que hay palabras más adecuadas para designar a las personas que les gusta una polla en vez de un coño, pero a mi la palabra maricón, me suena fuerte y solemne.

Como podéis haber supuesto estoy fuera del armario, bueno creo que nunca he entrado en ese sitio. Pero si pensáis que soy la clásica “loca” que va haciendo alarde de su condición a todas horas; erráis. Yo le doy la misma importancia a mis apetencias sexuales, que a mis gustos gastronómicos; si a alguién que conozco de entrada no le digo que me gustan los spaguettis con nata, no tengo porque decirle, si a la hora del sexo, me gustan los caracoles o las almejas …. Lo que yo siempre digo; ¡quien quiera saber que compre un libro!

Bueno, a lo que iba contando, que me pierdo. Aunque actualmente tengo novio… Uno muy guapo y que me quiere mucho, mi existencia sexual ha estado llena de muchas experiencias, unas muy bonitas y otras no tanto ( algunas rozaron lo horrible), pero es lo que tiene esta cosa que se llama vida… ¡Hay que exprimirla todos los días!, porque lo peor es que si no la aprovechas después no te devuelven el dinero.

Yo pienso que me gustan los hombres desde siempre. Era todavía muy pequeñito y ya andaba curioseando en los pitos de los muñecos, pero a estos les pasaba como a los angelitos: nasti de plasti.

A mi parecer existe una errónea creencia que considera a los niños pequeños, unos seres asexuados y según yo lo veo, nada más lejos de la realidad. Y con esto, no quiero decir que esté de acuerdo con esos depravados que para llegar a tener un orgasmo necesitan un ser inocente, ¡no!, lo que quiero decir es que los niños tienen su propia sexualidad , la cual viven a su manera, y que los mayores no debemos inmiscuirnos en ella; aunque creamos que ellos son consentidores de nuestros favores.

Hasta donde mi memoria alcanza, siempre he tenido una fijación con el sexo; concretamente con el que cuelga, que el otro siempre me la ha traído floja. Mi curiosidad era a veces obsesiva, y a la vez que iba creciendo , ésta obsesión se hacía mayor.

Mi primer descubrimiento de lo que podía ser el placer, me llego a los 8 años. En aquel entonces yo era un niño regordete e introvertido, tenía pocos amigos y me pasaba las horas muertas jugando a solas. Pero el que fuera tímido, no quería decir que yo fuera un chico poco travieso…¡ Era un trasto y de mucho cuidado !

Había una obra en el solar colindante con mi casa, y raro era el día que no me saltaba la tapia de mi patio y me colaba entre los pilares y materiales de construcción. ¿ Qué buscaba allí? Enredar, que a mí eso me ha gustado siempre un montón. Eso si, era tan astuto que nunca los albañiles que allí trabajaban fueron conocedores de mi presencia. Bueeeno….Tengo que decir,en favor de los pobres trabajadores, que yo me colaba cuando suponía que no había nadie.

Aquel día como tantos otros, yo creyendo la obra vacía como de costumbre, me di mi rondita de rutina por ella. Pero, tanto va al cántaro a la fuente hasta que se rompe, y aquel día había dos albañiles dentro todavía. Me escondí como pude, tras de un montón de ladrillos, cuyos orificios me permitían observar los movimientos de los dos trabajadores. Éstos lejos de marcharse pronto, parecían que tenían para rato, pues acompañaban a su animada charla con unas cervezas.

Desde mi tamaño, yo veía a los dos hombres como dos gigantes, dos inmensas moles de musculo y pelo; eso sí uno era más corpulento que el otro. Por lo que recuerdo, uno de ellos aparentaba tener unos cuarenta y largos años, el otro veintipocos. El cuarentón era un tio enorme, le sacaba al otro por lo menos una cabeza, con unas anchas espaldas y un pecho peludo como un osito. El más joven era también un tío regordete, pero con el vientre más plano que su compañero. Eso si, con el uniforme de trabajo, ambos lucían un culo, que ya a mi corta edad se me antojaba atractivo.

La charla de los dos hombres parecía no acabar , ¡para mi suplicio! ( pues no quería que me pillaran y me echaran la bronca en casa ). Y venga charlar, y venga charlar…. y yo sin poder moverme, creo que se me quedo dormida hasta la pierna.

En un momento determinado el mayor se levanta, “ ¡Por fin se van a ir !” pensé; pero que va, deja allí sólo al otro un momento y vuelve con algo en la mano. El tío trae una revista guarra,sabía que lo era por que mi hermano siempre tenía una debajo del colchón. Los albañiles se callaron por un momento y empezaron a pasar las páginas de la publicación, parándose de vez en cuando para decir palabrotas ( Si mi madre estuviera aquí, seguro que les reñía- me dije para mis adentros) Lo que no entendía es porque se tocaban la parte del pantalón donde tenían su pilila , y cada vez más, como si les picara. No sé que paso o dijeron, pero el cuarentón se desabrocho el pantalón, y saco de dentro de los slips su cosa . ¡Y que cosa! Yo por aquel entonces no tenía mucho con lo que comparar, pues los únicos pitos que había visto eran: el de mi hermano de trece años, el de algunos niños de mi edad en la piscina y el mio. Así que me parecio enorme, y por lo que se me viene a la memoria lo debía ser , porque su manaza no conseguía abarcarla por completo. Aquella gigantesca pilila , me llamo la atención en demasía, no por su tamaño (que también) sino por su gran cabeza rojiza y por la cantidad de pelos que adornaban sus huevos. Al poco, el joven hizo lo mismo, se saco el pito y comenzó a moverlo de arriba a abajo como si le picara; todo ello sin dejar de mirar la revista que tenían ante sí.

No sé que paso, que el más alto, en un momento determinado, empezó a rascarle el pito al otro; debía de ser parecido a cuando mi madre me rascaba la espalda, porque el jovencito suspiraba aliviado. A éste le tuvo que gustar mucho, porque en agradecimiento, se puso a frotar con la mano la pilila de su compañero. .

Pero al cuarentón no debía hacerle mucha gracia, que se la rascara, porque le quito la mano, ¡eso si también dejo de hacerlo con la del joven…! Lo que no entendí, es porque hizo que el chaval se agachara y se pusiera de rodillas, me dio la sensación de que lo estaba castigando; y la pena consistía en meterse el pipi del hombre mayor en la boca…. Esto parecía que le gustaba muchísimo al gigante peludo, porque le decía cosas como” ¡Que bien lo haces!¡Yo sabía que te gustaba!” y cosas parecidas.

La boca del joven albañil debía ser muy grande, pues se había tragado toda la churra del hombre de golpe. De vez en cuando la sacaba y podía ver que ésta se había puesto más grande que antes y muy mojada. Pero el joven albañil sólo la dejaba un breve instante fuera, con lo que no me daba tiempo de contemplar aquel cacharro, todo lo bien que me hubiera gustado.

Como al hombre que estaba de píe le agradaba tanto lo que el muchacho le estaba haciendo, y al joven parecía no digustarle. Pensé que no debería ser un castigo, que debería ser un juego: Un juego de mayores.

Cuando parecía que habían terminado la partida, el mayor le pidió al joven que se levantara; le bajo los pantalones hasta la rodilla y le hizo apoyarse sobre un inconcluso tabique. Circunstancia que hizo que no me aclarará con lo que estaba pasando, porque al principio pensé que era un castigo pero como los dos se lo estaban pasando bien, no podía serlo: tenía que ser un juego Pero entonces, si estaban jugando ¿ Porque lo castigaba de cara a la pared? ¡Ufff, qué lío!

El gigante peludo se agacho tras el muchacho y empezó a mirarle el culo (No sé habrá limpiado bien -pensé- ¡ jolines, pues ya es mayorcito, para que no sepa hacerlo!) Una cosa que me llamo mucho la atención del trasero del joven fue: la cantidad de pelos que tenía. Unos vellos risados y negros que se me antojaba acariciar, al igual que lo hacía el cuarentón con sus enormes manos. A su castigado compañero parecía gustarle como le tocaba, pues suspiraba de forma placentera. Tras un rato de dale que te pego con sus manos en el trasero peludo, el hombre mayor aparto las cachas del culo de éste e hizo una cosa que me pareció asquerosa en principio: metió la lengua en el agujero. Después pensé que debería estar muy limpio, porque para eso, se había llevado un buen rato comprobando como estaba. Por lo que se ve, el que te metieran la lengua ahí, debía ser otro juego de mayores, porque el joven le pedía a gritos que siguiera, que no parara.

Me deleite en mirar como la descuidada barba del gigante se paseaba por el velludo agujero, su lengua parecía que chupaba una piruleta; ¡Que lengua más grande tenía el albañil! De un lenguetazo pasaba por entero por el hoyo del joven…De vez en cuando con sus manos apartaba los glúteos de su amigo, como si quisiera chupar la parte interior del culo. Cada vez que hacía esto el muchacho gritaba como si le hiciera daño, pero no debía dolerle mucho, porque le seguía diciendo que siguiera, que no parara. Mientras tanto, yo que no paraba de observar al hombre que estaba agachado, de arriba a abajo, de abajo a arriba; me percate que su churra se le había puesto todavía más grande y que temblaba como un flan, un flan tieso como un palo ¿Estaría igual de duro? Tengo que reconocer que se me antojaba acercarme a el, para comprobar como estaba de firme. Pero contuve mi capricho ( no vaya a ser que se enfadaran, y se lo dijeran a mis padres.)

A la vez que le chupaba el culo, el gigante se empezó a tocar el pito, de arriba a abajo, de abajo a arriba,como si le picara, de buenas a primeras se echo un escupitajo en él; ¡Debía molestarle mucho! Mi madre cuando me picaba una avispa me juntaba una especie de pomada y se me iba el escozor. Pues al hombre parecía que no se le pasaba el picazón, por que otra vez su mano para arriba, para abajo, para arriba… Es que no debía ser lo mismo la saliva que la pomada, pero como decía mi madre: el comer y el rascar…
El gigante dejo de meter la lengua por el agujero, llevaba tanto rato que ya se le debía haber pasado el sabor; a los chicles les pasa eso, al principio están muy ricos pero al rato ya no saben a nada.

Pero el muchacho no se enteraba de que su culo había perdido el gusto, pues seguía apoyado contra el muro, de cara a la pared; como esperando que el cuarentón le siguiera comiendo el agujero.

Lo que paso a continuación me dejo totalmente ensimismado, el hombre más mayor, se coloco a las espaldas del muchacho y empezó a pasarle la churra por la raja del culo. (Otro juego de mayores-pensé) Era muy bonito ver como la cabeza roja subía y bajaba por aquella especie de montaña de carne. Al joven albañil parecía que no le disgustaba el juego (Debería ir ganando-me dije)

Y cuando ya pensé que la forma de divertirse de los dos albañiles no me podía sorprender más, pasó algo que me dejo petrificado. El gigante comenzó a intentar meterle el pito, por el agujero del culo al muchacho… Con lo grande que era ¡Eso no entraba por ahí! ¡Era imposible! Los ojos se me pusieron como platos cuando vi lo que ví, el enorme pito empujo y empujo contra el hoyo peludo, tanto que en una de las veces termino por meterlo… El más joven me tenía desconcertado, lo mismo se quejaba de que le dolía, que le pedía por favor que se la metiera más adentro… ¡No se aclaraba para nada ! Yo creo que por eso su compañero de trabajo, en vez de dejarla dentro todo el tiempo, se la sacaba y se la metía… Al principio, el ritmo con el que lo hacía era muy lento, tanto que cuando estaba fuera yo veía la churra en su totalidad, después comenzó a hacerlo más deprisa y ya no me daba tiempo ver como entraba y salía.

Cambiaron de posición, el muchacho se subió a un andamio que habia por allí, se echo de espaldas sobre el y levantando las piernas incitó a su compañero diciéndole: ¡Veras como así entrá mejor! El gigantesco albañil se acoplo, se colocó las piernas sobre sus hombros y empezó a empujar su cuerpo contra él. La postura parecía más cómoda, pues el chico suspiraba más y mejor. Lo malo es que donde yo estaba, ya no podía ver entrar la pilila del cuarentón en el culito peludo, pero en cambio, si podía ver plenamente el enorme trasero del albañil mayor. Era delicioso, ver como aquella masa de carne redonda y velluda, se contraía en cada movimiento, cuando empujaba se vaciaba, cuando se echaba hacia atrás: se inflaba. Parecía un balón, al que estuviera inflando con una bimba. Observar ese culo contraerse e hincharse, me tenía muy emocionado… Tanto, que cada vez me entraban más ganas de tocar a ese hombre Pero… ¿ y si se enfadaba?

Seguí mirando como los dos albañiles jugaban, por como se quejaban y suspiraban ,me era imposible saber quien iba perdiendo y quien iba ganando. ¡Van empatados!- me dije completamente convencido.

Pasaron un rato así, a mi lejos de hacerceme pesado; cada vez me gustaba más, me encantaba como el peludo trasero se movía hacia delante y hacia atrás, como las piernas del muchacho se agarraban a su cuello en una especie de tijeras…. Y sobre todo, lo que me gustaba era las palabrotas que se decían;¡ como me hubiera gustado ser mayor en aquel momento, para poder decirlas y que mi madre no dijera que me iba a lavar la boca con jabón!

Cuando menos me lo esperaba el albañil cuarentón, se paro y le preguntó una cosa que me dejó claro que se trataba de un juego: ¿ Dónde me corro?

- Correte en mi cara- le dijo el jovencito.

El jovencito se volvió a poner de rodillas, ante el enorme albañil. Este movio su pito ( su cabeza estaba roja a más no poder), de su cabeza salio un liquido que parecía leche que lleno por completo la cara del muchacho, pero la pilila del gigante peludo seguía escupiendo y ésta le resbaló hasta el pecho. El arrodillado albañil empezó a rascarse su cosita. Ésta era también grande, no tan enorme como la de su compañero,aunque lo suficiente para que ocupara toda su mano. Su puño subía y bajaba por el rígido trozo de carne; cada vez me apetecía más acercarme y ayudarle con sus picores. Pero de buenas a primera paro y al igual que el pito del gigante, empezó a escupir el líquido blanco…. Durante más tiempo y más cantidad.

El albañil que estaba de píe, tiro de su compañero por las axilas para ponerlo de píe. Cuando estuvo a su altura le limpio la leche de su rostro con la manga de su uniforme de trabajo,lo miro durante unos breves segundos. Cogio su cara entre sus dos manos y le dio un beso de novio. ¡Fue uno tan largo como los de las películas!

Tardaron un poco en irse, pero ya no siguieron jugando. Estuvieron charlando todo el rato y a mi eso me aburría…. Pero tenía que esperar a que se fueran.

Aquella tarde había aprendido tres cositas:

Los mayores tienen unos juegos muy extraños.
Las churras de los señores mayores no sólo echan pipí, también echan leche.
Ver jugar a los mayores es muy antojadizo, mi pipi se había puesto grande y me habían entrado ganas de rascarme como ellos.

La pena, es que como tardaron mucho en irse. Mis padres descubrieron que me colaba en la obra y a partir de aquel día, me vigilaron más estrictamente. Por lo que ya no pude ver jugar más a los albañiles ¡ Con lo bien que me lo había pasado!

Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme.

Y por favor, antes de salir, tu valoración y comentario son importantes.

Nota del autor: Este relato se publicó en su momento, en la sección gay; pero dado el sentido de humor, con que es abordada la situación. Me he decidido por publicarlo también en esta sección.

Ya sólo queda saber tu opinión.

Domingo madrugador

$
0
0

Era domingo me había levantado muy temprano para adelantar unas cosas del trabajo, pero por suerte acabe antes de lo que esperaba así que me metí en un chat que solía frecuentar.

Entraba allí, me calentaba un poco me pajeaba y poco más, pero ese día después de charlar con varios, comencé a hablar con uno que vivía no muy lejos de casa, no tardamos en congeniar, era más joven que yo y sabía lo que buscaba, además era muy morboso.

No me lo esperaba pero me calentó a tope y fue entonces cuando me dijo si quería que él me follara, ciertamente no me lo espera, pero mi polla contestó rápidamente a su pregunta. Le dije que sí y me invito a pasar por su casa. Ambos somos casados pero él estaba solo, por lo que tuve que vestirme rápidamente y decirle a mi esposa que tenía que mirar unas cosas al coche. Ella medio dormida, no me presto la menor atención.

Baje en el ascensor mirando mi paquete, no podía hacer que mi polla se relajara, disimule como puede por la calle y me dirigí rápidamente a la dirección que me había dado. Llame y la puerta de la calle, se abrió, era un edificio no muy viejo pero muy tranquilo.

Al llegar a la puerta me pare a respirar hondo, mi cabeza me decía no pero mi cuerpo me pedía entrar. Llamé y en unos segundos me recibió un chico en camiseta y pantalón corto, buen cuerpo, barba, era tal y como se había descrito.

Pase donde él me dijo, se quedó delante de mí y bajo su mirada, “veo que has venido preparado” me cogió el paquete y de lo sobo mientras me llevaba a su habitación. Puede ver una foto de su mujer y el de vacaciones, y algún tanga en un montón de ropa para lavar.

Me quede mirando a su cara, su mano apretó mi polla mmm abrí la boca y su lengua entro buscando la mía, me comía mientras me quitaba los pantalones, en unos segundos su mano apretaba mi polla directamente. Me dejaba hacer me estaba encantado y quería más. Se alejó de mí, “desnúdate”, obedecí encantado me quite toda la ropa mientras él hacía lo mismo.

Mis ojos se fijaron en su polla, de tamaño era como la mía salvo por el grosor, no lo pude evitar deseaba tenerla en mi boca y me arrodille ante él, comencé a lamerla, pasarla por mi cara, sintiéndola dura, oliéndola saboreando. La introduje en mi boca, disfrutando de su erección forzando mi boca para tragarla toda, mis manos mientras acariciaban sus huevos gordos, bajaban a su culo acariciando su entrada.

No se cuánto tiempo estuve chupando y la verdad es que me hubiera gustado seguir mucho más, pero no me dejo, me levanto y me dio la vuelta me cogió del cuello con su mano y se pegó a mí, sentí el calor de su cuerpo, su polla mojada por mi saliva moverse en mi culo. “te dije que te follaría y ya es el momento” casi me corro del morbo que me dio.

Me tumbe en la cama siguiendo sus instrucciones y abrí las piernas todo lo que pude, sus manos y su boca pasaron por todo mi cuerpo, su lengua juego en mi entrada, sus dedos entraron y salieron mientras mordía mis labios, mi polla no dejaba de soltar pequeñas gotas mientras yo gemía, no pude más y grite fóllame vamos métemela.

Fue entonces cuando se puso sobre mí y su capullo comenzó a abrirme suave pero sin pausa, yo no sabía que hacer con mis manos, si abrir más mi culo agarrarme al suyo o pajearme, y así es como note toda su polla dentro de mí, el tacto de sus pelotas sobre mí y su cara de placer incrementaron el mío. “vamos mueve tu culo fóllame quiero tu leche” comenzó un mete saca rítmico no muy rápido pero si muy intenso y profundo, podía sentir cada centímetro entrar y salir, cada movimiento de su polla, yo quería que durara, así que me limite a disfrutar de todo lo que sentía.

Me pellizcaba los pezones, me mordía la boca, me cogía la polla, estaba tope y el también, su corrida estaba cerca y quería sentirla toda, me agarre a su culo y tire de el para mí, atrape su polla e hice todo lo que pude para vaciarla. Sus gemidos se prolongaron, su cuerpo empujaba, el calor inundo mi interior y yo goce como nunca.

Aun jadeante, salió de mi interior y trago mi polla entera, chupo y chupo y yo me retorcí gimiendo, agarrándome donde pude, no pude más mi corrida salió larga casi continua llenado su boca, me agarro con fuerza clavando sus dedos en mi cuerpo, y aguanto todo en su boca. Cuando caí desfallecido continuó su mamada con la boca llena de mi corrida, yo me levante y le bese intercambiando saliva y leche caliente, le mire a los ojos y me di la vuelta y puse de nuevo mi culo a su disposición.

Sus gemidos

$
0
0

Lautaro abrió los ojos sacudido y sorprendido. Miró a la preciosa pelirroja que yacía debajo de su boca y volvió a lamerle la punta de un pezón para comprobar. Ella gimió otra vez ante la caricia de su lengua húmeda y si, él volvió sentir un tirón en sus genitales. Más específicamente en la parte posterior de sus testículos, justo debajo de ellos.

Eran los gemidos más… No. Eran “los” gemidos, se corrigió. Eran los gemidos que había estado buscando toda su vida, aun sin saberlo.

Verán… algunos hombres clasifican a las mujeres de su vida a partir de su aspecto, de su pelo, peso y color de ojos, otros por su personalidad, otros por su inteligencia, lo cual sabia él y tristemente ignoraban muchos, estaba íntimamente ligado al talento sexual de cualquier fémina.

Y no era que Lautaro no clasificara a las mujeres según esas cualidad también, no malinterpreten. Pero había algo a lo que él le daba especial importancia. Era lo más significativo, lo que más recordaba de una mujer… sus gemidos.

Había mujeres que apenas si suspiraban, otras que gritaban como locas, otras que hacían sonidos extraños… las había quienes gemían un “oh” otras un “ah”, también las que usaban consonantes siendo la “m” la más popular por mucho, y claro, había muchas que recurrían a todo un repertorio de gemidos dependiendo de la intensidad, profundidad, posición e imaginación del acto sexual.

Lautaro había escuchado en sus 27 años todas las vocales y aunque habían habido algunos gemidos memorables tanto si nos referimos a satisfactorios como a desastrosamente incómodos, la mujer que actualmente se hallaba en el piso, con su cabellera roja esparcida en todas direcciones y con el sujetador negro y la remera fina rosa corridas hacia arriba exhibiendo unos pechos pálidos y pecosos pues… esta mujer era especial.

Lautaro se metió un dulce pezón en la boca y sin despegar los labios de su piel se lo acarició con la lengua y lo succionó suavemente. El gemido que escapó de los labios de Rebeca se sintió como si le hubieran inyectado droga en ese punto especial en la base de los testículos, un afrodisíaco que no tardó en correr la corta distancia hasta su pene hinchándolo y haciéndolo palpitar peligrosamente cerca del orgasmo.

Mientras le besaba esa dulce boca había sentido ya el preludio de lo que prometía ser un encuentro sexual de lo más placentero, pero estos gemidos eran algo totalmente diferente.

Con cuidado pasó al otro pezón y se lo chupó y lamió otorgándole tanta dedicación como al primero. Rebeca volvió a gemir y Lautaro volvió a sacudirse al escuchar ese sonido tan delicioso, femenino y… excitante.

Abrió la boca sobre su pecho sujetándolo con una mano para hacerlo sobresalir y así abarcar mas carne sonrosada dentro de sus labios y cuando ella comenzó a retorcerse de placer largando gemidos entrecortados Lautaro sin pensarlo le penetró la boca con la otra mano, apoyándole dos dedos sobre su lengua y sujetándole blandamente la mandíbula.

Rebeca, tremendamente receptiva, le sujetó la mano y comenzó a chuparle lenta y dulcemente los dedos, acariciándolos con su lengua.

Ah esto era apenas un respiro. Lautaro casi sentía los lametazos en su sexo, pero al menos así no podría gemir por un rato lo cual le permitiría relajarse un poco más.

Podría pasarse todo el día mamándoles los pechos pensó, mientras pasaba de nuevo al izquierdo. No eran los pechos más grandes, ni los más llamativos que había visto. Pero eran los mejores. Y esto no tiene nada que ver con nada en particular, sino con un conjunto de factores.

La razón primordial era que esos pechos eran los de ella, y los de nadie más. Aunque bueno, que fueran tersos, llenos y cubiertos por adorables pecas también ayudaba a la cuestión.

Lautaro quería probarla, y para eso tendría que dejarle la boca libre. Decidió correr el riesgo, pero antes le saco los dedos húmedos de entre sus labios y la besó largamente. Su boca era dulce, y fácil de besar. Besarla… esa es otra cosa que podría hacer todo el día.

Fue besándola desde la boca hasta el ombligo pasando por su cuello, el valle entre sus pechos, sus costillas, cada una de ellas, cuando llego a su ombligo le metió la lengua. Ahora era el turno del cuerpo de Rebeca de pegar una sacudida. Le sujetó la pequeña cintura y le lamió la distancia que separaba el obligo de los risos castaños cubiertos por un jean desabrochado y una minúscula bombachita blanca, por lo que llegaba a ver. Le dio un sonoro beso en el elástico de la traslúcida ropa interior y se irguió para desvestirla del todo.

Lo hizo lentamente, sin prisas. Mirándola a los ojos. Él no era de apurarse de por si… pero con Rebeca se tomaba aun más tiempo. Ella lo miraba un poco subyugada por su mirada fija, pero le devolvía la mirada con timidez.

Cuando terminó de desvestirla le sujetó las caderas y la trajo hacia si, a lo que Rebeca soltó una risita sofocada. Le fue a abrir las piernas pero ella se lo impidió cerrándolas con fuerza, por lo que Lautaro le tomó los tobillos y se los besó y chupó ante lo cual ella comenzó a retorcer sus pies.

Se puso unos de sus pálidos pies sobre un hombro y le acarició con la lengua la pantorrilla de la otra pierna hasta la rodilla, articulación donde hundió su lengua lamiéndola en la parte posterior. Rebeca apoyó la cabeza contra la alfombra respirando entrecortadamente. Seguía mirándolo pero sus parpados parecían pesarles más y más a medida que él avanzaba por su pierna.

Cuando llegó al muslo se acomodó en el suelo ante su sexo expuesto y le lamió el surco que va desde sus nalgas hasta el hueso de la cadera. Primero de un lado y luego del otro.

Ella estaba silenciosa, expectante y agitada. Lautaro estaba disfrutando cada paso de la seducción. Acarició con la lengua los labios mayores, luego el surco que entre estos y los labios menores y finalmente, le pasó un largo y lento lametazo desde la base de los labios cerrados hasta la cima, donde se hallaba escondido el pequeño órgano del placer femenino.

Rebeca estaba en ese estado sexual entre la lasitud y la tensión. Respiraba con una lentitud forzada, tratando de calmar su pulso. Pulso que Lautaro podía apreciar casi en la punta de su lengua. La lamió otra vez, y otra vez, desde la base hasta la cumbre, y de nuevo hacia abajo, varias veces y cada vez le iba abriendo un poco más los labios que ahora ya se veían sensualmente hinchados y palpitantes.

Con una vista embriagadora de su columna arqueada y sus pechos y sus pezones erguidos, Lautaro comenzó a besarle el sexo como solo él sabía hacerlo. Lenta y concienzudamente, alternando entre lametazos, chupadas y penetraciones de su lengua. Acariciando sus labios, para luego besar y succionar suavemente su clítoris alerta a las sacudidas y temblores del cuerpo de Rebeca para no hacerla acabar antes de tiempo.

Quería sentir su orgasmo con su miembro dentro de ella.

Se incorporó y se sacó los pantalones siempre mirándola. Una vez desvestido, con su enorme erección expuesta tomó el preservativo y rasgó el paquetito.

-Tomo la píldora. –dijo Rebeca ruborizada. Al ver que él vacilaba agregó –la empecé a tomar cuando nos conocimos.

-Pero nos conocemos hace una semana –Dijo el confundido. En realidad la había visto antes pero solo a la pasada.

-Bueno… hace un mes y medio. Era el cumpleaños de…

-Si, si, me acuerdo. –Lautaro se recostó sobre ella divertido. -¿me estás diciendo que desde ese día has estado planeando seducirme y llevarme a la cama? –bromeó besándole el cuello. Sintió los brazos de Rebeca envolviéndolo y su risa sofocada contra su piel.

-Si… era todo un plan –dijo riendo. –y en realidad estamos en la alfombra.

-De todos modos me siento engañado –contestó Lautaro presionando la punta de su pene contra la suave y húmeda entrada de su cuerpo. Rebeca dejo de reír. El también, mirándola a los ojos le hundió el miembro centímetro a centímetro hasta que llegó al fondo.

Se quedó quieto largos segundos, absorbiendo la sensación de felicidad que lo estaba invadiendo. No, no de felicidad. De paz. Le acunó el rostro entre sus manos mientras se apoyaba en sus codos y comenzó a moverse despacio, saliendo y penetrando.

Rebeca lo abrazó y comenzó a gemir deliciosamente. Ah esos gemidos serían su fin, pensó Lautaro apretando los dientes. No aguantaría mucho más. Apoyó su frente contra la de de ella y aceleró el ritmo un poco, sintiendo sacudidas y temblores con cada sonido que ella hacía.

Cuando estuvo a punto de acabar le tapó la boca con sus labios bebiendo esos gemidos, respirándolos, pero parecían traspasarlo de todos modos, abriéndose paso hasta su corazón donde intoxicaban su torrente sanguíneo.

Finalmente metió una mano entre sus cuerpo y con dedos diestros le acarició el clítoris provocándole el clímax, y fue con ese prolongado gemido que el mismo llegó al orgasmo mas intenso de toda su vida, mientras se derramaba en calientes espasmos dentro de ella.

La cabeza le daba vueltas, el corazón le martillaba. Tardo unos minutos en poder ser capaz de levantar la cabeza de su cuello. Ella le acariciaba el pelo con un gesto de satisfacción que debía ser el reflejo de la satisfacción de él.

Lautaro se puso de lado, abrazándola sin salir de su cuerpo, acariciándole la espalda.

La miró a los ojos y supo que a partir de ese momento, el sería el encargado de arrancarle sus gemidos de placer.

Cosa que haría con gusto.


Me convertí en prostituta vip por un día

$
0
0

Hoy les voy a contar otra de mis locuras.

Una vez buscando relatos eroticos, leí uno de una mina que fantaseaba con convertirse en prostituta por solo una noche. La verdad que en la búsqueda de cosas nuevas y poco convencionales para hacer, me provocaba mucho morbo y después de pensarlo mucho, bueno un par de días, no mas. Me puse en campaña para concretar mi última fantasía.

Comencé buscando en internet páginas en las que las mujeres se ofrecían, subían fotos y demás. Pero en realidad buscaba otra cosa.

Buscando en los clasificados del diario, vi que se buscaban señoritas para compañía. Fuí a unos cuantos avisos, tuve entrevistas, en todos me aceptaron, pero no me terminaba de convencer ninguno. En una de las entrevistas, conocí a una chica brasilera, que buscaba trabajo. Nos pusimos a hablar mientras esperabamos que nos llamen, y le dije que no convencía ninguno de los lugares que estuve. Ella me comentó, que fue a una entrevista a un lugar de muy alto nivel, que trabajaban con empresarios extranjeros en su mayoría y me dijo ciertos políticos, no se si era verdad. Me comentó que vaya que tenía muchas posibilidades, porque sus búsquedas se orientan a mujeres hermosas, pero que no parezcan prostitutas, sino que sean refinadas. La paga era excelente, en dolares, pero era muy complicado entrar. Me dijo donde se encontraba las oficinas de esta agencia. Ese mismo día me acerqué al lugar. Estaba ubicado en Puerto Madero, el edificio un lujo total. Me acerqué a la portería, y le comente al encargado, que venía a una entrevista al 15º piso. Este se comunicó, por el portero, y la persona que atendió del otro lado le dijo por mi, que me acerque a la camara de seguridad, se ve que este era el primer filtro, para ver si tenía posibilidades. Se escuchó la voz, que suba.

Estaba subiendo por el ascensor, bastante nerviosa. Lo que mas me preocupaba era que me rechacen, soy muy orgullosa y me hubiese caído muy mal.

Toco el timbre del departamento y sale una chica muy linda de unos 25 a 28 años. Me da unas cuantas planillas para que vaya llenando, para que luego me entrevisten. Estuve mas de media hora completando datos. Habían preguntas personales, sobre mis características físicas, si tenía enfermedades y lo mas interesante una hoja, en la que tenía que tildar que cosas estaba dispuesta a hacer. Lo que se pueda ocurrir estaba, por su puesto sexo anal, oral, sadomasoquismo, cumplir cualquier fantasía de los clientes, tener relaciones lésbicas, participar de orgías, fistings, lluvia dorada, beso negro y decenas de items mas. Ya que estaba ahí, no me iba a hacer la histérica y completé todo que sí.

Cuando terminé le acerqué a la recepcionista los formularios, y me pidió que tome asiento que ya me iban a entrevistar.

Pasaron como 45 minutos hasta que me llamaron. Pasé a una oficina, muy amplia, parecía todo muy profesional. Habían cámaras de fotos, filmadoras, tripodes y demas accesorios de fotografía e iluminación.

Al principio solo me hizo preguntas sobre los formularios que llené, mas que nada para ampliar las respuestas que dí.

Me contó acerca del trabajo. Que solo trabajan con personas VIP, que una tiene que estar dispuesta si acepta el trabajo a hacer lo que pidan sea lo que sea, hasta lo mas perverso o solo hacerles compañía, lo que sea, me recalcó varias veces. Me dijo sobre la paga, era excesivo lo que pagaban, aunque no lo hice por dinero, debo decir que eran números muy interesantes.

Si estas deacuerdo con todo, hacemos ahora el casting y ya quedas en nuestra base de datos.

No lo pensé mucho, acepté de una. Me pidió que haga varios cambios de vestuarios, para que me fotografíen y así hacer el book personal donde los clientes podrían elegirme. En total fueron 5 cambios. Me vestí de oficinista, con biquini, colegiala, todo en cuero, al estilo sadomasoquista y al estilo Marilyn Monroe, con peluca y todo.

Luego, me pidió que me quede completamente desnuda. Me sacó varias fotos en distintas posiciones, me hacía primeros planos de mi culo, mi concha, tetas, labios, piernas y espalda.

Finalmente me hizo grabar un video, desnuda, contando acerca de mí, aunque me dijeron que decir, como hablarle a la cámara y demás. Realmente parecía todo muy profesional. Me pidió que me vista y me hizo sentar. Me dijo que estaba muy conforme conmigo, que es exactamente lo que buscan, una mujer bella, con clase, que no parezca desesperada, que solo lo hacía por plata. Me recalcó que debía mantenerme tal cual tuve la entrevista, o sea que no podía teñirme el cabello, dejarme crecer el bello púbico, no hacerme mas tatuajes, no podía modificar nada de mí, ya que los clientes compran por adelantado y quieren lo que pidieron, ni mas ni menos.

Me brindaron un celular de ellos, en el cual se iban a contactar conmigo, si alguien me elegía.

Volví a mi vida de siempre, trabajando en lo mío. Hasta que a la tercer semana que tuve la entrevista me llamaron. Me pidieron que me acerque a firmar el contrato. Era un contrato extenso, con clausulas de confidencialidad, requisitos que tenía que cumplir, horarios, la plata que cobraría y muchas otras cosas mas, que ya ni me acuerdo.

Llegó el día. Un remis pasó por mi casa a buscarme y me llevó a un hotel 5 estrellas en el barrio de Retiro. Me anuncié, me acompañaron a una habitación, donde había dos mujeres de la agencia, que me iban a preparar para el cliente, me peinaron, me dieron la ropa que tenía que usar, me perfumaron, preguntaron si me había higienizado mi ano, ya que el cliente solicitó sexo anal.

Estuve unas dos horas, hasta que me dijeron que me esperaban, me dijeron el número de habitación, era tres pisos mas arriba.

Una vez en el ascensor me vi de arriba a abajo, no quiero sonar agrandada, pero me hicieron un gran trabajo. Estaba vestida toda de negro, con una minifalda que apenas cubría mis culo, medias negras hasta donde terminaban mis piernas, una tanga negra diminuta, tacos altos negros, una remera negra, algo suelta y con transparencias y sin corpiño. Maquillaje muy tenue, apenas una base y los labios pintados de rosa.

Lllegue a la puerta y golpé, un hombre alto de unos 50 años, delgado, pelo gris, bien corto, alto medía 1,85 calculo, tez blanca, por dentro decía no me puedo quejar, empezar con alguien así, no era Geoge Cloney, pero zafaba bastante bien.

Me hizo pasar, me ofreció Whisky, el cual acepté. Por su tono de hablar me di cuenta que era español. Me dijo que lo espere que tenía que ir al toilette. A los minutos volvió, desnudo con una toalla en su cintura, me pidió que me acerque frente a un espejo que tenía la habitación. Se me acercó por detras y dejó caer la toalla, ya estaba completamente desnudo. Me apoyo su pija contra culo y empezó a acariciar mi cuerpo, pasó sus manos por debajo de mi remera empezó con las tetas, aunque también acaricibia mi abdomen, bajó lentamente sus manos contra mis muslos, mientras el gemía, me encantas putita, me decía, me lamía el cuello y los hombros, sus manos llegaron a mi concha y con sus manos acariciaba entre la unión me mi vagina y las piernas, lo estaba disfrutando y se lo hacía saber gemía como una gatita, mmmmmmmmmmmmm.

Terminó con el cachondeo, y me subió la minifalda hasta la cintura, se arrodillo atrás mio y me bajo muy lentamente mi tangita diminuta hasta los tobillos, las medias me las dejo puesta, se paró y me sacó la remera, todo desde atrás mio. Solo me quedé con la medias negras largas que cubrían toda mis piernas, los tacos y la tanga en los tobillos.

Puso su mano en mi espalda, y me hizo inclinar levemente mi torso hacia delante, me pidió que ponga mis manos sobre mis muslos y que flexione un poco las piernas. Sabía que me iba a clavar por detrás. Tomó un forro de la mesa de luz, se lo colocó, vi que escupió las llemas de sus dedos y se humedeció la cabeza de la pija. Sentí su cabeza entre mis nalgas, abriendose camino, buscando mi ano, lo encontró y empezó a hundir su pija, la iba enterrando dentro mio de a poco, mientras su pija entraba ponía tono de nena ahahaha, como si me dolíese, aunque en verdad me dolía, pero exageraba. Finalmente me la enterro toda bien adentro sentí sus huevos contra mis nalgas, me tomó firmemente de mi mis cadera y empezó a embestirme con locura, su cara se transformó, empezó a gritarme: -puta toma, hija de puta esto es para vos, traga traga y cosas así, yo gemía mmmm, ahhhhhhhhhh, pero ya me estaba doliendo, no solo por el tamaño de su pija, si no mas bien por la falta de lubricación, era una penetración muy estrecha y sin lubricación casi, sentía como su cuerpo embestía mi culo, plaf, plaf, plaf. El desgraciado no acababa mas, no se cuanto tiempo pasó, pero era mucho mas de lo normal de lo que acaba un hombre cuando te dan por el culo, mis piernas, estaban cansadas de la posición en que me encontraba y mas por los tacos, en una de las embestidas, pierdo el equilibrio y caigo de rodillas al suelo, se arrodilla atrás mio y me hunde la espalda para que quede en cuatro, ahi mismo me inserta su verga de nuevo con fuerza y tomandome de las caderas me coge en cuatro, mientras me penetraba empezó a nalgearme como violencia, al punto de que al día siguiente me dejo las nalgas con moretones, encima, soy muy blanca y me marco enseguida. Fue bastante tiempo en que me cogió en esa posición, hasta que me empuja hacia un costado y me pone boca arriba, se arrodilla al lado mio, se saca el preservativo, se sujeta la pija y se la machaca apuntando hacia mi cara, tardo unos segundos y me eyaculó sobre toda mi cara, fueron varios ***sos de semen contra mi rostro, cuando pensé que ya había eyaculado todo, abro mis ojos y salió un pequeño chorro mas que me cayó en mi ojo izquierdo, me irritó mal, no pude ver bien de ese ojo por un buen rato. Se quedó ahi metiendome los dedos en mi concha y finalmente me pidió que me pare. Le pedí permiso para limpiarme la cara, pero no me dejo, quedate así me dijo. Claro le respondí.

Me toqué el ano porque lo sentía bien roto, con mucho ardor, vi que me sangraba un poco, aunque suele sangrarme algo con el sexo anal.

Va al frigobar, toma una agua mineral, y me da para que tome lo que sobra. Veo que se acerca a una valija y la abre. Me sorprendió lo que sacó. Era un arnes con un miembro de silicona, de unos 20 cm. Me dice que me lo ponga. El se arrodilla en un borde de la cama, poniendose en cuatro y me pide que se lo lubrique con saliba y me hace lamerle su ano y de a poco me va pidiendo que se lo dilate con los dedos. Era muy extraño para mí, pero no dije nada. Cuando tenía su ano dilatado. Me dice que me lo coga. Agarre el miembro y se la metí muy de a poco para no lastimarlo, pero me dijo que lo haga rapido y duro. Empecé a darle duro, no como me hizo el a mi, pero algo me desquite, el gemía de placer, le metía todo el miembro hasta el fondo. Se notaba que lo calentaba mucho la situación. No tardó mucho en acabar sobre la cama. Quedó agotado, y se tiro sobre la cama, creí que mi trabajo se había acabado pero faltaba algo mas. Luego de que se repuso. Me hizo acostar sobre la cama, con la cabeza colgando en el aire y boca arriba, se sento en el suelo al lado de la cama, y me hizo tragar el miembro con el que lo había cogido, me hizo sexo oral con la pija de silicona, tuve varias arcadas, salive bastante. Me la tragaba toda, era la primera vez que me hacian sexo oral con una pija de silicona. En un momento me la saco de la boca y me pidió que me vista y me vaya.

Me vestí rápidamente, me limpie con una toalla el semen que tenía en mi cara y cabello y volví a la habitación, donde me prepararon. Me hiceron esperar 1 hora, que aproveché para higienisarme y ponerme mi ropa, finalmente vino el que me hizo la entrevista para pagarme, me contó que el cliente quedó muy satisfecho y ellos también, por lo que esperaban contar conmigo en el fututo, lo cual asentí.

El remis me dejo en la puerta de casa, me di un buen baño de inmersión hasta que se enfrió el agua y me fuí a dormir, pensando como sería la proxima vez que me llamen.

Prostituta en Mendoza por una noche

$
0
0

El relato que les voy a contar comenzó un jueves 17 de noviembre y duró hasta las 6:45 am del viernes 18.

Todo comenzó cuando fui a visitar uno de mis clientes que tengo, por quien no lo sabe soy diseñadora gráfica (esta es una de las vidas que llevo), y me pidió que vaya a la sucursal de Mendoza, que necesitaban modificar el sitio web de esa sucursal para lanzar una nueva campaña. No era la primera vez que iba allí, de lo que iba del año era la tercera vez.

Me mandaron por mail el voucher del avión. El vuelo partía el jueves a las 8:30 am.

Durante la semana adelante trabajos que tenía con mis otros clientes y deje todo listo para poder irme tranquila. Durante el martes pasado, sin meditarlo mucho me decidí a concretar otra fantasía, que siempre la tuve, ser prostituta callejera, que es muy distinto a ser escort VIP, en todo sentido, en la preparación, los tipos de clientes, ademas me produce mucho mas morbo que prostituta VIP por el solo hecho de prostituirme por muy poca plata. La verdad siempre me calentó la idea, pero como llevo una doble vida, totalmente separadas una de la otra, me es imposible prostituirme en Buenos Aires, no sea cosa, que un día me encuentro con un conocido, sería fatal para mi.

El lugar donde lo haría, ya lo conocía. En mi viaje anterior a Mendoza, me habían invitado a comer el equipo de marketing y terminada la cena me fuí con uno de ellos a su casa. En el camino pasamos por una zona, que habían entre 3 y 4 putas por cuadra, de cada mano, eran cerca de 5 o 6 cuadras, esta zona roja. Me acuerdo que en ese momento desee ser una de ellas. Pero al final no hice nada.

Finalmente llegué a Mendoza, cerca del medio día, el vuelo se retrasó por unos problemas gremiales. Me pasaron a buscar por el aeropuerto. Pasamos por el hotel, dejé mis maletas, me refresqué y fuí a ver al cliente. El trabajo fue rutinario, estuve como 5 horas, miraba constantemente el reloj, quería irme, tenía que prepararme para mi noche. Cuando terminamos me despedí de todos, quedamos que pasaría el viernes antes de partir para terminar con unos detalles que nos habían quedado pendientes. Cuando salí el chofer ya esperaba por mí. Tenía ordenes de dejarme en mi hotel, pero le pedí que me deje por un centro comercial.

Estuve visitando unas tiendas, finalmente terminé comprando en una tienda de ropa para adolescentes. Por último pasé por una farmacia, compré una caja de 24 preservativos, lubricante para mi cola y unas toallitas húmedas para limpiarme luego de las acabadas.

Una vez en el hotel, descancé por un par de horas, cené muy liviano y comencé a prepararme.

Me dí una ducha, limpié bien todos mis orificios. Me miré en el espejo mis pechos, que realmente me encantan aunque debo admitir que me los operé a los 26 años, mi vagina completamente depilada y mi cola parada, tenía 31 años cuando me prostituí en Mendoza, pero le dedico mucho tiempo a mi cuerpo para que se vea muy bien. Por si no leyeron mis relatos anteriores, les cuento como soy fisicamente. Soy rubia, pelo largo y lasio por la mitad de la espalda, mido 1,78, ojos color marron, delgada, tez blanca. Tengo varios tatuajes.

Me puse una tanga hilo dental, realmente diminuta, la parte de adelante apenas cubría mi concha, dejando ver parte de mis labios vaginales, aunque esta era la idea. Una minifalda negra muy ajustada y que apenas cubría mi cola, aunque cuando caminaba un poco, comenzaba a levantarse mostrando la unión de mis piernas con mi nalgas, no usé medias, tacos negros altos y una camisa blanca sin corpiño, con varios botones abiertos, para lucir mis pechos.

Para salir del hotel me puse un saco de media estación que me cubría hasta las rodillas, aunque no funcionó demasiado bien, porque me llevaba todas las miradas. Pedí un taxi en la recepción del hotel, y a los minutos me anunciaron que había llegado. Me abrieron la puerta e ingresé al taxi. Le dije a donde me dirigía, el taxista me preguntó si conocía la zona y le dije que sí. No me hizo mas comentarios. Durante el viaje no paró de mirarme mis piernas por el espejo retrovisor, estuve a punto de ofrecerle sexo oral, pero preferí reservarme de llena para la noche, además no veía la hora de llegar a prostituirme.

A las 23:35 pm, el taxi me dejó en la zona roja. Me acerqué a una de las chicas, le comenté que venía a prostituirme y me dijo que me fuera inmediatamente. Seguí caminando 2 cuadras y volví a preguntarle a otra de las chicas, era una morocha muy linda, estaba cerca de los 40 pero los llevaba muy bien. Además, muy simpatica. Me contó que la zona la manejaba una señora llamada Laura, que tenía que hablar con ella primero. Me dijo que espere que ella pasaba durante toda la noche con su auto, controlando la zona. Me dijo que espere en la esquina, que Laura me iba a ver. Así fue. A los 20 minutos un auto blanco paró en donde estaba y me preguntó que estaba haciendo. Le conté que quería trabajar y me explicó las condiciones. Ella manejaba la zona y que nos brindaba protección, nos evitaba problemas con la policia, pero que cobraba una parte. Para empezar debía dejarle $150 por noche, adelantado porque no me conocía, pero una vez que ya sea conocida podría pagarle al terminar la noche. Me preguntó si tenía la plata, se la dí. Me pidió que suba al coche y me llevó a mi lugar de trabajo, a unas dos cuadras. Me recalcó que no salga de ese sector, para no tener problema con las otras chicas. Me ofreció preservativos, lubricantes, pastillas, pero le dije que tenía todo. Por último me dijo que a las 6:30 am tenía que irme para no tener problemas con la policía y los vecinos.

Empecé mi turno a las 12:15 am. El primer cliente no tardó en aparecer. Se acercó con su auto. Me pregunto cuanto cobraba por un anal, le dije $80. Me preguntó si podía ver que estaba pagando. Me dí vuelta y le acerqué mi culo a su ventanilla y me agaché sin flexionar las piernas.

Escuché: – Subite ya, que te estropeo el culo. Tiró el asiento hacia atrás, sacó su pija que ya estaba casi dura, le acraricié sus huevos y la chota hasta que la tenía a full, saqué un preservativo, se lo puse yo misma, y me metí adentro del auto. Me acomodé como pude encima de el dandole la espalda y yo mirando hacia el volante, le agarré la pija y lo acomodé en la entrada de mi ano. Su cabeza me iba penetrando lentamente y con dificultad. Me dí cuenta que no lo había lubricado, ni su pija, ni mi culo, pero decidí seguir para no quedar como tonta, lentamente su pija entro toda en mi culo y empecé a montarlo fuertemente, me agarré del volante y empecé a saltar, realmente me dolia la cola pero ya me habían pagado y tenía que cumplir, por suerte en menos de 3 minutos lo escuché dar un grito de desahogo. Había acabado, me acomodé en el asiento del acompañante, le saque el forro y le chupé su pija hasta dejarsela limpita. Me despedí y volví a mi sector esperando el siguiente. Apenas me reincorporé ya había alguien esperandome, por lo visto ya me había visto antes, y esperaba que me desocupe.

Era un muchacho de unos 20 años, timidamente me preguntó cuanto salía el pete. Son $40 con globo y $60 sin globo, le contesté. Aceptó y fuimos al porton de un garage que estaba donde yo paraba, la puerta estaba metida un metro y medio de la vereda por lo que nos daba algo de privacidad. Me arodillé, le desabroché el jean y saque su pene flacido, para metermelo en la boca. Comencé a petearlo, de apoco su chota iba creciendo en mi boca, con mis labios apretaba fuertemente su tronco y me lo introducia hasta e fondo para volver hacia atrás hasta su cabeza, mientras le apretaba los huevos con mi mano. En 5 minutos me largo su leche dentro de mi boca, la cual me tragué toda.

Durante la noche llegué a hacer entre 10 y 11 petes todos sin globo menos 2, que lo pidieron de esa manera. Por lo visto y por mi experiencia de esa noche el sexo oral es lo mas solicitado, seguido del sexo anal. Mi cola la pidieron 6 veces esa noche, de las cuales 2 fueron en un telo que quedaba a unas cuadras a pedido de los clientes, 3 anales en el auto y uno me pidio hacerme la cola en el porton de garage donde estaba parando. Fue un anal excelente este último, era un flaco de unos 40 años muy piola. Me arrodillé, le desabroche su pantalon, ya la tenía bien erecta, me puse el preservativo en mis labios y le calcé este con mi boca. Me puso contra la puerta, dandole la espalda a el, me levantó la minifalda, dejando mi culo desnudo, ya que para ese entonces ya había guardado mi tanga en la cartera, porque estaba podrida de sacarmela y ponermela una y otra vez, y sentí su poderosa verga entre mis nalgas, tenía un miembro gordo y largo, aunque no fue muy doloroso, porque para esa altura ya tenía mi ano bien dilatado de los pijazos anteriores, me penetró completamente el culo hasta sentir sus huevos chocar contra mis nalgas y empezó a embestirme, eran penetradas largas y profundas, sentía como me la sacaba y volvía a meter de golpe, mi cuerpo chocaba contra el porton de chapa, haciendo un ruido metalico muy fuerte que me calentaba demasiado. Fueron unas 20 0 25 embestidas en total hasta que el acabó, me besó mis hombros y cuello y cuando su pija estaba flacida, me dí vuelta, me arrodillé ante su chota y me la metí en mi boca, aunque no me lo pidiese me había dejado tan caliente que quería seguir, me costó remontar que su pija vuelva a estar erecta pero al final pude, me la tragaba completamente, sus 20 cm de carne aproximadamente, que llenaban mi boca y garganta, me tomo de la cabeza y con su pija violo mi boca de lo duro que lo hizo, fueron unos pocos minutos hasta que acabó pero yo estaba completamente mojada, sentía la humedad entre mis piernas. Me dejastes sin leche nena, me dijo. Quiso pagarme el sexo oral que no había pedido, pero no se lo acepté. Por dentro pensaba yo debería pagarte por como me hicistes mojar. Se despidió y me dijo que la semana proxima me buscaba, yo lo saludé y no le contesté que solo estaría esa noche.

Otra cosa que me pidieron esa noche fue una turca, que se la hice en el telo. Le cobré $50 por el servicio. Nada fuera de común, solo que demoró 2 minutos a lo maximo en acabar y me eyaculo como si tuviese una pija de 30 cm, no sé de donde sacó tanta leche, me llenó el mentón, la cara, ojos, pelo de semen, tuve que bañarme mas que nada por el pegote que me dejó en el cabello.

Tuve 3 servicios vaginales, el primero me cogió de parado en el portón y los otros dos me llevaron al telo, todos los cobré $50.

El último servicio fué una eyaculación sobre mi cola. Era un hombre de unos 50 largos diría que casi 60 años. Me pidió que le dé la espalda mostrandole la cola y que el acabaría sobre esta. El servicio le salió $35. Aunque debí cobrar mas por el tiempo que me llevó. Me levanté la minifalda hasta la cintura, flexioné mis piernas, apoyé mis manos sobre mis muslos, sacando colita afuera, el hombre se puso detras mio, y lo sentí masturbandose detrás mio, me tuvo en esa posición mas de 20 minutos hasta que su pija descargó unas pequeñas cantidades de semen muy espeso.

Para todo esto, ya estaba amaneciendo. Y decidí que esa noche había hecho felíz a varios hombres y decidí pasar a ver a la chica que había conocido esa noche que me había tratado tan bien. Por suerte estaba, conversamos un poco, y le ofrecí mi dinero recaudado, no quiso aceptarlo, pero le conté que solo lo hacía por cumplir una fantasía, me dijo loca de mierda y se empezó a reir, me aceptó el dinero y me despedí. Caminé unas 7 cuadras para encontrar un taxi. Mientras caminaba, sentía mi cuerpo pegoteado y sucio de la transpiración y semen de esa noche. Me hizo sentir muy puta. Finalmente un taxi paró y me senté, le pedí que me lleve al hotel en el que estaba parando y me recosté en el asiento, completamente agotada. Fueron muchas horas parada y los nervios también me dejaron algo cansada. Una vez en el hotel, eran cerca de las 8:45 am, me duché y cambié. El remis ya estaba hace unos 40 minutos esperando por mí, habiamos quedado que pasaban por mi, para llevarme a terminar unas ideas que nos habían quedado pendiente el día anterior.

A las 15:45 pm, ya me encontraba en el avión de regreso a Buenos Aires.

Bueno, esta fué mi primer experiencia prostituyendome en la calle.

Echaba de menos una buena polla

$
0
0

Hola! Es la primera vez que escribo, pero es que me pasó algo tan apasionante hace unas semanas que necesitaba registrarme y contarlo en algún lugar sin que sepáis quién soy.

Cada vez que pienso en ello vuelvo a excitarme…

Veréis, soy una chica de 22 años, castaña, delgada y bastante guapa (o eso dicen). Tengo novia desde hace dos años y antes de ella estuve con un chico unos 5 años. Este chico fue mi primer amor, lo quise muchísimo pero al final terminé dándome cuenta que me gustaban las chicas y me enamoré de una.

Con mi novia estoy genial, la quiero y el sexo es… uau! buenísimo! sinceramente me gusta mucho más que con él. Recuerdo que con David siempre me enfadaba porque él se corría deprisa y yo me quedaba con las ganas… nos costó mucho empezar a cogernos el tranquillo, pero nunca disfruté del todo con él aunque me encanta la penetración y suelo llegar fácilmente al orgasmo con así. El caso es que… desde hace unas semanas empiezo a soñar que tengo sexo con él… Y el sueño es muy erótico y nos manoseamos hasta que llegamos a la penetración como dos animales y yo llego al orgasmo.

No sé que me pasa… empiezo a excitarme al pensar en estos sueños, sobre todo en la parte en que llegamos a la penetración… Será que con mi novia me falta un buen pene caliente y lleno de sensibilidad entre las piernas?

Pues será casualidad, pero la novia de David está de erasmus y él se debe sentir muy solo porque no deja de enviarme whatsapp muy cordiales preguntándome qué tal y si vamos a quedar un día para vernos. Yo intento evitarlos por respeto a mi novia pero pienso que quedar con un ex tampoco es faltarle el respeto a nadie así que… hemos quedado esta tarde a las 18h para tomar algo y contarnos cómo nos va la vida.

Debo estar ovulando porque acaba de llegar y su varonilidad… sus hombros fuertes… hay algo que me ha despertado una atracción básica hacia su hombría. Siento deseo… por un tío al que yo dejé y que no me aportaba nada… Ahora le deseo. Y tengo que quitarme esto de la cabeza ya! porque yo amo a mi novia. Llevo una blusa un poco escotada… me la he puesto inconscientemente. Le encantaban mis tetas. Decía que tenían el tamaño grande que le volvía loco y que eran perfectas. Recuerdo que siempre que me quitaba la blusa, él dejaba lo que estuviera haciendo y me admiraba sin el sujetador como hipnotizado. A mi me ruborizada esa mirada lasciva y siempre me daba la vuelta. Yo sé por fotos en su facebook que su novia es un palillo alto y muy plano… y sé como le volvían loco mis tetas. Pero por qué coño me he puesto esta blusa para llamarle la atención!? tengo novia!

Nos damos dos besos y él inconscientemente baja la vista a mi escote y se queda clavado ahí… Pienso: las echas de menos eh… te gustaría devorarlas como hacías siempre eh?… Siento deseo en sus ojos. Estamos tomando una cerveza y puedo palpar esa mirada de guarro en mí. No escucha lo que le estoy diciendo. No deja de mirarme las tetas sin reparos. Algo me está empujando a follármelo sin miramientos, y algo me está reprimiendo por respeto a Carla. Ha puesto la mano en mi rodilla, y ahora sutilmente está subiendo por mi muslo… siento una oleada caliente invadirme la entrepierna… No aguanto más. Soy tuya. -Me acompañas al lavabo, David?- Se levanta sin dudar.

No hay un alma en ese bar a estas horas. Los lavabos están en la planta de arriba. Me mete de un empujón, con rabia y deseo y cierra la puerta con pestillo. Nos empezamos a devorar la boca a dentelladas, salvajemente, me ahogo con su lengua, me está intentando atravesar con ella con la furia con la que me atravesaría su polla. Me agarra la cabeza, parece que quiere engullirme. Le digo: Estás muy solo desde que Marta se ha ido eh?. Él me levanta la camiseta y me mira. -Marta no tenía tus tetas!! a veces me corría pensando en ellas, echaba tanto de menos una de estas en mi boca…

Me quita el sujetador rápidamente y como un niño hambriento abre la boca hasta el máximo para atrapar toda mi teta, redonda, turgente, como una fruta rebostante de feminidad. Empieza a lamerla, a succionarla, se engancha a ella y disfruta, gime. Con la otra mano me manosea la teta libre… Yo estoy en la gloria, mi entrepierna está preparada ya para cualquier cosa. Es tanto el morbo y la pasión contenida que creo que voy a explotar. Ese macho está engulléndome las tetas y yo lo quiero dentro de mí. Le bajo la bragueta y veo esa preciosa espada apuntándome con valentía, con el ardor soberbio del hombre, enorme, grande, gruesa, jugosa… – Carla tampoco tiene esto entre las piernas…- Él sonríe con satisfacción y deja de chuparme el pezón – La has echado de menos verdad… Ahora es toda para tí… cabálgala, haz lo que quieras con ella, sé que te encantaba-. Primero decido comérmela… siento deseo hacia ese insolente y altivo tubo de carne rosadito y hermoso. Lo lamo como un chupachups, desde la base a la punta, le lamo las bolas… La estamos liando en el baño pero parece que nadie se entera o se quiere enterar, a mi sinceramente me la suda! Ahora mismo soy una pantera en celo que quiere explotar. Él está tan excitado que a los dos minutos de mamársela me dice que pare… que no quiere correrse así. que quiere penetrarme cientos de veces. Y yo accedo sin dudarlo, peroque tengo un vacío y un hambre tremendo en mi vagina y necesito llenarla como nunca antes lo he hecho. Me quito los pantalones y las bragas, él se sienta en el wc y yo voy a hacerlo encima de él… estoy temblando en ascuas al placer. Estoy completamente desnuda. Me acoplo y de repente lo siento, fuerte de una envestida…. un placer indescriptible que ha estado aguardando se despliega en todo su esplendor como una bomba atómica hacia arriba. Me siento colmada, y toda la tensión acumulada en mi vagina se eleva hacia mis pezones. No puedo evitar un gemido desgarrador, y él se excita aún más si cabe. -Dios que estrechito lo tienes ahora, me voy a correr en un minuto con este placer- Me da igual lo que diga, es tremenda esta sensación. Y yo me he vuelto una guarra y no hago más que susurrarle guarradas al oido: -vamos macho! fóllame fuerte! como tú sabes, métemela hasta el final, soy tuya! necesito un buen macho! Él está fuera de sí, pero está aguantando. Ha empezado un trote arrollador y rápido y los gemidos de ambos levantarían hasta a los muertos de sus tumbas. Queremos alargarlo, no queremos corrernos sin más porque el placer es tremendo. Al estar yo sentada encima de él, mis tetas quedan a la altura de su boca y él está en la gloria mientras me las chupa y me enviste una y otra vez… y yo ya no estoy en la tierra, estoy delirando. Por fin no puedo esperar más, ya llega… le grito fuerte: sigue dios mío sigueee!!! qué bien me follas diossss!!! le agarro la cabeza contra mis tetas y me corro con una explosión que me deja sin sentido. Él al ver que yo he llegado también se deja ir y suspira un ohhhhh y siento todo su semen caliente en mis entrañas. El condón me importa dos pitos ahora mismo…. Nos quedamos así uno encima del otro descansando, la tensión por los suelos…

INCREIBLE! lo que puede hacer de vez en cuando una buena polla. Repetiré!

Don Ismael y la madre de Paco

$
0
0

Don Ismael Peribáñez parecía talmente un cura. Camisa blanca, sin corbata, jersey gris más que oscuro hasta el cuello, con el de la camisa doblado sobre el del jersey y terno, chaqueta y pantalón, de luto riguroso más boina estando en la calle y bufanda y gabardina si amenazaba mal tiempo o caían chuzos de punta completaban su normal indumentaria. Personalmente, la verdad es que impresionaba más bien nada que poco, pues a sus cuarenta y pocos años era más apocado que tímido y más pusilánime que falto de ánimo, a lo que añadía un físico que, visto con la más amable y optimista de las miradas, a anodino apenas si llegaba

Lo cierto es que el aspecto religioso que Ismael Peribáñez transmitía no era en balde ya que nueve y pico de sus cuarenta y no tan pocos años de vida los pasó en el Seminario Diocesano de Ávila, su natal terruño y sacerdote a esas alturas de la vida sería si no fuera porque un mal día se hizo más o menos pública su acendrada afición al placer o vicio nocturno y solitario, vulgo masturbación, lo que determinó que la competente autoridad del Seminario le indicara aquello de “Por la puerta se va a la calle”.

En fin, que a sus casi veintidós añitos, solo en la vida y sin poderlo ganar ya que su único bagaje laboral eran los más de nueve años estudiando materias muy doctas, eso sí, pero con poca salida en el mercado laboral de aquellos inicios-mediados de la sexta década del pasado siglo XX, lo que devino en tenerse que acoger a dar clases de latín y griego en academias de bajo fuste y aún más bajos sueldos, hasta que su señora hermana, Dª Amelia, virtuosa dama, un sí es no es adinerada amén de beata solterona de profesión, gracias a cuya intercesión diez o doce años atrás un colegio religioso de no, precisamente, bajos vuelos, le otorgó plaza de profesor de asignaturas varias, además de gimnasia y deportes, lo que son las cosas.

El bueno de D. Ismael Peribáñez tenía algo así como un particular Calvario personificado en Paquito Páez, rapaz de unos once años algo así como la piel del Diablo; inquieto como ardilla y vivo cual rabo de lagartija, era también asaz inteligente pero increíblemente reacio a todo cuanto significara estudio y más que alérgico a disciplinas que valgan, le traía mártir llenando paredes de lavabos y retretes, muros de patios y hasta paredes de las amplias galerías a las que se abrían las puertas de las clases con letreritos manuscritos con aquello de “D. Ismael es un Gilipoyas”. Así que un buen día que le pilló en plena acción escribidora mientras muy a sus anchas se fumaba un cigarrillo en un retrete, D. Ismael decidió que hasta ahí habían llegado las cosas, pues ya era hora de que los padres del Paquito se enteraran del tipo de cafre que tenían por hijo

De modo que, cuando terminaron las clases a eso de las cinco y media de la tarde enganchó al Diablo Cojuelo del Paquito Páez y se lo metió en su socorrido “Seiscientos”, vehículo de su propiedad a falta de un verdadero coche, y se presentó con el muchacho en el domicilio que el chaval le indicó, dispuesto a hablar, y muy seriamente, con su señor padre, cosa que ya el chico le previniera que iba a resultar más que imposible, ya que tal figura en su vida no existía.

Allí se encontró con que la señora madre del “Diablo Cojuelo” tampoco estaba en casa sino en una tienda que regentaba, una “boutique” por más señas. Y sí allí encontró a la referida señora… ¡Y qué señora, Dios!… Delas que te quitan el hipo con solo mirarlas… Treintañera algo avanzada, pues a los treinta y cinco, si no llegaba, poco le faltaría; alta, con metro setenta y cinco, más o menos, de estatura, que a D. Ismael le sacaba, casi cumplidamente, la cabeza; busto firme, alto, bien desarrollado aunque sin estridencias más o menos antiestéticas, cintura más bien estrecha, caderas y “trasero” más que apetecibles y piernas de verdadero ensueño… Vamos, que al bueno de D. Ismael poco le faltó para quedar babeando ante tamaña “jembra”… ¡Y que no lucía “palmito” ni nada la “buena” señora!… Pues el vestido que lucía más ceñido no le podía quedar, con lo que marcaba sus “virtudes” corporales de una forma que daba miedo y, a más, a más, resucitaba a un muerto… Que vamos, al famoso modelito no le faltaba ni la abertura hasta casi el ombligo, con lo que la tersura y esbeltez de su “muslamen” quedaba la mar de patente…

Al instante el talante intempestivo que animaba a D. Ismael al entrar en la tienda, como por ensalmo desapareció a la vista de la señora madre de Paquito, quedando el rapaz en simple chaval revoltoso en vez de la especie de monstruo que inicialmente pretendía describir al niño ante su señor padre. Y la cosa ya fue algo así como la caraba del baboseo cuando la pobre madre, presunta viuda, se le empezó a quejar de lo difícil que es para una pobre mujer sola enfrentar la educación de un hijo, falta del apoyo y autoridad que la paterna figura representa, cosa en la que D. Ismael estuvo algo más que de acuerdo. Ella sugirió que, tal vez, lo más conveniente para su Paquito fuera una especie de tutor o preceptor particular del niño. D. Ismael estuvo por entero de acuerdo con la señora y esta sugirió que quién mejor que él para desempeñar tal misión. D. Ismael intentó oponerse tras el argumento de que, como profesor del chaval, no sería en absoluto ético que le explicara los deberes que debía realizar a diario en casa, amén de que la disciplina del colegio no se lo permitiría, pero ante la insistencia de la señora quedó la cosa en un sí o un no que nada en definitiva resolvía.

Pero las dudas al respecto quedaron solucionadas en la tarde del mismísimo día siguiente, cuando al acabarse la jornada lectiva D. Ismael se encontró con su particular Diablo Cojuelo apoyado en su Seat 600, en inequívoca actitud de espera

¿Pero…puede saberse qué demonios haces aquí, condenado?
Esperarle, D. Agustín
¿Esperarme?… Y, ¿para qué narices me esperas?
Para volver a casa. Me ha dicho mi madre que, desde hoy, usted vendría a casa a hacerme estudiar…
¿Eso te ha dicho tu mamá?… ¡Pues yo no he dicho nada al respecto todavía… ¡Anda, anda!… Vete al autobús, y ya hablaré más despacio con tu madre…
Pues el autobús ya ha pasado y al menos en media hora no vuelve a pasar… ¿Sabe D. Ismael?… La verdad es que es usted un poco gilipollas…
¡Pero cómo te atreves a soltarme eso en mi misma cara!
¡Pues porque es verdad!… Mi madre está dispuesta a pagarle ocho mil al mes… Y creo que, si le aprieta las clavijas, podría sacarle hasta diez mil… Y volver a casa en el coche “mola” más que en el autobús…
D. Ismael se quedó un tanto pensativo… Ocho mil del ala al mes no era cosa de despreciar así como así… ¡Y el condenado crío decía que hasta podían ser diez mil!… Más de lo que cobraba en el colegio… Además, el recuerdo de la anatomía de la señora mamá de Paquito Páez también tenía su aquel…

No sé… No sé… En el colegio pueden despedirme si te doy clases por mi cuenta…
Y cómo se iban a enterar… Si usted no lo dice… Mi madre, desde luego que no… Y yo…
Sí; realmente así era… Así que, por finales, D. Ismael llevó de vuelta a Paquito Páez a su casa, con su madre, y desde aquella tarde cada una de las siguientes hacía lo mismo, asumiendo su nuevo papel de preceptor del chaval. Y lo que desde luego sorprendió a tan santo varón fue la atención que Paquito puso, desde el primer día, en las lecciones recibidas. D. Ismael aquella tan novísima actitud en quien creía vago integral e irrecuperable, sorprendió “cante dubi”, por absolutamente inesperada, pero así fue. Desde más o menos las seis de la tarde y hasta las ocho y pico, a veces hasta casi las nueve de la noche, repasaban o, por mejor decir, preparaban las lecciones del día siguiente, tras explicar D. Ismael a su alumno los deberes del día, cuidando de que fuera el muchacho quien, por finales, en verdad, los resolviera. Ah, y como Paquito bien le dijera, el precio de las clases quedó establecido en las diez mil mensuales, dispensándole además Dª Inés, que así se llamaba la madre de Paco Páez, un anticipo de tres mil pesetazas a cuenta prácticamente de nada.

Lo malo fue que casi de inmediato, al llegar con su alumno exclusivo a casa, Dª Inés, de vez de cuando, les recibía co un sucinto albornoz solo cerrado a su cuerpo por una especie de cinturón confeccionado en el mismo género que la prenda, con lo que a cada movimiento de su poseedora se abría lo suficiente para revelar que bajo el albornoz no había prenda ninguna. Al momento, en tales casos, del interior de la casa, de las habitaciones que no conocía, brotaban toses masculinas y no, precisamente, de individuos jóvenes, pues lo cascado de las toses revelaban bien a las claras que se trataba de algo más que un adulto. En tales momentos ella siempre ponía la misma explicación

Es el practicante. En este momento me estaba pinchando…
Y al momento desaparecía corriendo hacia esas habitaciones interiores, mientras el chaval, Paquito o Paco, como más bien le llamaba, y él mismo se dirigían a la cocina, donde tenían lugar las clases. También era lo normal que, al poco, de esas habitaciones interiores surgieran risas, más toses y palabras más o menos inteligibles, más o menos sueltas. Aquello se prolongaba durante tiempo, bien largos minutos, decenas de ellos, bien alguna vez hasta una hora casi

Al “practicante” de turno nunca le veía; sólo escuchaba sus pasos, los del “practicante” y la misma Dª Inés por el pasillo, charlando amigablemente, riendo también no pocas veces, hasta escuchar el ruido de la puerta de la calle al abrirse y al momento cerrarse, tras las frases de despedida, un: “¡Hasta la próxima, cariño!” pronunciado bien por él, bien por ella, bien por los dos, a lo que solía acompañar el rumor de un beso.

Luego aparecía ella por la cocina, sonriente, radiante, esplendorosa como siempre, y D. Ismael quedaba trastornado… Desarmado… Anonadado por su presencia… Por su olor, su aroma que le envolvía en nubes de Paraíso pero también de Infierno; del Infierno de los celos, del Infierno del deseo carnalmente delirante, avasallador… Porque la verdad es que Dª Inés le enloquecía… Le volvía loco… Loco de pasión… Loco de deseo… Aquello duraba poco, pues la bella enseguida se excusaba, aduciendo sus deberes en la “boutique”, y se marchaba casi al momento.

Lo grande era que a su hijo, a Paco, aquello no parecía impresionarle en absoluto… Esas visitas del “practicante” las tomaba de la manera más natural, como si fuera el pan nuestro de cada día… No parecía enterarse de lo que detrás, indudablemente, había: Que su madre tenía otras fuentes de ingresos aparte de la tienda, que, a fin de cuentas, sólo constituía una especie de tapadera con que justificar ingresos bancarios nada justificables, evidentemente.

Así los días, las semanas iban transcurriendo en aquella nueva rutina para D. Ismael, siempre arrepintiéndose, sintiéndose mal por aquellas “clases” particulares a la par que siempre anhelando el momento de volver a ver a esa su particular Diosa del Olimpo de Venus, por micho que le hiciera sufrir de celos, de desesperanza, de frustración… Pero los momentos de verla, de embriagarse con su aroma, su corporal perfume de mujer, de hembra humana, le embrujaban, le seducían, le llevaban al Séptimo Cielo del Placer… Eso sólo… No era preciso más… Simplemente, verla, olerla, sentirla cerca de él. Hasta había llegado a distinguir, discriminar perfectamente su personal aroma del olor del perfume que solía usar.

Así, D. Ismael cada día se debatía en la perenne dicotomía entre ir a la casa de la dueña de sus anhelos o renunciar a tales visitas; entre el tormento diario de los celos, del deseo nunca, ni por soñación, satisfecho, y el más que breve placer de disfrutar de la vista, del aroma, de la cercanía de su inalcanzable Diosa. Cada día, a cada momento, se decía que basta ya; que nunca, nunca más volvería por aquella casa, pero cada día, cada hora que pasaba anhelaba ir allí.

La tortura de las veces que el “practicante” visitaba a Dª Inés, de los eternos momentos en que les escuchaba en las habitaciones interiores, indudablemente en el dormitorio de ella, era indescriptible. Se los imaginaba; se lo imaginaba a él, desnudo, gordinflón, panzudo, grasiento, babeante, disfrutando de ella… De su escultural cuerpo… De su impar belleza… Y los demonios de los celos, los más horrísonos celos le consumían, le mataban… Pero era superior a él mismo; a sus parcas fuerzas de voluntad sustraerse a estar allí, en aquella cocina, a pesar de odiarlo con toda su alma

Una tarde, mientras Paco Páez estaba enfrascado en unas cuentas, unas multiplicaciones tratando de memorizar, recordar las tablas de multiplicar… “Seis por tres dieciocho, seis por cuatro veinticuatro, seis por cinco treinta”… D. Ismael dejaba vagar la vista por las paredes de la cocina, casi mecánicamente, sin realmente ver nada, casi, casi que por aburrimiento… Entonces, casualmente, sus ojos se fijaron en la ventana que daba al patio de luces, mil veces visto, mil veces asomado a tal ventana sin mayor interés… Por puro aburrimiento, tal y como entonces dejaba vagar la mirada sin rumbo, sin objetivo alguno… Pero entonces fue distinto, pues su mirada se topó con la cuerda llena de ropa tendida; con esa ropa; especialísimamente, se fijó en unas bragas…

Unas minúsculas braguitas… Negras, con lacitos rojos… Fue como un imán para sus ojos… Le atrajeron, se apoderaron de él, de su voluntad, de sus sentidos… En un segundo, lo único que para él había en el mundo eran esas braguitas… Sugerentes… Sensuales… Todo un fetiche para los masculinos sentidos… Se volvió a Paco y le vio como antes, sumido en sus cuentas, sin mirar, sin fijarse en nada más… Avanzó unos pasos hacia la ventana y de nuevo se detuvo para mirar al chaval que seguía como antes, absorto en su cuaderno.

Nuevos pasos hacia la ventana hasta llegar junto a ella. Las bragas volvieron a llenar su vista, borrando todo cuanto no fuera la diminuta e íntima prenda femenina… De nuevo, la mirada a Paco y otra vez le vio ajeno a todo cuanto no fuera su cuaderno

Sus manos, sus dedos, acariciaron tímidamente la prenda… Con cuidado, casi con veneración… Le pareció, en tales instantes, percibir el cálido olor del cuerpo que, seguro, poco ha enfundara aquella prenda… Nuevo ojeo al alumno y nueva constatación de la impunidad en que se encontraba… Otra vez los dedos tocaron, acariciaron la prenda… Y se decidió; la tomó firmemente en sus manos y la separó de la pinza que la mantenía sujeta a la cuerda, metiéndosela, rápidamente, en el bolsillo de la chaqueta.

Se separó de la ventana y empezó a dar vueltas alrededor de la mesa donde Paco Páez estudiaba, anotaba los números en el cuaderno. Estaba nervioso, desasosegado… Asustado… Asustado de su propia osadía… ¡Atreverse a coger la íntima prenda!…¡Vaya locura!… ¡Sí; debía estar loco para atreverse a tamaño error… Ella, Dª Inés, seguro que se daría cuenta… Echaría en falta la braga… Y le descubriría, pues quién si no iba a tomarla, salvo él mismo…

Como antes, volvió a fijar su vista en su alumno, tranquilizándose un tanto al verle en la misma anterior tesitura. Avanzó una vez más hacia la ventana, sin tampoco desentenderse de si Paco Páez se daba o no cuenta de algo, tranquilizándose al comprobar que no había “moros en la costa”… Por fin se vio junto a la ventana; sacó la braga para reintegrarla donde estuviera antes, pero entonces…

¿Qué pasa con el golfo de mi hijo? ¿Le mete usted en vered?…
D. Ismael, pescado casi “in fraganti”, perdió los papeles y se volvió hacia ella, aún con las braguitas en la mano con lo que Dª Inés al instante las vio y reconoció

¡Vaya, vaya, con el curita!… ¡Vaya, vaya, con el muy reverendo padre D. Ismael!… Ja, ja, ja… ¡Quién lo iba a decir!… ¿Le gustan las bragas de mujer?… ¿Le ponen?… ¿Le gustan mis bragas?…
Dª Inés reía a carcajadas y D. Ismael no sabía dónde meterse y, menos, qué hacer…

No… No es lo que parece… Yo… Yo…
Usted, ¿qué?… ¿hace colección de ellas?… ¿De las mías en particular?… (Nuevas carcajadas, nuevas risotadas que le martilleaban los oídos, el cerebro a D. Ismael)… ¡Así que el curita resulta ser un cachondo?… ¿Te ponen cachondo las bragas…mis bragas?… Y yo… ¿Te pongo cachondo, D. Ismael?… ¿Te la “meneas” a mi salud?… No te preocupes hombre; al fin y al cabo, seguro que aves ya a lo que, realmente, me dedico… ¿A que sí?… ¿A que sabes lo que soy?… ¿A que sabes que soy una puta?…
Dª Inés siguió riendo… Riéndose de D. Ismael a mandíbula batiente y éste se sentía morir a chorros… Echó a correr hacia la puerta; la alcanzó la abrió y a la carrera se lanzó escaleras abajo. Mientras, Dª Inés, riendo todavía, le seguía hasta el rellano de la escalera

Si no pasa nada, D. Ismael… Si no me importa… Total, tengo muchas…
D. Ismael desapareció durante días. En el colegio esquivaba a Paco Páez, no quería encontrarse con él a solas, pero el chaval se las ingeniaba para abordarle cuando nadie podía oírles

¿Por qué no vuelve a darme clases, D. Ismael?… Con usted sí que me gusta estudiar… Además, ya no suelto tantas palabrotas como antes decía… Como a usted no le gustaba y decía que eso no se hace…
Porque no Paco… No puede ser… No insistas, por favor
¿Y por qué no puede ser?… ¿Por lo de las bragas de mamá?…
Sí; por lo de las bragas de tu madre… ¿Es que no te das cuenta Paco?…
Pues vaya una tontería, D. Agustín… ¡Si a mamá no le importa!… No está enfadada con usted… También ella quiere que vuelva… Una tontería lo de las bragas… Sí señor; una tontería… Mamá tiene muchos amigos; hasta algún novio ha tenido… Y más de uno también le ha quitado alguna braga… Mamá entonces se ríe… Dice que los tíos son unos “salidos”… Unos obsesos…
D. Ismael miraba en silencio al chiquillo… ¿Sería posible que el crío no supiera a lo que su madre se dedicaba?… Le parecía imposible, porque espabilado era un rato largo y lo que es “saber”, “sabía” más que “Lepe”… Y sin embargo no parecía inquietarle lo que su madre hacía… “Mamá tiene muchos amigos” había dicho… ¡Como la cosa más natural del mundo!… ¡Como lo más inocente!… “Muchos amigos!… Al parecer, para él, para el niño ya casi adolescente, los “practicantes” solo eran eso: Amigos con los que mamá se reía… Lo pasaba bien, como él mismo con sus amigos… Con sus compañeros de “fechorías”, cuando llenaban las paredes del colegio con lo de que “Don Ismael es un gilipollas”… No; no lo entendía…

Claro, que D. Ismael era ya “perro viejo” en eso de la enseñanza a los casi que más pequeños, y por propia experiencia sabía que, a veces, los que parecen más “golfillos” y despiertos, a la hora de la verdad resultan ser los más inocentes… Más que el socorrido cubo…

Así, en tal tira y afloja, fueron pasando unos días; tres, cuatro, puede que hasta una semana casi, con Paquito Páez insistiendo en lo de la reanudación de las clases y D. Ismael, impertérrito a toda súplica del pequeño. Hasta que un día, a última hora de la mañana, rayano ya el medio día y con ello el fin de las clases matinales, a D. Ismael le llamaron de la Dirección del colegio.

Ese buen hombre entró en el despacho del director; del padre rector del colegio, como oficialmente se le denominaba, no simplemente señor director, como habitualmente solía hacerlo: Inclinándose todo él, servil, melifluo, empalagoso, con una sonrisa falsa, aduladora de oreja a oreja… De siervo…

Mándeme usted, padre rector
El padre rector estaba tras su mesa de despacho… En pie, alto, alto, alto… Casi inconmensurable desde la descomunal altura de esos casi dos metros de estatura, ante el servil D. Ismael, de casi escaso metro sesenta… La verdad es que estaba magnífico, grandioso, aquél padre rector, cual emperador romano ante el vencido gladiador que, de hinojos ante él, espera anhelante la final decisión: Pulgar arriba, pulgar abajo…

Frente a la mesa del despacho, también de pie, pero a la derecha del recién llegado D. Ismael, el niño Paco Páez, sonriente, como si tuviera algo sumamente importante que decirle

Señor Peribáñez… ¿Da usted clases particulares al señor Páez?
Esto… Esto… ¿Cla…clases?…
Sí, señor Peribáñez… Clases, clases… Clases particulares…
Estooo… Verá usted, padre rector… Es… Vamos, es como… Como un acto de caridad… Pobre Paquito Páez… Su mamá…
¿Acto de caridad?… Veamos… ¿Acaso no cobra usted esas clases?
El padre rector salió de su atrincheramiento tras la mesa de despacho para dirigirse al pequeño Paquito Páez. Le cogió por la barbilla alzándole hacia él la cara

¿No es cierto, hijo mío?
Pero… Pero… ¿Por qué le riñe usted, padre rector?… D. Ismael no ha hecho nada malo…
Quien así acababa d hablar era Paco Páez, el alumno incorregible, pero el padre rector, como si oyera llover… Vamos, que ni caso…

¿Se da usted cuenta, señor Peribáñez, de lo improcedente de su proceder? ¡Ha puesto usted en entredicho el buen nombre de este colegio!… ¡De su sistema educativo, dando a entender que la enseñanza que aquí se imparte es insuficiente, al ser precisas clases!… ¡Clases particulares!… ¡Clases de apoyo que completen la educación que aquí reciben los alumnos!…
D. Ismael quiso intervenir en su favor, pero el reverendo padre rector no le permitió meter baza, prosiguiendo con su perorata-filípica-catilinaria, que de todo había en la fenomenal reprimenda que el pobre D. Ismael se estaba llevando

¡Historias de préstamos, como adelantos a cuenta de no sé qué honorarios!… ¡De un profesor que resuelve al alumno los mismos deberes que él le ha señalado!… ¡Y por no hablar del otro asunto; del sucio, el vergonzoso, el abominable!… Supongo que soy lo suficientemente claro, ¿verdad, señor Peribáñez?
Pues… Pues… ¡Francamente, mi señor padre rector, no!…
¿No cae en ello?… ¿No lo capta?… ¿Tan…tan corto es usted de entendederas?… Bien; seré más claro… Las historias de lencería femenina, manoseada… Libidinosamente manoseada… ¡Lujuriosamente manoseada!… ¡Hasta guardada…retenida por usted!… ¡Qué asco, señor!… ¡Qué vergüenza!… ¡Qué vergüenza más grande!…
En fin, que aquél fue el final de la carrera lectiva de D. Ismael en tal colegio. Ni el alto cartel que la hermana de D. Ismael, Dª Amelia Peribáñez, gozaba en tan santa y sabia institución, gracias a la largueza de sus donativos y dádivas varias de que el colegio y la orden religiosa se beneficiaban, fue suficiente para aventar la espada de Damocles del despido, pendiente sobre él desde que entró en el despacho.

Así que, fulminantemente, se vió en la calle; despedido tan pronto el padre rector dio por finalizada la entrevista, permitiéndose incluso despedirle de la estancia azuzándole, como se despide a un perro molesto. Minutos después D. Ismael, deshecho, sin ánimo que pudiera sostenerle, salía por la puerta principal del colegio para nunca más volver a atravesarla. Iba ensimismado en su propia desgracia, su propia mala suerte, insensible, sin prestar atención a nada de cuanto le rodeaba, y así llegó hasta su vehículo, su sufrido, su socorrido Seat 600

Hasta entonces, cuando ya estaba por entero encima de él, tocándole con la punta de los dedos, como aquél que dice, no reparó en él; no le vió… A su Demonio particular… A su Diablo Cojuelo… A Paquito Páez

¡Pero…! ¡Pero…! ¿Qué hace usted aquí, señor Páez?… ¿No…no le basta con lo que ha hecho?… ¡Me ha hundido!… ¡Me ha destrozado!… ¡Me…me ha roto usted la vida!… ¡Me han echado!… ¿Se da usted cuenta de lo que ha hecho, señor Páez?… ¡Me han echado!… ¡Me he quedado sin trabajo!… ¡Por usted…por su culpa!… Pero, ¿por qué?… ¿Por qué tenía usted que decirle nada al padre rector?… ¡Qué…qué daño le he hecho yo para que usted se porte así conmigo!… ¡Mi hermana me mata…me mata…me mata sin remedio!
D. Isma, yo…yo no quería hacerle daño…
¡Más respeto, señorito; más respeto!…
Perdone, D. Ismael. No quería faltarle al respeto…
De acuerdo, señor Páez… Perdonado… Y ahora, por favor, regrese usted al colegio… Estarán empezando a servir la comida a los alumnos medio pensionistas como usted… Y enseguida empezarán las clases de la tarde… Regrese usted al colegio, Páez; regrese usted…
No puedo D. Isma…
¿Volvemos a las andadas, señor Páez?… Y… Y ¿por qué no puede usted volver al colegio…a clase?
Porque el rector también me ha echado a mí. Por pegarle y llamarle hijo de puta…
¿Qué…que se ha atrevido usted a?… ¡A pegar al padre rector!… ¡A llamarle hijo…hijo de…eso!
Sí D. Isma… Tan pronto como usted salió del despacho… ¡Porque es eso; un hijo de puta!… Yo le dije lo de usted porque, como usted no quería darme más clases y él es el que manda, pues quería que le ordenara que me siguiera dando clases… Por eso se lo dije… No crea que me “chivé” de nada… ¡Y el hijo de la gran puta le despidió!… Por eso le pegué y le llamé eso que usted no quiere que diga…
Páez, Páez… Es usted de la piel del Diablo… Ande, ande, métase en el coche…
D. Ismael, D. Isma como le bautizara Paco Páez y desde entonces se quedara con tal diminutivo de su nombre, y su alumno, ya más exclusivo que otra cosa, se pusieron en marcha rumbo a la casa del chaval; de Dª Inés. Al poco, el envaramiento con que el maestro tratara a su discípulo fue desapareciendo para volverse las tornas a lo que últimamente era lo más normal, un trato mucho más asequible y fluido entre ambos.

Y, ¿cómo es ese súbito interés que te ha entrado por aprender?… ¿Por estudiar?… La verdad es que no me lo explico… Es un giro copernicano el que supone trocarse, de incorregible bala perdida a chaval responsable y hasta estudioso… No lo entiendo… De verdad que no comprendo cambio tan radical
Es que con usted sí que me gusta estudiar. Usted explica bien las lecciones y yo aprendo mucho más fácilmente… Las clases de los demás “profes”son un rollo… Un tostón… No saben explicar, como usted, y yo me aburro… Además… ¿Sabe una cosa?… Yo… Yo le aprecio… Sí; le aprecio… Es usted la única persona, aparte de mi madre, que se ha preocupado de mí… Sí, la única persona a quién sé que le importo…
Don Ismael no respondió; no pudo… Una especie de nudo en la garganta le impedía hablar… Estaba emocionado… Muy, muy emocionado ante las palabras de aquél chiquillo… Aquél diablillo que tantas, tantísimas veces le había hecho rabiar… Le había traído a mal traer… Aquél chiquillo que, indudablemente, era la mismísima piel del diablo, pero que… Entonces, escuchando a Paco Páez, D. Ismael entendió o. mejor dicho, supo, adivinó algo respecto a aquél ser revoltoso como pocos, descarado como casi nadie, deslenguado, irrespetuoso las más de las veces… Era un niño solo… Tremendamente solo… En la peor de las soledades, la soledad en medio de la multitud… Una multitud que, en general, percibía hostil a él… Y de ahí su palmaria rebeldía…

En muchos aspectos, se vio a sí mismo reflejado en aquél crío; en Paquito Páez… También él, D. Ismael, siempre se sintió solo, solitario en medio de una multitud hostil por no comprenderle… Por no entenderle… Pero también percibió la gran diferencia entre Paquito Páez y él: El crío no se rendía… No se rindió ante esa multitud… Esa sociedad que percibía hostil a él… Él, D. Ismael, sí se rindió… Desde el primer momento… Paquito Páez, pues, era mucho más que él, su profesor… Su preceptor… Su pedagogo… Y, al final, venía a constatar que él, el oficialmente adulto, el maestro, tenía mucho más que aprender del discípulo que el discípulo del maestro… Aprender a ser persona… A hacer frente a las adversidades de la vida… A sobreponerse a sí mismo… A plantarle cara a la vida, en definitiva…

Por fin el coche llegó ante la puerta de la casa de Dª Inés y Paquito Páez. D. Ismael frenó el coche. Quedó un momento en silencio, y luego echó mano de la cartera, la billetera, y sacó unos cuantos billetes. Se los alargó a Paco Páez diciendo

Toma; son las tres mil pesetas que tu madre me dio… Pero se las das a tu madre, ¿he?… Que te conozco y eres capaz de quedarte con ellas…
¿Y las clases?
No Paco, no… No puede ser… Lo siento, Paco; de verdad que lo siento… Pero no. No es posible… En serio Paco… No insistas… No insistas, por favor… Anda, bájate… Vete a casa…
Paco no se bajó. Se quedó en el coche, junto a D. Ismael. Cabizbajo… Enfurruñado…

De modo…que también usted… También usted me abandona… Me deja tirado…
No Paco… No; no es eso… Es que… No puedo Paco… De verdad que no puedo… No puedo Paco…
¿Y por qué?… Ahora ya no importa… El padre rector ya no le puede hacer nada… ¡Le ha echado!… ¿Qué más puede hacerle?
D. Ismael no pudo evitar reírse ante la salida del chaval

Bueno Paco… Ya veremos… Ya veremos… Pero hoy no; no… No me encuentro en condiciones… Compréndelo… Acaban de despedirme…
¿Mañana entonces?
Ya veremos… Ya veremos… Anda Paco; bájate y márchate a casa… ¡Y le das el dinero a tu madre!
Paco, por fin se bajó del coche y D. Ismael salió de allí pitando. Al día siguiente, el profesor no se presentó en casa de Paco y su madre, ni al otro ni al otro después. Fue a los cuatro, cinco, tal vez seis días cuando, a eso de las once de la mañana, llamó al timbre de aquella casa. Salió a abrirle la propia Dª Inés, toda vestida, arreglada, lista para bajar a la calle, a falta dolo de alisarse un poco el cabello, cosa que en tal momento hacía pasándose un cepillo para el pelo

¡Vaya! ¡Dichosos los ojos D. Ismael!… Pero, ¿dónde se ha metido usted, que no ha venido en no sé cuántos días?… Perdóneme, D. Ismael… Perdóneme por lo del otro día… Cuando me reí… Le prometo que no fue con mala intención… No… No me reía de usted… Bueno… Un poco sí… Pero… ¡Estaba usted tan gracioso con su pinta de sacerdote y mis bragas en la mano!… Perdóneme, de verdad… ¿Amigos?
Y Dª Inés, risueña, festiva… Toda ella amabilidad, tendió la mano a D. Ismael. Y D. Ismael volvió a sucumbir ante la vida… Ante la vida personificada en aquella mujer

No… No tengo que perdonarle nada… Es usted… Usted quien debe disculparme a mí… Verá… Yo… Yo…venía… Venía a explicarme con usted por lo de las bragas…
¡Pero D. Ismael!… ¡Si no tiene que explicarme nada!… Vamos a ver; ¿acaso no es usted un hombre?… ¿Un hombre normal y corriente; como todos, por más cura que pueda parecer? Pues eso… ¡Si supiera usted lo raritos que son algunos!… Las manías… Los fetiches que tienen…
No; D. Ismael no lo sabía… ¡Cómo iba a saberlo!… Pero Dª Inés sí que lo sabía… Y demasiado bien; más de lo que ella, realmente, hubiera querido… La mujer dio por concluido el asunto cuando, tras insistirle en lo que su hijo había cambiado en el poco tiempo que él llevaba atendiendo al niño, que ya no sólo no solía decir palabrotas sino que, cuando a ella se le escapaba alguna, la reprendía con lo de “Eso no debe decirse mamá. ¡Ten un poco más de educación!”

D. Ismael, Paco le aprecia mucho; le ha tomado verdadero cariño… ¿Sabe? Creo que es usted la única persona a la que respeta… Al menos, a la que más respeta… Y obedece… Ni a mí siquiera… ¡Digo ni a mí!… ¡A mí menos que a nadie!… Por lo menos, bastante menos que a usted… ¿Se quedará con él, verdad?… Ande, D. Ismael; sea usted bueno…
Y sí; D. Ismael se quedó… ¡Qué remedio, después de que ella, Dª Inés le besara con cierta ternura; cierto cariño en la mejilla!… Se quedó, rendido sin condiciones ante aquella mujer… Y a qué engañarte, D. Ismael. Eso es lo que en verdad querías; a lo que en verdad habías venido: A verla; a poderla seguir viendo cada día… Aunque fuera de lejos… Bueno, y también por su hijo; por Paco Páez. Su madre le había dicho que el pequeño le había tomado cariño, pero es que también él se lo había tomado al chico… Y mucho más de lo que quería admitir… Lo mismo que a la madre, pero en modos total, absoluta, casi diametralmente opuestos. Paco había llegado a ser para él, en aquellos pocos meses, casi, casi que como un hijo… El hijo que no tenía… El hijo que nunca tendría, de eso estaba más que seguro, pues, ¿quién le iba a querer a él? Y ella, la madre, Dª Inés pues… Eso; era Dª Inés… La Diosa inmarcesible… Pero también, inaccesible… Inalcanzable por siempre jamás…

D. Ismael desde aquél mismo día emprendió su nuevo menester de profesor particular a jornada completa de su alumno exclusivo. A partir del día siguiente se presentaba en casa a eso de las nueve y media-diez de la mañana. En la casa todo el mundo todavía dormía… Vamos, la madre y el hijo, que ere todo el mundo de la casa; más D. Ismael cuando también estaba allí, claro. Fue, era, el joven Paco quien por fin, a los no sé cuántos timbrazos en la puerta, salió por fin a abrir; más casi dormido aún que somnoliento, y acordándose de todo el mundo mundial… Casi mandando a D. Ismael más lejos que las estrellas por ocurrírsele presentarse a tales horas, casi de la madrugada para el “mocer”, pero D. Ismael se le imponía, obligándole a meterse a marchas forzadas en la ducha, pues no solo debe estarse siempre limpio de alma, sino también de cuerpo. Y a clase, que es para lo que venía y su señora madre le pagaba.

Su madre, Dª Inés, hasta las once, a veces incluso más tarde, no solía levantarse, a menos que tuviera “obligaciones” extraordinarias entre las once y las doce, como el primer día en que él volvió a aparecer por aquella casa, pues a la tienda, a la “boutique”, antes de las doce no solía aparecer para abrir. Eso se mantuvo así durante algo más de una semana, pues antes de los diez días posteriores al primer madrugón, cuando D. Ismael aparecía, haciendo sonar el timbre de la puerta, Paco ya estaba duchado, vestido y con el desayuno preparado para los dos, café con leche y la bollería de que su madre dispusiera. Así que lo primero que los dos hacían era desayunar, para enseguida empezar la clase del día. Al medio día comían, por lo común lo que el propio D. Ismael preparaba, pues de mal cocinero nada tenía y Dª Inés, la verdad, no era muy aficionada a las domésticas labores… Y eso cuando a tales horas estaba en casa y no tenía comida con algún amigo, casos en los que hasta más que mediada ya la tarde no solía aparecer ya por casa, desde casi las doce de la mañana en que salía

Una cosa cambió, para satisfacción de D. Ismael, respecto a la anterior etapa: Las visitas del “practicante”, como por ensalmo, desaparecieron para nunca más reaparecer. Eso sí; las comidas y cenas con amigos no cesaron de menudear bastante más de lo que el bueno de D. Ismael querría, pero qué se le iba a hacer. Incluso no faltaron días en que, a eso de las nueve de la noche, incluso a veces antes, Dª Inés telefoneaba diciéndole que lo más seguro se retrasaría; que si no le importaba mucho, se quedara con su hijo hasta que ella llegara. Maldita la gracia que a D. Ismael le hacía semejante comanda, pero “tragaba” sin decir ni pío, y allí se estaba, vigilando el sueño del pequeño hasta que su madre, por fin, aparecía por casa, no antes de las doce de la noche o, en general, más frecuentemente la una, las dos o más de la madrigada.

Con un “Gracias; eres un cielo, D. Isma”, la mujer agradecía los desvelos del preceptor de su hijo y este se marchaba a casa de su hermana. Sí, el coloquial “Eres”, más el “D. Isma”, era la manera de Dª Inés de tomarse confianza, tutear a D. Ismael, pero a él ni loco se le ocurría apear, en modo alguno, el ceremonioso “Usted” más “Dª Inés”. Por otra parte, cuando D. Ismael regresaba a la casa de su hermana entrada ya la madrugada, con ésta la tenía “parda”, pues le tachaba de “crápula”, “libertino”, “degenerado” y ni se sabe qué “lindezas” más, acusándole de andar por ahí, derrochando con “pelanduscas”las pesetas que a ella no le daba… Y con todo lo que ella había hecho siempre por él, que si no hubiera sido por ella, que le acogió cuando, muertos ya sus padres, le expulsaron del seminario, por eso, por crápula, qué hubiera sido de él. Lo que la buena señora se olvidaba de decir, es que para entonces, ella, muy a sus anchas, se había hecho con toda la heredad paterno-materna, mucha o poca, en virtud de ser soltera y algo más que treintañera ya, gracias a lo cual tenía ahora los posibles de que disponía, pues le sirvió para invertir en terrenos para construir allá por los años sesenta, negocios que le salieron redondos

Así fueron pasando los días, las semanas y algún que otro mes, aunque D. Ismael mantenía que con sus clases no era suficiente para el menor, pues él, por sí mismo, no le podía aprobar el corriente curso de la EGB, que se le quedó “colgado” al chaval al expulsarle el colegio. Y fue él, D. Ismael, quien, busca que te busca, encontró al chico centro que le admitiera a pesar de lo ya avanzado del curso, con la primavera floreciendo ya los campos en un mes de Abril que resultó de los de “las aguas, mil”

Fue una tarde cuando D. Ismael dio a Dª Inés la fausta nueva de que Paquito ya tenía colegio donde salvar el curso; por cierto una nueva no tan fausta para el joven alumno, pues significaba que su tranquila vida doméstica, sin tener que asistir cada día a las aburridas clases de todo “profe” que no fuera D. Ismael, tocaba a su fin… Desdichas de la infantil vida, en la que el infante ni pincha ni corta, quedando todo al particular arbitrio de los “mayores.

Aquél día habíase levantado Dª Inés sustancialmente más tarde de lo habitual, pues eran ya casi más las dos que la una del mediodía cuando apareció por la cocina, recién duchada. Lo malo fue que allí se presentó en bata, pero desabrochada, por lo que más bien estaba en simple sujetador y bragas, que así le paso al pobre D. Ismael, que de poco no le da un infarto ante tan celestial visión. Como es lógico, la mujer al instante se coscó de la impresión que en el hombre obraba su semi desnudez, lo que hizo que se “cortara” un tanto, anudándose el cinturón al talle, lo que hizo que el sujetador se cubriera, mas no así los gloriosos muslos, que de todas formas quedaron a la vista

Estaba en tal momento el sufrido varón dando los últimos toques al menú del día, un arroz casi huérfano, pues sus únicos ingredientes eran el sofrito de cebolla, ajo, pimiento y tomate, sin más realce que unos trozos un tanto generosos de tocino bien veteado de jamón, lo que comúnmente en España se llama “bacón” que, la verdad, es un tanto distinto a lo que por tal se conoce en Inglaterra. Aparte, como segundo plato o plato fuerte, un pollo perfectamente asado, bien doradito, bien crujiente, que hizo que Dª Inés se chupara los dedos al mojarlos en la piel del volátil recién sacado del horno.

¡Qué doradito!… ¡Y qué rico! (Esto lo dijo al untarse el dedito en la grasa de la piel del pollo) ¿Cómo lo ha hecho?… ¡A mí se me quema siempre!
Porque tú no sabes cocinar y D. Isma sí que sabe… ¡Menudo cocinero es!…
D. “Isma”, me tiene usted que enseñar porque, en verdad, soy un desastre en la cocina…
No… No tiene ningún secreto… Cocinar no tiene ningún secreto, realmente… Se trata, simplemente, de poner cariño, el corazón en lo que se hace. Si lo hace así, con cariño, ya verá cómo todo le sale bien y sin necesidad de que nadie le enseñe nada… Las enseñanzas son para la alta cocina, la de los gourmets, las “Estrellas Michelin” y demás, pero para la cocina doméstica, la de cada día, no hay más secreto ni misterio que ese, ponerle cariño…
Otra cosa puso de manifiesto la buena de Dª Inés, reparando en su hijo que, tranquilamente, sin protestas o similares, ponía la mesa, encaramándose a una silla para acceder a los platos y ponerlos sobre la mesa.

D. Ismael, le voy a poner en un altar: Mi hijo ayudando en casa y sin protestar… ¡Verdadero milagro!… ¡Qué haría yo, sola, con él!… ¡Es usted mano de santo para mi Paco!…
Durante la comida, sentados los tres a la mesa, D. Ismael puso al corriente a Dª Inés de lo del colegio para su hijo Paco. Un inconveniente tenía, de todas formas, la solución encontrada por D. Ismael: El colegio encontrado distaba bastante más del domicilio materno que el viejo colegio del que le expulsaran, lo que acrecentaba, primero, el hecho de ser de horario intensivo, limitado a la mañana, de ocho a catorce horas, y en segundo término, la casi imposible combinación de transporte público, pues la zona donde Dª Inés residía, la más que famosa por aquellos años, primeros de los ochenta del pasado siglo, “Costa Fleming”(1), carecía en esos entonces de metro, y autobús directo hasta el nuevo colegio no había, debiendo hacer, al menos, dos transbordos para llegar. La cosa la solucionó al momento el propio D. Ismael, ofreciéndose a recoger al mancebo cada mañana en casa y devolverlo luego al mediodía

Dª Inés opuso que para qué se iba a molestar tanto él, D. Ismael; que bien podía Paquito acabar el curso con él y para el próximo buscar centro más cercano, pero el profesor insistió en que era un lástima que Paco perdiera ese año; total, tampoco le iba a costar tanto trabajo a él, acostumbrado, desde siempre, a madrugar

Acabaron de comer y D. Ismael procedió a fregar los servicios usados, tanto los de mesa como los utilizados en la elaboración de la comida. Paco le ayudó a secar lo que él fregaba y Dª Inés se puso a preparar café para la sobremesa, aviando tazas, platos, cucharillas y azucarero para el café, así como dos copas para el coñac que impuso como acompañamiento del café.

Por fin, con todo limpio y recogido, amén del servicio del café y el coñac en la mesa de la cocina donde comieran, se sentaron los dos adultos a la mesa, en tanto que el menor zanganeaba por allí, haciendo más el indio que otra cosa. Dª Inés sacó una pitillera y de ella tomó un cigarrillo, aprestándose a encenderlo

Mamá el tabaco es malo; perjudica los pulmones y puede causar cáncer. Lo dice D. Isma…
Pero… ¡Si serás cara!… ¡Acaso no fumas tú!
No mamá; haciendo caso a D. Isma, me he retirado… Llevo ya dos días sin encender un cigarrillo…
Dª Inés se sonrió; miró el pitillo, el encendedor, pareció sopesar algo y, finalmente, devolvió el cigarrillo a la pitillera y ésta la guardó en un cajón del mueble bajo de cocina que quedaba, justo, tras de ella, mientras, suspirando, decía

Me pensaré si lo tiro a la basura o sigo fumando… Si no lo veo, no lo creo; mi hijo diciéndome que el tabaco es malo y que ha dejado de fumar… ¿Qué hace usted, “D. Isma”, para lograr semejantes milagros de este golfo redomado que tengo por hijo?
D. Ismael, “D. Isma”, como ahora le llamaba, no sin cierta sorna, simplemente se sonrió, si bien que muy conejilmente, restando importancia a lo que la mujer dijera de él. Ella tomó un sorbo de café y libó otro de licor. Alzó luego la vista, diciendo a su hijo

Paco, hijo; ¿por qué no te bajas un rato a la calle, y juegas allí un poco?
¡Estupendo mamá!
El chiquillo iba a salir escopeteado de la cocina, cuando su “profe” dijo

¡Pero, señor Páez, a las cuatro aquí, que hay que proseguir las clases de la tarde!
Perfecto, D. Isma; a las cuatro aquí como un clavo
Entonces fue Dª Inés la que volvió a meter baza

D. Isma, D. Isma… ¿Por qué no le da suelta al muchacho por esta tarde?… A fin de cuentas, ya es viernes y la semana termina… Lleva estudiando, trabajando, toda la semana… Apenas si ha bajado a la calle a jugar… A que le dé el aire… También eso es importante… “Mens sana in córpore sano”…
No hubo más que hablar. Paquito salió de estampida a su cuarto para coger una pelota y bajaese con ella a la calle. Pero en el último momento su madre salió detrás de él diciéndole

Si cruzas la calle, ya lo sabes: Por el semáforo y en verde
El chiquillo respondió afirmativamente y salió despendolado por la puerta, mientras Dª Inés volvía a la mesa, sentándose ante su café, su copa y D. Ismael. Al momento éste comentó

Pues entonces, aquí creo que ya no pinto nada. Acabaré el café y volveré a casa de mi hermana
¡Por Dios, D. Isma!… ¿A qué tantas prisas? ¿Le aburre acaso mi compañía?… ¿Le incomoda?
Por favor señora; cómo puede decir eso… Pues claro que no…
Entonces quédese un rato conmigo… Podemos charlar, ¿no le parece?
A D. “Isma” eso de quedarse a charlar un rato con Dª Inés le pareció de perlas, por lo que no tuvo inconveniente en quedarse donde estaba. Dª Inés entonces, puestos los dos de acuerdo en prolongar algo la sobremesa, alzó su copa y la adelantó hacia D. Isma en muda invitación a hacer un brindis, sugerencia que él aceptó al momento, elevando a su vez su copa de licor y adelantándola al encuentro de la de su anfitriona, que hizo que ambas copas chocaran entre sí, al tiempo que decía

Chin, chin, D. Isma
Chin, chin, Dª Inés
Seguidamente los dos, D. Isma y Dª Inés, bebieron sorbos de licor, más o menos generosos. A continuación, Dª Inés, volvió a tomar la palabra

No sé cómo agradecerle lo que está haciendo por mi Paco. ¡Es un milagro lo que ha logrado!… ¡Lo ha cambiado como quien dá la vuelta a un calcetín!… Se lo ha metido en el bolsillo; se lo ha ganado por completo… ¿Sabe? Ha conseguido que él hasta le quiera… ¡Sí D. Isma; sí!… Ha hecho que le quiera… Y, estoy segura, también usted le ha tomado cariño a él…
No… No tiene importancia… No ha sido nada de difícil… Él se hace querer… Es muy difícil no tomarle cariño… Desde luego es un diablillo, un verdadero trasto, pero… Pero es un chico excelente
¿Sabe D. Isma?… Es usted la primera persona, aparte de mí misma, que, en verdad, se ha interesado por él… Bueno, en realidad, usted se ha preocupado por él hasta, incluso, más que yo, su propia madre…
Dª Inés calló un momento; miró su copa, se la llevó a los labios y bebió un sorbo. Luego, suspiró y prosiguió hablando

Paco ha vivido, casi desde su nacimiento, a su libre albedrío… Haciendo lo que le daba la gana; a su albur… Sin control de nadie… Usted, D. Isma, es la primera persona que le ha puesto coto… Le ha metido en cintura por las buenas, sin violencia ni malos modos… Con paciencia, con comprensión… Con persuasión… Con cariño… Como un padre educa a su hijo… Como el padre que nunca ha tenido…
D. Ismael intentó rebatirla; negar que todo el monte fuera orégano, como ella pretendía, pero Dª Inés le cortó, planteándole lo siguiente

Usted… Usted lo sabe todo… Se ha dado cuenta de todo, ¿verdad?…
D. Ismael quedó enteramente confundido ante la cuestión, sin saber a qué narices podía referirse la buena señora

No… No la entiendo… No sé a qué se refiere, Dª Inés…
La mujer sonrió sin alegría pero con un tic de desengaño, de desencanto de la vida

De lo que en verdad soy… De a lo que verdaderamente me dedico… ¡De que no soy más que una puta!… ¡Una jodida puta que se abre de piernas con cualquiera que le paga lo que pide!
D. Isma no respondió. Bajó la cabeza y enrojeció hasta las orejas… Hasta la raíz del pelo… No hizo falta que asintiera a lo que la mujer le confesara, pues el que calla otorga… Asiente sin palabras…

Sí; lo sabe… Sabe lo que soy…se ha dado cuenta… Y yo me he dado cuenta de que lo sabe… Y… ¿Qué opina?… ¿Qué opina de mí?… ¿Le doy asco…a pesar de desearme?… ¿Piensa que soy escoria humana? Una escoria bella y apetecible… Pero escoria a fin de cuentas… Detritus… Excremento humano, ¿verdad?
D. Ismael, al instante, alzó la cabeza y miró a Sª Inés. El rostro, para entonces, no es que estuviera rojo, sino más bien bermellón… Bermellón hasta las orejas… Bermellón hasta la raíz del pelo… Pero su mirada, sus ojos, estaban límpidos, francos, sin doblez alguna… Y ahora sí que respondió… Con una cita evangélica; una sentencia que Jesús el Cristo dirigiera una vez a sus discípulos

“No juzguéis, y no seréis juzgados”
Dª Inés volvió a mirar a D. Isma. Ciertamente que antes se había enardecido, encendido de orgullo… del orgullo de la persona que se sabe juzgada y condenada de antemano por una sociedad, unas gentes que no la comprenden; una sociedad y gentes a la/las que nada en absoluto importa, pero que se recrea/ se recrean en machacarla, en pisotearla… Pero la respuesta de D. Isma, tan escueta, tan sencilla, la desarmó. E hizo que su mirada de ahora fuera tierna… Hasta conmovida en cierto modo

Qué gran persona es usted D. Isma… Eres tú, “Don Isma”… Nunca he conocido un hombre como tú… ¡Y no será por no haber conocido hombres en mi vida, que a unos pocos he conocido!…
Dª Inés se puso en pie y, más bien de manera lenta, pasito a pasito, a la par que sinuosamente, se fue acercando a D. Isma que, la verdad, no sabía dónde meterse, temblando además como una hoja y de pies a cabeza. Y es que la imagen que Dª Inés transmitía al andar era para verla. Ondulante, marcando con cada paso su anonadante anatomía femenina, haciendo que las caderas bascularan de un lado al otro, de derecha a izquierda con cada movimiento de avance, haciendo así que las líneas, las curvas de su femenil cuerpo se dibujaran resaltando rotundas a través del tejido de su bata, una bata que, al estar sólo ceñida, cerrada, por el cinturón, al andar se abriera sensualmente de cintura para abajo, mostrando al desnudo sus muslos, sus piernas, su breve, diminuta braguita negra adornada con cintitas intensamente rojas; rojas como la más enfebrecida pasión… Cintas que se unían en primoroso lazo en la parte alta y frontal de la cintura de la braguita, en maravilloso realce… Las mismas bragas, casualmente, que no tantos días antes tuviera en sus manos… Las mismas bragas culpables de su última desgracia, cuando le despidieron del colegio junto a su alumno Paquito Páez, el hijo de la mujer que ahora se le acercaba para su permanente tortura… Pero también para el mayor gozo de sus ojos, de su olfato… De todo su ser, pendiente, rendido a tal mujer… A tal Diosa del Olimpo más inaccesible, más lejano, más inalcanzable…

Dª Inés llegó a su lado, enfrentándole por su izquierda; muy, muy junto a él… Envolviéndole en su aroma… En su íntimo olor de mujer más que deseable… Y allí se quedó parada… Parada y callada, pero solo un momento pues, tras tal momento, indolentemente se desanudó el cinto que cerraba la bata que vestía, la cual al punto se abrió gloriosa mostrando en su integridad la casi desnudez femenina, al revelarse, en toda su esplendidez lo mismo la braguita que el sujetador, amén de parte de sus senos, todo lo que el más bien sucinto sujetador no alcanzaba a cubrir, que en absoluto era poco… O su vientre, liso, turgente… ¡Dios, y qué maravilla de las universales maravillas era aquél cuerpo!, pensaba, sentía D. Isma, enteramente acoquinado… Perdido sin remedio en aquél cuerpo más que excelso

Dª Inés, tras unos entre minutos y casi segundos, llevó sus manos a la espalda por debajo de la bata; alcanzó las presillas del sujetador y las soltó, haciendo que la femenina prenda cayera, por su peso, hacia abajo, con lo que los senos, los erguidos pechos rematados en puntiagudos pezones, enhiestos como pitones de toro bravo, corniveleto y astifino (2), quedaron libres, patentes en su estentórea desnudez. Y entonces, el pobre de D. Isma sí que se sintió morir… Morir de impresión

D. Isma; yo te gusto… Te pongo… Me deseas… Lo sé… Para mí, res translúcido; ¡anda y que no se te nota!… Hace un rato, cuando me has visto aparece por aquí, con la bata desabrochada y sujetador más bragas a la vista… ¡Te me comías con la mirada!… Tócame si lo deseas…
Dª Inés tomó las manos, temblorosas, del pobre D. Isma, que se moría a chorros ante tal magnificencia de mujer, y se las llevó a sus senos, una mano a cada uno, haciendo que se los estrujara; se los acariciara, a lo que el más mísero que pobre hombre se rindió incondicionalmente

¿Te gustan, D. Isma?… ¿Te gustan mis tetas?… ¿Son como las imaginabas?…
Dª Inés se rió. Pero sin sorna, sin hacer burla de él; sencillamente, “aquello” le gustaba… D. Isma, en efecto, quería acariciarla; disfrutar de aquellos “cántaros de miel”, como rezaba cierta canción de allá por los la medianía de los años setenta, pero era torpe… No sabía acariciar los senos de una mujer… Pero se esforzaba; ponía empeño en hacerlo bien, y eso enternecía a la más que avezada hembra

Anda, corderito lechal, ven conmigo, que de esta te hago hombre
Dª Inés tomó de la mano a D. Isma, tirando de él, haciendo que se levantara; él, más que dócilmente la siguió, cual manso corderito que llevan al matadero. Pero no fue al matadero donde Dª Inés le llevó, sino a su dormitorio… A su cama… Aquella fue la primera vez que el probo D. Ismael conoció, saboreó, las íntimas delicias de un cuerpo de mujer… Y no una vez; tampoco dos, sino las que dieron de sí las algo más de tres horas que transcurrieron hasta algo más de las seis de la tarde, con las obligadas treguas para que el más que cuarentón D. Isma se repusiera, recuperando las suficientes energías para seguir en la brecha.

Como cuando intentó acariciarlos divinos senos femeninos, D. Isma en absoluto estuvo a la altura de las circunstancias que aquella tan soñada mujer le ofrecía, sino que los inicios de tan trascendente momento fueron más bien frustrantes, pues su incompetente inexperiencia llegaba a ser supina. Pero como también antes pasara, su empeño y aplicación en hacer las cosas lo más satisfactoriamente posible, también se dio, por lo que, y dado que la señora era más bien bastante docta en la materia, la relación o, mejor dicho, sucesivas relaciones, fueron mejorando a ojos vistas, para feliz y mutua satisfacción.

Así, hacia más o menos las seis y veinte de la tarde, Dª Inés dio por terminada las clases en el arte de Eros y Venus, diciendo

Corderito lechal, mejor será que nos vistamos y duchemos, que mi Paco estará a punto de subir y tampoco es plan de que nos pille así
D. Isma, o “Corderito Lechal”, que por ambas denominaciones empezó a nombrarle, por tiempo “in extenso” Dª Inés, más de acuerdo con tan prudente decisión no pudo estar, y ahí se terminó, prácticamente, tan gloriosa tarde y día, pues el bueno del “profe” no supo ya donde meterse y, menos, sostener la mirada de Dª Inés, cuando casualmente se cruzaban, de forma que a poco de subir Paco, poco más de las siete de la tarde, D. Isma o “corderito lechal” se disculpó y se largó casi huyendo de la casa.

Eso, verle desde entonces, desde que el íntimo encuentro se acabó, tan vulnerable, tan apocado y tímido hacia ella, que más parecía haber cometido casi un sacrilegio al acostarse con ella, a Dª Inés le hacía gracia, obligándola a iluminar el rostro con una abierta sonrisa que a veces se convertía en franca risa. Y al mismo tiempo le provocaba una ternura nunca antes sentida por hombre alguno. Y es que era de lo más gracioso, pero también conmovedor, ver a ese ser masculino, algo más que cuarentón, pues si no tenía los cuarenta y cinco poco debía faltarle, comportarse como un jovencito adolescente quince-dieciséis, diecisiete años a lo más, ante su primera mujer hecha y derecha

Como la famosa tarde gloriosa fue un viernes, los dos siguientes días, sábado y domingo, descanso semanal de Paco Páez, D. Ismael no apareció para nada por casa de Dª Inés, no volviendo por aquella casa hasta el subsiguiente lunes. Como normal era desde hacía ya algún tiempo, al primer timbrazo en la puerta, a las nueve casi en punto de la mañana, pues D. Ismael apuraba cada vez más el tiempo, presentándose en la casa hasta antes de las nueve, Paco estaba en la puerta, abriendo. Pasaron directamente a la cocina desayunar para, casi de inmediato, empezar las clases de la mañana.

Al medio día, mientras una vez más Paco ponía la mesa, D. Ismael daba los últimos toques a la comida que se puso a preparar entre explicación y explicación de materias académicas, entre pregunta y pregunta a su exclusivo alumno. Dª Inés entró en la cocina cuando Paco acababa de poner la mesa y D. Ismael acercaba la cazuela a la misma para empezar a servir los platos. Se sentaron los tres a la mesa y, charlando entretenidos, dieron buena cuenta de cuantas viandas D. Ismael preparara. Luego, un poco de charla o la siesta que Dª Inés solía dormir cada tarde antes de bajar a la tienda, las clases de la tarde y a las ocho de la tarde más o menos, D. Ismael marchaba a casa de su hermana, dando así fin el día, laborable al menos.

Esa fue la tónica, la rutina, de cada día, solo rota por las más o menos frecuentes comidas o cenas de “trabajo” de Dª Inés, comúnmente de dos a tres por semana, aunque semanas hubo que se produjeron casi todos sus días. Nunca más, en las inmediatas semanas que siguieron a la gloriosa tarde de aquél señalado viernes, aquello se repitió. Dª Inés, cuando cada mediodía subía a casa desde la boutique, se metía en su habitación a “ponerse cómoda”, es decir, quedarse en sujetador y bragas bajo la misma bata de aquél día, la que comúnmente y de siempre vistiera estando tranquilamente en casa, pero bien sujeta desde entonces, cuidando con esmero que no se abriera por parte alguna… Hasta se la abrochó por los faldones, hacia el final de los muslos, muy cerca ya de la rodilla, con un imperdible

Pasaron así dos semanas y comenzó la tercera, en la que Paco reiniciaría sus clases en un aula, en el nuevo colegio donde D. Ismael le matriculara para poder acabar el curso escolar. Sería el miércoles de tal semana cuando empezara su nueva andadura como alumno de un colegio y la víspera, el martes precedente, sucedió que Dª Inés tuvo una “cena de negocios” que acabó por llevarle bastante más tiempo que el habitual, pues cuando por fin llegó a casa eran ya casi las cinco de la mañana. D. Isma, el “corderito lechal”, llevaba velando el dueño de Paco desde las diez de la noche más o menos y estaba algo más que bastante cansado y. sobre todo, más dolido, abatido que enfurruñado por lo de la “cena de negocios” de su Diosa… Aceptaba mal tales “ágapes”, pero cuando se prolongaban por tantísimas horas era para él un verdadero suplicio; el más tenebroso de los avernos infernales.

Había, entre tanto, preparado la comida para el siguiente día y hasta horneado un bizcocho que les sirviera para desayunar por la mañana. Cuando por fin apareció Dª Inés y con el consabido “Gracias D. Isma… ¡Eres un cielo!”, “desfiló” hacia su dormitorio, ansiosa por verse entre las sábanas y dormir a pierna suelta hasta hartarse.

D. Isma, por su parte abandonó la vivienda, cerrando tras él con la llave que, previamente, Dª Inés le facilitara a fin de que por la mañana no diera ningún timbrazo que la despertara y obligara a levantarse a abrirle, ya que Paco, seguro, ni un cañonazo le despertaría a las seis de la mañana. Bajó a la calle y se dirigió al “600” que tenía por coche. Le abrió y se metió dentro, pero no le encendió… No le arrancó, sino que echó hacia atrás el asiento, reclinándole así mismo hacia detrás, buscando la posición más cómoda posible. Entonces, arrellanado en el asiento, buscó la mejor para dormir y se durmió casi tan pronto como cerró los ojos.

Poco antes de las seis de la mañana le despertó la alarma del reloj; se desperezó, estirándose aún en el asiento, y se bajó del coche. Lo cerró y subió al piso de Dª Inés, abriendo la puerta con la llave que guardaba, yéndose de inmediato al baño para lavarse, chapuzándose bien de agua, pues para ducharse más bien que no tenía tiempo. Fue, seguidamente al cuarto del chaval e hizo que abandonara la cama, no sin que Paco prorrumpiera en improperios, recordando lo de “D. Ismael es un gilipollas” como epíteto de menor cuantía, ya que los “dulces” recuerdos a la señora madre de D. Isma no faltaron en absoluto y en forma asaz recurrida, sin tampoco olvidarse de coronarle más que a ciervo macho y adulto, vencedor en innúmeras “berreas”, cosa por demás injustificada, pues D. Isma era soltero y sin compromiso de toda la vida.

En fin, que a eso de las siete el tándem D. Isma-Paco Páez estaba en la calle y metiéndose en el sufrido “600” del “profe” privado de Paco, arribando al nuevo “cole” del doncel poco antes de las ocho de la mañana. Pasado el trámite de llevar D. Isma al “mozo” al aula correspondiente, presentándole al docente que desde aquella mañana y hasta que finalizara el curso sería su oficial “profe”, eso sí, menos privado que D. Isma, éste se reintegró al “600”. Volvió a echar hacia atrás el asiento, reclinado así mismo el asiento para, encaramándose a él, arrellanarse como la anterior madrugada y dormir

A eso de las dos de la tarde, nada más verse Paco libre en la calle, despertó a su “profe” en exclusiva, aporreando el cristal de la ventanilla de lo lindo, regresando los dos a casa, dispuestos a dar buena cuenta de lo que la tarde-noche anterior D. Ismael preparara como yantar del actual día. Cuando llegaron a casa Dª Inés ya estaba en la cocina, esperándoles, y con la comida al fuego para que tan pronto llegaran ellos los tres se pusieran a comer. Acabada la comida, Paco, muerto de sueño y cansancio, hizo mutis rumbo a su habitación, en tanto D. Isma y Dª Inés quedaban en la cocina, fregando todo lo utilizado él y secando, amén de recogiendo, ella.

Acababa D. Isma de fregar, en tanto Dª Inés procedía a secar lo último que él fregara cuando la mujer dijo

Debes estar muerto, “corderito”. Anda, vete tú también a la cama…
D. Isma trató de negarse, porque eso de acostarse en su habitación, en su cama… Pero Dª Inés se rio con ganas

¡No me digas que te da corte meterte en mi cama después de lo del otro día!… Pero qué tonto que a veces eres, “corderito lechal”…
Le besó fugazmente en los labios, añadiendo a continuación, casi susurrante, al oído

¡Y qué deliciosamente inocentón también, corderito! Anda vete para allá, que en un momento estoy allí, contigo…
Y D. Isma, el “corderito lechal”, no tuvo ya nada que oponer a la iniciativa de aquella mujer… De aquella Diosa… De su excelsa Diosa… Efectivamente se llegó al dormitorio de ella y allí se desnudó hasta quedar en “pelota picada” y se metió en la cama, a la espera de la ebúrnea Diosa.

Dª Inés llegó al dormitorio en menos de diez minutos y, cuando le vio metido en la cama y a culo pajarero, se echó a reír con una vivacidad, una alegría, que saturó la estancia

¡Vaya, vaya!… ¡Conque el “corderito lechal” tiene ganas de hacer “ñaca-ñaca”!… ¿Verdad, “corderito”?
El “corderito lechal” enrojeció hasta las cejas… Hasta la raíz del pelo, como siempre, en situaciones un tanto embarazosas, y aquella, para él al menos, sí que lo era. Dª Inés, sin dejar de reír, se fue directa hasta la cama… Hasta el mismo borde de la cama. Allí se detuvo y abrió la cama. Se desenganchó el imperdible que mantenía cerrados los faldones de la bata y, seguidamente, desanudó el cíngulo que le mantenía ceñido el talle, cerrando, velando a la vista su interior semi desnudez; la bata, suelta, libre de ataduras, se abrió al instante, mostrando el cuerpo de aquella Diosa en su integral, total y absoluta desnudez, pues tras ducharse al levantarse, había obviado toda prenda sobre su cuerpo, a excepción de la sugerente bata. Se metió entonces en la cama, tomando entre sus brazos el cuerpo del “corderito” a la par que sus labios buscaban los masculinos, en fugaz y dulce contacto, para seguidamente deslizar, susurrante, en los oídos del hombre que sus brazos estrechaban contra sí misma

¿Sabes “corderito”?… También la “corderita” tiene ganas de hacer “ñaca-ñaca”…
A las cinco de la tarde la alarma del reloj volvió a sonar, despertándole. A su lado, abrazada a él, dormía plácidamente Dª Inés… Sí, Dª Inés, pues a pesar de la porfía de la Diosa porque apeara el Dª, S. Isma, el “corderito lechal”, no cejaba un ápice en tal deferente tratamiento. Sacó de la cama a Paco y, tras hacer que merendara en la cocina a la par que escuchaba las explicaciones que sobre las materias dadas esa mañana. El plan de clases particulares establecía que lo primero que harían sería repasar lo por la mañana diera en las clases del “cole”; luego, los deberes señalados, que el alumno debería resolver, hacer por sí mismo, si bien tras las pertinentes explicaciones que resultaran precisas, para acabar preparando lo que, presumiblemente, se trataría en clase al siguiente día

Pasadas en muy poco las diez de la noche, tras cenar lo que de todas formas preparara D. Ismael, Paco Páez, el preadolescente, desfiló rumbo a su cama, más que dormido amén de cansado cosa mala. momento en que D. Isma dijo que también él se iba a casa de su hermana. Pero entonces Dª Inés le salió con una propuesta por demás sorprendente: Que D. Isma se quedara a dormir en casa; con ella, con Dª Inés. D. Isma se quedó turulato ante la perspectiva: Tenerla a su lado, junto a él, cotidianamente, diariamente… Aspirando su perfume, su olor… Sintiéndola; sintiendo cada día, cada noche, su calor, la calidez emanada de su ser, de su cuerpo desnudo… ¡De ella, Dios mío; de ella!… ¡De la Diosa…de “su” particular Diosa!

Pero… ¿Y Paco?… ¿Qué pensará Paco, de ti, de mí, cuando nos vea juntos en la cama?… Porque vernos, seguro que algún día nos verá…
Pero qué inocente eres, “corderito”… Mi Paco es un golfo; un golfo bastante reformado, gracias a ti, pero un golfo que sabe más que Lepe, Lepijo y todos sus hijos… ¿Crees, acaso, que no sabe lo que soy?… ¿Qué no sabe de dónde procede, en realidad, el dinero se gasta en esta casa?… ¡Pues claro que lo sabe!… ¡Que no es tonto, “corderito”…que no es tonto!… Y, te apuesto lo que quieras, a que cuando nos pille haciendo “ñaca-ñaca”, hasta se alegra…
Y como no hay nada mejor que juntarse el hambre con la oportunidad, y D. Isma tenía hambre canina respecto al cuerpo de su Diosa, pues no hubo más que hablar, por lo que desde esa misma noche empezó a hacer vida enteramente marital con Dª Inés, convertida ya en Inés a todo ruedo, aunque esa nueva relación, más o menos estable, de Inés tampoco significó que las citas de negocios, comidas y cenas, se cancelaran, pues no fue así, sino que prosiguieron al natural ritmo anterior, poco más o menos; es decir, entre dos y tres días, mínimos, por semana…

D. Ismael pasaba todos los males del Infierno cuando tal pasaba, cuando de sobras sabía lo que su Diosa hacía en tales horas, pasadas en ignotos lugares aunque, por supuesto, daba por descontado que una cama o similar lejos de donde su Diosa estuviera con su “amigo” de turno no andaría, precisamente. Cuando la Diosa, por fin, volvía a él, en la casa de ella, en el dormitorio de ella, en la cama de ella, a veces era buena con él, dispensándole un premio de consolación en un rápido, casi insípido “ñaca-ñaca”, pues apenas lograba que él se vaciara dentro de ella, le daba la espalda, volviéndose de costado para entregarse al sueño con un lacónico

Lo siento, “corderito”, pero estoy muerta…
Pero también en tales casos sucedía, y en especial cuando el regreso a la semi paz hogareña se producía pasadas las tres-cuatro de la madrugada, lo de “Lo siento “corderito” etc….” Se daba antes de ñaca-ñaca alguno, quedando el refocile postergado a cuando la Diosa lo tuviera más a bien.

Como el tiempo nunca se detiene, sino que a cada día sucede el siguiente, a cada semana la otra y a cada mes el que le sigue, también llegó un domingo de allá por las postrimerías del verano de aquél año, fines de Agosto más o menos, pero de un Ferragosto, como dirían los italianos, de los de dar y tomar calorines, pues por los veinte y no pocos del mes, las temperaturas en este Madrid, hoy día de mis pecados y pesares, en la época que nos ocupa apenas si bajaba de los 41-42º a la sombra… Vamos, que no nos engañemos pues, en cuanto a canículas veraniegas toca, clavaditas, clavaditas a las que hoy día alguno que otro disfruta y no pocos padecemos, servidor incluido, con esos 42-43º a la sombra de, por ejemplo, el pasado verano de mis agobios y sudores.

En fin, que la cosa fue que el sábado inmediatamente anterior a tal domingo, al bueno de D. Isma o “corderito lechal” se le ocurrió ir a pasar el inmediato día dominical a la cercana sierra madrileña de Guadarrama, a un lugar pelín más alto que Navacerrada, el pueblo que no el puerto de montaña. El paraje era de casi ensueño; un tanto al noreste del pueblo, era un sucinto claro de bosque de montaña con pinos, robles y encinas, pero mullido por fresca y no tan baja hierva, surcado por un entre arrollo y riachuelo, el de La Maliciosa, al pie de tal pico, de más de 2.200 m. de altitud

Allí pasaron el día, disfrutando cada cual de lo que más le gustaba o interesaba. Así, tan pronto vio Paco la corriente de agua, cuya frialdad desanimaba al más pintado a meterse en tan heladoras aguas, haciendo bueno lo de “Quién dijo miedo”, se quedó en bañador en menos tiempo que duraban las famosas “Coplas de la Zarabanda” y corriendo fue a chapuzarse en el agua, que para más no da su somero caudal, ya que apenas llegará a poco más de los tobillos su altura media. Claro que también existen remansos y hoyas en su curso cuya profundidad puede aproximarse al metro, aunque raramente llegar.

También se animó a semi congelarse Inés, que a lanzada pocos/as la igualaban, metiéndose en pozas y hondonadas hasta incluso llegar a sentarse en el fondo, a fin de que el líquido elemento, al menos, se le aproximara a cuello y hombros. D. Ismael, como casi siempre, dio la nota discordante respecto al chapuzón, ya que a él le aterraba el frío, más aún el agua helada; en fin, que solía mantener que para bañarse estaban los cuartos de baño con sus bañeras, ya que si el Buen Dios hubiera querido que anduviéramos por las aguas a tuti plen, nos había dotado de aletas y branquias, como a los peces. Vamos, que a menos del metro largo, ni en broma se le ocurrió acercarse al curso acuífero. Pero allí estaba Inés, su Diosa, para jorobarle el parque cuando, chorreando, salía del agua para dirigirse hacia él y, en llegando a su vera, sacudirse el agua cual perro de ídem, hasta poner a su “corderito” algo más que salpicado, provocando las protestas de él y las frescas, sonoras, carcajadas de ella

Serían ya más de las siete de la tarde cuando los tres, en el “600” de D. Ismael, emprendieron el viaje de regreso a casa. Iban alegres, cantando y riendo por nada, satisfechos tras el día pasado, con lo que en un cruce con otra carretera que les salía por la derecha, sin señalizar lo de “Preferencia de Paso” para D. Ismael, este se precipitó sobre un coche que por esa derecha se incorporaba a la carretera que traía el buen “profe”

La colisión fue aparatosa, llevándose la peor parte el “600” de D. Ismael, que quedó con el morrito como un acordeón, más o menos, en tanto el vehículo contrario, un Mercedes, BMV o Bentley; grande como un mayo, ancho y largo cual día sin pan, ostentoso, poderoso… ¡Magnífico!…apenas si sufría algún que otro rasguño en la aleta donde se estrellara el pobre “600”, pero de su interior surgió un chófer gigantesco, alto, macizo… Casi cuadrado, si no fuera porque su altura superaba con ni se sabe cuántas creces su envergadura de hombro a hombro, que manca, precisamente, no era.

Al instante, casi echando espuma por la boca cual hidrófóbo animal, se lanzó iracundo sobre el más pobre que nunca D. Ismael que, más envarado que sentado en su sitio ante el volante, apenas acertaba a balbucir nada, mientras el furioso chófer le ponía de hoja de perejil “p’arriba”. Pero aquello tampoco duró tanto, pues también al punto, de dentro del “600” surgió, por un lado, Inés, hecha un rugiente cruce entre leona del Serengueti y tigresa de Bengala, que ya, ya. Lo primero que soltó, sin acabar todavía de poner su delicado piececito en el encintado fue

¡¡¡AQUÍ NO HAY MÁS CABRÓN, HIJO DE PUTA, QUE USTED!!!
Pero ahí la cosa no se quedó, pues por el otro lado del casi coche apareció el no menos bueno de Paco Páez, con su boquita de piñón, que me rio yo de sus tiempos de heroica golfería en el “cole” del que resultara expulsado, emprendiéndola, además, a puñadas y puntapiés con el más que sorprendido chofer, ante aquél intempestivo diluvio de insultos y golpes que, inopinadamente, se le vino encima. Mas la sorprendida inmovilidad del tocho humano duró menos aún que las antes referidas coplas, pues al momento se rehízo, enviando al chaval al suelo de un manotazo y yéndose hacia aquél basilisco que más asemejaba las Siete Furias desatadas que a una mujer, y tampoco se quedó muy atrás en denuestos y juramentos, aunque, eso sí, sin alcanzar los niveles que ella antes utilizara más contra él que con él, pues lo de “Puta” no soltaron sus labios, por más que con inusitado ahínco pugnara por salir.

La más o menos trabada reyerta no llegó a mayores porque un elegante señor, indudablemente noble prócer de vaya usted a saber qué entidad industrial, financiera o similar, entre cincuentón y sesentón, de impecable traje completo de veraniego estambre de lana, fino y más que transpirable, que sus buenas decenas de billetes de a mil “pelas” costaría, camisa a juego con el traje así como ceñida corbata al cuello, más que en consonancia con traje y camisa, amén de rutilantes zapatos, de finísima piel e indudable factura de la alta zapatería italiana, que se bajó del súper-coche, por su portezuela trasera, puso fin al “cacao” diciendo

Mariano, la señora tiene razón. La culpa de esto es tuya. Presenta disculpas a la señora… Y al señor también, claro está…
¡Pero…pero, D. Senén!… ¡Si él ha sido el único culpable, al no respetar la preferencia de mano en el cruce!
Mariano, he dicho que la culpa es tuya y punto… ¿De acuerdo?
El tal Mariano al instante plegó velas y, casi tan “corderito” como D. Isma ante su Diosa, respondió

Sin duda alguna, D. Senén
Y más que humildemente presentó disculpas a la “señora” y al “señor”. Sin dilatarse ni un segundo más, el llamado D. Senén se plantó ante la “señora” para, inclinándose ante ella en versallesca reverencia, extraer de su cartera una tarjeta de esas que la gente de cierto copete usa para presentarse ante extraños, diciendo a la vez

Senén de Tal y Tal, a su servicio, estimadísima señora… Y al de su señor marido también, por supuesto. Acepten, por favor, mis más sinceras disculpas… Ya saben… El servicio… Mariano es buen servidor mío, pero tan bruto… Se hacen cargo, ¿verdad?
Inés al momento percibió que ante ella tenía la oportunidad soñada toda su vida. ¡Un auténtico filón que podría explotar a modo y manera largos meses… Años quizás, por lo que de inmediato le brindó la mejor y más cálida de sus sonrisas, llena de sensualísimas promesas para el inmediato futuro y el D. Senén también supo que acababa de atrapar a una nueva “jaca alazana” para su particular “cuadra” de alazanas “jacas”

La única voz en discordia fue la de D. Ismael, que desde el primer momento el señorón de alto copete le cayó peor que pimienta súper picante en estómago ulceroso y sangrante. Por fin llegaron ante la casa de Inés y D. Senén, todo servicial, se aplicó en bajarse al momento y abrirle la puerta a Inés; Dª Inés, que él le decía. Inclinándose ante ella, en versallesca reverencia, le dio una tarjeta a la bella, poniéndose a su disposición para cuanto fuera menester. Al tiempo, y cuando D. Ismael iba a desaparecer en el portal, el “pretendiente” de su “mujer” le alargó un cheque doblado. El profesor intentó rechazarlo, pero D. Senén insistió en que se lo quedara, como compensación a las molestias por “chafarle” el “seiscientos”, amén de que a Inés, Dª Inés para el “benefactor” prócer, se sumó a las protestas del magnate, con aquello de que “No vamos a hacerle el feo a D. Senén, que tan amable ha sido con nosotros” Y, acto seguido, fue ella quien se quedó con el cheque, que para el asunto de las “pelas”, Inés siempre estaba a la que caía…

Aquella noche D. Isma e Inés se acostaron juntos, cual era ya casi inveterada costumbre, pro no pudo haber “ñaca-ñaca” porque el probo profesor se riló; no pudo, materialmente, “hacer los honores” a la Diosa; “aquello”, en absoluto se prestó, por más interés que el buen hombre puso en la imposible empresa. Él quiso; su voluntad quería, pero su cuerpecito serrano se declaró en huelga de “herramientas” caídas… Su mente, sin venir a cuento, se pobló de imágenes de Inés; de su Diosa en brazos de sus casi mil y un amigos; en brazos del más que odiado D. Senén. No la imaginaba, sino que la veía en brazos del atildado magnate… Riendo, hasta gozando con él… Y a él, con su cuerpo todavía no mal formado, gozando, disfrutando de ella; babeando de gusto, con los ojos encendidos en lujuria, lo mismo que ella…

A la mañana siguiente, hacia las doce más o menos, un timbrazo en la puerta anunció la llegada del mozo de una floristería portando un centro de flores, de claveles más rojos que la sangre exactamente: “Para la señora de la casa”, dijo el chico del establecimiento. Con las flores, una tarjeta: “Senén de Tal y tal”, y al dorso una inflamada invitación del “andoba” para que la “muy digna señora” le llamara al teléfono aceptando tomar una copa con él… Dentro del mayor respeto hacia su persona de Dª Inés, por supuesto… Y también de su más que digno “esposo”

D. Isma dejó centro y tarjeta, ésta tal y como viniera, en la mesa del salón. Inés, en esos momentos, no estaba en casa, sino que minutos antes acababa de bajar a abrir la tienda. D. Ismael, la verdad, aquella mañana, más que cansado tras la inútil pelea de la anterior noche, no quiso levantarse a llevar a Paco al colegio, cosa que a Inés no le pareció ni bien ni mal, simplemente, eso era cosa de su “corderito”, y si él decidió que aquella mañana su hijo no fuera a clase, por ella, bien decidido estaba, luego cuando lo de las flores estaban solos los dos en casa, profesor y alumno, liados con las clases

Como de costumbre, al mediodía llegó ella, y nada más entrar reparó en las flores; tomó la tarjeta y, con todo interés, la leyó. Al acabar estalló en ruidosas carcajadas de pura alegría

¡Ya cayó el ratoncito!… ¡Mordió el queso, y está dispuesto a no parar hasta “jamárselo” todo…
¿Piensas…? ¿Piensas…llamarle?… ¿Aceptar verle?
¡Pues claro que sí!… ¡Lo sabía, corderito; lo sabía!… ¡Sabía que éste viejo crápula caería en el “garlito”! ¿Sabes? El viejo verde me ha tomado por tu mujercita… ¡Tu santa y casta esposa!… ¡Piensa que soy una dulce y ejemplar esposa y madre de familia!… Vamos, que soy decentísima… Y le ha entrado el caprichín de “tirarse” a una mujer decentísima… Una virtuosa esposa y madre… ¡Pues lo va a conseguir, mire usted por dónde, D. Senén!… Pero… ¡Los caprichitos se pagan!… ¡Y se pagan bien; pero que muy, muy bien!… ¡Hasta las entretelas le voy a sacar al “maromo”!…
Y… Y si yo te pidiera que no; que no lo hagas… Que no le llames; que rompas la tarjeta… Y el cheque…
Pero… Pero… ¿Por qué iba a hacer semejante tontería?…
Porque yo te lo pido
Pero por qué, D. Isma. El viejales es un “Caballo Blanco… Algo difícil de encontrar; algo que, a veces, no se encuentra nunca en la vida… Y yo lo he encontrado… Y quiero explotarlo… Exprimirlo hasta la última gota que me sea posible… Y te aseguro que serán muchas… Muchísimas las gotas que sabré sacarle al viejo crápula…
Pero Inés… Yo… Yo te quiero… Te quiero; sí Inés, te quiero con toda mi alma… Te me has metido dentro de mí… hasta lo más hondo… No, no simplemente te deseo…. Ante todo y sobre todo, te quiero… Te amo con locura… Te adoro… Te idolatro… Sí; te idolatro… Para mí, eres una Diosa; mi Diosa… Quiero… Quiero casarme contigo… Que nos casemos… Que dejes esto… Todo; todo esto… Que no haya más citas, más comidas y cenas de negocio… Que no haya más “amigos”…
Inés le miró con más sorna, casi con más tristeza que nunca

De modo, que quieres “retirarme”… Que me quieres en exclusiva… Muy bien; ese es el sueño de toda puta… Que aparezca un Príncipe Azul que la retire de la putería… Y si, encima, se casa con una, la repera… Sí señor; ¡la repera de bueno!… Pero, tocinito de cielo, ¿de qué viviríamos?… ¿Cómo me mantendrías a mí y a mi hijo?
Yo… Yo podría trabajar… Dar clases…
Ya… Clases… ¿Acaso no las das ya?… Y qué…
No Inés; no me refiero a eso… A esto… hablo de dar clases de verdad… En algún colegio… En academias… Academias donde se imparta o se den clases de apoyo en asignaturas de BUP. Varias clases en varias academias… Más algunas horas de clases particulares, aquí, en casa…
¿De verdad crees que así saldríamos adelante los tres, Paco, mi hijo, tú y yo?… Por favor, D. Isma; cáete ya del guindo… Abre los ojos… Mira; vé la verdad… Isma, yo coy lo que soy, una puta; una prostituta, si quieres que lo diga más en “finolis”… Yo no te lo he ocultado… Antes de acostarme contigo la primera vez, te lo dije… No podías: no puedes llamarte a engaño… Soy lo que soy; lo sabías cuando te “liaste” conmigo… Y lo aceptaste…
Inés calló un momento, como estudiando el efecto que su “discurso” estaba haciendo en su “corderito lechal”. Luego prosiguió. Le dijo que no tenía por qué quebrarse la cabeza con celos más bien infundados, pues bien sabía ella que todo aquello no eran más que celos que, de vez en cuando, asaltaban al “corderito”, o así al menos lo pensaba ella, lo creía a pies juntillas. Que sus “citas de negocios” no eran más que eso, negocios. Los tíos querían algo de ella y estaban dispuestos a pagar por ello y ella deseaba ese dinero que ellos estaban dispuestos a pagar, luego ellos pagaban y ella les otorgaba lo que querían. Así de simple; así de prosaico, así de aséptico, sin personalismos que valieran… Ella, en verdad, no se entregaba a nadie más que a él, a D, Isma, a su “corderito lechal”… Y punto.

D. Ismael, una vez más, transigió; “pasó por el aro” que ella quería que pasara. Ala casa siguieron llegando las flores de D. Senén, unas veces en forma de centros de mesa, como la primera vez, otras como enormes ramos… Y siempre, siempre, con su correspondiente tarjeta, urgiéndole rendidamente a que la “más que digna señora”, se aviniera a aceptar su invitación, carente, desde luego, de vergonzosas intenciones. Todo la mar de platónico; todo, pura admiración hacia su inusitada belleza y prestancia… Vamos, que al viejales, no era “labia” lo que le faltaba…

E Inés, claro está, un día consintió en llamar al “Caballo Blanco” aceptando su “amable” y sobre todo, “desinteresada” invitación, segura de que el “noble caballero”, solo sería eso, un caballero ante una dama más que respetable

Desde entonces, las ofrendas de flores del “noble caballero” se fueron paulatinamente incrementando, alcanzando a veces el obsequio los matices de pequeñas joyas de no poco valor, aunque incomparable con lo que, seguro, llegarían a ser en un más que próximo futuro. Bagatelas, de momento, para lo normal en el “noble caballero” y en tales lides conquistadoras de hembras de tronío y, sobre todo, de acrisolada virtud hasta que el vil metal vencía lo virtuoso de la dama. También vestiditos de media-alta costura, o cheques que la “digna esposa” del no menos digno D. Ismael, los gastara en cuantos “trapitos” o “caprichitos” ella y su digno marido tuvieran a bien emplear su monetario homenaje a ambos. Vamos, que la operación “Caballo Blanco”· a Inés le estaba saliendo a pedir de boca

Un día, mes y pico después del primer presente floral, ella se estaba duchando, iniciando así el oportuno y previo emperifollamiento a una cita con el “noble caballero”, citas que venían produciéndose con periodicidad de dos veces por semana, a veces tres, D. Isma acertó a pasar al cuarto de baño. Inés, al momento, le pidió que le frotara la espalda con la esponja “Es bueno para la piel, ¿sabes?, le dijo. Él hizo lo que ella le pedía. Al rato…

Te… ¿Te…te…has…acostado ya con él?
No… ¡Ni que estuviera loca!… ¡Le tengo al “baño maría”!… ¡Hirviéndose en su propio jugo!… Yo me hago la modosa… La “estrecha”… Que si me eduqué en un colegio de monjas… Que si no tuve más novio que tú… Que si llegué virgen al matrimonio… Que si no soy inmune a sus atenciones, a su donosa prestancia… Pero que me da miedo… Que nunca he engañado a mi marido… ¡Y no veas cómo lo tengo!… ¡Subiéndose por las paredes!… ¡calentito, calentito!… ¡¡¡A PUNTO DE EXPLOTAR!!!…
D. Ismael no respondió. Acarició a Inés, por detrás, en un hombro y depositó un beso en el contiguo nacimiento del cuello. Inés volvió el rostro hacia él, fijando su mirada en los ojos de D. Isma. Advirtió tristeza es esos ojos, aliviada por destellos de cariño… De mucho; mucho cariño…

¿Volvemos a las andadas, D. Isma?… ¿De nuevo esos tontos celos?… Anda, alma de cántaro, dame un beso… ¡Pero tú a mí, y no yo a ti, como de costumbre!
D. Isma la besó. Con ternura, con cariño; con mucho cariño. Se separó de ella; volvió a mirarla, y volvió a besarla. Con arrobo teñido de pasión… De una pasión que fue “in crescendo” según el beso se hacía más y más largo… Más y más pasional… Las bocas se abrieron para recibir, mutuamente, la lengua del otro. Entonces Inés, sensual, cálida, deslizó al oído de D. Isma

“Corderito”, desnúdate y métete conmigo en la ducha… “Hacerlo” bajo el chorro del agua es divino, ¿sabes?…
D. Isma volvió a besarla, con bastante más cariño que pasión ya, y, dándose la vuelta, salió del cuarto de baño. Inés le vio salir y suspiró… ¡Este D. Isma!… Se acabó de duchar y se secó. Primero el cuerpo, con la toalla de baño, luego la cabeza con otra más pequeña, de lavabo, tras lo cual acabó de secárselo con el secador. Se envolvió en la toalla grande, velando así sus senos, vientre y pubis, hasta donde la toalla alcanzó, un palmo más allá del nacimiento de los muslos a todo tirar, y procedió a maquillarse, pintándose los labios para perfilarlos después. Se miró luego al espejo y aprobó con buena nota la imagen de sí misma que el espejo le devolvió.

Abandonó ella también el baño y se dirigió al dormitorio para vestirse. Entró en su habitación y se quedó quieta en la misma puerta. Ante ella, sobre la cama, una maleta mediana, ni demasiado grande ni tampoco muy pequeña, de esas con ruedas, las llamadas “trolley”, cerrada ya; al lado, una bolsa de las de viaje, llena de ropa, que entonces D. Ismael procedía a cerrar, corriendo hasta el fin la cremallera. Eran las mismas dos piezas de viaje que el profesor llevara a su casa cuando optó por instalarse allí

Pero… ¿Qué significa esto, Ismael?… ¿Qué haces?… Si puede saberse, claro
Era la primera vez que así hablaba Inés a D. Ismael; por su nombre, pues tutearle tras el “D. Isma”, venía ya de antiguo

Me voy Inés. Te dejo… No… No puedo aguantar ya más esto… He empezado a odiarme a mí mismo y si digo así, como hasta ahora, acabaría odiándote a ti también. Por eso me voy, para no odiarte… para que en el futuro, seas un bello recuerdo… El recuerdo de la más feliz y dichosa etapa de mi vida… Para que el altar erigido en mi alma, donde te venero… Donde te adoro como a una Diosa, como a mi Diosa, sea perenne en el tiempo para seguir venerándote, adorándote hasta el fin de mis días…
D. Ismael acabó de cerrar la bolsa; con ambas manos, bajó la maleta al suelo para, seguidamente, tomar la bolsa con una mano en tanto con la otra empezó a arrastrar la maleta-trolley hacia la salida del dormitorio. Pasó junto a Inés y la besó, amorosamente, en la mejilla. Al momento D. Ismael desapareció de la vista de la mujer cuando, por fin, salió de la habitación

Inés quedó allí, junto a la puerta pero sin mirarla; mirando todavía hacia la cama, tal y como quedara al entrar en la estancia. Anonadada, perdida, sin voluntad… Con la mente en blanco. Aquello, para ella, había sido un mazazo… Un tremendo mazazo; el mayor, seguramente, que en su vida recibiera… Y no fueron pocos los que el devenir de su vida le asestó. Por fin, una idea empezó a pergeñarse en du mente: “Él se iba; se iba de verdad… para siempre”. Una atroz angustia al instante se apoderó de ella, oprimiéndole la garganta cual mano de acero… “Se va… Se va… Me abandona… Le pierdo; le pierdo para siempre… Para siempre… Para siempre”…

Reaccionó al fin, con la angustia transformada en terror; en inmisericorde desespero. Echó a correr hacia el rellano al que se abrían las puertas de las cuatro viviendas de la planta, pero allí ya no estaba D. Ismael. Vio la luz encendida del chivato del ascensor, indicativo de que el mismo estaba funcionando, llevándose a D. Ismael, irremisiblemente, hacia el bajo del edificio, preludio de su desaparición, “in eternum”, de su vida. Inés entonces echó a correr, como loca, escaleras abajo, tal y como estaba, descalza y sólo cubierta por la toalla que velaba lo mínimo aconsejable por la moral y las buenas costumbres, mientras gritaba a pleno pulmón

¡¡¡Ismael, cariño mío!!!… ¡¡¡No te vayas…no me dejes!!!… ¡¡¡Será lo que tú quieras que sea…como tú digas!!!… ¡Pero no te vayas, mi amor!… ¡Vuelve; vuelve conmigo!
Allí, en ese momento, feneció la hetaira Inés, la prostituta de semi lujo, surgiendo en su lugar otra Inés muy, muy distinta. Una Inés enamorada hasta lo indecible de su marido, Ismael. Una Inés escrupulosamente fiel a su marido, Ismael… Una Inés que primero fue esposa para en menos de un año ser madre del primer hijo habido de su marido Ismael, que fue hermano del otro hijo que ya tenía, Paco, que también lo fue de su marido Ismael por decisión de él mismo expresada, libremente, ante el Registro Civil

F I N D E L R E L A T O

NOTAS AL TEXTO

La “Costa Fleming” era, no sé si todavía lo es, básicamente la citada calle del Doctor Fleming, con algún aditamento por Profesor Waksman y Alberto Alcocer, que allá por los 70/80 constituyó un emporio de la prostitución de medio/alto “standing”
Toro corniveleto y astifino: Dícese, en argot taurino, del toro que tiene las astas, pitones o vulgo cuernos, curvados hacia arriba, casi en vertical al cielo, y de puntas muy, muy afiladas. Vamos, un verdadero “pavo” que en cuanto salta al ruedo hace temblar de puro miedo a más de un “coletudo”… Y a más de dos…
2.1. “Coletudo”= Torero

Fantasy Rivals: Merweiss Debertolis

$
0
0

En una mazmorra oscura de la Ciudad Capital, en el subsuelo de una enorme y acogedora casa del sector más acaudalado, se encontraba Merweiss Debertolis. Hace mucho tiempo él era un científico respetado, presidente del gremio de los relojeros, aquellos que más poder científico tenían. Sin embargo, como en la época la gente no distinguía bien la magia de la ciencia, algunos lo miraban mal. Muy mal.

Él se había presentado ante el cardenal Tiberius, actual gobernante de la Ciudad Capital, y le había propuesto trabajar para él. Estuvo mucho tiempo trabajando para él pero un día tuvo la mala suerte de participar en una guerra contra un grupo rebelde y eso casi le cuesta la vida.

Si bien muchos lo dieron por muerto, él se aseguró que no fuera así. Con el apoyo de sus amigos relojeros, construyó prótesis para las partes faltantes de su cuerpo convirtiéndose así en un raro hombre con la mitad de su cuerpo hecha de carne y la otra mitad de acero.

Encolerizado con Tiberius y con todo el imperio, decidió planear una venganza. Trabajó día y noche sin parar creando rústicos seres mecánicos, uno tras otro como si su respiración dependiera de ello. Al final, no sólo terminó siendo el amo de esas máquinas sino que también se convirtió en un líder y referente para todos los que detestaban al imperio.

Fue con él que nació la facción Shadow, adoradores de lo siniestro, de la quimera Serpiente y de la traición.

En ese momento, dentro de la mazmorra, conversaba con la joven Jeenea acerca de sus próximos planes. Jeenea era una muchacha nerviosa y dulce, de baja estatura y sucios cabellos negros. Lo más llamativo era su piel dorada tan rara en esos parajes fríos. Contrastaba mucho con el blanco pálido de la piel de Merweiss.

—Y así es, mi querida Jeenea, que te dejaré el sector de los mercaderes ambulantes. No enviaré a ninguno de los hombres serpiente allí si sabes mantenerlo bajo tu control. Pero si se te sale de control… ya sabes lo que pasará.

La muchacha se apresuró a acercarse para acariciar servilmente el traje púrpura de su maestro.

—Lo sé muy bien, maestro. No lo voy a defraudar, se lo aseguro. Empeñaré en ello toda mi fuerza. Va a estar orgulloso de mí.

Merweiss apreció el sutil toque de la muchacha en su ropa y con sus manos enguantadas sostuvo la de ella cálidamente.

—Tu piel, querida, es magnífica. Tienes… que tener cuidado que no se lastime. —Mientras susurraba las palabras, el seductor científico acarició el brazo de la chica y se quitó una de sus largos cabellos que caía entre sus ojos.

Ella, prudente, bajó la mirada y dejó que su maestro continuara con las caricias. Sus ojos brillantes y lascivos puestos en su cuerpo no era algo que se pudiera ignorar.

Las manos del científico se dirigieron a su cabeza para desatar la cinta que anudaba sus cabellos que cayeron sobre sus hombros como una sombra. El sujeto sonrió al verla.

—¿Puedes venir a mi habitación? —preguntó el líder.

Esa pregunta era una orden secreta. Si ella lo rechazaba perdería favores con él. Vio su piel y, dubitativa, asintió.

Juntos traspasaron el poco iluminado salón para acceder a la nada iluminada habitación. Allí Jeenea sintió que las manos de él la atenazaban instantáneamente. El poder que sus brazos de metal ejercían era monstruoso, sólo se dejó hacer, intentar negarse sería suicidio.

La tiró a la cama y se desprendió el traje. Él vivía tanto entre las sombras que podía ver incluso en aquella oscuridad. A ella no se le hacía tan fácil pero intentaba mantenerse tranquila, no podía decepcionar a su maestro. Merweiss quedó totalmente desnudo pero ella no podía verlo. Eso era bueno porque tenía tantas heridas y partes de su cuerpo reconstruidas que sería horrible. Por suerte no había perdido su retorcido miembro ni la capacidad de que la sangre fluya hacia él haciéndolo duro como el metal de sus piernas.

Se acercó a la cama y allí acarició lentamente el cuerpo de la chica desde los pies hasta sus pechos. Disimuladamente tomó una de las manos de ella para depositarla en su larga y fina verga. La chica, tímidamente, acarició el pene y los testículos de Merweiss por un rato. No veía nada más que los ojos brillantes de él, desvistiéndola con la mirada. Ella entrecerró los ojos y se inclinó para introducir el miembro en su boca. Sus labios oscurecidos se aferraron a la venosa piel de su amante y comenzó a succionarlo y lubricarlo con su saliva. El maestro Shadow, satisfecho, llevó sus manos a la cintura y admiró a Jeenea practicar sexo oral. La excitación inflaba su pecho y lo obligaba a lanzar gemidos susurrantes.

—Oh, querida, creo que no me arrepentiré de meterte al clan.

La chica entre risitas siguió pasándole la lengua al miembro de su maestro mientras le masajeaba los genitales y el trasero. Merweiss estiró sus brazos para acariciar el redondo y firme trasero de Jeenea. Siendo tan bajita de estatura su culo sobresalía demasiado. Era grande y por algún motivo que Merweiss no podía explicar, ignoraba las leyes científicas contradiciendo la gravedad. Dándose cuenta de las ganas de su maestro la chica se detuvo y se arrodilló en la cama. Estiró sus brazos para que él le quitara la ropa pues sabía que le gustaba tener el control de todo. No le costó mucho pues el científico era un experto trabajando con los cuerpos de las personas. Le quitó la media blusa, desajustó rápidamente el corset y al final destrabó sin problemas el sujetador dejando a la chica con el torso desnudo.

La empujó suavemente contra el colchón y con una mano trató de desatar el complicado juego de cinturones que llevaba sobre el pantalón de algodón mientras humedecía sus pechos con la boca. Ella no podía evitar erotizarse con el tacto de Merweiss. Era un tipo asqueroso, despiadado y soberbio pero sí que sabía generar placer.

Sus tetas duras quedaban aplastadas contra su pecho cuando él las devoraba y se alargaban cuando las oprimía con sus manos. El cuerpo trigueño de ella se llenó completamente de la saliva de su maestro y cuando menos se dio cuenta ya estaba totalmente desnuda. Abrió sus piernas como una puerta porque ya empezaba a sentir ganas de ser tomada.

El científico acarició la delicada vagina de la chica para que todos los jugos se impregnen en su palma y luego ensalzó con ellos a su miembro. Se arrodilló frente a ella, le tomó las piernas inclinándolas hacia atrás y lentamente fue metiendo su larga estaca en el delgado y corto cuerpo de su amante.

Cuando sintió el choque de la punta del pene con el útero la chica gimió, abrazó el cuello de su maestro y lo atrajo hacia ella. Merweiss, algo sorprendido por la efusividad de la chica, empezó a embestirla lenta y profundamente, arrancándole suspiros de placer.

—¡Ohhh, así, así, más rápido!

Y el científico la complacía con más rapidez.

—¡Mmm, sí! ¡Sí! ¡Oh, Merweiss! ¡Dame, dame más, dame, dame!

Hacía tiempo que Merweiss no se topaba con una chica tan alegre y que llevara tan bien el papel de amante satisfecha. Si estaba fingiendo o no, él no se daba cuenta ni le importaba tampoco. Era carne fresca y debía disfrutarla.

Sacó se miembro, la levantó con sus brazos mecánicos y la giró. Jeenea quedó boca abajo con la petulante cola levantada, incitando a su maestro a clavársela sin delicadeza. Merweiss se inclinó sobre ella, lentamente volvió a metérsela entre suspiros y empezó a serruchar con fuerza. En esa posición, el cuerpo pesado de Merweiss aplastaba el cuerpo de su amante contra la cama y la chica empezaba a sufrir el dolor y la falta de aire. Pero como a todas las muchachas del sur, a Jeenea le gustaba el sexo y el tipo lo hacía muy bien. Tenía un miembro ideal para ella porque era delgado y no la lastimaba y era largo por lo que llegaba lo más al fondo que podía.

Ella se aferraba con fuerza a las sábanas desordenadas y trataba de juntar lo más posible sus piernas para que el roce fuera más estrecho. Las manos duras de Merweiss sobre su nuca y su espalda empezaban a hacerla sentir sometida, entregada y esos pensamientos la llevaron a un fuerte y descomunal orgasmo que la dejó totalmente derretida en la sábana.

Merweiss, sonriente al sentir húmedo su pene, aumentó la velocidad de las embestidas. Los gritos de la chica sintiendo como su ya débil vagina era perforada por el relojero se oyeron en toda la mazmorra.

—¡Oh, por dios, por dios, por dios! ¡Aaaaaaah! ¡Oooooooh! ¡¡Ay!!

De pronto sintió como el hombre le tiraba de los pelos y eyaculaba dentro de ella. Con la boca abierta sintió como se le llenaba el útero de semen y como el pene se Merweiss se deslizaba fuera de ella y luego lo limpiaba entre sus nalgas. Cerró los ojos y se recostó cómodamente en la cama mientras percibía el roce sobre su ano.

Merweiss le acarició la espalda, los cabellos y la tomó del cuello con delicadeza.

—Mi querida Jeenea, mata a quien tengas que matar y nunca olvides que eres una Shadow y a quién le debes respeto.

—Sí, mi maestro —respondió sonriente.

—Y ven aquí una vez por semana al menos así no olvidas mis caricias.

—Lo haré. Me tendrás siempre que me necesites, Merweiss.

El científico se sentó en la cama sonriente. Tomó sus ropas y empezó a vestirse pues tenía mucho trabajo que hacer y ya satisfecho sexualmente no habría nada que lo distraiga de sus planes de venganza.

Viewing all 169 articles
Browse latest View live